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Herramientas para las comunidades

Palma aceitera: 12 respuestas a 12 mentiras

Fuentes: WRM

Centrándose en las afirmaciones que realiza la industria de la palma aceitera para «vender» sus plantaciones industriales, el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM) ha producido un nuevo folleto

El informe (descarga aqui) apunta a fortalecer las luchas de todos quienes se están oponiendo a las plantaciones de palma aceitera a gran escala en el Sur global.

Después de expandirse en Indonesia y Malasia durante décadas, dichas plantaciones han estado multiplicándose considerablemente en los últimos tiempos, en zonas rurales de países africanos y latinoamericanos. Una y otra vez, conspiran contra la forma de vida de las comunidades rurales y contra lo que éstas proponen para que el modo de uso de la tierra mejore su bienestar. El hecho de revelar las mentiras que se ocultan detrás de las afirmaciones de la industria de la palma aceitera contribuye a los esfuerzos por desmantelar un modelo de producción, de comercialización y de consumo destructor para la sociedad y el medio ambiente.

El folleto responde a doce mentiras, a saber:

Las compañías de palma aceitera usan tierras situadas en zonas remotas, no efectivamente explotadas, o llamadas marginales.

Sin embargo, la fertilidad del suelo y la disponibilidad de agua son factores que determinan dónde establecerán sus plantaciones las compañías de palma aceitera. Por consiguiente, éstas se apoderan de tierras utilizadas para la agricultura y la ganadería, e incluso de bosques.

La indemnización que se paga por la pérdida de acceso a la tierra es adecuada.

Muchos habitantes del Sur global poseen derechos consuetudinarios sobre la tierra que utilizan y en la que, en muchos casos, han vivido durante muchas generaciones. Cuando pierden el acceso a la tierra debido al establecimiento de una gran plantación de palma aceitera, las reglas que fija el gobierno nacional para calcular la «compensación» debida suelen excluir las propiedades de derecho consuetudinario. Así, en la mayoría de los casos no reciben compensación alguna o se les paga montos muy bajos, y a veces sólo por los cultivos realizados en parte del territorio utilizado por la comunidad.

La industria del aceite de palma contribuye a la seguridad alimentaria.

Las comunidades rurales malayas e indonesias no dicen lo mismo. Aparte de la pérdida de la tierra, la producción local de alimentos disminuye cuando los pueblos indígenas y los campesinos cesan de cultivar para los mercados locales porque comienzan a trabajar para las compañías de palma aceitera y no les queda tiempo para trabajar sus propias tierras. Además, es común que aumenten los precios de los alimentos básicos, debido a la generalización de la especulación. Estas tendencias, entre otras, erosionan los medios de subsistencia y por consiguiente la seguridad alimentaria, socavando la soberanía alimentaria de los miles de comunidades rurales donde las compañías de palma aceitera han estado expandiendo sus plantaciones.

Las plantaciones de palma aceitera requieren un mínimo de agua y productos químicos.

¿Cómo puede ser «mínimo» el impacto de una plantación a gran escala para los habitantes del lugar? Las plantaciones de palma aceitera suelen cubrir miles y miles de hectáreas, y sus «necesidades mínimas» se convierten en grandes cantidades de agrotóxicos y fertilizantes, aplicados para garantizar el alto rendimiento a que aspira la empresa. Junto con los efluentes de las plantas donde se procesan los frutos para obtener el aceite de palma crudo, los pesticidas y fertilizantes contaminan los ríos y arroyos donde la gente obtiene el agua para beber, bañarse y lavar la ropa.

Las plantaciones de palma aceitera conservan el medio ambiente y contribuyen a mitigar el calentamiento global.

¿Cómo puede un factor de deforestación notorio contribuir a atenuar el calentamiento global? Indonesia y Malasia, donde se encuentra la mayor parte de las plantaciones de palma aceitera del mundo, son la prueba de que éstas destruyen los bosques, y lo mismo está sucediendo ahora en África y América Latina debido a su creciente expansión.

Las compañías dicen que escuchan a las comunidades que están siendo o serán afectadas por las plantaciones de palma aceitera, y que se ocupan de sus reclamaciones.

Proyectos directivos que no dan la opción de rechazarlos, presiones, promesas de trabajo o de proyectos sociales, son algunas de las tácticas que usan las compañías. Cuando éstas se ponen en contacto con las comunidades, suele ser para informarlas sobre sus planes, con el fin de que los apoyen en lugar de obstaculizarlos.

Las plantaciones de palma aceitera generan muchos puestos de trabajo y contribuyen así a mejorar la tasa de empleo de la región.

El trabajo en las plantaciones de palma aceitera suele estar mal pago, y es común que los trabajadores sean jornaleros, sin contrato ni beneficios adicionales. En algunos países, la subcontratación es la manera de evadir las obligaciones sociales legales, además de ser una herramienta contra los sindicatos, que promueve el trabajo informal y precario. Por otra parte, los trabajadores deben realizar actividades peligrosas, como la aplicación de pesticidas, con graves consecuencias para su salud, a menudo sin equipos de protección. Las comunidades se quejan de que hay trabajo sobre todo durante los primeros años, cuando se establece la plantación, pero que después son pocos los empleos que quedan. En el caso de las trabajadoras, además de hacer frente a una doble carga de trabajo, también deben soportar el acoso de capataces y guardias de seguridad de las compañías, otra reali dad también muy común.

La participación de los pequeños agricultores en el cultivo de palma aceitera en las regiones en expansión es para ellos una excelente alternativa que les ofrece beneficios adicionales.

