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Notas sobre el golpe de Estado en Honduras y República Dominicana: algunos puntos coincidentes

Fuentes: Rebelión

1. Dijo Juan Bosch: La crisis de la democracia en la República Dominicana (el golpe de Estado de 1963) es una crisis de la democracia en América (…) el puñal entró en carne dominicana y su punta fue a clavarse en el corazón de América. Pues América es múltiple y es, sin embargo, una (…) […]

1. Dijo Juan Bosch: La crisis de la democracia en la República Dominicana (el golpe de Estado de 1963) es una crisis de la democracia en América (…) el puñal entró en carne dominicana y su punta fue a clavarse en el corazón de América. Pues América es múltiple y es, sin embargo, una (…) la historia no es sólo un relato de lo que ya pasó, sino también y sobre todo, un espejo de lo que va a pasar1. José Steinsleger2 ha dicho en estos días que los pueblos se miran con los ojos de su memoria. Es indispensable mirar lo sucedido en Honduras con la perspectiva que nos da el conocimiento histórico, para ver qué fuerzas se mueven bajo la superficie de hechos aparentemente únicos y aislados y, a su vez, mirar el pasado con los datos del presente nos permite acercarnos a aquello que nos define e identifica, nuestra memoria, de una manera más lúcida, rigurosa, útil para la sabiduría del pueblo. Una manera de hacerlo es relacionando los golpes de Estado ocurridos en Honduras (junio 2009) contra el gobierno del Presidente José Manuel Zelaya y en República Dominicana (septiembre 1963) contra el gobierno del Presidente Juan Bosch.

2. Desde La Española -hoy República Dominicana- partían al inicio todos los proyectos de conquista de territorios, y así fue también con Honduras. Fue González Dávila el primero en establecer en 1524 un asentamiento español en Honduras. Desde Santo Domingo iba a negociar indígenas para llevarlos como esclavos. «Al llevarse indios de Honduras para venderlos como esclavos, el fiscal Moreno sólo imitaba lo que hacían sus compañeros de la audiencia de Santo Domingo -dice Bosch-, que salían a cazar indios con la mayor naturalidad o vendían las sentencias sin el menor remordimiento»3.

3. Nuestras naciones caribeñas comparten las variables determinantes de una nueva era en esta «frontera imperial», ya en el siglo XX: «He servido durante treinta años y cuatro meses en las unidades más combativas de las fuerzas armadas norteamericanas, la infantería de marina», dijo el general Smedley D. Butler al momento de presentar su hoja de servicios ante el Congreso de los EE.UU. Y continuó: «Pienso que durante ese tiempo actué como un bandido altamente calificado al servicio de los grandes negocios de Wall Street y de sus banqueros. En 1914 contribuí a darles seguridad a los intereses petroleros (de los Estados Unidos) en México. Particularmente en Tampico. Ayudé a hacer de Cuba un país donde los señores del National City Bank podían acumular sus beneficios en paz. Entre 1909 y 1912 participé en la limpieza de Nicaragua para ayudar a la firma bancaria internacional de Brown Brothers. En 1916 llevé la civilización a la República Dominicana por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos. Fue a mí a quien correspondió ayudar a arreglar en 1923 los problemas de Honduras para darle seguridad a los intereses de las compañías fruteras norteamericanas»4.

4. Espoliación, intervención y corrupción del sistema político, son elementos igualmente importantes en ese desarrollo histórico. Ignacio Ramonet recuerda que, así las cosas, «la mayoría de sus gobiernos han sido tan corruptos y tan sumisos a los intereses de las empresas extranjeras que, para designar a Honduras, el humorista estadounidense O. Henry acuñó el término «República bananera». En 1929, queriendo explicar lo fácil que era comprar a un congresista, Samuel Zamurray, alias «Banana Sam», presidente de la Cuyamel Fruit, empresa rival de la United Fruit, afirmó: «Un diputado en Honduras cuesta menos que una mula»5. Por su parte, la industria del azúcar de caña en la República Dominicana a partir del siglo XX se fundó sobre tierras a bajo costo, utilizando mano de obra dominicana y, cuando hizo falta, otras manos de obra antillanas, también de bajo costo, principalmente haitiana y de las Indias Británicas. La posesión de tierras por parte de inversionistas extranjeros, principalmente norteamericanos, exigió un gobierno cooperador que cediera tierras estatales a los ingenios y una nueva Ley de Concesiones Agrícolas que terminó con la propiedad comunera o colectiva de la tierra. El poder, la tierra y las exenciones tributarias que se otorgaron a los concesionarios fueron tan altos que, según Bosch, «con arrendarle mil seiscientas tareas por diez años a un dominicano, una empresa extranjera podía establecer en el país una republiquita privada…»6.

