Introducción En un libro editado en 2010 (López Velasco, 2010) intentamos definir algunas características del llamado «socialismo del siglo XXI» (así Llamado por el Pte. Chávez desde 2005), así como se presentaban en tres países latinoamericanos cuyos gobiernos habían proclamado explícitamente que pretendían orientar su acción hacia el socialismo; nos referimos a Venezuela, Ecuador y […]
Introducción
En un libro editado en 2010 (López Velasco, 2010) intentamos definir algunas características del llamado «socialismo del siglo XXI» (así Llamado por el Pte. Chávez desde 2005), así como se presentaban en tres países latinoamericanos cuyos gobiernos habían proclamado explícitamente que pretendían orientar su acción hacia el socialismo; nos referimos a Venezuela, Ecuador y Bolivia, y las características que enumerábamos eran las siguientes:
a) la socialización de los medios de producción no se confundía con la estatización general de la economía, pues se reconocía, además de la propiedad estatal (que Chávez llamó la «propiedad social indirecta»), la propiedad social directa (que estaría en manos de cooperativas o comunas), y la propiedad privada (sin distingos entre la grande y la pequeña),
b) se reconocía el papel rector del Estado en la economía (contrariando el dogma neoliberal),
c) pero se proclamaba que el viejo Estado capitalista debía ser sustituido por uno nuevo (con carácter plurinacional, en Bolivia y Ecuador, para dar cabida a la expresión del gran componente indígena), el que, a su vez, debía transferir progresivamente sus potestades al Poder Popular de base (organizado en Venezuela en Consejos Comunales y Comunas, y en Bolivia y Ecuador en las milenarias comunidades indígenas), para priorizar la democracia participativa (y directa) por sobre la representativa,
d) en esa concepción se considera a la soberanía popular como intransferible, y se pregona que el poder constituyente mantiene su potestad siempre (por ejemplo a través de referendos aprobatorios de proyectos que afectan a toda una comunidad, y a través de referendos revocatorios de autoridades previamente electas),
e) se defendía el enfoque socioambiental, aunando la satisfacción de las necesidades de las personas a la preservación-regeneración de la salud de la naturaleza no humana (llegándose a definir a los seres humanos como hijos de la Pacha Mama),
f) se respetaba la pluralidad de los Partidos y de los medios de prensa (a pesar del uso golpista que la derecha le daba descaradamente a unos y otros en los tres países citados, apoyada por la oligarquía continental y el imperio yanqui-OTAN),
g) se pretendía desarrollar una educación problematizadora (inspirada de Simón Rodríguez y Paulo Freire), h) se proponía en el caso venezolano la organización de Milicias Populares (ya existentes en Cuba) que operarían con relativa autonomía como complementos de las Fuerzas Armadas regulares. En este texto abordaremos únicamente la primera de las características citadas, a saber, la dimensión económica en la opción socialista afirmada en los citados países, a los que le agregamos Cuba, examinando problemas y desafíos candentes de la actualidad.
En un libro de 2014 (Israel Semino y López Velasco, 2014, en adelante abreviado en ISyLV) comentamos los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en mayo de 2011, leyéndolos a la luz del pensamiento maduro del Che, expresado en su crítica al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS (Guevara, 2006). Hoy, a) Cuba sigue el proceso complejo de tratar de aplicar esos Lineamientos, en medio a voces revolucionarias cubanas que nos hablan de problemas, desafíos y amenazas, b) Venezuela enfrenta una durísima crisis económica y política (que se expresa en el desabastecimiento, colas y/o precios abusivos de bienes básicos, en especial de alimentos, al tiempo que en la elección del 6 de diciembre de 2015 la oposición conquistó la mayoría calificada en la Asamblea Nacional, desde donde trata de desmontar todo lo hecho tras la llegada de Chávez al gobierno), c) Ecuador no pudo concretar la enmienda de re-reelección de Rafael Correa, al tiempo en que voces de izquierda critican diversas facetas de su gestión gubernamental, y, d) en Bolivia, Evo Morales pierde en febrero de 2016 el referendo que habilitaría su (y la de su Vice) re-reelección en 2019, al tiempo en que desde sectores de izquierda se dejan oír voces con críticas similares a las oídas en Ecuador (y, en parte, en Venezuela).
En ese contexto nos proponemos en este trabajo hacer una breve valoración introductoria de la economía en esos cuatro procesos de (supuesta) marcha hacia el socialismo (priorizando la descripción y análisis de los fracasos, errores , y desafíos, por encima de los indiscutibles logros conseguidos en cada caso), como forma de intentar contribuir a que nos aclaremos a nosotros mismos y a los demás la noción que nos hacemos del socialismo, la manera en la que estamos supuestamente caminando hacia él, y los rumbos económicos que podemos/debemos tomar en el futuro (y no sólo en los cuatro países considerados).
Problemas y desafíos económicos actuales en Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia
El Che dijo que el comunismo era un fenómeno de conciencia (de la forja del Ser Humano Nuevo, liberado de las taras capitalistas) para despejar cualquier tentación economicista y consumista, pero le dedicó mucha atención al terreno económico, marcando posiciones tajantes y alertando sobre posibles desvíos mortales del rumbo socialista-comunista. Así el Che se opuso a la existencia del trabajo asalariado en beneficio de patrones privados, y llegó incluso a cuestionar a las cooperativas (ejemplificadas con los koljoses soviéticos) por cuanto vio en ellas la permanencia o emergencia de un conflicto de intereses de una pequeña comunidad con la gran comunidad nacional. De hecho el Che imaginó (en su Sistema Presupuestario de Financiamiento, ver IsyLV 2014) a toda Cuba como una única gran unidad productiva estatal sometida a planificación centralizada y destinada a satisfacer las necesidades del Hombre Nuevo, en la que: a) las personas podrían pasar de un ramo productivo a otro, en el marco de la escala salarial única (con raras excepciones),
b) la Ley del Valor podría ser circunstancialmente violada de forma planificada en el intercambio entre diversas células de aquella gran Unidad Productiva y en los precios fijados para ciertos artículos del consumo popular (desde que luego hubiese una adecuada compensación, para evitar un desbarajuste general de la economía),
c) los Bancos serían simples cajas de registro-compensación de los intercambios entre diversas células productivas,
d) los sindicatos deberían caminar hacia su extinción, en la medida en que representarían ecos de intereses parciales-corporativos, opuestos al interés de la gran comunidad nacional, e) la planificación centralizada tendría su expresión en cada célula productiva a través de un mando unipersonal, desechándose la participación directa de los trabajadores de cada célula en la gestión de la misma (en lo que interpretamos como una extensión de la disciplina guerrillera practicada por el Che al campo de la economía),
f) el estímulo moral (a través de reconocimientos y diplomas) siempre sería prioritario en relación al estímulo material (aceptado en su forma indirecta, por ejemplo a través de un aumento salarial resultante de una mayor calificación profesional),
g) serían descartadas (o por lo menos reducidas a su mínimo indispensable) las inversiones extranjeras (como forma de evitar cualquier pérdida de autonomía y de «pureza» en la construcción del socialismo, en especial cuando las citadas inversiones provienen de fuentes capitalistas).
