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Guatemala, a diez años de los acuerdos de paz

«Los guatemaltecos podemos construir y desarrollar un proyecto de nación original, propio, democrático y necesario»

Fuentes: Pueblos

La firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala, en diciembre de 1996, alimentó expectativas de transformación. Diez años después, ocho personalidades reflexionan sobre los avances y obstáculos en el cumplimiento de dichos Acuerdos. Desde la nostalgia, la emoción, las contradicciones, la diversidad de opiniones, la apuesta firme pero dificultosa por la construcción de una […]

La firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala, en diciembre de 1996, alimentó expectativas de transformación. Diez años después, ocho personalidades reflexionan sobre los avances y obstáculos en el cumplimiento de dichos Acuerdos. Desde la nostalgia, la emoción, las contradicciones, la diversidad de opiniones, la apuesta firme pero dificultosa por la construcción de una nueva nación. 

Ellos/as se presentan

Jaime Barrios Carrillo: Soy comunicador social, licenciado en filosofía, antropólogo, escribidor. Interesado en los grandes temas sociales y culturales de Guatemala. Actualmente superviso proyectos de información de la sociedad civil sueca en el Foro del Sur en Estocolmo. También soy «tercamente guatemalteco».

Diana García: Me defino como mujer mestiza, de clase media de primera generación, que reivindica sus orígenes indígenas. Con la opción y la apuesta por construir formas de defensa y de recreación de la dignidad y la vida.

César Montes: Soy un excomandante guerrillero apestado por sus excompañeros los comandantes de cinco estrellas. Trabajo como columnista de prensa y asesor del Fondo de Tierras.

Arturo Taracena: Soy guatemalteco, historiador, militante de izquierda. Actualmente me desempeño como investigador en la Unidad Académica de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, en Mérida, Yucatán.

Helmer Velásquez: Trabajo en relación con ONG desde hace 25 años. Llegué a ellas producto de la represión sobre la Universidad, donde trabajaba en la Asesoría Laboral y Campesina. Hoy soy Director Ejecutivo de la Coordinación de ONG y Cooperativas, CONGCOOP. Me considero amante de la democracia social y económica, apasionado por la lucha del movimiento campesino y la reforma agraria.

Emiliana Aguilar Reynoso: Pertenezco a la etnia maya-k’iche’. Provengo de una familia de desplazados internos, con dos familiares desaparecidos y capturados en la década de los 80. Actualmente vivo en Portland, Estados Unidos, acompañando a las comunidades inmigrantes.

Elías Raymundo Raymundo: Estudio un programa de Doctorado en Hidrociencias. Mi origen étnico es k’iche’ y he apoyado durante muchos años a las Comunidades de Población en Resistencia de la Sierra.

José Barnoya García: Nací en la época de la dictadura de Jorge Ubico, en 1931. Crecí con la Revolución democrático burguesa de 1944 al 54. Me opuse con otros estudiantes a la invasión gringa y a la traición del Ejército Nacional. Desde entonces me he opuesto a dictaduras militares, civiles y de las otras. Sufrí un atentado en la época del General Lucas García, el 26 de marzo de 1980. Soy médico y escritor.


¿Cómo vivió cada uno de ustedes el momento de la firma de la paz? Sé que es difícil resumir y reducir un proceso histórico tan complejo a un sólo instante…

César Montes: Fui invitado por el Gobierno y aceptado por el Ejército para estar en la ceremonia de la firma, pero el comandante Rolando Morán, de la guerrilla, se opuso. Entonces me quedé bajo el reloj de La Perla en la zona 1 de la capital, hasta que me uní al grupo de Rigoberta Menchú. Sentí mucha emoción con sólo pensar que volvería a circular por el país sin esconderme. También sentí que era demasiado oropel para cerrar una parte tan dolorosa de la historia.

Elías Raymundo: Por la mañana estuve con mi familia. Comentamos la alegría que tenía mucha gente en las comunidades y la fuerza del movimiento popular y la guerrilla, que obligó al gobierno a negociar. Por la tarde estuve en la Plaza Central festejando el momento de la firma.

Diana García: Con toda sinceridad, no recuerdo. Pero sin duda no estuve en la Plaza.

José Barnoya: Con aplausos, vivas y alegrías celebramos con el pueblo en la Plaza Central. Seguimos añorando la paz desde ese lejano 29 de diciembre de 1996.