5. Socialmente han sido países -cada cual en su momento- con una mayoría abrumadora de campesinos y trabajadores urbanos pobres. Es el mundo de «Cristino» y «don Pío» (para quien recuerde el cuento «Los Amos» de Juan Bosch). En ese cuento, don Pío exige a Cristino, el campesino, dejarse someter y aduce para ello que, a eso, «Cristino está acostumbrado». Cristino no tiene más opciones. El desarrollo de la actividad agroindustrial estuvo basado en licencias leoninas a los capitales extranjeros y la cesión creciente de poderes del Estado, culminante en intervenciones político-militares. El capitalismo es tardío y dependiente, pues produce para completar el proceso industrial y financiero del capitalismo extranjero, particularmente norteamericano y europeo, ofreciendo mano de obra y factores de producción baratos, realidad que subsiste hoy en día en la expansión de las zonas francas o maquilas (más de la mitad de las exportaciones hondureñas). La clase capitalista es dominante (ha ido desplazándose de la agricultura a los servicios, zonas francas, turismo), pero con una burguesía políticamente muy débil, supeditada al frente oligárquico que, a su vez, no se sostiene sin el apoyo del capital extranjero.

6. Esa debilidad burguesa le ha impedido la concentración del poder político y la consolidación del régimen democrático-representativo. El «escaso, limitado y pobre» desarrollo de clases trae consigo que el poder se reparte entre caudillos que se imponen y movilizan a los sectores sociales que encarnan, garantizándole las condiciones a la clase dominante que les apoya, y a la vez centralizando el poder entorno a sí. Las masas han estado presas en un sistema clientelar y supeditadas a los «caciques» partidistas7. La única posibilidad, hasta ahora, es que aparezca un sector avanzado con una perspectiva de reformas democráticas y pueda impulsar una recomposición política integrando a las clases más afectadas, pudiendo evolucionar hacia un frente popular; lo lidere y se decida a modificar las reglas del juego.

7. A inicio de los sesenta, Bosch previó que, con el término de la tiranía de Trujillo, en la República Dominicana se daría una «alineación más social que política y que el Partido Revolucionario Dominicano sería el partido de las grandes masas, especialmente de campesinos y de trabajadores (…) Sabíamos que de los tres millones de habitantes del pueblo dominicano, cien mil, si acaso, tendrían suficiente ambición política para que quisieran conquistar el poder a cualquier precio»8. En los límites estrechos de una democracia restringida y bajo el manto de una Constitución hecha a la medida de la dictadura hondureña, Zelaya, quien viene de un partido tradicional y (como él mismo se define) de un sector social conservador se situó alineándose con una democracia que tiene que dar cabida al pueblo: «Yo pensé hacer los cambios desde dentro del esquema neoliberal. Pero los ricos no ceden un penique. Los ricos no ceden nada de su plata. Todo lo quieren para ellos. Entonces, lógicamente, para hacer cambios hay que incorporar al pueblo»9. Ha sido la aparición en el liderazgo político de una opción por las masas y de una movilización política de éstas. Bosch llegó al poder con casi el 60% de los votos; Manuel Zelaya venció de manera más cerrada pero con una popularidad creciente a medida que fue vinculando sus ejecutorias a las expectativas de las masas y sectores medios hondureños10.

