Tras las historias del éxito de uno pocos se esconde la muerte y la sangría para el desarrollo del Tercer Mundo que significa hoy el fenómeno de la migración. Las remesas puede que resuelvan el problema de algunos, pero nunca serán la solución la existencia la deuda externa garantice el enorme flujo monetario desde el Sur hacia el Norte.
El tema de migración volvió a estar sobre el tapete durante las discusiones al respecto en la ONU. El Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, presentó pasada ante la Asamblea General un informe sobre migración y desarrollo en el cual planteó la necesidad de crear un foro internacional donde los gobiernos exploren y comparen distintos enfoques y políticas sobre el tema.
«Desde que se inventaron las fronteras nacionales la gente las ha cruzado, no sólo para visitar otros países, sino también para vivir y trabajar en ellos. Al hacerlo casi siempre ha corrido riesgos, impulsada por una determinación para sobreponerse a la adversidad y tener mejor calidad de vida», señaló Annan.
Históricamente, agregó, la migración ha aumentado el bienestar no sólo de los migrantes como individuos, sino de la humanidad en su conjunto. Esta afirmación se ha dado por cierta a partir de algunas estadísticas. Pero también los números muestran que el supuesto beneficio de la migración a las naciones receptoras y a las de origen, proclamado por el titular de la ONU, significa voltear la vista a una parte del asunto.
Adiós a muchos más
A nivel mundial, los inmigrantes internacionales alcanzaron los 191 millones en 2005, cuando en la década de los 90 aún no rebasaban los 120 millones. De hecho solo en los tres últimos años la cantidad de personas que no vivían en sus países de origen se elevó en más de 30 millones de individuos.
Aunque en 72 países el número de inmigrantes decreció entre 1990 y 2005, los Estados Unidos ganaron 15 millones de inmigrantes, mientras que Alemania y España recibieron cuatro millones más cada uno. Estos tres países unidos a otras 14 naciones fueron suficientes para mantener la tendencia alcista en el número de inmigrantes.
Según la tesis de la ONU se supone que esa cantidad de nuevas personas podría tener un impacto positivo pues no sólo realizan trabajos percibidos como menos atractivos por los residentes establecidos en los países anfitriones. También, señala el informe de la organización internacional, los inmigrantes estimulan la demanda y mejoran el desempeño económico en general y ayudan a apuntalar los sistemas de pensiones en países donde hay poblaciones que envejecen.
Como «beneficio» para los países emisores, entiéndase en su mayoría los del Tercer Mundo, se destaca el dinero enviado a sus lugares de origen por parte de los inmigrantes internacionales. Una cifra que creció de 102 mil millones en 1995 a 232 mil millones en 2005. Siguiendo lo datos de la ONU, la proporción de las remesas mundiales dirigida a países subdesarrollados también aumentó, del 57 por ciento en 1995 (58 mil millones de dólares) al 72 por ciento en 2005 (167 mil millones).
Al respecto la Dra. Miriam Rodríguez Martínez del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales advierte que: las remesas no están en función de producir desarrollo pues no existen políticas públicas reales que permitan que ese dinero venido del exterior se traduzca en inversiones de beneficio colectivo. En su inmensa mayoría, alerta la investigadora, solo se destinan a los gastos domésticos de las familias receptoras. [1]
La porción de las remesas internacionales que tiene como destino el mundo subdesarrollado es cada vez mayor. ¿Casualidad? Desde luego que no. La ruta del dinero simplemente refleja como en la actualidad, Europa alberga al 34 por ciento de todos los inmigrantes; América del Norte al 23 por ciento y Asia al 28. Mientras que sólo el nueve por ciento hoy vive en África, el tres por ciento en América Latina y el Caribe y el otro tres por ciento en Oceanía
Es en Estados Unidos, Europa, Japón y otras naciones de altos ingresos como Bahrein, Brunei, Kuwait, República de Corea, Arabia Saudita, Singapur y los Emiratos Árabes Unidos, donde las personas esperan encontrar mejores salarios y condiciones de vida.
Los 167 mil millones de dólares que anualmente fluyen desde el Norte rico hacia el Sur pobre por concepto de remeses se vuelve prácticamente nada frente a las inmensas erogaciones del Tercer Mundo para pagar su deuda externa.
En 1970 la deuda externa del mundo subdesarrollado era de 68 mil millones de dólares. En una década la misma creció hasta 577 mil millones de dólares, aunque aún era pagable si se hubieran mantenido los términos en los que fue contratada, solo que en ese mismo tiempo las tasas de interés se multiplicaron por cuatro.
