El bipartidismo propio de las democracias representativas que gobiernan en los sistemas neoliberales de los países capitalistas del mundo crea una sensación de democracia. La gente percibe que hay democracia ya que una vez cada 4 años (o más, dependiendo del país) eligen cual de los dos partidos de la oligarquía va a explotarles. Y […]
El bipartidismo propio de las democracias representativas que gobiernan en los sistemas neoliberales de los países capitalistas del mundo crea una sensación de democracia. La gente percibe que hay democracia ya que una vez cada 4 años (o más, dependiendo del país) eligen cual de los dos partidos de la oligarquía va a explotarles. Y por si fuera poco gozamos de algunas libertades, como de la seminal decisión que representa la libertad de poder elegir comprar un producto prescindible entre varias marcas y en diferentes tiendas.
Si la democracia es el gobierno de las mayorías, ¿Por qué las mayorías sólo pueden participar en los asuntos públicos una vez cada 4 años (o más, dependiendo del país) y no todos los días? ¿Cómo es que en esta democracia las mayorías no pueden revocar por las urnas a la minoría corrupta? ¿Por qué la mayoría es desahuciada de sus viviendas si no pagan puntualmente una cantidad de dinero a una minoría salvada por la mayoría de una quiebra provocada por la minoría? ¿Por qué la mayoría no puede saber lo que hace la minoría por la que votó? ¿Por qué la mayoría ve sus impuestos aumentados y la minoría no? ¿Por qué la mayoría quiere que cada voto cuente igual y no es así? ¿Por qué la mayoría es despedida sin justificación por una minoría que ve día a día crecer sus beneficios? La respuesta a estas y otras muchas preguntas del estilo es «porque en el bipartidismo propio de las democracias representativas quienes gobiernan son las minorías y lo hacen en su propio beneficio«.
Las mayorías se ven explotadas y oprimidas por las minorías oligárquicas, pero siguen las reglas de la democracia representativa pacientemente hasta que se hacen con el poder. Entonces, la mayoría desarrolla la democracia participativa que acaba con los beneficios de las minorías: referéndum revocatorio, parlamentarismo social de calle, control de la gestión de los cargos públicos… Es en ese momento cuando las minorías oligárquicas no aceptan la voluntad de las mayorías y le dan un golpe de estado violento en busca de recuperar los privilegios perdidos, llegando al poder violentamente y manteniéndose, si hay oposición, con la virulenta violencia que caracteriza a las dictaduras.
Eso es lo que ha pasado en Honduras cuando casi se celebra un referéndum para preguntarle al pueblo hondureño si quería una urna para votar si quería una asamblea constituyente que profundizase la democracia.
La minoría oligárquica dejó de guardar las apariencias democráticas y dio un golpe de estado que ha derivado en una dictadura sangrienta que hace del terrorismo de estado su estructura principal de gobierno. La oligarquía mundial está teniendo que desenmascararse para correr en auxilio de sus colegas hondureños, demostrando que su actitud democrática es meramente coyuntural: depende de «sus» privilegios.
La situación en Honduras es realmente el mejor ejemplo que podríamos tener para explicar casi gráficamente esta situación.
La oligarquía mundial elaboró la propuesta de San José, mediante el presidente de Costa Rica, Óscar Arias. En esa propuesta se pedía la amnistía para ambas partes; esto, que parece una ayuda para Zelaya, implica el reconocimiento a la justicia golpista, que sin límites de ningún tipo denunció a Zelaya por delitos delirantes como terrorismo. ¿Cómo reconocer a una institución de justicia de un gobierno surgido de un golpe de estado, fundamentado en la falsificación de una firma? ¿Cómo admitir los cargos de una justicia que a la hora de procesar a los que asesinan a la mayoría del pueblo hondureño está ciega? Además, por si fuera poco y de rebote, pide la amnistía para los golpistas. Los mismos que detienen ilegalmente, asesinan, torturan y amenazan a los hondureños.
Igualar a quienes respetaron la democracia y sólo quisieron meter un voto en una urna (víctimas) con quienes secuestraron al presidente de la mayoría y la reprimen brutalmente (verdugos), al pedir amnistía para las dos partes, reconociendo así la dictadura, sólo puede hacerlo quienes vestidos de demócratas no dudarían en dar un golpe de estado si vivieran el mismo contexto hondureño.
En esa propuesta además se recogía la obligación de Zelaya a no convocar el referéndum, es decir, a no dar voz ni voto al pueblo, firmando un documento que lo certificase. La oligarquía mundial dio en bandeja a la oligarquía golpista hondureña el objetivo del golpe, aunque para ello tuvieron que violar la soberanía de Honduras, que en papel mojado, pertenece al pueblo.
Mientras tanto, para despistar, señalan en sus medios de comunicación que son otras mayorías que han desplazado democráticamente a la oligarquía de sus países quienes cometen injerencia en Honduras, aunque no hayan obligado a nadie a variar la voluntad popular.
En la propuesta de San José también aparecía el mantenimiento de los golpistas en sus cargos públicos, ¿podría haber mayor burla? Si, podría haberla y la ha habido: Óscar Arias, el redactor de esa propuesta, condicionó todos esos puntos, junto con la convocatoria a elecciones, a la restitución de Zelaya en el poder. ¡¡Cuál ha sido la sorpresa cuando Arias, violando su propia propuesta, ha reconocido las elecciones sin que Zelaya haya sido restituido en el poder!! No existe mayor prueba de la ayuda entre oligarquías.
Muchos países apoyaron esa propuesta que apoyaba la dictadura invocando a una salida pacífica al conflicto. Toda la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Chile, Colombia, Israel, México, Perú. Debido a ello es imposible sorprenderse ahora cuando esos países dicen reconocer las elecciones ilegales con las que la dictadura pretende lavarse la cara y así poder legitimarse ante quienes ya la ven con buenos ojos.
El nuevo dictador se llama Pepe Lobo, y representa a menos del 10% de la población hondureña (minoría oligárquica). Pertenece al partido Nacional y ha sido un fiel apoyo de la dictadura que se instaló en Honduras después de secuestrar el pasado 28 de junio al último presidente elegido en elecciones reconocidas y lleva reprimiendo a la mayoría desde ese momento.
Las elecciones que le han dado el poder no tuvieron observadores internacionales, en cambio fueron generosas en cuanto a detenidos ilegales (83), reprimidos y amenazados (cientos) y algún que otro asesinado.
Quienes reconocen a este «pelele» de los empresarios y militares está avalando el golpe de estado contra la legítima aspiración del pueblo hondureño a participar en los asuntos del estado y, no les quepa duda que Barack Obama, Ricardo Martinelli, Álvaro Uribe, Alan García, José Luis Rodríguez Zapatero, Michelle Bachelet, Shimon Peres, Felipe Calderón…y quienes legitimen este golpe reconociendo las ilegales elecciones, pueden llegar a ser dictadores si las mayorías populares deciden profundizar la democracia amenazando sus privilegios.
Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article11489