8. En términos de políticas, ¿en qué han andado estos dos gobiernos que pueda servirnos para explicar su significación histórica y el tipo de embate similar que han padecido? Por parte del gobierno de Zelaya, apertura de la banca a la competencia internacional, reorganización del negocio maderero, término del monopolio del almacenamiento y la distribución de combustibles y rebaja de su precio, cuando las empresas estaban obteniendo el triple de ganancias sobre lo estipulado, acompañado de una nueva fórmula para calcular el precio y conflicto con las trasnacionales de los combustibles. Incorporación de Honduras al ALBA y PetroCaribe, representando un significativo cambio en el modelo económico y de intercambio. El gobierno de Juan Bosch, por su parte, tuvo una de sus primeras y más impactantes medidas antes de asumir, cuando anunció la cancelación de la concesión que el Consejo de Estado prácticamente había regalado a un particular a los fines de instalar una refinería de petróleo asociándose a una trasnacional de los combustibles. El Presidente vio esta operación como altamente lesiva para el país, ya que tenía el proyecto de multiplicar por cuatro o cinco la generación de electricidad en el país11, estimulando contratos con empresas hidroeléctricas e instalando una Refinería y Petroquímica propiamente dominicanas en la región del sur del país, con el objetivo de desarrollar la industria e insertar a RD en la cadena regional de los combustibles en relaciones Estado-Estado12.

El Presidente Zelaya, asimismo, ha establecido medidas como la matriculación gratis de los estudiantes y el aumento del salario mínimo en un 60%. Para el propio Presidente este fue el elemento gatillador para que importantes grupos e individuos se volcaran a favorecer el golpe13. En República Dominicana, la constitución de 1963 consagró como un derecho social la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas. La ley de tope azucarero afectaba la ganancia de los grandes centrales aplicando un tributo al sobreprecio del azúcar. Con ese impuesto, una medida anticíclica, se impulsarían obras públicas e importantes beneficios para los trabajadores. Bosch también previó el conflicto con la «alta clase media» por mantener las empresas de Trujillo como propiedad del Estado -y así producir con beneficio para el pueblo- o permitir su apropiación privada. A esto hay que sumar las medidas de Bosch en contra de la corrupción y el enriquecimiento ilícito (como la compra de equipamiento bélico o cualquier otro para cobrar «comisiones»).

9. Xiomara Hortensia Zelaya dijo en una entrevista publicada en Rebelion.com14 que su padre, el Presidente, «es revolucionario por identificarse con causas justas y luchar por el cambio y transformación«. Viendo la historia hondureña, esas actitudes pueden evidentemente constituir una posición revolucionaria respecto la conducción política del país. El centro de ese proceso, con Zelaya a la cabeza, está en la gestación del proceso constituyente. Como él mismo dijo: «tienen que comprender que la pobreza no se acabará hasta que las leyes no las hagan los pobres»15, o como dijo su hija Xiomara: «no es suficiente trabajar para el pueblo, sino que es necesario trabajar con el pueblo». Muchos analistas consideran que esa es una causa, sino la principal, para dar el golpe16. El llamado a una constituyente tenía dos implicaciones serias: ir al meollo del cambio político, esto es del orden social, económico, político y militar dejado por la dictadura y las oligarquías; y movilizar lo que el propio Presidente Zelaya ha llamado el «Poder Ciudadano» (que en Honduras no llega ni a la categoría de ficción). Las cosas que podían sufrir modificaciones importantes, afectando serios intereses, ya han sido dichas17. Una cosa está clara: aunque el proceso constituyente iba más allá de su mandato, y es muy difícil en el Congreso conseguir los votos necesarios para la convocatoria, los ciudadanos y ciudadanas de Honduras han entrado a la escena política y han abierto un proceso político que ya no tiene vuelta atrás.

10. En la República Dominicana, al triunfar en las elecciones de diciembre de 1962, Bosch reclamó: «solicitamos del Congreso Nacional las leyes indispensables para afirmar en este país no sólo la democracia política, sino también la democracia económica y la justicia social. De ustedes, senadores y diputados elegidos por el pueblo -sean del partido que sean-, el Gobierno que se inicia hoy espera un trabajo continuo para darles a los dominicanos un puesto bajo el sol entre los países avanzados de América». La misma idea la había expresado antes: «El pueblo votó por la revolución democrática. El pueblo quiere la revolución democrática (…) esa nueva imagen del pueblo dominicano, tiene que estar grabada ahora en su Constitución».

