Recomiendo:
0

Pronto: ¡Llamar al embajador en Caracas… y que no se calle!

Fuentes: Rebelión

Bueno, ya lo ven: los disgustos domésticos le pueden poner más quemado todavía, hasta llegar a ‘colocar en peligro’ los ‘intereses’ nacionales. Me acabo de enterar de que Unión Fenosa, Endesa, Santander, BBV y demás transnacionales celtibéricas ‘son’ España: No tengo a mano el dato de si dieron o no limosnita para la compra de […]

Bueno, ya lo ven: los disgustos domésticos le pueden poner más quemado todavía, hasta llegar a ‘colocar en peligro’ los ‘intereses’ nacionales.

Me acabo de enterar de que Unión Fenosa, Endesa, Santander, BBV y demás transnacionales celtibéricas ‘son’ España: No tengo a mano el dato de si dieron o no limosnita para la compra de aquel barquito regalado que cruza el mar Mediterráneo llevando a una familia amplia y feliz ¡Toma ya, ética!

Si no fuera todo tan cuasi-ridículo, tan neo-con, sería de risa, de opereta cortesana.

De momento, los cortesanos vocacionales están manifestándose en la prensa única. Aquí, ‘El País’, dirigido por un químico, es el primero, algunos de ellos quitándose las caretas de progres… De progres a tiempo parcial. Progres dentro de casa y derechona fuera, cuando miran a los movimientos latinoamericanos democráticos. Esos indios y mestizos que ya están tan hartos del norte (no esos pseudos-progres, sino los compas de allá) y hastiados de la prepotencia de los realistas de siempre, vivos en Venezuela, por poner un ejemplo, desde los tiempos de la liberación latinoamericana, cuando optaban por los reyetes y por sus cuentas corrientes y no por los suyos.

Son los llamaban también ‘godos’, siempre celosos guardianes de los valores patrios, fidelísimos a la metrópolis. La Academia, en su cuarta acepción, dice que es un término despectivo en Argentina, Colombia, Chile y Uruguay: ¿desconoce la Academia que ya no da brillo al idioma cervantino la relación de países hermanos de por allá? Dice de estos personajes que no abrazaron la independencia -eran tan ‘patriotas’, tan celosos de sus negocios– que eran «los españoles durante la guerra de la Independencia», pero no matiza qué españoles, que no todos fueron tildados de godos. Como hoy, así de simple.

A lo que iba, que sí, que llamen y pronto al embajador de España en Caracas… pero no al embajador de 2007, sino a aquel individuo que en nombre del presidente de las Azores, en nombre de España, se presentó en Miraflores para aplaudir y apoyar el golpe de estado de la patronal venezolana. O que fue sin permiso del asesor de tantos yanquis… porque igual no se enteró el presidente Josemaría: ya saben que a veces los presidentes no conocen lo que pasa. Por ejemplo, Zapatero y los vuelos de las cárceles aéreas de la CIA sobre suelo español. Por ejemplo. A veces a los presidentes les pasa lo mismo: es que son tan iguales…

Que lo llamen, porque de ninguna manera se puede quedar a oscuras ese episodio de la manipulación política oficial española en países de América Latina, sea Venezuela, sea Nicaragua, como también ha denunciado Ortega. Casualmente, sólo donde pueden ganar la izquierda. Aunque sea para saber con certeza que no fue, que todo es un montaje de los enemigos de la patria, que están por todos lados, buscando dinero, por ejemplo, para comprarle una entrada de cine al juez Garzón, para que vaya a ver la película «Trece rosas», y no tenga que buscar material de trabajo mediático fuera de las fronteras patrias. Por ejemplo.

Preguntar es importante. Es como preguntarle a Trinidad Jiménez, también lidereza de los neo-monárquicos ex socialistas, a qué llegó a Lima (Perú) en vísperas de las últimas elecciones, para apoyar a Alan García, el mismo presidente que había huido años antes y se había alojado en un rico palacete en París. En París, sí, lo mismo que hacen los emigrantes peruanos cuando salen de su tierra. Como todo el mundo sabe.