Emiliana Aguilar: Trabajaba entonces en comunicación social. Enviamos a un compañero para la filmación del evento y al día siguiente realizamos una ceremonia agradeciendo a nuestros familiares por la vida, el trabajo y la sangre que pusieron por alimentar un proceso de cambio que aún está lejos de nuestra mirada.

Jaime Barrios Carrillo: Recuerdo el largo y fuerte abrazo de mi esposa. Fue como un alivio largamente deseado. Casi un milagro. El fin del derramamiento de sangre. El país ofreció un grado de madurez como nunca antes lo había conseguido.

Arturo Taracena: Lo pasé en el Parque Central, junto a otros exmilitantes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG. Pensé que después de haber pretendido la transformación del país por medio de la lucha armada, estábamos a punto de intentar hacerlo por medio de la construcción de un frente amplio de izquierda.

Helmer Velásquez: Sentí escalofrío, mucho escalofrío, optimismo, nostalgia por los que no estaban. Y mucho ánimo de futuro.

En ese momento, al margen de la evolución posterior del proceso, ¿era mayor la alegría o el pesimismo?

Jaime Barrios Carrillo: Pensé que la razón triunfaba. Que finalmente comenzaríamos a construir un país más justo, un país habitable. Le había llegado el turno a la nación guatemalteca.

Emiliana Aguilar: Estoy más que segura de que muchísimas de las víctimas no sabían lo que estaba pasando ese día. Había una mezcla de emociones, entre alegría, coraje, tristeza, duda.

Arturo Taracena: Eran sentimientos encontrados. Por una parte, la felicidad de ver que la izquierda revolucionaria había sido capaz de negociar el fin de la guerra y una agenda de prioridades. Tristeza por comprender el alto costo social que se había pagado, por la ausencia de tanto compañero y compañera.

Diana García: Creo que había, al menos en mi caso, una distancia formal, no una verdadera fiesta. Como sabiéndola y sintiéndola en muchos planos tan contradictoria.

Elías Raymundo: La principal emoción fue la admiración, el respeto, la confianza, la seguridad, porque con la lucha se logró que el Gobierno reconociera el proceso de negociación.

Hagamos un balance necesario: lo positivo y lo negativo en cuanto al cumplimiento de los Acuerdos.

Helmer Velásquez: Se cumplió únicamente y con altibajos el fin de la represión política. Hay frustración porque la situación estructural sigue igual, la izquierda se dividió y la oligarquía consolidó su dirección sobre el aparato del Estado. Y la reforma agraria todavía no se concreta.

José Barnoya: Creí que si se cumplían en serio los Acuerdos iban a resolverse los muchos problemas que aquejan a nuestro pueblo. Fue más fácil para los gobiernos oligarcas traspapelar los Acuerdos que cumplirlos a cabalidad.

César Montes: Se cumplió el fin de las masacres y de la represión. Desaparecieron estructuras represivas como Comisionados Militares, Guardia de Hacienda, se redujo el Ejército, se acabó el reclutamiento militar forzoso.

Emiliana Aguilar: Para todos los afectados la firma de la paz significó un clima de mayor tranquilidad, donde uno podía salir a comerciar, seguir estudiando si era necesario. Fue un paso significativo para el cese al fuego pero no para el cese al hambre y a la pobreza que fueron la causa principal del conflicto armado. A los que nos tocó vivir esta historia nos dejó peor de lo que estábamos porque perdimos nuestras tierras, casa, familiares, vecinos, amigos, amistades, proyectos de vida, futuro. No hemos podido recoger nuestros pedazos que quedaron.

Arturo Taracena: Se cumplió el que ya no se matase a la gente por su opinión, así como volver a la apertura del sistema de partidos roto en 1954. No se cumplió con impulsar a fondo los contenidos de los Acuerdos para la transformación del país.

Elías Raymundo: Hay más pobreza, más inseguridad y la inversión en la educación y la salud no se ha incrementado. El gobierno sigue teniendo como política utilizar la fuerza para apagar los movimientos de protesta y no solucionar las causas que generan los problemas.

Jaime Barrios: Los Acuerdos se han cumplido sólo en partes mínimas. Lo peor es que el aparato represivo nunca se desarticuló sino que se transformó en crimen organizado. La impunidad sigue campeando y mientras no se resuelva el problema del genocidio no habrá paz y menos aún democracia.

Diana García: El tiempo de la paz abrió y multiplicó espacios de expresión, acción, encuentro y reconocimiento, cambió correlaciones de fuerzas, por ejemplo para las mujeres. Pero esto no se ha traducido en la vida cotidiana.