El carácter transformador de ese gobierno y el proceso que impulsó la Constitución de 1963 -que sí alcanzó a imperar aunque tan sólo 3 meses-, estaban orientados a una sola cosa, tal como expresó Bosch: «revolución quiere decir presencia de la masa dominicana en el escenario de la República como actora del drama colectivo y no como espectadora que lo ve a distancia«. Se consagraron los poderes públicos al servicio de la dignidad humana, la eliminación de los obstáculos que limiten la libertad del pueblo y la participación efectiva de todos en la organización del país. Por si fuera poco, se fundamentaba la existencia de la nación en el trabajo, como deber y derecho todo ciudadano/a, declarando toda forma de parasitismo económico como vicio social. Estableció el derecho de los trabajadores a participar en las ganancias de las empresas, la libertad sindical, libertades cívicas, igualdad de todos los hijos. La soberanía nacional es inviolable, prohibiéndose como lesiva toda injerencia de extranjeros en asuntos internos. El propio Bosch resalta que en la Asamblea Constituyente «había obreros, estudiantes, mujeres de su casa, hombres cuyo apellido no se había oído nunca en un salón. Verdaderamente eso era imperdonable en una democracia representativa de un pueblo que de tres millones de habitantes, 2 millones 700 mil eran campesinos y obreros»18.

11. No deja de merecer atención que mientras Bosch y la Asamblea Constituyente impulsaron la prohibición de la reelección presidencial, el golpe viniera igual que cuando a otros Presidentes se les acusa de ser «reeleccionistas». En todo caso, nada quita que en una nueva Constitución hondureña el pueblo validara el derecho a la reelección, siguiendo lo que es hoy por hoy la tendencia regional. Lo importante es que en ambos escenarios históricos una y otra posición han apuntado a lo mismo: el fin del poder del caudillaje y hacer valer el poder soberano del pueblo.

12. Tanto Juan Bosch, como Manuel Zelaya, han tenido que afrontar esta situación prácticamente «sin partido». Bosch lo expresó así en 1977: «…el gobierno de 1963 fue derrocado porque no había un partido que lo apoyara. En esa ocasión, a sólo nueve meses de las elecciones en que había ganado el poder, el PRD era ya inexistente desde el punto de vista orgánico. Tenía un nombre, pero nada más». Dirigentes históricos del PRD han hecho público19 que manifestaron al Presidente su inconformidad con la forma de conducir el gobierno. Claramente, los escenarios son muy diferentes: en el caso del PRD se trató de una inmovilidad orgánica, no de los militantes per se20. En el caso del Partido Liberal, Zelaya la ha visto «más dura», con las élites de su organización en una posición abiertamente golpista. Parecería increíble que sea el mismo Partido Liberal (fundado en octubre de 1891) víctima del golpe del 3 de octubre de 1963. Todo indica que en Honduras se ha conformado -o reconstituido- un bloque de derechas21, con la élite del PLH incluida, y Zelaya lo comprende muy bien: «Es que estamos hablando del Estado burgués. El Estado burgués lo componen las élites económicas. Están en las cúpulas de los ejércitos, de los partidos, de los jueces, y ese Estado burgués se siente vulnerado cuando yo empiezo a proponer que el pueblo tenga voz y voto»22.

13. Sin matrices de opinión, no hay escenario para un golpe. Ya se intentó por primera vez en Guatemala en 1954, y tuvo su apogeo en Chile con varios medios de prensa infiltrados y financiados a favor de la «libertad» y la «soberanía nacional». En Honduras han sido el «chavismo», la campaña de presentar al Presidente como corrupto y permisivo y su presunto interés de vulnerar la Constitución «sagrada» de 1982, los elementos clave. En la República Dominciana de 1963 a las «campañas de reafirmación cristiana» y el supuesto origen haitiano de Bosch (treta original del trujillato), hay que sumar lo que Bosch llamó «la gramática parda del golpismo», campaña destinada a presentarlo como un líder complaciente e incluso temeroso de los comunistas en el país, odiado por los Estados Unidos y peligroso para la democracia. Esos «calificativos» provinieron nada más y nada menos que de ¡emblemáticas personalidades del antitrujillismo! Mucho terreno ganado le deben a esas campañas -que increíblemente combinaron la fama de «pro-comunista», «trujillista» y «balaguerista»-, las posteriores operaciones de opinión destinadas a desacreditar a Bosch, precisamente ante los ojos de los sectores progresistas y revolucionarios del país.

