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Las elecciones en Uruguay, el triunfo progresista y la paz

Para construir la utopía

Fuentes: Rebelión

«La utopía significa el sueño colectivo y si este sueño no existe la gente se desmigaja, se encierra en células y se vuelve más egoísta y depredadora. Y aparece el miedo y la insolidaridad. Estás más indefenso, eres menos generoso, más cobarde y por tanto más vulnerable. Sin utopías vives a merced de lo que […]

«La utopía significa el sueño colectivo y si este sueño no existe la gente se desmigaja, se encierra en células y se vuelve más egoísta y depredadora. Y aparece el miedo y la insolidaridad. Estás más indefenso, eres menos generoso, más cobarde y por tanto más vulnerable. Sin utopías vives a merced de lo que el poder decida imponer en cada momento. Estás en sus manos…»
Joan Manuel Serrat

Luego de la tormenta el bote llegó a la orilla, al remanso de la playa. Sin embargo todavía queda la montaña, un obstáculo más que empinado, que el doctor Tabaré Vázquez tratará de conquistar con seriedad y mesura, con firmeza y practicidad, reafirmando la paz que existe en el país que debe consolidarse, aún más, sobre la base de la extensión de la justicia que, como todos sabemos, todavía no ha llegado a aplicarse en todo el ámbito del Uruguay. Quedan algunos lamparones de inadmisible impunidad que, por una exigencia ética, deben ir desapareciendo para que todos seamos iguales ante la ley.

La elección del pasado 31 de octubre, en que se consagró el triunfo del Encuentro Progresista – Frente Amplio – Nueva Mayoría (EP-FA-NM), fue una demostración de cómo en el Uruguay, el sistema de democracia representativa, funciona. Las elecciones de hace dos domingos fueron ejemplares, sin sombras que las oscurecieran, pese a que – como todos sabemos – blancos y colorados se jugaban su permanencia en la administración pública y, por supuesto, la vigencia misma de esas colectividades políticas que salieron del comicio con distinta suerte: el Partido Colorado, sin duda maltrecho y reducido a una ínfima expresión, convirtiéndose en una fuerza nada más que testimonial. El Partido Nacional, en cambio, tuvo una importante votación, un crecimiento significativo, que lo coloca como segunda fuerza a nivel nacional, que realizará una tarea de oposición, pero colaborando – de acuerdo a sus intenciones explicitadas oportunamente – en la administración de las empresas públicas.

Sin embargo estudiosos de la política sostienen que el Partido Colorado, con sus tres senadores, puede hacer un juego de bisagra a nivel parlamentario, pues su fuerza sumada a los 16 senadores más el presidente del EP-FA-NM, determina que se alcancen los 3/5 de votos, mayoría especial marcada por la Constitución de la República para la aprobación de algunos asuntos como las venias para la integración de los directorios de las empresas públicas, etc.

Pero estas son solo especulaciones. Sobre lo que conviene es reflexionar en torno a hechos concretos, como los ocurridos el pasado 31 de octubre, cuando blancos y colorados que tenían todo para perder, acataron sin reparos lo resuelto por la ciudadanía, consolidando la paz. Una acción destemplada, quizás, podría haber ensombrecido ese logro maravilloso y sorprendente, en que los uruguayos mostraron su madurez cívica y democrática.

A lo largo y a lo ancho del país no hubo ningún hecho medianamente importante que apuntara a la aparición de una situación de intransigencia entre adversarios políticos. En cada pueblo, en cada ciudad del interior y en Montevideo los encuentristas festejaron su triunfo electoral, sin que experimentaran, ni siquiera, expresiones de molestia por parte de sus adversarios y, por supuesto no hubo ninguna de repudio.

Pero hay más: en los multitudinarios actos que se realizaron en la zona céntrica de Montevideo, los clubes militares fueron protegidos por la seguridad establecida por los propios organizadores de las demostraciones. Fue una jornada nerviosa, llena de tensiones personales ya que había mucha gente que se estaba jugando cosas esenciales, en la que más de dos millones de personas concurrieron a sufragar.

Una jornada llena de emociones en que estalló la alegría popular luego de que el politólogo Oscar Botinelli hiciera pública la encuesta «boca de urna» de Factum afirmando que Tabaré Vázquez era el futuro presidente de los uruguayos. Sin embargo todo transcurrió en paz, la multitud festejó sin ningún enfrentamiento, desmintiéndose las afirmaciones de algunos que estimaban que la intolerancia sería la moneda corriente.

La aceptación de la derrota electoral por parte de los candidatos blanco y colorado, trasmitida por casi todos los canales de TV, fue una patente demostración de cómo, luego de los chisporroteos electorales y de las tempestades de verano, las aguas embravecidas pueden aplacarse. Los uruguayos debemos estar plenamente satisfechos por lo ocurrido y, además, porque esa paz, esa carencia de enfrentamiento, aparece como una necesaria condición para que el nuevo gobierno, a partir del 1 de marzo, comience a concretar la construcción de su utopía.

La mayoría de la gente resolvió trasladarle toda su confianza al doctor Vázquez y al EP-FA-NM, para que las deficiencias del país comiencen a revertirse. El nuevo presidente es un gobernante probado que tiene la experiencia más que importante de haber sido el primer intendente socialista de Montevideo, departamento en que la izquierda tiene una influencia creciente. El subido 42% de la elección que ganó Vázquez en Montevideo el 1989, al 63% de sufragios que obtuviera el EP-FA-NM el anterior domingo en la capital del país, muestran que el camino recorrido durante tres períodos de gobierno capitalino ha sido siempre ascendente en apoyo popular. Los montevideanos han ido acrecentando su apoyo a la izquierda, respaldo electoral multitudinario que sirve como sustento a la difícil tarea que comenzó a emprenderse luego de conocerse, justamente a las 21.08 del domingo 31 de octubre, que Tabaré Vázquez era el nuevo presidente de los uruguayos.

Sensación nueva en el país, que fue acrecentándose el pasado lunes cuando se dieron los trascendentes pasos para concretar una civilizada transición democrática entre el gobierno colorado saliente y el gobierno encuentrista entrante.

El presidente electo está dispuesto a trabajar con tranquilidad, sin apuros innecesarios, buscando un acuerdo político con la oposición blanca y colorada que, de ser logrado, mostraría que el 1ro de marzo comenzará a la gestión un gobierno que consagraría otro extremo novedoso: una nunca experimentada unidad nacional.

La contundencia de la consagración electoral le otorga esa posibilidad al EP-FA-NM, pues Tabaré Vázquez es el presidente con mayor sustento político de los últimos ochenta años. Exactamente hace 82 años José Serrato obtenía un 52% de votos.

Un gobierno que tiene la posibilidad, en base al descomunal respaldo logrado, de comenzar a recorrer el camino que le posibilite concretar su utopía y la de todos los uruguayos que resolvieron modificar la historia del país desalojando del gobierno, luego de 174 años, a blancos y colorados.

Una utopía – como expresa Serrat – que deberá deslizarse hacia adelante para qué – alcanzados los primeros objetivos en esa tan difícil montaña – podamos seguir escalándola intentando asir, algún día, el cielo con las manos.

(*) Periodista.