¿Podemos decir, como resumen general, que valió la pena el esfuerzo?

Arturo Taracena: Creo que los guatemaltecos perdimos una gran oportunidad de cambiar el curso de la historia. Las fuerzas dominantes en el país lograron que el sistema político surgido en 1954, después de la Revolución de Octubre, continuase imperando.

César Montes: Fue demasiado costoso el proceso para tan pocos logros, pero hay que seguir apostando a la paz.

Helmer Velásquez: Sí, la lucha del pueblo de 36 años valió la pena. La paz es mejor que cualquier otro estado.

Jaime Barrios: Tenemos una democracia de papel. Estamos lejos de alcanzar aquello por lo que luchamos.

La agenda de la paz incluye, implícitamente, la necesidad de una izquierda fuerte como garantía del impulso de los Acuerdos. ¿Se ha avanzado en esta vía?

Diana García: Tenía la expectativa de que una mayor claridad política desde la práctica y el discurso de las fuerzas revolucionarias y una mayor unidad fueran posibles. Sólo eso podía permitir cohesionar la fuerza social necesaria para avanzar.

César Montes: No se pudo conformar un movimiento unificado de la izquierda en el que se olvidaran rencores y rivalismos y se ganara pacíficamente el poder. La izquierda es nuevamente marginal porque está dividida.

Elías Raymundo: No hay trascendencia o proyección futura de nuestras iniciativas. Apagamos el movimiento social.

Arturo Taracena: La URNG mostró su incapacidad de transformación política para incidir en el cumplimiento de los Acuerdos de Paz y en el liderazgo de la izquierda revolucionaria, dividiéndose a la vez que rechazaba la pluralidad de expresión de sus múltiples disidencias, que no son necesariamente traiciones sino posicionamientos diferenciados. Pero no cabe duda que en el futuro surgirán nuevos liderazgos, se tendrá que optar por la unidad en la diversidad y se deberá hacer un balance crítico de nuestro desempeño en la historia contemporánea guatemalteca.

¿Cómo visualizan el futuro, diez años después de la firma de los Acuerdos de Paz?

Diana García: Pienso que el «parte aguas» de la firma y ratificación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos -junto a la falta de resultados obtenidos a través de los mecanismos propuestos desde el Estado- han llegado a agotar el tiempo de los Acuerdos de Paz. La imposibilidad de su cumplimiento ante los nuevos planes, leyes y medidas impuestas han llevado ya a repensar y a replantear las formas organizativas y de lucha del movimiento social, y han comenzado a generar una mayor claridad sobre la necesidad de formación política, así como de la construcción de las alianzas y de la unidad indispensable para poder avanzar.

César Montes: Se puede continuar avanzando si mantenemos presencia y lucha a favor de la justicia social, sin la cual no hay paz posible.

José Barnoya: Seguiré creyendo en la democracia -que nunca llega- hasta el final de los tiempos y seguiré esperando el combate a la pobreza, al analfabetismo, a las enfermedades, a la falta de tierra que mantienen en el mayor desamparo a este pueblo que ama, sufre y espera.

Emiliana Aguilar: Después de diez años nos damos cuenta de que ningún gobierno ha tomado en su agenda el tema de la pobreza y la injusta distribución de la tierra. Esto significa que de los gobiernos no podemos esperar y confiar para que los acuerdos firmados se hagan realidad. Los avances que se den no serán porque nacen del corazón, desde la razón y los sentimientos de los presidentes, sino desde la presión nacional e internacional.

Jaime Barrios Carrillo: Los guatemaltecos podemos construir y desarrollar un proyecto de nación original, propio, democrático y necesario. Tenemos todavía una oportunidad.


Andrés Cabanas es colaborador habitual de Pueblos. Ésta es la cuarta de una serie de entrevistas realizadas por Cabanas a distintas personas de la vida política guatemalteca, con el fin de reflexionar acerca de los avances y retrocesos que se han dado en el país en los 10 años posteriores a la firma de los Acuerdos de Paz. Para consultar las anteriores, pincha sobre los títulos:

- Miguel Ángel Albizures: «Se necesitan espacios para plantear argumentos con suma libertad, donde pueda haber corrientes políticas de pensamiento diverso»

- Miguel Ángel Sandoval: «La izquierda guatemalteca tiene que demostrar de manera cotidiana su inserción social, su nivel de propuesta y su liderazgo»

- Carlos Gonzáles: «Se trata de refundar la república, el Estado y la nación guatemalteca»