Ahora bien, en el libro antes citado tratamos de mostrar cómo los actuales Lineamientos cubanos se oponen a muchas de las concepciones del Che, sin entablar con ellas ninguna discusión que esboce una teoría sistemática alternativa a la de Guevara. Así notamos, entre otras cuestiones, que:
a) «La planificación tendrá en cuenta el mercado, influyendo sobre el mismo y considerando sus características» (Lineamiento 1, en adelante abreviado en Lin. 1);
b) «El modelo de gestión reconoce y promueve, además de la empresa estatal socialista, que es la forma principal en la economía nacional, las modalidades de inversión extranjera previstas en la ley (empresas mixtas, contratos de asociación económica internacional, entre otras), las cooperativas, los agricultores pequeños, los usufructuarios, los arrendatarios, los trabajadores por cuenta propia y otras formas, todas las que, en conjunto, deben contribuir a elevar la eficiencia» (Lin. 2). [Por nuestra parte creemos que Cuba hizo durante medio siglo la experiencia de estatizar casi todos los medios urbanos de producción (incluyendo a los pequeños) y que la misma no se reveló la mejor manera de atender a las necesidades básicas del «buen vivir» (aclarando que una cosa es el «buen vivir» en la frugalidad ecomunitarista, que se elige libremente en aplicación de la primera norma fundamental de la ética, y otra, muy distinta, es la privación obligada impuesta por la escasez de productos y servicios de primera necesidad; López Velasco, 2010); de ahí que la vida parezca obligar a ceder los espacios de los medios de producción pequeños (en la ciudad y el campo) a actores no estatales, esperando así ver mejor cubierta la demanda social de productos y servicios básicos. Queda la pregunta por los riesgos que ello implica en una posible capitalización de la economía, como la que temió el Che al oponerse a las cooperativas koljosianas en la URSS. En otra escala se plantea la misma pregunta acerca de las cuantiosas inversiones capitalistas extranjeras (que el Che criticó duramente en su apreciación del Manual soviético, recordando que Lenin las había aceptado forzado por las circunstancias, como lo había hecho con la paz de Brest- Litovsk), que solas o en actividades mixtas con el Estado han ocupado y/u ocuparán sectores clave de la economía cubana, como sucede en el turismo. Así, por ejemplo el Lin. 96 dice: «Continuar propiciando la participación del capital extranjero como complemento del esfuerzo inversionista nacional, en aquellas actividades que sean del interés del país, en correspondencia con las proyecciones de desarrollo económico y social a corto, mediano y largo plazos»];
c) incorporan todas las categorías capitalistas criticadas por el Che, sin esbozar una discusión sobre su significado de permanencia o vuelta en/al capitalismo, o de construcción del socialismo y rumbo hacia el comunismo; así se lee: «Las empresas deciden y administran su capital de trabajo e inversiones hasta el límite previsto en el plan» (Lin. 16, planeando la duda sobre qué ha de entenderse por la categoría «capital de trabajo»); y también se lee: «Estructurar un sistema de tasas de interés más racional y fundamentado, así como potenciar el uso de los instrumentos de política monetaria para administrar desequilibrios coyunturales, a partir del fortalecimiento de las relaciones entre las instituciones del sistema bancario nacional» (Lin. 48); y para el sector agroindustrial: «Adoptar un nuevo modelo de gestión, a tenor con la mayor presencia de formas productivas no estatales, que deberá sustentarse en una utilización más efectiva de las relaciones monetario-mercantiles, delimitando las funciones estatales y las empresariales, a fin de promover una mayor autonomía de los productores, incrementar la eficiencia, así como posibilitar una gradual descentralización hacia los gobiernos locales» (Lin 178); d) insisten una y otra vez en la rentabilización de las empresas y sus intercambios, con la fijación de precios adecuados (imaginamos que a la luz de la ley del valor), al tiempo que orientan en el sentido de eliminar o disminuir subsidios y gratuidades en todas las áreas (para que sean ayudados por el colectivo únicamente aquellos que no tengan otra manera de garantizar sus medios de subsistencia); y de una forma no explicada, al parecer se pretende armonizar el Plan con la autonomía de gestión empresarial (que el Che hubiera bautizado como premonopolista);
e) dan importancia a la innovación tecnológica y sus aplicaciones, y legitiman la palanca del estímulo material directo (individual y/o colectivo); no vemos que en ningún momento los Lineamientos recojan la expresión «estímulo moral», ni discutan el por qué y el cómo usar uno y otro;
f) si el Che criticó el cierre de fábricas que llevaba a muchos yugoeslavos y polacos a emigrar hacia Europa Occidental, los Lineamientos exponen explícitamente a los trabajadores al desempleo, al dictaminar «Modificar la estructura del empleo, reducir las plantillas y ampliar el trabajo en el sector no estatal»; también se dice: «Las empresas estatales o cooperativas que muestren sostenidamente en sus balances financieros pérdidas, capital de trabajo insuficiente, que no puedan honrar con sus activos las obligaciones contraídas o que obtengan resultados negativos en auditorías financieras, serán sometidas a un proceso de liquidación o se podrán transformar en otras formas de gestión no estatal, cumpliendo con lo que se establezca al respecto» (Lin. 17). No recordamos haber visto en los Lineamientos ninguna mención al papel de los sindicatos, en momentos en los que se legaliza e incluso incentiva la contratación de mano de obra por empresarios privados. Notamos que los Lineamientos incluyen la participación de los trabajadores, aunque sólo la vinculan al mejoramiento tecnológico que aumenta la productividad (y a los cuidados ambientales), como lo hace el Lin. 139: «Definir nuevas vías para estimular la creatividad de los colectivos laborales de base y fortalecer su participación en la solución de los problemas tecnológicos de la producción y los servicios y la promoción de formas productivas ambientalmente sostenibles». Ahora bien, la pregunta que cabe aquí es si la democracia participativa socialista no debe incluir también la participación de los trabajadores en todas las facetas de la gestión de su unidad productiva.
En nuestro libro citado por último (IsyLV 2014, p. 85-92) presentábamos resumidamente la discusión económica interna en Cuba tal como la veía Camila Piñeiro al identificar tres tendencias a las que denominó estatista, economicista y autogestionaria; y asoció la primera a los identificados-beneficiados por la vieja economía estatista, no exenta de corrupción (cuyas ineficiencias están a la vista en los padecimientos de los cubanos para conseguir los alimentos y otros bienes básicos en la cantidad mínima necesaria), la segunda a aquellos que defienden «salidas» capitalistas, convencidos de beneficiarse con ellas, y, por último los (muy minoritarios en Cuba, según Piñeiro) partidarios de las cooperativas autogestionadas y de la democracia económico-política participativa defendida en el socialismo del siglo XXI.
Un compañero revolucionario uruguayo que visitó Cuba en 2015 notó que el tema recurrente de sus interlocutores (en especial en la familia cubana de su esposa) era la comida, en una clara señal de que las soluciones productivas orientadas por los Lineamientos y la vieja «Libreta» de racionamiento no son aún capaces de proveer esas necesidades con la merecida holgura placentera (que se encuadra en la frugalidad ecológica voluntaria, y no cede ante el consumismo capitalista).
Otro compañero cubano revolucionario informa que para desplazarse desde una ciudad distante unos 300 Km de La Habana hasta la capital, no puede contar con el imprevisible transporte público, y debe pagar el precio de un taxi privado (legal o ilegal, nunca se sabe) o depender de la conducción gratuita que milagrosamente pudiera ofrecerle algún coche oficial. Esos testimonios son compatibles con los análisis que (aún sin encarar el pasivo ambiental durante el período revolucionario) apuntan diversos cuellos de botella en la economía cubana y otros tantos desafíos en tiempos de la llamada «normalización de relaciones» con los EEUU y la Unión Europea. Así, recientemente Alfredo Pérez Carratalá (Pérez Carratalá 2016) notaba: «Al proceso de actualización le ha estado faltando un componente fundamental, la reforma de la empresa estatal socialista.
