Recomiendo:
0

Primera conjetura del año

Fuentes: La Estrella Digital

Algunos lectores de mi anterior columna («Cincuenta y dos semanas», 27-12-05) me han pedido más concreción sobre cuál de los conflictos con los que nace 2006, en ella calificados como «en vías de agravación», se prevé hoy el más peligroso. No es fácil hacer predicciones de ese tipo. Antes del 11 de septiembre de 2001, […]

Algunos lectores de mi anterior columna («Cincuenta y dos semanas», 27-12-05) me han pedido más concreción sobre cuál de los conflictos con los que nace 2006, en ella calificados como «en vías de agravación», se prevé hoy el más peligroso.

No es fácil hacer predicciones de ese tipo. Antes del 11 de septiembre de 2001, pocos hubieran predicho que un mes más tarde Afganistán sería atacado por EEUU y luego ocupado, con lo que se iniciaría el primer acto de un nuevo y grave conflicto de múltiples facetas, que se extendería por Oriente Medio, sumándose a los allí ya existentes, y cuyo fin no se ve próximo, más de cuatro años después de que la aviación de EEUU lanzara las primeras bombas sobre Kabul.

Además, la peligrosidad de un conflicto es siempre relativa y depende del punto de vista y de los intereses en juego. A finales de la semana pasada, pocos medios informaron de que en la zona oriental de la República Democrática del Congo se estaban produciendo éxodos masivos de población (11.000 personas desplazadas, según la ONU), como consecuencia de una guerra olvidada, pero que sigue sembrando muerte y desolación entre quienes la sufren. Para ellos, nada hay más peligroso que su propio riesgo personal y cotidiano.

Añadamos el hecho de que los conflictos que utilizan armas tienen más respaldo mediático que los que solo implican hambre, epidemias o miseria crónica, a no ser que causen un gran número de víctimas. Veinte muertos por la explosión de una bomba en Bagdad pesan más que veinte mil muertos por hambre o sida en África.

Aún así, quizá valga la pena aceptar el reto de averiguar qué conflicto aparece, a comienzos de 2006, como el más peligroso para un observador europeo y mediterráneo, implicado en la España de hoy día y preocupado globalmente por el mundo que le rodea.

Demos algunas pistas iniciales. Antes de la invasión de Iraq, gran parte de la prensa internacional descargó sus baterías denigrativas contra Sadam Husein, que nada había tenido que ver con el 11-S y que era poco propenso a apoyar un terrorismo de raíces islámicas. Un fenómeno similar se está produciendo con el actual presidente de Irán quien, aparte de sus extremismos verbales (algunos no menos irracionales que los proferidos por Bush), ve a menudo negativamente tergiversadas sus opiniones hasta en los medios más acreditados. El diario más leído en España afirmaba el jueves pasado que Ahmadineyad había alcanzado la cumbre del poder en Irán «como un elefante en una cacharrería», lo que revela la finura del análisis político de quien así se expresaba. Los presidentes – democráticamente elegidos – de Brasil, Venezuela y, ahora, Bolivia, suelen sufrir análogos ataques de la prensa «sensata», como los que también soportó Salvador Allende en sus menos de tres años en el poder. Después suele venir el bombardeo o las acciones encubiertas de la CIA.

Dos antiguos analistas de esta agencia escribían hace poco que «es más importante impedir una guerra de Israel y EEUU contra Irán que frenar la proliferación nuclear» («Counterpunch», 29-12-05). Sin embargo hay numerosos y sólidos indicios que respaldan la probabilidad de que en 2006 se repita – a mayor escala y con consecuencias mucho más nefastas – el ataque aéreo israelí de junio de 1981 que destruyó el reactor nuclear iraquí de Osirak, vendido por Francia a Sadam Husein. Algunas fuentes oficiales israelíes han señalado el final de marzo de 2006 como la fecha tope para atacar a Irán.

Los servicios secretos de Israel han confirmado que Irán carece de uranio enriquecido y no tiene posibilidad de fabricar armas nucleares en un futuro inmediato, contradiciendo a los exaltados grupos de presión proisraelíes de EEUU, que incitan a Bush a que exija en la ONU la imposición de sanciones a Irán o, como alternativa, apoye cualquier acción israelí de «guerra defensiva». Sin embargo, el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, el laureado El Baradei, ha declarado que «una solución militar sería totalmente infructuosa».

No son creíbles, por otra parte, las alegaciones del gobierno de Teherán de que solo intenta obtener energía nuclear con fines pacíficos. Lo mismo afirmaron en el pasado otros países que siguieron análogo camino, como India y Pakistán. Pero Irán se considera con el mismo derecho a disponer de esas armas que Israel o las grandes potencias occidentales, aparte de que procesar uranio enriquecido es práctica usual en los países que tienen reactores nucleares y prohibírselo a Irán sería una clara injerencia en su soberanía.

Los analistas de la CIA antes citados se oponen a cualquier ataque contra Irán «incluso si esto implica que Irán obtenga armas nucleares». Recuerdan que frente a los países dotados de esas armas la estrategia de la disuasión y la contención siempre ha funcionado con éxito – entre 1945 y 2003 – para impedir que las utilizaran. En todo caso, insisten, es una política más razonable y menos aventurera que la de iniciar una guerra preventiva de resultados imprevisibles, a tenor de lo ocurrido en Irak.

Tener que elegir entre la vieja disuasión nuclear – lo que implica reacelerar la carrera del rearme – y otra absurda guerra preventiva, ahora contra Irán, son dos opciones, a cual más lúgubre. Todo parece indicar, pues, que el conflicto que se está fraguando en torno a Irán es muy peligroso y dará que hablar el año que ahora comienza.


* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)