¿Por qué nadie centra el problema de los oftalmólogos y dice lo que verdaderamente ocurre? Cualquier oftalmólogo que trabaja en una mutualista o en el Ministerio de Salud Pública está dispuesto a operar a sus pacientes, al igual que los cirujanos de todo tipo. Es su trabajo. ¿No? Sin embargo se han echado a andar una serie de informaciones contrapuestas, llenas de sobreentendidos y de elementos oscuros, que igualan las cosas y que embolsan a todos.
Cuando lo que está en cuestión es el funcionamiento de la medicina en el Uruguay, la total carencia de políticas destinadas a la salud de parte del Ministerio de Salud Pública que ha quedado en evidencia – claro está – en razón de la acción solidaria del gobierno cubano que está operando a un sector de enfermos a los que en el Uruguay le hubiera sido imposible encontrar una solución para su problema y, en muchos casos esos enfermos, quedarían ciegos.
Por lo tanto quienes manejan fantasmas, versiones tendenciosas e interesadas, le están haciendo mal al país en su conjunto y, particularmente, al sistema de salud que no necesita de nuevas agresiones.
Cuando el presidente de Cuba, Fidel Castro, se refiere al juicio que le han iniciado a tres médicos cubanos que se encuentran en el país diagnosticando a quienes deben viajar a la isla a operarse, diciendo que los mismos están dispuestos a ir a la cárcel pero que seguirán cumpliendo su tarea humanitaria, muestra haber recibido un solo tañir de la campana, no la globalidad de la información.
Es evidente que es un despropósito que la Sociedad de Anestésico Quirúrgica haya iniciado un juicio contra los tres galenos del Caribe por la tarea que realizan en el Uruguay, pero también lo es que esa tarea no haya sido coordinada por el Ministerio de Salud Pública con profesionales uruguayos que perfectamente podrían estar diagnosticando a los candidatos, de los sectores marginales, que deben viajar La Habana, para solucionar un problema para el cual, en este país, no hay opciones.
Parece evidente que un habitante del barrio Las Láminas del departamento de Artigas, por más esfuerzos que hiciera, no podría llegar a integrar prácticamente nunca las listas de espera que hay en la cátedra de oftalmología del Hospital de Clínicas, donde – en el quirófano perteneciente a la cátedra respectiva – está realizando casi diez operaciones semanales, de una lista de espera que tiene un cúmulo de enfermos que deben esperar su turno entre 30 y 60 días, siempre y cuando estén prontos los demás análisis (lentos y tediosos), necesarios para cualquier intervención.
Se colocan lentillas donados, generalmente por el Club de Leones (ya que el Hospital no tiene presupuesto para proveerlas), ni el líquido intraocular que también se utiliza en las intervenciones, el que tiene un alto costo.
Actualmente – las lluvias tienden a provocan que desaparezcan los lodos que antes dificultaban el paso – en la mayoría de las entidades mutuales hay oculistas que operan cataratas y otros problemas en los ojos que se resuelven con cirugía.
Las mutualistas, en general, algunas con más reticencia que otras, proveen de los elementos indispensables que hacen posible la intervención, pese a que las listas de espera son largas, pero con tramos de espera aceptables, es posible a los pacientes solucionar sus problemas oculares sin tener que efectuar gastos extra en estas organizaciones ni recurrir a clínica privadas.
En el Ministerio de Salud Pública el cantar es desafinado porque, quizás y sin quizás, es más fácil sectorizarse, atacar a los oftalmólogos, subirse al carro de la «Operación Milagro» que generosamente ofreciera el gobierno cubano, que solucionar en profundidad los problemas de la salud existentes en el país.
Y ello ocurre con más facilidad cuando de un lado está el gobierno cubano y del otro un grupo de médicos inexperientes en la política que están demostrando no saber defenderse en ese plano, que tratan de retrucar con los mismos argumentos, cuando lo que deberían hacer es – además de plantear la afligente problemática propia – colaborar con una campaña solidaria que le de soluciones reales a un grupo humano que sin la «Operación Milagro», hubiera quedado totalmente desvalido (ciego) de por vida. ¿o no?
¿No hubiera sido adecuado, ante la posibilidad de que se firmara en acuerdo para llevar los pacientes a Cuba, hablar con los oftalmólogos una, dos, diez veces, explicarles la situación, pedirles colaboración y lograrla a toda costa? ¿Por qué, de antemano, se entendió que los médicos uruguayos se iban a oponer a una acción humanitaria? ¿No hubo en el proceso telarañas políticas que flecharon la cancha y determinaron que se diera sobre sentado que esa sería la actitud, cuando lo lógico sería que se hubiera pedido colaboración, que fueran oculistas uruguayos los que diagnosticaran los casos y los que acompañaran a los contingentes de pacientes a La Habana? ¿No hubiera sido lógico, bienvenido, adecuado y hasta científicamente correcto, que una delegación de oftalmólogos uruguayos visitara las clínicas cubanas en donde se están operando a los compatriotas? ¿Por qué tanta oscuridad política que no le sirvió a nadie?
¿Alguien puede estimar como equivocado que los médicos uruguayos, enfrentados a la situación del convenio con Cuba, antes plantearan la necesidad de arbitrar soluciones para poder operar en el Uruguay? ¿Pero – razonemos – los enfermos, muchos de ellos sin poder ver- pueden esperar una solución a un mal endémico del país, a años de desaciertos en el Ministerio de Salud Pública, a la carencia total de recursos, etc.?
