Recomiendo:
1

Mercado libre y democracia en jaque

Fuentes: Rebelión

¿Dónde quedarán los sueños por el desarrollo con bienestar humano en América Latina? Los grandes grupos empresariales de la región confiaban en los tratados de libre comercio, sobre todo con los Estados Unidos, así como en el comercio “libre” e incluso la apertura con Rusia y China. Han mantenido fe ciega en las políticas ejecutadas por los gobernantes identificados con sus intereses para “achicar” a los Estados, privatizar todo tipo de bienes y servicios públicos, y finalmente, lograr sus ansiadas flexibilidades laborales y el debilitamiento de los derechos sociales. Creyeron que todo ello sería definitivo para un futuro interminable de buenos negocios, enriquecimiento personal y poder. Se han identificado con el fenómeno Milei, destinado supuestamente a comprobar la “verdad” de la economía de libre empresa, sin Estado, hasta que llegó su derrumbe ideológico por el auspicio al negociado de la criptomoneda $Libra. En Ecuador apoyaron a tres gobiernos empresariales sucedidos desde 2017, que recobraron el rumbo neoliberal al que consideraban perdido por el “correísmo” durante la década pasada.

Pero no estaban preparados para la nueva “era” que ha comenzado el presidente Donald Trump, cuyas políticas, a mes y medio de iniciada su gestión presidencial, han dado un golpe de muerte inédito a la tesis de mercado libre, porque son ahora los Estados Unidos los que definen aranceles y represalias económicas, sujetan los tratados de libre comercio a su nuevo rumbo, reviven el proteccionismo para recuperar una economía basada en la producción y la ciber-tecnología. El “America First” ha significado, además, replantear el destino de los fondos norteamericanos a diferentes instituciones y regiones. Una de las entidades otrora fundamentales en la Guerra Fría, como USAID, fue intervenida y se cortaron los aportes a medios y periodistas latinoamericanos. Además, está “golpeada” la institucionalidad derivada de la II Guerra, como la misma Organización de las Naciones Unidas, la Declaración de Derechos Humanos y hasta los acuerdos de Bretton Woods. La OTAN ha sido cuestionada y Europa desafiada a incrementar sus propios recursos de defensa militar y a admitir el arreglo de la guerra de Ucrania que Estados Unidos trata directamente con Rusia, y que ha dejado vergonzosamente maltratado en público a Volodymyr Zelensky en la misma Casa Blanca, en un acto que ha escandalizado a la diplomacia mundial.

De modo que no se está viviendo solo un fenómeno económico. El autoritarismo y el fin de la imagen de los Estados Unidos como país ejemplar de la democracia y la libertad igualmente están afectados. Y en la geoestrategia mundial para recobrar el primer lugar de los Estados Unidos, Trump incluso ha puesto fin a su participación en organismos internacionales de enorme importancia como la Organización Mundial de la Salud y el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Están en jaque el mundo económico internacional y también las relaciones diplomáticas, porque Trump no admite la realidad del mundo multipolar en construcción, sino el de la hegemonía unipolar de los Estados Unidos. En palabras del reconocido senador Bernie Sanders: “Estamos en un momento decisivo, un momento de enorme trascendencia en la historia mundial. ¿Avanzamos hacia un mundo más democrático, justo y humano o retrocedemos hacia la oligarquía, el autoritarismo, el colonialismo y el rechazo del derecho internacional?” (https://t.ly/JVmKt).

Frente a Latinoamérica, Trump ha retomado un monroísmo que, además, recupera la idea del “destino manifiesto” y reimpulsa la política del “gran garrote” que hace poco más de un siglo la inauguró Theodore Roosevelt (1901-1909). Su pulso con la región recién se inicia. Su radical política de control sobre inmigrantes y la expulsión de ilegales en condiciones indignas no solo ha violado derechos humanos, sino que provocó las reacciones de los presidentes Gustavo Petro (Colombia), Lula da Silva (Brasil) y Claudia Sheinbaum (México). Pero Trump persiste y amenaza con la aplicación de una ley de 1798 contra “enemigos extranjeros”. Ante la bien plantada presidenta mexicana ha debido tratar el tema de las drogas (fentanillo), así como el control al abastecimiento de armas que provienen de los Estados Unidos, lo cual tampoco impidió que Trump decretara el cambio de nombre del Golfo de México por Golfo de América y simplemente postergara el alza de aranceles a productos mexicanos. El presidente norteamericano amenazó con tomar el control del canal de Panamá, forzando a que el gobierno de este país se retirara de la Franja y la Ruta con China y revisara contratos con empresas de este país; envió al secretario de Estado Marco Rubio a visitar países centroamericanos para alinearlos; restableció a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del “terrorismo”, agravando el infame bloqueo; revisó el acuerdo petrolero con Venezuela y reconoció como presidente a Edmundo González. ¿Qué más vendrá?  

Lastimosamente América Latina no tiene la capacidad para coordinar una geoestrategia común. Solo los gobiernos progresistas de la actualidad están dispuestos a afrontar la arremetida Trump. Los otros, identificados con las derechas políticas y más aún si son gobiernos empresariales, suelen carecer del sentido de soberanía nacional y de dignidad, al pensar en el privilegio de las élites propietarias del capital o, como ocurre en Ecuador, en los negocios del puñado de grupos económicos oligárquicos y familiares que controlan el Estado. En la historia de América Latina conocemos bien a los regímenes oligárquicos.

Para la visión del “America First” América Latina no es más un conjunto de aliados, sino de territorios con recursos ilimitados para satisfacer las necesidades económicas de la gran potencia y un continente destinado a que sus mercados sean los que siempre queden abiertos a empresas, inversiones y mercancías del Norte. Los países latinoamericanos que se acerquen a China pueden tener mayores riesgos, aunque menores frente a Rusia. Y formar parte de alternativas como los BRICS, igual. En América Latina el americanismo monroísta es lo que se impone, con su inmediata repercusión en las posibilidades de integración que quedan frustradas.

Estos procesos del presente, por razones de campaña electoral inmediata y local para la segunda vuelta presidencial, no han entrado en el discurso político de Ecuador. Pero si Daniel Noboa es reelecto, la subordinación con los Estados Unidos quedará garantizada. El triunfo de Luisa González, en cambio, otorgará a su presidencia un desafío inédito no solo en cuanto a las relaciones con la potencia americana, sino en el trato con los otros gobiernos progresistas de la región y en las posiciones que asuma para involucrarse en la construcción del mundo multipolar en el cual América Latina genere sus propias geoestrategias para el desarrollo con bienestar humano.

Blog del autor: Historia y Presente
www.historiaypresente.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.