14. Si Bosch encontró unas Fuerzas Armadas creadas bajo la primera intervención norteamericana de 1916, cuna del tirano Trujillo y formadas bajo su égida por 31 años, el panorama de Zelaya no es más alentador. Cónsona con la historia compartida de «frontera imperial», los institutos armados hondureños son formados casi en su totalidad en la Escuela de las Américas. Con aproximadamente 11.000 hombres, garantes del «imperio de la Constitución»23, son las mismas que ejecutaron el golpe de Estado contra Villeda Morales, sostuvieron los regímenes dictatoriales bajo cuya égida se dictó la actual Constitución, y jugaron un rol fundamental en la guerra sucia contra Nicaragua El Salvador. Zelaya no organizó ni antes ni después de sus reformas una razzia dentro de las Fuerzas Armadas; más bien convocó a los ciudadanos a defender pacíficamente la casa de gobierno. La destitución de Romeo Vásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto, negado a obedecer y queriendo pautarle líneas a su Jefe Supremo, se realiza en defensa de la democracia: «…nos costó tres décadas someter a las Fuerzas Armadas al Estado civil y, al desobedecerme, volvieron a convertirse en un Estado atrincherado en los cuarteles», sentenció el Presidente. Su confianza ahora está, qué duda cabe, en la insubordinación popular y en las fuerzas positivas que puedan emerger dentro de las propias milicias: el Presidente ha apostado a la «insurrección pacífica»… y a la joven oficialidad: «Que no le quepa la menor duda que en cualquier momento jóvenes oficiales militares afectados por el golpe amarrarán a Romeo Vázquez Velásquez», advirtió Zelaya a principios de agosto24.

El gobierno de Bosch en los escasos nueve meses transcurridos desde la elección al derrocamiento, tuvo que sobrevivir a, al menos, cinco planes de golpe de Estado25. Uno de ellos, el de julio, terminó con las cancelaciones del Mayor Haché y Capellán Marcial Silva (precisamente por señalarle líneas políticas al Presidente). La noche del golpe, dio instrucciones -lógicamente no acatadas- de cancelar al Coronel Wessin y Wessin, jefe del CEFA, actor clave del golpe y lamentablemente protagonista en la historia dominicana posterior. Sin embargo, el énfasis de Bosch estuvo en hacer gestar en ese precario y a la vez poderoso aparato militar dominicano, el germen de su regeneración, con una oficialidad nueva, patriótica y democrática. Por eso su encuentro y diálogo fraterno con parte de la oficialidad en la sede de las FFAA en 196126; su decisión de designar al frente de los cuerpos castrenses al general Miguel Rodríguez Reyes, muerto en Palma Sola en 1962, en extrañas circunstancias. Por eso su profunda relación con el Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, gestor de la revolución constitucionalista de Abril de 1965, a quien preservó junto a otros 11 valientes oficiales de una muerte casi segura, luego de ocurrido el golpe. Por eso su interés en el perfil del Teniente Coronel Hernando Ramírez. Tiempo después, Fernández Domínguez continuó la conspiración con Bosch en Puerto Rico, de cara a la Revolución. El Coronel le escribiría a Bosch desde Chile: «…Si hay justicia divina, usted y todos los que luchan y piensan como usted verán crecido el árbol de la libertad». Por eso Bosch escribe y publica en 1964 su «Crisis de la democracia de América…» llamada a ser el fundamento teórico de la acción iniciada por los militares constitucionalistas y ampliada después por decenas de organizaciones y numerosos luchadores, bajo el mando del Coronel Francisco A. Caamaño.