Hemos hablado sistemáticamente de que es el eslabón fundamental de la economía, pero para que pueda serlo hay que repensar el sistema de gestión de la empresa estatal y quitarle trabas administrativas y burocráticas que lo entorpecen. Esa reforma comienza ahora, a tres años de aprobación de los Lineamientos. Se ha retrasado mucho, es cierto que hay peligros, riesgos, pero hay que asumirlos. Porque más peligro y más riesgos tiene la acumulación de problemas sin solución y acumular tres o más años de escaso crecimiento económico». Y prosigue: «El proceso de implementación de los Lineamientos ha tenido logros y crecimiento en algunos sectores, pero todavía la solución está lejos. Asistimos a un decrecimiento de la industria manufacturera, con excepción de la biotecnología y la industria farmacéutica», habiendo anotado antes que «En el sector agropecuario se han hecho muchas cosas, pero faltan medidas decisivas para ver resultados.
Por ejemplo, la apertura de un mercado de insumos. Los mercados de distribución, como los tenemos diseñados hasta ahora, lejos de fomentar competencia y mayor producción, están haciendo todo lo contrario, y eso también es un problema importante». Y dice: «Eso nos está enviando señales claras de que, a pesar de los avances y de todas las medidas en curso, probablemente tengamos que pensar en medidas nuevas, adicionales, en otras direcciones, para desatar de veras los nudos que mantienen atadas las fuerzas productivas y que ha sido una de las claves del proceso, como ha dicho públicamente la dirección del país: liberar las fuerzas productivas», para agregar: «Cada una de las medidas que se han ido tomando mantiene aún la mentalidad centralista. La mitad de las cooperativas aprobadas no está funcionando todavía. ¿Por qué? Porque han tenido problemas en su mundo como lo tiene la empresa estatal. Entonces, no es un problema del tamaño ni de la forma de propiedad, es un problema de cómo está estructurado el sistema. En la agricultura se han tomado decenas de medidas y todavía no hay suficiente producción. Hay voluntad de cambio, pero a la hora de los hechos, las instituciones no ven al sector no estatal como un componente verdadero del desarrollo. Ya llevamos más de tres años y unos meses implementando los Lineamientos y al final de la cadena, el cliente, el trabajador, no ve resultados.
El cambio se mecanismos puede ser más o menos rápido, pero el de la mentalidad es lento y eso hay que considerarlo muy bien, porque aunque está bien definido que el sector estatal es el preponderante en la economía nacional, el sector no estatal resulta necesario para desatar las fuerzas productivas y no puede ser soslayado por prejuicios de algún que otro funcionario. En este aspecto hay que considerar la potenciación de las cooperativas agropecuarias y no agropecuarias, como forma superior de propiedad social colectiva». Como se ve, las sinceras palabras de Pérez Carratalá se chocan de frente con concepciones caras al Che, sin que, por otra parte, estén amparadas en una teoría sistemática alternativa de construcción económica del socialismo y del comunismo, a la esbozada por Guevara.
Ahora bien, nuestro autor nota: «Otro de los problemas serios de la sociedad cubana actual es el tema del control, los significativos casos de corrupción recientemente denunciados y juzgados por los tribunales, dan la medida de que las formas de control establecidas no son suficientes ni totalmente eficaces. La corrupción no es un mal del socialismo, es una secuela del capitalismo, donde si es un mal endémico, pero a los que construimos la nueva sociedad nos corresponde eliminar, por ello Che decía, con absoluta razón que ‘para poder construir una nueva sociedad, había que formar a un Hombre Nuevo’, esa es una tarea de mucho tiempo, que hay que enfrentar con inteligencia y sin descanso». Y propone: «Es imprescindible que se implementen medios de control más cercanos al pueblo, en una Sociedad Socialista el control de los recursos materiales debe ser fundamentalmente popular, porque esos recursos son del pueblo y… ¿Quién mejor para cuidarlos que su propio dueño? La estructura sociopolítica de nuestro país, tiene las más amplias posibilidades para implementarlo».
Y luego se pregunta «¿Cómo elevar los salarios si no se eleva la productividad?», para responder que «esta no solo depende de «trabajar más y mejor» como he oído decir a algunos ingenuos y algún que otro mal intencionado; para elevar la productividad hay que tener materias primas adecuadas y en momento oportuno, contar con tecnología avanzada, personal motivado salarialmente y sobre todo tener un mercado a donde llevar los productos y venderlos a precios beneficiosos, para con el dinero recibido poder reproducir las condiciones materiales y sociales para un nuevo incremento productivo. Para todo ello hay que tener liquidez financiera, acceso a los créditos, a las fuentes de materia prima y tecnología, y cualquiera medianamente inteligente se da cuenta que el Bloqueo impide todo eso».
Por su parte José Luis Rodríguez (Rodríguez 2015) hace un balance de lo ocurrido al año de iniciado el proceso de restablecimiento de relaciones con los EEUU, para constatar que, a pesar de ciertas mejoras, muy poco se había avanzado. Destaca que: «Realmente los efectos del proceso de acercamiento entre los dos países han sido mayormente indirectos, a partir del impacto que presumiblemente tendrá el levantamiento del bloqueo económico en el mercado cubano. Esto ha repercutido en el proceso de gradual normalización de los flujos financieros externos y en un acrecentado interés por comerciar e invertir en nuestro país por parte de sectores de negocios de diversos países, entre los que cabe destacar a México, España y Rusia»; y destaca el alcance de la condonación o renegociación de la deuda cubana con México, con Rusia (deuda de la época de la URSS), y con la UE; con la UE «alcanzó unos 11 100 millones de dólares, de los cuales se pagarán solo 2 600 millones en un período de 18 años… con un bajo interés y cuotas anuales que comenzaran por 40 millones el próximo año y se irán incrementando gradualmente»; y agrega el autor: «A partir de este desempeño, que llevó a que el pago del servicio de la deuda aumentara de 2,5 a 5% del PIB entre 2008 y 2015, se comienza a registrar un avance en el otorgamiento de nuevos créditos e inversión extranjera directa en el país», para registrar que el PIB cubano creció en 2015 un 4%. Como vemos, si el crecimiento del PIB anual en un 4% está muy bien en el concierto latinoamericano de 2015, y si un servicio de la deuda elevado a un 5% del PIB no es nada comparado con otros países latinoamericanos, llama la atención el hecho de que (contrariando al Che) una vez más un autor cubano consagra implícitamente el carácter benéfico de las «inversiones extranjeras» sin entrar en otros detalles; tampoco vemos una reflexión acerca del papel y monto que el endeudamiento externo pueda-deba tener (o no) en la construcción del socialismo (y, en caso positivo, aún restaría definir con quién y hasta cuánto convendría endeudarse); al mismo tiempo, en momentos en los que la propia ONU ha buscado otros parámetros (por ejemplo el de la Calidad de Vida) para medir el estado de una sociedad-país, a sabiendas de que en el conteo del PIB van incluidos todos los gastos con armamentos y otros de carácter destructivo (o para reparar devastaciones que deberían haber sido evitadas), nuestro compañero sigue refiriéndose al PIB, sin otras aclaraciones. Ahora, destaca Rodríguez como otra expresión del mencionado «impacto indirecto» el aumento del Turismo en la Isla, en un 18% respecto a 2014, «lo cual llevará a cerrar el 2015 con alrededor de 3,5 millones de visitantes, incluyendo un crecimiento superior al 50 % de norteamericanos, a pesar de que el turismo a Cuba continúa prohibido por las leyes del bloqueo en ese país». Aquí cabe preguntar cuál es el peso que Cuba le está dando al Turismo en su proyecto de socialismo, en términos globales y porcentuales en relación a otras actividades «productivas» (sabiendo que el turismo sólo lo es a medias en los conceptos de Marx), y en términos de la inevitable invasión de mentalidad-comportamiento capitalista que vendrá junto con él.