En los años ochenta, recordados como la década perdida para el desarrollo, la deuda se convirtió en impagable y alcanzó tales proporciones que se convirtió en uno de los principales obstáculos para el progreso. En esos años, los países en subdesarrollados pagaron una factura del orden de un billón 300 mil millones de dólares en concepto de pago del servicio de la deuda. Después de 20 años de aplicación de las recetas neoliberales impuestas por el Consenso de Washington, según el Banco Mundial, en 1999 la deuda externa total de los países empobrecidos ascendía a casi 2,6 billones de dólares
También se suponía que mientras creía incesantemente el número de inmigrantes las naciones más desarrolladas dedicaran el 0,7 de su Producto Interno Bruto para la ayuda oficial para el desarrollo, algo que en la práctica no ha ocurrido. Solo Noruega y otros países nórdicos se acercan a esa cifra con solo el 0,4 por ciento de su PIB. De hecho hoy por cada dólar que el Norte envía al Sur en concepto de ayuda recibe tres como cobros de intereses de la deuda externa del Tercer Mundo.
La inteligencia que se va
Incluso el propio texto de la ONU tiene que reconocer que: el éxodo de talento de países pobres a otros más prósperos con frecuencia implica una grave pérdida para el desarrollo.
En el año 2000, alrededor de 20 millones de inmigrantes graduados en los preuniversitarios o las universidades de más de 25 años residían en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), un aumento significativo comparado con los 12 millones de 1990.
Más de la mitad de los nuevos inmigrantes mayores de 25 años en los países de la OCDE en la década de 1990 fueron las personas educación medio o superior (también llamada terciaria).
El resultado es sencillo: alrededor de seis de cada 10 inmigrantes altamente calificados que vivían en los países de la OCDE en el 2000 provenían de países en desarrollo. No por gusto cerca de un millón 500 mil de los científicos e ingenieros en Estados Unidos son extranjeros y el 23 por ciento de los doctores y el 40 por ciento de los especialista en computación que hoy trabajan en EE.UU. proceden de otros países.
Por si fuera poco entre el 33 y el 55 por ciento de las personas altamente educadas de Angola, Burundi, Ghana, Kenya, Mauricio, Mozambique, Sierra Leona, Uganda y la Republica Unida de Tanzania residen en países de la OCDE. Esa proporción es incluso mayor, cerca del 60 por ciento, en Trinidad y Tobago, Guayana, Haití, Fiji, y Jamaica.
A juicio de la ONU estos colosales gastos en formar una fuerza calificada se compensarían con el eventual retorno y/o inversión de los inmigrantes en sus países de origen, donde establecen nuevos y rentables negocios.
Una eventualidad que como la misma palabra indica puede o no ocurrir. De esta manera se supone que los países del Sur debemos continuar formado mano de obra calificada y cruzar los dedos para que ellos cuando «eventualmente» regresen inviertan en nuestros países. Eso soñando que la mayoría de los emigrados tengan éxito y luego retornen, algo muy parecido a las aspiraciones de «volver ricos» de los inmigrantes europeos en tiempo de la conquista.
Los arriesgados
El número de inmigrantes que cruzan las fronteras en busca de empleo y seguridad humana -dijo la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2004- aumentará rápidamente en las próximas décadas, debido a que la globalización no ha generado puestos de trabajo y oportunidades económicas en sus países de origen.
Sin embargo como se ha visto no ha habido que esperar décadas para constatar un preocupante fenómeno que hoy sangra el porvenir de buena parte del mundo.
Kofi Annan al presentar el informe se refería a los «riesgos» que se corren. Probablemente aludiera a los decenas de miles de magrebíes que hoy se juegan la vida en las alambradas de Ceuta y Melilla o en la «pateras» rumbo a las islas Canarias. Quizás se refiriera a las 40 mil mujeres que en las semanas recientes arribaron a Alemania para satisfacer la creciente demanda de sexo impulsada por un mayor flujo de visitantes en el marco del Mundial de Fútbol.
Los arriesgados tienden a elevarse a punto que en el 2000 casi 20 millones de latinoamericanos y caribeños vivían fuera de su país: siete de cada 10, de manera regular o irregular, en Estados Unidos.
Desde luego la frontera sur de EE.UU. es un escenario apropiado para comprobar los «peligros» alrededor de la migración. Tan es así que solo en ese país viven y trabajan 12 millones de indocumentados de los cuales 56 por ciento son mexicanos y 22 por ciento de otros países latinoamericanos.
Al menos un mexicano como promedio murió a diario entre los años 2000 y 2005 en la frontera norte del país al cruzar a Estados Unidos. Datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, indican que en total en ese periodo fallecieron dos mil 553 personas de origen mexicano, 924 de ellas por deshidratación y otras 606 ahogadas. [2]
Remesas, inversiones prometidas y el regreso de los inmigrantes como ricos a sus países de origen no son más que parte del gigantesco espejismo de la migración. Las mismas estadísticas y la realidad que vemos diariamente en los noticieros muestran que tras las historias del éxito de uno pocos, se esconde la muerte y la sangría para el desarrollo del Tercer Mundo que significa hoy el fenómeno de la migración.
[1] Dra. Miriam Rodríguez Martínez. «La Migración Internacional y los desafíos para América Latina y el Caribe» . Centro de Estudios de Migraciones Internacionales. La Habana, 2006.
[2] Sandra Rodríguez Nieto. «Muere un migrante diario»._ En http://www.diario.com.mx [Consultado el 6 de abril de 2006]. Ciudad Juárez, México.