Los pequeños propietarios, como sucede en Indonesia, son raras veces consultados sobre el proyecto de palma aceitera que, por un lado, los obliga a abandonar sus tierras tradicionales, inclusive los bosques de los que suelen depender de muchas maneras, y por otro lado, les da a cambio una parcela de dos hectáreas de palma aceitera con una especie de «título de propiedad». Para realizar la plantación contraen una deuda que suelen tener problemas para reembolsar pero, además, esto constituye una violación de sus derechos tradicionales a la tierra y suele ser motivo de conflictos; actualmente, existen cientos de ellos en Indonesia.

Las plantaciones de palma aceitera mejoran los servicios básicos de los que dispone la población (rutas, clínicas, escuelas).

Si bien es cierto que las compañías de palma aceitera construyen una red de caminos que atraviesan las plantaciones, lo hacen porque disponer de buen acceso es indispensable para el transporte de los frutos cosechados. La red de caminos puede beneficiar a las comunidades pero también puede perjudicarlas, por ejemplo cuando la compañía cambia el recorrido de los caminos que las comunidades siempre usaron. En lo que respecta a la construcción de escuelas y la prestación de servicios de salud, las comunidades se quejan de que dichas promesas son postergadas o no respetadas.
A fin de cuentas, es mucho más lo que la compañía gana con las medidas gubernamentales para «atraer inversiones» (concesiones a bajo precio o gratuitas, rebaja de impuestos, subsidios, préstamos a bajo interés, etc.) que lo que gana la comunidad con las iniciativas de la compañía.

Las compañías de palma aceitera contribuyen al desarrollo sostenible de los países.

India y China son los principales importadores de aceite de palma, seguidos por la Unión Europea. No obstante, Europa sigue siendo el mayor consumidor per cápita de aceite de palma y de aceites vegetales en general, debido a su modelo de consumo excesivo que incluye el uso de aceite de palma en unan amplia gama de productos de venta en supermercados, mientras que China e India lo usan principalmente para cocinar. La actual expansión de las plantaciones de palma aceitera en África y también en América Latina apunta a aprovisionar mercados extranjeros, como la Unión Europea, donde tienen lugar el refinado del aceite crudo y su transformación en productos finales. Los empleos y las riquezas que generan esas actividades no benefician a los habitantes de los países productores.

La industria del aceite de palma aplica un código de conducta con normas exigentes.

La realidad de la conducta del sector del aceite de palma en países como Indonesia no confirma esta afirmación. Al contrario: el sector ha estado implicado en casos de corrupción, gratificación y soborno, así como de búsqueda de renta por parte de políticos y funcionarios gubernamentales. Además, muchos casos de violencia han sido denunciados en los centenares de conflictos entre las comunidades locales y las empresas.

La RSPO garantiza la producción sostenible de aceite de palma.

La RSPO adolece de problemas estructurales que vuelven imposible el cumplimiento de esa promesa: la gran mayoría de sus miembros son los grandes protagonistas mundiales del sector del aceite de palma; mantienen y fomentan un modelo que les garantiza enormes cantidades de aceite de palma «barato», principalmente para responder a la demanda de los países industrializados y los mercados emergentes, y que les permite obtener enormes ganancias.

Otro problema es que la RSPO no distingue entre operaciones de diferente escala, y aplica los mismos criterios a una pequeña plantación y a un monocultivo de decenas o cientos de miles de hectáreas, si bien, por definición, esta última no resulta nunca sostenible para la población local y la naturaleza.

Los sistemas tradicionales de plantación de palma aceitera y de fabricación del aceite de palma y de los numerosos productos derivados que se venden en los mercados locales y regionales están mucho más cerca de ser sostenibles. Esos métodos tradicionales se siguen aplicando en muchos países de África occidental y central, y en una región de Brasil. Son sistemas diversificados, en los que las palmas se cultivan en agrosilvicultura o en cultivos intercalados, y que aportan muchos más beneficios a las economías locales y nacionales, con un costo ambiental considerablemente más bajo. La RSPO sólo sirve para dar un barniz «ecológico» a las plantaciones de palma aceitera y a su imagen.

El folleto concluye que las afirmaciones de la industria del aceite de palma no sólo son engañosas sino que muchas veces también son falsas, incluso la que dice que mejoran el bienestar de las comunidades locales. Para la mayoría de la gente la vida cambia radicalmente con la invasión de sus territorios por plantaciones de palma aceitera, pero lo que hace es empeorar.

Los cientos de combates de resistencia que tienen lugar en las zonas de expansión de la palma aceitera, en América Latina, África y Asia, dan testimonio de que las comunidades no aceptan fácilmente todos los impactos que se les impone. Luchan por el reconocimiento de sus derechos sobre la tierra y el territorio, y reclaman respaldo para las opciones que proponen como alternativa al desarrollo de las plantaciones industriales.

Es necesario que haya alianzas más fuertes entre las comunidades y organizaciones de los países consumidores y las de los países plantadores, para enfrentar más eficazmente la expansión actual de las plantaciones de palma aceitera. Además de denunciar las mentiras y promesas vacías de las compañías de palma aceitera, esto requerirá solidarizarse con quienes defienden los territorios y bosques de los que dependen las comunidades de países asiáticos, africanos y latinoamericanos, y que están en peligro de ser invadidos por plantaciones de palma aceitera. También será necesaria la solidaridad de quienes promueven modelos diferentes de producción y consumo, no basados en una destrucción aún mayor de los bosques y medios de vida de los pueblos del Sur

Fuente: http://nicaraguaymasespanol.blogspot.com/2013/07/palma-aceitera-12-respuestas-12-mentiras.html