Venezuela, por su parte, inicia el 2016 inmersa en una profunda crisis económica (y política), sin duda vinculada (aunque no exclusivamente) al desplome de los precios de su petróleo, que en algo más de dos años cayó de 100 dólares el barril a menos de 25. Ya hemos dicho que uno de los efectos más visibles de dicha crisis es el desabastecimiento-colas-precios abusivos en productos básicos (en especial de alimentación, farmacia e higiene, sin mencionar los accesorios para el parque automóvil).
En esa situación el Pte. Maduro (tras perder abrumadoramente la elección legislativa del 6 de diciembre de 2015, que le dio mayoría calificada a la oposición en la Asamblea Nacional) declara la «Emergencia Económica», aumenta el precio de la gasolina (que sigue siendo la más barata del mundo) por primera vez en 20 años, y llama a superar el «rentismo petrolero», apalancando una «economía productiva», y a redoblar el combate contra la ineficiencia, la corrupción y el ‘bachaqueo’ (compra para reventa de productos a precio superior del regulado); en esa cruzada, como ya lo había hecho Chávez y él mismo en diversas ocasiones, tiende la mano a los «empresarios patriotas» que quieran producir por el bien del país. Cabe reflexionar sobre la categoría «empresario privado patriota», y su eventual encuadre en el socialismo ecomunitarista.
Ahora bien, Manuel Sutherland, en una perspectiva que se autodefine como marxista, venía apuntando hacía años determinados fallas y fragilidades de la economía venezolana que no rimarían para nada con un supuesto tránsito al socialismo (proclamado por el Pte. Chávez desde 2005). Al referirnos a los puntos de vista de este autor aclaramos que más de una vez hemos divergido fraternalmente de algunos de sus puntos de vista (por ejemplo, cuando se niega a aceptar la existencia en Venezuela de lo que el gobierno ha llamado la «guerra económica» desencadenada por la burguesía; por nuestra parte, y recordando al filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira que criticó el «sofisma de falsa oposición», creemos que nada impide en principio una combinación de dicha guerra y otros factores, inherentes a la lógica capitalista en general).
En un trabajo de febrero de 2016 (Sutherland1, 2016) intitulado «2016: La peor de las crisis económicas, causas, medidas y crónica de una ruina anunciada», Sutherland resume varias de las ideas que había explicitado en tiempos anteriores. Así empieza constatando «La situación económica del país es extremadamente grave.
La inflación más alta del mundo (140 %), déficit fiscal de dos dígitos (por quinto año consecutivo), caída del 75 % de los precios del petróleo, el riesgo país a la inversión internacional más alto del globo (JP EMBI+ 4145 puntos), la estrepitosa caída del PIB (-7,1% al tercer trimestre de 2015), la cantidad de reservas internacionales más baja del decenio y una tremebunda escasez de toda clase de bienes y servicios. A ello se le suma la fuga de capitales más elevada del planeta». Empezando su explicación, dice el autor: «La importación fraudulenta y realizada con un tipo de cambio extremadamente sobrevaluado, es una de las causas centrales de la caída en la oferta de bienes y servicios (escasez) y de su consecuente carestía (inflación). La cada vez más barata importación fue mutando en la desviación de divisas destinada a importar bienes y servicios, en aras de usar esas divisas para fugar capitales o para revenderlas en el mercado paralelo con ganancias que en la actualidad rozan el 15773 % (si un importador obtiene divisas a Bs. 6,3, y las vende al precio que marca la cotización del dólar en la frontera con Colombia: Bs. 1000»; N.B. desde entonces el gobierno devaluó considerablemente al Bolívar ante el dólar); y destaca un dato incompatible con un supuesto rumbo socialista: «podemos observar el crecimiento exponencial de lo que se ha pagado por concepto de importaciones de fármacos protagonizadas por grandes empresas transnacionales que ‘supuestamente’ importan insumos para elaborar medicamentos. Empresas «imperialistas» como PFIZER, MERCK y P&G, encabezan la lista de las máximas beneficiadas por la entrega de divisas preferenciales que realiza nuestro munificente gobierno. Dichas empresas han multiplicado por 10 el costo de su importación total pero disminuido en 87 % la cantidad de mercancías que traen -año 2014-. Dicho diferencial a todas luces inexplicable, forma parte de una ‘exportación de capital’ sin contraprestación, una salida de divisas pura». Para entender la inflación venezolana creemos capital la información aportada por Sutherland de que «TODOS los empresarios fijan sus precios de venta usando como referencia al dólar paralelo, que a febrero de 2016 se ubica 157 veces más arriba (Bs. 1000 por dólar) que el dólar oficial (Bs. 6,3 por dólar)». Abordando la fuga de capitales y contando con información internacional, el autor sostiene que, a pesar de control de cambio implementado en 2003, dicha fuga fue mayor en la década bolivariana que va del 2000 al 2010 que en los treinta años transcurridos entre 1970 y 2000; resumiendo y comparando, dice Sutherland: «En apenas diez (10) años (2000-2010) la fuga de capitales en Venezuela fue equivalente al 43% del PIB del año 2010. En ese período la fuga de capitales fue 42 veces más alta que en Colombia y diez (10) veces más alta (en términos del PIB) que la de Brasil». Por nuestra parte agregamos que, tras el control implantado en 2003 y las diversas medidas relativas a la atribución de divisas, tomadas a lo largo de los años de los gobiernos bolivarianos, nos parece difícil que alguien logre efectuar dicha fuga sin la complicidad (corrupta) de altas autoridades gubernamentales (en especial en el sector bancario-financiero).
El autor registra que entre 2003 y 2014 la totalidad de capitales que salían hacia el extranjero alcanzó los 295 mil millones de dólares (o sea, «más o menos el 70 % del PIB de un buen y reciente año petrolero o el equivalente a 20 veces la totalidad de nuestras Reservas Internacionales en la actualidad», al tiempo en que «observamos el extraordinario e injustificable crecimiento de la fortuna del sector privado en el extranjero. También acotamos su incremento de riqueza neto de más de 229 %)». Ahora bien, como medidas correctivas el autor avizora: «Fundamentalmente diríamos que: 1. No se puede subsidiar más el tipo de cambio a Bs. 6,3. 2. No se puede seguir regalando la gasolina que incluso se está importando. 3. No se puede sostener la extrema baratura (subsidio) de los servicios públicos y 4. No se puede seguir amarrando el precio de los alimentos y medicinas a un precio del dólar irreal y extremadamente sobrevaluado. El subsidio es insostenible y la regulación extrema amenaza con desaparecer los bienes que aún circulan»; y concluye: «Por todo lo anterior a Maduro se le presenta (a completa falta de voluntad y pericia para emprender medidas socialistas radicales) la ‘obligación’ de efectuar un draconiano paquete de ajuste macroeconómico mucho más grave y empobrecedor que el aplicado en 1989 que precedió al ‘Caracazo'». Hay que notar que después de ese escrito el gobierno aumentó la gasolina y devaluó el Bolívar; pero nos llama la atención el hecho de que Sutherland (a diferencia de otras manifestaciones anteriores en las que propuso medidas radicales como la estatización de la Banca y del Comercio Exterior, en el rumbo socialista), ya desengañado acerca de la capacidad de Maduro para tomar medidas de sesgo socialista, se limita aquí a proponer salidas que catalogaríamos como «burguesas ortodoxas» (que Piñeiro pondría en boca de los «economicistas» cubanos). Esta es otra constatación que nos obliga a repensar cómo imaginamos el socialismo y el manejo de la economía en el contexto de esa visión-búsqueda; y la pregunta es: ¿la teoría económica que seamos capaces de elaborar (por ejemplo, inspirados en el Che), no abre otras alternativas, para evitar la crisis o para salir de ella? En la situación descrita, Sutherland es lapidario en su evaluación de la izquierda venezolana: «La izquierda está imbuida en el odio a la intelectualidad que el lumpen político que se cree ‘sabio’ sólo por ser lumpen, le inculca. No avanza en investigaciones, estudios y ni trabajos formativos que permitan elevar su nivel de comprensión del complejísimo sistema capitalista. Por el contrario, se vanagloria de su ignorancia y desprecia a quienes intentan construir conocimiento obrero. Esta izquierda compra las sandeces y disparates relacionados con cualquier cosa que justifique y exculpe de sus responsabilidades al proceso bolivariano. Su ideal es defender al gobierno a toda costa, suprimiendo completamente su carácter crítico. La izquierda se hace furgón de cola de quienes vendieron ‘socialismo’ y hacen exactamente lo contrario. La dolorosa derrota que se gesta promete ser estructural y lacerante. Nadie parece estar preparado para luchar».
