Traducido para Rebelión por Liliana Piastra
Esta semana estuvimos con nuestra brigada en el departamento de Artibunite, allí donde los ciclones han sido devastadores. Conocimos la región productora de arroz que cayó en estado de abandono tras la apertura comercial y el incremento de las exportaciones procedentes de los Estados Unidos. Actualmente Haití es, por importancia, el cuarto importador de arroz norteamericano.
En los textos que he ido escribiendo, intentando dar visibilidad al lado cómico, pintoresco, pero absolutamente real de nuestras vicisitudes en estas tierras, procuro aclarar informaciones que nunca conoceremos fuera de la vida cotidiana. Por eso las compartimos.
En general, a los haitianos no les gustan los extranjeros. Fundamentalmente, la explicación de este fenómeno está en la historia reciente del país, por no remitirnos a la independencia de 1804 y a la guerra contra el ejército de Napoleón. Echemos un vistazo rápido a los últimos cien años. Entre 1915 y 1934 la ocupación militar estadounidense dio lugar a grandes luchas de resistencia contra el invasor extranjero. Entre 1957 y 1986 una dictadura militar totalmente dirigida por los Estados Unidos calló las voces haitianas. El apellido de «Duvalier» (Jean Jacques Duvalier y su hijo Jean Claud Duvalier gobernaron Haití durante dicho período) ni siquiera se podía pronunciar en público. El miedo era enorme. 30.000 comunistas fueron asesinados, con una media de 10.000 al año.
En septiembre de 1991, tras la caída del legítimo presidente elegido por un fuerte movimiento de masas, Jean Bertran Aristide, un golpe militar violentísimo llevado a cabo por militares de los Estados Unidos calló al país durante otros tres años. Se habla de cuatro mil muertos además de 12.000 militantes sociales obligados a emigrar a los Estados Unidos. En febrero de 2004 otra nueva ocupación militar mandada por los mismos especialistas derribó otra vez el gobierno de Aristide.
En los últimos años, habiéndose agravado la crisis económica en Haití, cientos de miles de campesinos haitianos emigran ilegalmente a la vecina República Dominicana en busca de trabajo. De alguna forma lo encuentran. La base de la mano de obra que allí se emplea en la economía agrícola y en la construcción civil es haitiana. El país vecino se considera prometedor. Haití es pobre. Todo el mundo sabe que los dominicanos se aprovechan del nivel de pobreza de los campesinos haitianos para explotarlos. En el país vecino, por la mano de obra negra haitiana se paga un tercio, o a veces el 50%, de la remuneración mínima por un día de trabajo. Las denuncias por maltratos son muchas. Por todo el interior de Haití encontramos campesinos que han pasado por la experiencia de vivir en el país vecino.
El 2 de mayo de 2009 un campesino haitiano fue bárbaramente degollado en una plaza en Santo Domingo. La noticia se publicó con mayúsulas en toda la prensa de Haití, causando una indignación generalizada. El país es pequeño y la indignación fue realmente general.
El 21 de mayo salimos por la mañana y tardamos poco en atascar nuestro coche en un lodazal. Como se trataba de una zona rural muy poblada, eran muchas las personas que pasaban y veían nuestra situación. Las provocaciones no faltaron: «vamos a sacarles cuartos a estos blancos» «los blancos están atascados» «no vamos a ayudar a estos tíos que le cortan la cabeza a los haitianos». Nuestra comprensión del idioma sigue siendo bastante deficiente, pero entendemos todo lo que tenga que ver con la supervivencia…
La situación se agravó con la llegada de un camión. Pese a todo, nuestro vehículo interrumpía el tráfico en la estrecha carretera. Nuestra presencia perturbadora ponía muy nervioso al chófer del camión y al campesino que le acompañaba. Ya nos rodeaban unas 15 personas. Algunos niños nos ayudaban… Los «insultos» se generalizaron, el que llevaba la voz cantante era el chófer del camión, hasta que el militante que nos acompañaba dio una excelente explicación, casi a voz en grito, sobre la solidariedad de los Movimientos campesinos de Brasil con las organizaciones campesinas haitianas. Pero en haitiano criollo; «Neg say, yo pa milité! Neg sayo, yo pa dominiken! Neg sayo, yo zami nou! Yo zami oganizasyon peysan yo! (¡Estos tíos no son militares! ¡Estos tíos no son dominicanos! ¡Estos tíos son nuestros amigos! ¡Son amigos de las organizaciones campesinas!). Tras el momento de tensión y las explicaciones sobre nuestra presencia, muchos de ellos se quitaron el calzado y se metieron en el barro con nosotros para empujar el vehículo. Enseguida salimos del lodazal…
He aquí algunas razones de su aversión a los extranjeros…
Jose Luis Patrola
Profesor de historia, miembro del MST y coordinador de la brigada de cooperación entre la Via Campesina Brasil y organizaciones campesinas haitianas