15. Hoy en Honduras se reportan graves acusaciones de violaciones de derechos humanos, muertes y los toques de queda son pan de cada día. El movimiento Vía Campesina de Honduras ha informado que, además de atentados perpetrados contra las organizaciones populares, asesinatos, secuestros y desapariciones, las personas detenidas en acciones de protesta están siendo acusadas de delitos graves como rebelión, terrorismo, y traición de la patria, entre otros27. En Santo Domingo, «antes del mediodía (del 25 de septiembre de 1963) habían más de 2000 detenidos, atropellos indescriptibles, disparos a granel, bombas lacrimógenas, registros de miles de casas…»28. Las expresiones más viles de esa represión fueron el brutal asesinato de Manolo Tavarez Justo y algunos de sus hombres, en diciembre de 1963; y la despiadada intervención militar norteamericana y la Fuerza Interamericana de Paz en 1965.

16. Una mención merece la relación que puede haber entre el golpe de Estado y los intereses geopolíticos en juego. Hay una gran tensión regional sobre las bases militares de uso norteamericano (Honduras aloja la de Soto Cano) y Honduras ha sido siempre un territorio de gran importancia geográfica, al ser paso obligado para el intercambio entre varios países centroamericanos29. Su reciente vinculación al ALBA y Petrocaribe refuerza esta importancia. Hay que tomar en cuenta también que, como parte del ALBA, Honduras es uno de los países impulsores de la creación del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE, denominación para el comercio intrarregional, que busca contrarrestar la dominancia del dólar estadounidense) y junto a otros gobiernos ha movilizado en el SICA el plan de crear una moneda centroamericana. ¿Cuánto han pesado estos factores en el golpe de Estado? ¿Qué rol les ha cabido a las distintas instancias de poder en Estados Unidos?

Hay que recordar que el golpe en República Dominicana tuvo lugar en el Caribe de 1963. Bosch declaró en 198130 que la causa fundamental del golpe había sido que el gobierno de Estados Unidos debía impedir que se supiera que, en la República Dominicana, se habían instalado campamentos guerrilleros, sin autorización ni conocimiento del gobierno nacional, para que militares haitianos opuestos a Duvalier atacaran al gobierno de su país, contando incluso con apoyo de militares dominicanos. La dictadura duvalierista ya no contaba con la confianza de Washington en el agitado mapa geopolítico. El 23 de septiembre el Presidente Bosch mandó a que se solicitara a la OEA una investigación internacional sobre los incidentes fronterizos y si éstos se originaban en territorio dominicana, decisión que habría desencadenado los acontecimientos.

17. Pero Bosch aporta otro conocimiento de igual o mayor valía: en su tesis «El Pentagonismo, sustituto del imperialismo», nos invita a ver los grandes peligros que pueden cernirse sobre América y el mundo si la política exterior y de defensa de una potencia como Estados Unidos es manejada al margen del poder civil y respondiendo a objetivos privados: la «economía de guerra». Estados Unidos está en crisis, el hondureño calza perfectamente con el arquetipo de «ejército pentagonizado» y recordemos que para Bosch la invasión de 1965 en Santo Domingo fue, a un tiempo, la «presentación en sociedad» del pentagonismo y el comienzo de la «pentagonización» del ejército dominicano. El análisis tiene que contemplar seriamente todas estas variables, en el contexto de la propia historia norteamericana31.

18. Será difícil ahora -es una de las lecciones más importantes para la memoria histórica de los dominicanos- seguir repitiendo la falacia de que Bosch no intentó o no quiso volver al país entre 1963 y la revolución de 1965 (pudo regresar en septiembre de ese año, cuando el mismísimo Caamaño lo recibió en el «obelisco hembra» y se fundieron en un abrazo para la posteridad). No es necesario dar más datos que desmienten ese cuento, y verificar que no pudo, por más solidaridad que le brindara el pueblo y el gobierno de la patria de Hostos, aunque sí pudiera lograr que Fernández Domínguez se embarcara en un avión rumbo a tierra dominicana. Podemos ver ahora lo que debe pasar un Presidente como Zelaya, en un momento mucho menos hostil de la historia continental, sin la guerra fría de por medio y con mucho más apoyos, tratando de salir desde países amigos y soberanos, intentando frustradamente volver a su patria. Ni a su familia le permiten moverse dentro de Honduras. Para un líder al cual se le ha derrocado por la fuerza y que tiene responsabilidades históricas frente a su pueblo y quienes le apoyan, volver no es cosa de «buenas intenciones». A ambos le toca sufrir la crueldad del destierro, al que Bosch salió obligado, preso por militares con rumbo desconocido y sin siquiera pasaportes. Ahora Zelaya, desde Nicaragua, espera, como de alguna manera estuvo Bosch en Puerto Rico, organizando la contraofensiva y añorando llegar a su patria de la mano del «ejército del pueblo».