Desde ya señalamos que compartimos esa exigencia de seriedad, y hacemos una constatación en el área de la economía que se impone para reflexiones socialistas futuras: verificamos desabastecimiento de bienes básicos (y colas y mercado negro con precios abusivos), en especial de alimentos, en dos economías supuestamente orientadas hacia el socialismo que tienen bases muy diferentes; por un lado ello ocurre en la realidad cubana, casi sin recursos naturales de gran valor internacional (si exceptuamos el níquel), y que fue casi completamente estatizada desde 1960 (si exceptuamos la parcela del sector agrícola que permaneció en manos de pequeños propietarios, y hacia el fin del siglo XX, en especial tras la desaparición de la URSS, algunos grandes emprendimientos con inversión extranjera, en especial en el sector turístico); y también ocurre en la economía venezolana, apoyada en el petróleo (que le rinde al país el 95% de sus divisas), donde el Estado, además de ocuparse de la gestión y distribución de la renta petrolera se hizo con el control de algunas industrias consideradas estratégicas, pero dejó la mayor parte de la economía rural y urbana en manos privadas, de nacionales o multinacionales (en especial de las grandes empresas, por ejemplo de la Polar, que según el Ministro de Economía Productiva y Tierras, Castro Soteldo, controlaba a principios de 2016 nada menos que 8 de los 14 productos básicos consumidos por los venezolanos), incluyendo parte de la Banca. Esta constatación muestra una vez más la necesidad de una profunda y detallada reflexión que redefina cuál es nuestra noción del socialismo, y cómo debemos tratar de combinar, en su búsqueda, si aceptamos o rechazamos todas y cada una de las siguientes, la acción de las empresas estatales, mixtas (con inversión extranjera), cooperativas, comunitarias, comunales, privadas (grandes y/o pequeñas en combinación o en exclusión), sin olvidarnos del «cuentapropismo», para satisfacer las necesidades básicas de toda la población (en el contexto del ‘buen vivir’ con frugalidad ecológica voluntaria ecomunitarista).
¿»Capitalismo moderno», extractivismo, o socialismo con visión ecomunitarista?
Al analizar los logros y fracasos, problemas y desafíos del gobierno de Correa en Ecuador, François Houtart (Houtart 2015) aborda cuestiones clave para nuestra discusión acerca de nuestra visión del socialismo ecomunitarista y de los caminos económicos para intentar realizarla (en todo lo que sea posible, ya que el ecomunitarismo es una idea guía, que, como toda utopía, marca el rumbo para caminar, sin ser nunca definitivamente alcanzable). Después de destacar los logros sociales obtenidos por el gobierno de Correa, gracias al uso de los recursos obtenidos del petróleo cotizado con alto precio, Houtart registra (ya con el precio del petróleo ecuatoriano en picada vertiginosa, que alcanzará a fines de 2015 los 25 dólares por barril, o sea, según Correa, poco más que su precio de producción en Ecuador): «Sin embargo, a poco más de dos años del segundo mandato del presidente Rafael Correa [N.B. en 2015], protestas se generalizaron en el país, no solamente en las varias ramas de la derecha, sino también en los sectores populares.
Muchos elementos intervienen para explicar tal situación. Entre ellos un factor central: el agotamiento de un modelo de modernización de la sociedad que ha tenido logros sociales importantes y ha permitido inversiones públicas numerosas, pero que no transformó el modo de acumulación y sus contradicciones fundamentales: grave destrucción ambiental; proletarización de los campesinos; desintegración de la culturas indígenas; urbanización poco controlada.» Y aquí llegamos al meollo fundamental de la cuestión que nos ocupa en este artículo, pues Houtart aclara: «Se trata, como expresa el presidente Rafael Correa, de un ‘capitalismo moderno’ basado en una nueva matriz productiva que posibilite acelerar las exportaciones de productos fósiles (petróleo, minas) y agrícolas (banano, azúcar, palma, brócoli, agro-combustibles por medio de monocultivos); disminuir las importaciones; asegurar la soberanía energética; remplazar el petróleo que está llegando a su pico por la extracción minera y el agro-negocio». Si digo que llegamos a la cuestión clave es porque cuando se invoca cualquier tipo de capitalismo (aunque sea ‘moderno’), obviamente no estamos hablando de socialismo. Al mismo tiempo cabe cuestionar un modelo (incluso capitalista) que se centre en la exportación de combustibles fósiles y/o minerales, explotando a la Tierra como si fuera un reservorio sin límites de recursos y un depósito sin límites de contaminantes y agresiones devastadoras. Ya en una discusión de intención socialista cabe pensar con más detalle de qué «riquezas materiales» se habla (incluso cuando se las quiere destinar al pueblo), pues en ese terreno el modelo consumista-derrochador-envenenador de la salud humana y no humana de los EEUU se ha mostrado imbatible (a pesar, en diversos sentidos, de ese ‘a pesar’, de contar en 2016 con unos 40 millones de pobres); la visión socialista-comunista del Che y los actuales conocimientos ecológico-ambientales aconsejan apartarse de ese modelo suicida (para por lo menos parte de la especie humana y del planeta), para pensar en un socialismo que adopte la precaución y frugalidad ecológica voluntaria, con sentido ecomunitarista, una vez satisfechas las necesidades básicas amparadas por las tres normas éticas fundamentales, y que garanticen las bases de un desarrollo universal y lo más sano posible de los individuos. (Recordemos que esas tres normas nos exigen, respectivamente, luchar para realizar nuestra libertad individual de decisión, realizarla mediante consensos, posibles en una comunidad sin clases, y preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana; cfr. López Velasco, 2010)
Ahora, mostrando otra de las trampas de ese ‘capitalismo moderno’ Houtart registra: «Poco a poco se constituyó una derecha ‘moderna’, que está tanto dentro de la oposición como dentro del gobierno; se aumentó la recaudación fiscal por medio del IVA y la creación de nuevos impuestos, pero todavía moderada para los más ricos y sin tocar ciertos intereses extranjeros y se recuperó mayor participación de las ganancias de las empresas extractivas para financiar los programas sociales.