Lo que tuvo un peso desequilibrante fue, quizás, la contingencia de la problemática de la medicina nacional.
El peso de los empresarios médicos, los propietarios de las grandes clínicas de ojos y de otras especialidades, que si no cobran la consulta particular en dólares, no realizan la cobertura médica. Pero no se tuvo en cuenta a los oculistas que no trabajan en esas Clínicas, lo hacen en los hospitales de Salud Pública, en las mutualistas, que – obviamente – como la mayoría de los médicos tienen en claro cual es su misión y saben bien cual es la problemática diaria que tienen que enfrentar en sus servicios, muchas veces carentes de cosas elementales.
¿Y por qué no hay opciones?
Luego de estallada la polémica, lo que tratamos de explicar en la primera parte de este trabajo, nadie lo hizo. Los oftalmólogos, como elefantes en el bazar, no supieron defenderse, lo que es una verdad de a puño, porque en lugar de dar respuestas claras y contundentes sobre la realidad diaria, mostrando recibos de sueldos de Salud Pública, Facultad de Medicina y del sistema mutual, calificaciones y formas de vida, que harían comprender que la gran mayoría no tienen nada que ver con el grupo de propietarios de clínicas privadas, que como tantos en su misma condición en otros ramos de la medicina, han mercantilizado la salud, se enfrascan en una polémica inútil en contra de una solución coyuntural que le abre la posibilidad de operarse a un grupo marginal de población.
Sector que nunca podría llegar a pagar en una clínica privada y que no puede recurrir a Salud Pública porque el Estado uruguayo no arbitró las soluciones adecuadas.
Tampoco se dice que, como no hay financiación para las Mutualistas por parte del Fondo Nacional de Recursos, como la hay para otras operaciones, estas mayoritariamente no otorgan con generocidad los block quirúrgicos para las operaciones oculares.
Como tampoco que las mutualistas estuvieron dispuestas a hacerse cargo del pago de las lentillas, que tienen un costo (las de buena calidad) que va de 100 a 300 dólares de promedio, a lo que se debe sumar el necesario líquido interocular.
Sin embargo ahora la mayoría, con reticencias, han accedido a suministrar lentillas, pero con morosidad y en un ritmo muy diferente a las exigencias de la demanda.
En Salud Pública, en el Hospital Maciel, algunas operaciones se hacen, solo cuando existen rubros para lentillas, o son provistas por los propios pacientes, por lo qué – obviamente – la lista de espera es importante.
Sin embargo es falsa la versión dada por su director, el doctor Daniel Parada, que el microscopio fue reparado en el mes de noviembre. El microscopio del Hospital Maciel se descompuso en el mes de setiembre del 2005 y se reparó en el mes de abril del 2006 con un costo inferior a los 10.000 pesos. Durante todo ese período no se pudieron realizar intervenciones.
Recién a partir de enero del 2006, cuando por gestiones de los propios oftalmólogos se obtuvo el préstamo de un microscopio para el Hospital Maciel es que se reiniciaron las cirugías, operándose hasta la fecha casi 80 pacientes, de los cuales 60 corresponden a cataratas. Este microscopio es el que aún se esta usando por ser su calidad muy superior al del Hospital Maciel.
Lo que parece adecuado es aclarar además que no es por falta de voluntad de los oftalmólogos uruguayos que en Salud Pública no se operan más pacientes sino que es debido a falta de equipamiento y disponibilidad de tiempo de sala de operaciones para este tipo de intervenciones. Las sorprendentes declaraciones del director del Maciel, evidentemente tendientes a contentar a las autoridades de Salud Pública, fueron inoportunas y fácilmente rebatibles.
Decíamos en un trabajo anterior que el problema de la provisión de lentillas es grave: ¿O es que alguien quiere reclamar que sean los oculistas, que ganan sueldos esmirriados, las que las paguen de sus bolsillos?
Las clínicas privadas
Por supuesto, si un paciente con cataratas u otro mal ocular operable quiere romper con ese mecanismo vicioso de las mutualistas y de Salud Pública, que no le ofrecen soluciones aceptables para sus males, tiene que recurrir a las clínicas privadas, que hacen el trabajo cobrando buen dinero. ¿Pero, de eso tienen la culpa los oftalmólogos en general?
También cobran muy buen dinero otras clínicas que trabajan en forma privada, como las radiológicas, las que realizan ecografías, etc. y mil tipos de especialidades más.
Algunas, por supuesto, atienden a socios de mutualistas por tener contratos, incluso de exclusividad pero, a los de las otras – si quieren atenderse allí – al igual que en las clínicas privadas oftalmológicas, se les cobra buena cantidad de dólares.
En este problema de los oftalmólogos lo peor es que la politización llevó a que se manejen los argumentos de manera torcida, generalizando situaciones (como el cobro de las operaciones en cientos o miles de dólares), que solo ocurre en algunas pocas clínicas privadas que han florecida en razón de la reiterada desidia oficial que nunca arbitró soluciones para esta tan importante rama que es la salud.
Si hubieran implementos técnicos suficientes, se otorgaran los quirófanos, el Fondo de Recursos se hiciera cargo de las lentillas, es seguro que no habría listas de espera y las cosas funcionarían de otra manera.
Tampoco sería necesario enviar enfermos para operar fuera de fronteras en un país como Cuba, que en una muestra de solidaridad, se abre en su «Operación Milagro» para suplir las deficiencias propias del sistema de salud uruguayo.
(*) Periodista. Secretario de redacción de Bitácora.