19. Zelaya ha dicho que está dispuesto a discutir cualquier punto que permita un retorno al orden constitucional; uno sólo es innegociable: su regreso a la jefatura del Estado hasta que termine el mandato legal. Aunque quisieron engañar al mundo demostrando lo contrario, Zelaya actuó con dignidad sin rendirse ni renunciar. Zelaya tiene ahora en su obra como Presidente y en su coherencia de principios, como Bosch en 1963, su principal arma política y moral. La vuelta del Presidente -tal como la «Vuelta del Presidente y la constitucionalidad sin elecciones» en la República Dominicana- es un asunto irrenunciable. Mantener esa posición es vital para preservar la fuerza y la autoridad moral entre los sectores democráticos y el pueblo.

20. Queda más o menos claro que en actual panorama latinoamericano que la contradicción reforma-revolución puede ser incorrecta, políticamente hablando (esto ha sido explicado anteriormente por José Steinsleger). En nuestra historia procesos democratizadores han sido la antesala de eventos revolucionarios. Los pasos reformadores, que no lo mismo que reformistas, están siendo de nuevo causes válidos para aglutinar fuerzas populares en torno a un programa de transformaciones sustantivas. Es así en un entorno regional menos hostil como el actual; imaginémonos en la Rep. Dominicana de 1963 o la Guatemala de 1954.

21. Ahora, lo importante es que Zelaya, ni Bosch en su momento, persiguen ser las «estrellas de la fiesta». Hay que organizar al pueblo. El Presidente hondureño ha insistido que esto no se trata de una lucha personal, sino de reivindicar la soberanía popular. Bosch dijo en 1963: «Un hombre sólo puede organizar y dirigir una tiranía, pero no puede construir y mantener un régimen democrático». En esa senda Bosch es un referente para entender el proceso actual, pues toda su crítica al «electoralismo» se basa en que la construcción de una democracia auténtica requiere del desarrollo de la conciencia política del pueblo, su participación decisiva en los cambios sociales y la unidad de sus fuerzas. Bosch apostó a organizar un frente popular y luego a construir una alternativa que quebrara el status quo del bipartidismo fáctico. Coincidiendo con Sención Villalona, probablemente lo que va a tratar de impulsar Zelaya -ya que en la práctica no tiene partido-, es construir un frente popular, una fuerza alternativa que condense la voluntad mayoritaria, ahora en la resistencia y en lo que hay que construir después, que es más largo y complejo.

22. En ese sentido, como muy bien dice Sención Villalona, da exactamente lo mismo que el Presidente Zelaya tenga el origen que tenga, sea éste tradicional y conservador, como da lo mismo si es él u otro quien termina como la figura de esta lucha. Para Zelaya parece no ser lo más importante. «Mel» (como le llama el pueblo) tiene el mérito de haberse jugado su opción por llevar este proceso a una salida distinta al estancamiento que ha impuesto el establishment hondureño, y ha liderado la posibilidad de que en Honduras surja con vigor una fuerza de carácter ciudadano y popular. Tiene las condiciones para aglutinarla y liderarla. Repetimos, en Honduras nada volverá a ser igual, el pueblo ya sabe que puede construir algo nuevo y no lo que designen los caudillos en sus feudos. La historia latinoamericana indica esos pasos, y también abre la posibilidad de que esta vez las cosas sean distintas. ¡Adelante, Honduras!