En la agricultura, el Gobierno apoyó los monocultivos de exportación de alta productividad, pero también destructores del ambiente y del tejido social rural, pero descuidó la agricultura familiar campesina e indígena, a pesar de que produce más del 60 % de la alimentación del país y garantiza su soberanía alimentaria»; y agrega: «Por otra parte, ciertos grupos sociales (médicos, trabajadores del petróleo, jubilados, universitarios) han defendido intereses corporativos frente a reformas necesarias, pero a menudo impuestas desde arriba, por deseo de eficacia, muchas veces sin real diálogo y en varios casos de manera arbitraria, obligando a dar pasos atrás para rectificar errores.
En el caso de las leyes sobre la herencia y la especulación, el malentendido fue tan profundo, que la derecha logró provocar en una buena parte de la clase media baja y aún de campesinos e indígenas, una reacción de rechazo contra medidas destinadas a repartir mejor la riqueza». Y luego Houtart vuelve otra vez al meollo de la cuestión que aquí nos ocupa, al constatar: «El proyecto, que identifica modernización de la sociedad con el ‘buen vivir’, ha generado progresivamente un malestar generalizado a pesar de sus logros indiscutibles. Por una parte, grupos políticos que habían hecho una alianza con el Gobierno de Alianza País, perdieron su cuota de poder y se separaron.
Por otra parte, movimientos sociales que defienden la naturaleza; los derechos obreros afectados por la nueva matriz productiva; la posibilidad de organizar sindicatos en el sector público; la plurinacionalidad; los territorios y la identidad en tanto que pueblos de los indígenas, fueron considerados como obstáculos al proyecto modernizador». Detallando la situación de los indígeneas, y tras recordar que la nueva Constitución proclamada durante el gobierno de Correa había asumido para el Estado ecuatoriano el rango de Estado plurinacional (como lo hace también la nueva Constitución boliviana), asegurando a las comunidades indígenas muchos nuevos derechos que parten de su ancestral tradición comunitaria de autogobierno, Houtart registra: «Poco a poco vino la decepción frente a la no aplicación de la Constitución en materia de territorios, de conducción de la educación bilingüe; la ausencia de reforma agraria; las nuevas leyes y códigos que favorecen los monocultivos; la desposesión del control comunitario del agua en general y de la de los páramos en particular, sin hablar del desprecio, los insultos, y la deslegitimación sistemáticos de parte del poder. En las políticas sociales se consideraron a los indígenas como pobres, como campesinos, o ciudadanos, pero no como comunidades, pueblos, nacionalidades».
Y aquí tocamos otro punto clave de la cuestión que nos ocupa, pues hoy parece evidente que en los países de A. Latina con gran población indígena (aunque sea en determinadas regiones de cada Estado nacional) el socialismo, también en la economía, es impensable (con sentido ecomunitarista e intercultural) sin la construcción de verdaderos Estados plurinacionales (que durarán mientras el Estado sea necesario-inevitable, para extinguirse después). Ahora, mostrando las dificultades y contradicciones reales que se van presentando en el camino, Houtart constata: «Por otra parte, un buen número de indígenas entraron en el sistema y se va conformando también una ‘burguesía’ indígena, con reacciones similares a las de la nueva clase media en ascenso», recordando que algunos dirigentes indígenas se han unido a la derecha oligárquica en su oposición a Correa. No obstante, Houtart recuerda que una expresión clara del choque del gobierno con sectores indígenas y de la joven izquierda ecologista lo constituyó el caso de la reserva petrolera de Yasuní, que Correa primero propuso a los grandes países capitalistas mantener inexplorada a cambio de una compensación financiera (como retribución de esa acción preservadora que beneficia a la Humanidad entera), y luego, ante la ausencia del financiamiento solicitado, decidió comenzar a explorar. Volviendo otra vez al meollo de la cuestión que aquí nos ocupa, Houtart dice: «Evidentemente la alternativa no consiste en crear ‘reservas’ a las que Álvaro García Linera, vice-presidente de Bolivia, les llama ‘jardines zoológicos’, sino de reconocer los derechos históricos de los pueblos que fueron desposeídos de sus territorios y de sus culturas al inicio por un capitalismo mercantil y colonial triunfante y más tarde por la integración en un capitalismo globalizado.
La alternativa en este caso consiste en reparar la injusticia histórica para permitir a los pueblos indígenas vivir el Sumak Kawsay y mantener sus identidades con las bases materiales suficientes. Apoyar la agricultura indígena; la educación bilingüe; la justicia autóctona; las organizaciones indígenas urbanas; definir los territorios, son algunas de las medidas que podrían contribuir a una transformación que mira al futuro». Y generalizando el desafío en la cuestión central que aquí nos ocupa, dice Houtart: «Evidentemente, no se trata de proponer un retorno al pasado, sino de redefinir una nueva modernidad, implicando un cambio de paradigma, con aplicaciones concretas y procesos de transiciones, para responder a las necesidades de la humanidad y del planeta, en el caso, aplicadas a la situación del Ecuador, lo que se puede llamar el Bien Común de la Humanidad o también el ‘Buen Vivir'». Más adelante veremos cómo conceptualiza brevemente Pablo Solón al «buen vivir».
Luego, ocupándose de la coyuntura de las protestas, Houtart sugiere soluciones conciliatorias, que, ante las contradicciones antes analizadas, vemos de casi imposible implementación exitosa (si es que se las considera positivas en perspectiva socialista-ecomunitarista); dice Houtart: «Cuando se reflexiona en función del futuro, parece claramente que el primer paso es evitar que continúe la violencia, que puede desembocar en pérdidas de vidas y profundizar una polarización. El momento amerita eventualmente una mediación del exterior. Un segundo paso sería construir espacios de diálogo basados en una lectura realista de la situación, en el que, por una parte, se descarte las maniobras de la derecha por parte de las organizaciones indígenas y sindicales y, por otra que el Gobierno reconozca la legitimidad de las protestas».
A su vez, reflexionando sobre Bolivia, Pablo Solón (Solón 2016) muestra coincidencias con algunas de las observaciones de Houtart acerca de Ecuador. El punto de partida de Solón (quien fue Embajador de Bolivia ante la ONU durante un período de los gobiernos de Evo Morales) es la pregunta de por qué en febrero de 2016 se embretó el proceso de cambio en un referendo fracasado que se destinaba a garantizar la posibilidad de que el actual Presidente y su Vice se postulasen a una nueva reelección en 2019. Ese asunto lo dejamos para otro texto futuro, ya que aquí nos ocupamos de la dimensión económico-ambiental.
Respecto a esta área dice Solón: «Así, poco a poco, las banderas de la revolución agraria fueron vaciadas de contenido. La gran mayoría de terratenientes de antes del 2006 no fueron afectados. Se enfatizó el saneamiento y la titulación de tierras que favoreció mayoritariamente a indígenas y campesinos pero no se procedió a desmantelar el poder de los latifundistas.
