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¿Qué rumbo para América Latina y el Caribe?

Fuentes: Rebelión

En el blog del FMI se puede leer un informe que remite a las dificultades de corto y mediano plazo para la región latinoamericana y caribeña, con recomendaciones sobre el rumbo a seguir.[1]

La norma que se sustenta desde el organismo internacional ratifica la continuidad esencial respecto de las políticas tradicionales, aunque con algo de realismo relativo a no abandonar la “asistencia” fiscal y monetaria a los más necesitados. Un realismo subordinado al temor y a la incertidumbre que genera la continuidad de la pandemia, mutaciones del virus mediante, y a la desaceleración de la economía mundial. Lo que no figura en la consideración de los escribas del FMI remite a los descontentos sociales y mucho menos a las protestas crecientes ante el regresivo impacto social, que el propio articulo reconoce.

Al respecto, señalan:

“Los costos sociales y humanos de la pandemia han sido enormes, y hacen que se cierna una gran sombra este pronóstico. Se estima que cerca de 17 millones de personas han entrado en una situación de pobreza. El empleo permanece por debajo de los niveles previos a la crisis y es probable que la desigualdad haya aumentado en la mayoría de los países. Más de 18 millones de personas han sido infectadas, y la cifra de muertos asciende a medio millón.”

Así, dan cuenta de la gravedad de la situación y más allá de los guarismos destacan lo relativo, cuando aluden a que “es probable que la desigualdad haya aumentado”. No hay dudas al respecto, y es consecuencia directa del orden capitalista, que por definición privilegia el objetivo por la producción de ganancias y su acumulación para sostener el rumbo de una inserción subordinada de la región en el sistema mundial. Todo en beneficio de una élite del poder. Se trata de una cuestión muy delicada, ya que los autores inician la reflexión con cierto optimismo de una mejora relativa en el tercer trimestre del 2020 respecto del segundo trimestre de ese año, epicentro de la pandemia y su impacto económico. Luego tendrán tiempo de explicar con nuevas expectativas esperanzadas por qué no se logró el objetivo teñido de optimismo.

No alcanza con el optimismo por restablecer el capitalismo

Resulta interesante considerar en que basan los autores de la nota el optimismo por la recuperación de la actividad económico. En el “dinamismo de las exportaciones” dicen, a sabiendas que los beneficiarios son las grandes corporaciones transnacionales que dominan el comercio exterior de la región, sustentado en la apropiación de los principales productos generados en nuestros territorios. No solo apropiación, sino sustentado en la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes, potenciando la dependencia tecnológica, económica y financiera. Es más, afirman que pese a ese crecimiento existe “escasez del consumo y la inversión”, dos categorías que ilustran la potencialidad del mercado local y a ello asociada la posibilidad de satisfacer necesidades de la población. No se trata de desconocimiento, sino de intencionalidad en orientar un diagnóstico que genere consenso para favorecer un rumbo que contribuya a los objetivos de más largo aliento del organismo internacional, obviamente vinculado al de los capitales más concentrados en el orden capitalista local y mundial.

La región necesita modificar el rumbo y para ello hace falta un plan, que desande lo andado y construya nuevos imaginarios sociales, políticos, culturales y económicos, relativos al modelo productivo y de desarrollo. Para ello hace falta un gran debate, tal como se discutió hace doscientos años contra el colonialismo, de donde surgió el proyecto de la “patria grande”, que fuera derrotado por las expectativas de burguesías locales que alimentaron la posibilidad de los “capitalismos nacionales”, los que derivaron en esta fragmentación actual. La subordinación a una lógica de dominación imperialista tuvo y tiene entre sus socios a las clases dominantes locales, cuyo proyecto se vincula a objetivos de reproducción de las condiciones de vida de la élite.

El tema de un proyecto regional con perspectivas de emancipación volvió a la agenda política en el despunte del siglo XXI y estuvo asociado a la promoción de una nueva experiencia de integración económica, política y cultural. Una cuestión central para ello devino del prestigio esencial de los valores instalados por la revolución cubana, muy especialmente con sus resultados sociales en materia de educación o salud, incluso en la coherencia de una solidaridad verificable en tiempos de catástrofes, por caso el coronavirus y la renovada solidaridad en donde se lo permita. El proyecto de la patria grande se manifestó entre otras cuestiones en una nueva institucionalidad insinuada con la CELAC como estandarte, pero también con iniciativas muy concretas en la producción y circulación de bienes y servicios. Destacan entre otras, la articulación productiva en alimentos o energía, y muy especialmente la promoción de una nueva arquitectura financiera para la utilización del excedente económico y los recursos financieros con fines de autonomía para satisfacer necesidades de los pueblos.

Sin “integración no subordinada” no hay posibilidad de solución para nuestros países. Por eso es que no alcanza con aumentos de la inversión o recomposición de la actividad económica, como pregonan los escritos del Fondo. Resulta necesario que se procuren cambios que reestructuren el orden social, afectando los privilegios de la élite y construyendo políticas que satisfagan amplias necesidades, al tiempo que respeten la vida social y natural.

Nota:

[1] FMI. “Un camino sinuoso hacia la recuperación en América Latina y el Caribe”, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=14993

Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.