Que lo llamen y le pregunten si la banda presidencial que se impuso Carmona con una etiqueta de un sastre de Madrid la encargó, la pagó, la medió la embajada, si fue ese embajador el portador de la banda o qué conoce del asunto. Igual no sabe nada y todo son infundios. Ya sabemos que su partido es sumamente democrático y que España está asediada por el enemigo..

Que cuando lo hayan llamado y se haya presentado en la imprescindible comisión que se debería formar en un congreso de diputados demócratas (¿a tiempo parcial también?), que informe de quiénes sabían de su saltito al palacio de Miraflores, para despejar dudas, para saber si el ‘nivel de mando’ se quedaba en el amigo de Bush… o en cuál o cuáles de ellos… Para estar al corriente de cuántos camaradas de Bush estaban al loro de lo que iba a suceder y de su presencia en aquella fiesta golpista.

Las preguntas, aunque no tengan respuestas, siempre emiten luz. De momento, parece que hay una pregunta del presidente Chávez sobre este pequeño detalle de qué sabía quién, sin respuesta real. Igual habría que escribírsela antes. Pregunta quemante; silencio real que todavía quema más.

Y cuando digo golpista me quiero referir al levantamiento por la fuerza contra un gobierno democrático (caso de Francisco Franco: «Una figura excepcional entra en la historia», en palabras de Juan Carlos Borbón, tras la muerte del dictador que lo dejó en la jefatura del estado). Y añado algo: un gobierno democrático se puede salir de madre -los votos no lo son todo y la legitimidad que dan se ha de defender a diario–, porque la historia nos alumbra de presidentes democráticos auto-deslegitimados. Fujimori es un ejemplo cercano, a quien también -‘estilo Zapatero’- ha defendido Alan García, el amigo de Felipe González, el promotor de la pena de muerte en el Perú del siglo XXI -Alan, no Felipe–, que se considera pagado -Felipe, no Alan– con la amistad de los hombres más ricos de América Latina, sea Cisneros, sea Carlos Slim, el mayor millonario del continente de habla hispana. Felipe es mucho.

(La inefable Real Academia Española, la del ‘académico’ Juan Luis Cebrián, no contempla el detalle de «gobierno democrático» en su definición ‘suave’ del golpe de estado… «Medida grave y violenta que toma uno de los poderes del Estado, usurpando las atribuciones de otro» (vigésima edición). ¿»Otro», así, a secas, y no «gobierno elegido», «gobierno democrático» o semejante? ¿Uno por otro, nomás? ¿Cuántos ‘otros’ puede haber?: es que esa academia real arrastra todavía muchos vicios del franquismo).

Pues, eso, que llamen pronto al embajador en Caracas en tiempos del democrático Partido Popular de España, para que la ciudadanía (a los súbditos no es que sea tema de su interés, ahora que estamos en fase de separación real, sí, pero no, ya lo han leído o escuchado), aprovechando la suavidad del gobierno del monárquico Partido ex Socialista ex Obrero y tan Español.

¡Salud y República, hermanos!

Dicho sea con permiso del presidente Zapatero. Según el nieto del republicano, en España no hay debate sobre la monarquía. Será en el PSOE. Ya abandonaron su primera ideología en tiempos de quien se dedica a dar tarjetas de demócratas en América Latina (Alan, sí; Evo, no). Ahora van a las cumbres a exportar el modelo del FMI, así que, ¿qué les va a costar abrazar a la monarquía, a la corona y a todas esas cuestiones que les impiden ver la idea de un proceso constituyente? De hecho ya lo hacen. Sólo les falta alterar el nombre: Partido Monárquico Obrero Español. Si ya alteraron su ideología, ¿qué les va a costar una palabra por otra? Puestos a cambiar. ¿Ése era el cambio propagandeado? Sólo se trata de cambiar una letra, una palabra, la S por la M, la voz ‘socialista’ por el término ‘monárquico’. Hay que seguir siendo posibilistas: de PSOE a PMOE.

* El Dr. José Manuel de Pablos ([email protected]) es catedrático de Periodismo de la Universidad de La Laguna (Tenerife, Canarias) y socio de la Fundación CEPS, Centro de Estudios Políticos y Sociales.