En este contexto se produjo una alianza con el sector más importante de los agro-empresarios: los exportadores de soya transgénica a los que se les permitió continuar e incrementar la producción de transgénicos. La soya transgénica que en el 2005 representaba sólo el 21% de la producción de soya en Bolivia alcanzó el 92% en el 2012. Se postergó la verificación del cumplimiento de la función económica social de las grandes propiedades que hubiera llevado a su expropiación y reversión, se perdonaron los desmontes ilegales de bosques y se llamó a ampliar la deforestación para beneficio fundamental de los agroexportadores». Aquí, como en el caso de Venezuela y Ecuador, la pregunta que cabe es, ¿puede pensarse en socialismo cuando gran parte de las tierras permanece en manos de terratenientes privados? Y la otra pregunta derivada de una intención socialista con perspectiva ecomunitarista es si cabe promover cualquier mega-mono-cultivo (por razones de salud ecosistémica), y más aún con el uso masivo de los agrotóxicos (nocivos para la naturaleza humana y no humana, al envenenar a seres vivos, tierras y aguas) que conllevan los productos transgénicos (cuestionables ya de por sí, en base a argumentos de precaución ante sus posibles consecuencias negativas para la salud de la naturaleza humana, de algunos animales no humanos, y de la flora). Al mismo tiempo constata Solón: «La burguesía financiera que desde un principio fue tratada con guante blanco para evitar el riesgo de una corrida bancaria, como en los tiempos de la UDP, fue una de las más beneficiadas. Las utilidades del sector financiero en Bolivia pasaron de 43 millones de dólares en el 2005 a 283 millones de dólares en el 2014. Algo similar paso con la minería privada transnacional, que pese a algunas nacionalizaciones, mantuvo a lo largo de los últimos diez años una participación del 70% en las exportaciones».
Así como podría hacerse en relación a Venezuela o a Ecuador, la pregunta que cabe es cómo rima esa fuerza de la burguesía financiera con cualquier proyecto socialista. Y, además del componente-efecto ambiental, lo mismo cabría preguntar en relación a la fuerza de los capitalistas de la minería privada. Tras reconocer la ingente cantidad de dinero obtenida con la exportación de hidrocarburos, y que se destinó a loables fines sociales y algunas inversiones productivas, Solón dice: «En términos estrictos no podemos decir que hubo una nacionalización ya que hoy día dos empresas trasnacionales (PETROBRAS y REPSOL) manejan el 75% de la producción de gas natural en Bolivia. Lo que si hubo fue una renegociación de contratos que hizo que los beneficios de las empresas transnacionales por costos recuperables y ganancias bajaran de 43% en el 2005 a sólo 22% en el 2013. Es innegable que las transnacionales del petróleo siguen en Bolivia y ganan el triple de lo que ganaban hace diez años, pero el otro lado de la medalla es que el Estado tiene ocho veces más ingresos pasando de 673 millones en el 2005 a 5.459 millones de dólares en el 2013». En función de nuestro actual foco la pregunta que cabe aquí tiene que ver con el papel que es (o no) conveniente asignar, en perspectiva socialista (y ecomunitarista) a grandes multinacionales en la explotación de los recursos naturales nacionales. Y coincidiendo de lleno con ese foco, se pregunta Solón: «¿a dónde nos está llevando este modelo? ¿al Vivir Bien? ¿al socialismo comunitario? O por el contrario ¿hemos caído en la adicción al extractivismo y el rentismo de una economía capitalista básicamente exportadora?»; y reflexiona: «La idea original era nacionalizar los hidrocarburos para redistribuir la riqueza y salir del extractivismo de materias primas avanzando en la diversificación de la economía. Hoy, diez años después, a pesar de algunos proyectos de diversificación económica, no hemos superado esa tendencia y por el contrario somos más dependientes de las exportaciones de materias primas (gas, minerales y soya). ¿Por qué nos hemos quedado a medio camino y nos hemos vuelto casi adictos al extractivismo y a las exportaciones?». Su respuesta a esa pregunta apunta a intereses electoralistas para mantener en el poder a los actuales dirigentes. Sumado a todo lo dicho Solón da cuenta de la permanencia o extensión de la corrupción en esferas dirigentes, y enfocando otro punto clave para la cuestión que aquí nos ocupa, registra, de modo muy similar al empleado por Houtart respecto al Ecuador: «El problema del proceso de cambio es más profundo de lo que parece. No se trata solamente de graves desaciertos de individuos o de escándalos de corrupción de telenovela, sino de que ahora hay una emergente burguesía y clase media popular, chola, aymara y quechua que lo que busca es continuar con su proceso de acumulación económica. Para reconducir el proceso de cambio es necesario revigorizar antiguas y crear nuevas organizaciones sociales».
Y agrega: «Avanzar hacia una Bolivia agroecológica hubiera sido un camino mucho más acorde con el Vivir Bien y el cuidado de la Madre Tierra, pero ello no hubiera garantizado en lo inmediato cuantiosos ingresos económicos y hubiera significado una confrontación con la gran agroindustria soyera transgénica. Autocríticamente debemos decir que la visión de sustitución de importaciones que teníamos hace más de diez años no es factible en la escala en que nos imaginábamos por la competencia de mercancías internacionales mucho más baratas y por el tamaño reducido de nuestro mercado interno. Esto es aún mucho más difícil cuando no se establece una política de cierto monopolio del comercio exterior y de control del contrabando. Medidas acertadas como frenar los acuerdos de libre comercio de Bolivia, revertir el TLC con México y salirse del CIADI, no fueron acompañadas de medidas de control efectivo del comercio exterior». En estas últimas palabras oímos el eco de lo acontecido en Venezuela. Dando un ejemplo de la otra Bolivia posible, afirma Solón: «Bolivia puede ir dejando paulatinamente el extractivismo para colocarse a la vanguardia de una verdadera revolución energética solar comunitaria. Si Bolivia se lo propone con una inversión de 1.000 millones de dólares podría generar 500 MW de energía solar que representa casi un tercio de la demanda nacional actual. La transformación puede ser mucho más profunda si tomamos en cuenta que el gobierno anuncia una inversión total de 47.000 millones de dólares hasta el 2020. Pero además, Bolivia podría apuntalar una energía solar comunitaria, municipal y familiar que convierta al consumidor de electricidad en productor de energía. En vez de subsidiar el diésel para los agroindustriales se podría invertir ese dinero para que los bolivianos de menores ingresos generen energía solar en sus tejados. De esta forma se democratizaría y descentralizaría la generación de energía eléctrica.
El Vivir Bien empezará a ser una realidad cuando se empodere económicamente a la sociedad (como productores y no sólo como consumidores y receptores de bonos de ayuda social) y se promuevan actividades para recuperar el equilibrio perdido con la naturaleza». Y poniendo otra vez el dedo en el foco del tema que aquí tratamos dice Solón: «La verdadera alternativa a la privatización no es la estatización sino la socialización de los medios de producción. Muchas veces las empresas estatales se comportan como empresas privadas cuando no existe la efectiva participación y control social. Apostar a la generación de energía solar comunitaria, municipal y familiar contribuiría a empoderar a la sociedad antes que al Estado y ayudaría a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático.
El tema de la energía solar comunitaria y familiar es sólo una pequeña muestra para que pensemos fuera de los patrones tradicionales del ‘desarrollo’. Así mismo debemos recuperar la propuesta de una Bolivia agroecológica y agroforestal porque la verdadera riqueza de las naciones de aquí a unas décadas no estará en el extractivismo destructivo de materias primas sino en la preservación de su biodiversidad, en la producción de productos ecológicos y en la convivencia con la naturaleza, algo en lo cuál tenemos un gran legado por los pueblos indígenas».
Exponiendo la distancia existente entre el discurso y la acción del gobierno de Evo Morales, Solón había dicho: «El Vivir Bien y los derechos de la Madre Tierra cobraron notoriedad a nivel internacional pero a nivel nacional se fueron devaluando cada vez más porque sólo se limitaban a ser un discurso que no se ponía en práctica. El TIPNIS fue la gota que rebalso el vaso y mostró esa incongruencia entre el decir y el hacer». Y entrando en las formas posibles de nueva acción política condicentes con el gran objetivo trazado, comenta Solón: » En vez de promover referéndums sobre la reelección de dos personas deberíamos promover referéndums sobre los transgénicos, la energía nuclear, las mega represas hidráulicas, la deforestación, la inversión pública y tantos otros temas que son cruciales para el proceso de cambio. Solo es posible reconducir el proceso de cambio con un mayor ejercicio de la democracia real». Finalmente, concluye con las siguientes propuestas: «La reconducción del proceso de cambio pasa por: a) discutir crítica y propositivamente los problemas de desarrollismo tardío capitalista inviable que subyace en la agenda patriótica para el 2025, b) evaluar, explicitar y asumir acciones dentro y fuera del Estado para hacer frente a los problemas y peligros que genera la lógica del poder (autoritarismo, clientelismo, continuismo, nuevos ricos, alianza pragmáticas espurias, corrupción, etc.) c) superar la contradicción entre el decir y el hacer, y hacer realidad la aplicación de los derechos de la Madre Tierra y la ejecución de proyectos que realmente contribuyan a la armonía con la naturaleza, y d) ser autocríticos con uno mismo y con las propias organizaciones y movimientos sociales que en algunos casos reproducen dañinas prácticas caudillistas y prebendalistas».
Algunas breves preguntas finales
Como no tengo las capacidades técnicas para proponer rumbos y medidas económicas de sesgo socialista detalladamente, me limitaré a reiterar-plantear, desde la perspectiva ecomunitarista, algunas preguntas relativas a esa área, que me gustaría ver respondidas mediante una reflexión dialogada-continuada entablada por todos los revolucionarios latinoamericanos (en especial los de los cuatro países considerados aquí) interesados en esa temática (y, en especial, los versados en economía).
1. ¿Debe hoy el socialismo edificarse en base al «buen vivir» que integre a la frugalidad ecológica voluntaria con horizonte ecomunitarista?
2. Al constatar que hay carencias en la satisfacción de las necesidades básicas (compatibles con la frugalidad ecológica voluntaria) de gran parte de la población tanto en una economía casi totalmente estatizada durante más de medio siglo (la cubana), como en una economía muy abierta a la participación de empresas privadas (nacionales y multinacionales), como lo es la venezolana, ¿cuál teoría de construcción del socialismo puede-debe combinar (si acepta todas y/o algunas de las mismas), las siguientes formas empresariales: estatal, mixta (con capital autóctono y/o extranjero), cooperativa, comunitaria, comunal, privada (grande y/o pequeña, ‘nacional’ y/o extranjera), y el cuentapropismo?
3. ¿Puede el socialismo construirse con la permanencia de vastos latifundios privados? ¿Y cabe en el socialismo el cultivo de mega-monocultivos y/o el uso masivo de agrotóxicos y/o transgénicos en la alimentación?
4. ¿Puede el socialismo incluir un sector bancario-financiero privado (‘nacional’ y/o extranjero)?
5. ¿Puede el socialismo construirse sin el monopolio (o por lo menos el absoluto control) del Comercio Exterior por parte del Estado y del Poder Popular?
6. ¿Puede edificarse una economía socialista sin un severo control del cambio?
7. ¿Puede el socialismo construirse con endeudamiento externo?; y, en caso positivo, ¿respecto de quién y hasta qué monto/proporción?
8. ¿Puede el socialismo edificarse con un aporte sustancial de inversiones extranjeras? y, en caso positivo, ¿venidas de dónde, en qué sectores y hasta cuáles montos/proporciones?
9. ¿Cuál es el papel (y eventuales límites) del turismo abierto a visitantes oriundos de países capitalistas, en la economía socialista?
10. ¿Puede el socialismo edificarse en base a una economía rentista de extracción, que degrada la salud de la naturaleza humana y no humana?
11. ¿Puede el socialismo edificarse sin la participación de los productores libremente asociados, o en empresas de distinto carácter, en todas las facetas de la planificación y la gestión económica? ¿Debe haber en el socialismo una libre midiacomunitaria, pública y vía internet?
12. ¿En el contexto de la democracia participativa y protagónica, pueden-deben los grandes rasgos (grandes objetivos, tipos de producción y bienes, metas, plazos, cantidades…) de la economía socialista estar sometidos a votación popular (por ejemplo en referendos locales y/o nacionales, presenciales o vía internet, luego de un amplio debate público)?
13. ¿Cuál es el papel que deben jugar los sindicatos en el socialismo (en especial, si se admite la existencia de empresas privadas)?
14. ¿Cuál es en el socialismo el papel de las comunidades organizadas, de los movimientos sociales (incluyendo a las comunidades originarias, a los negros, a las mujeres, los homosexuales, y a otras «minorías»), de las instituciones universitarias, y de las organizaciones ambientalistas en la planificación y en la gestión económica local y nacional?
15. ¿Puede el socialismo edificarse con «las armas melladas del capitalismo», o sea de todas las categorías capitalistas que el Che criticó en el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, y que incluyen, entre otras, la aplicación irrestricta de la «Ley del valor», la propia noción-relación de «capital», el «dinero», la competencia entre empresas y la búsqueda de la ganancia en cada una de ellas, a la par del manejo del salario como estímulo material individualista-empresarial?; y en caso positivo, ¿cómo, hasta qué punto, hasta cuánto y hasta cuándo?
16. ¿Puede hoy edificarse el socialismo en base a una economía cimentada en los combustibles fósiles, o cabe apostar decididamente a las energías limpias y renovables (como la solar y la eólica, que ya son económicamente rentables, incluso en moldes capitalistas actuales)?
17. ¿Puede el socialismo desarrollarse en A. Latina sin crear una tecnología propia (a la altura de la modesta frugalidad ecológica voluntaria construida conscientemente), que nos haga independientes de las tecnologías alienantes oriundas de los grandes centros capitalistas? Y, en caso de que se considere indispensable a esa tecnología propia, ¿cuál es el papel de las comunidades ancestrales, de los centros educativos y científicos, y de las empresas socialistas o cooperativas en la elaboración de esa tecnología?
18. ¿Puede en A. Latina (y en especial en los países de gran población indígena y/o negra) edificarse hoy el socialismo en el área económica sin integrar y expandir a toda la sociedad los usos comunitario-ambientales ejemplares que se encuentran en las comunidades seculares de indígenas y/o negros? (Lo que no significa idealizar a dichas comunidades, pues también las atraviesa como a toda la sociedad la perversión capitalista, y en algunas facetas, otras perversiones de raíz precapitalista, como el machismo). Y, dándoles al mismo tiempo a esas comunidades la oportunidad para que elijan cuáles usos de la «sociedad blanca» consideran positivo incorporar ¿cómo integrar democráticamente los usos ancestrales de esas comunidades en una planificación económica-socioambiental-educativa que necesariamente deberá alcanzar la dimensión nacional?
19. ¿Cómo combinar concreta y democráticamente el Plan nacional con la descentralización que llega hasta el nivel de la comunidad local?
20. ¿Puede el socialismo edificarse en países separados de A. Latina, o se necesita su efectiva mancomunión económica (y general) tendiente a la unificación, para que esa construcción sea posible? En caso de respuesta positiva a la segunda alternativa, ¿cómo seguir avanzando hoy en esa dirección, y qué papel le cabe en esa unificación al SUCRE, el Banco del Sur, a los pueblos originarios (que siempre vivieron superando las fronteras estatales actuales), los trabajadores, los sindicatos, los movimientos sociales, las organizaciones ambientalistas, los medios de comunicación (en especial, los públicos y los comunitarios), las gentes de la cultura y las artes, y los centros educativos y/o deportivos?
Bibliografía
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Sirio López Velasco es miembro de la Universidade Federal do Río Grande de Brasil.