Se suele hablar de izquierda como si fuese una masa social uniforme, pero no lo es. Hay desde los moderados hasta los extremos en cada estamento social de los oprimidos.
No reaccionan por igual ante las injusticias del sistema porque no la sufren por igual, ni todos se percatan de su prisión. Existe una izquierda organizada y militante, pero en estado ruinoso. Tampoco la derecha es uniforme. Pero entre nos, vale hacer catarsis.
Ideológicamente, el abanderado de la izquierda es el socialismo, cuyos fundamentos emanan del materialismo científico comprobable. Se es socialista por convicción y no, simplemente por emoción. Pero no todos en la izquierda son socialistas por convicción ideológica. Muchos cuestionan los abusos de la dominación capitalista, pero solo hasta cierto punto. Todo esto, repercute en la calidad de liderazgos carentes de claridad y convicción.
Los tiempos políticos tampoco son iguales y las circunstancias en las que actúa la izquierda y derecha varían, tanto en el espacio global como en el interno. El mundo evoluciona y su desarrollo, condiciona nuestra lucha. Cada generación responde a los retos de su tiempo ante cada impacto local e integral del sistema.
Hay que tener en cuenta que, izquierda y derecha constituyen una unidad dialéctica de contrarios. En el ámbito político nacional, la lucha está centrada en la posesión del poder, para gobernar el país. Este es el campo de batalla política en el que, lo que pierda la derecha lo gana la izquierda y viceversa. Lo que fortalece a una, debilita a la otra parte.
Por los considerandos expuestos, al evaluar el desempeño de la izquierda, no debemos olvidar el contexto nacional e internacional en el que actúa condicionadamente. En la trayectoria histórica de la izquierda peruana, se podrá constatar que, con el auge del socialismo internacional, también el nuestro pudo progresar aplicando la ideología a la realidad nacional.
Con el triunfo de la Revolución Cubana, la izquierda latinoamericana cobró auge, creándose nuevos movimientos políticos afines. Se gestaron movilizaciones estudiantiles y rebeliones armadas. Es la década heroica de la izquierda peruana, en la que se llegó a la guerra de guerrillas, con gran sacrificio de la juventud y un saldo trágico. Inusitadamente, el ejército enviado a combatir a los rebeldes, fue impactado por el heroísmo de los revolucionarios y, resolvió derrocar al gobierno oligárquico en 1968, para poner en marcha un proceso revolucionario de cambios estructurales.
La revolución de la fuerza armada encabezada por el Gral. Juan Velasco Alvarado, destruyó el andamiaje político y económico de la derecha, que perdió todo su poder. Se dio amnistía a los revolucionarios, se excarceló a los que estaban en prisión y, se les invitó a participar en el proceso revolucionario. Aplastada la derecha, el espacio que esta, perdió, fue ganado por la izquierda, pues hasta los ultras que se oponían al proceso velasquista, pudieron desarrollarse sin mayores contratiempos.
Las circunstancias cambiaron al ser depuesto Velasco y, reemplazado por Morales Bermúdez en 1975, bajo los auspicios de EE UU. Pero el caudal político de la izquierda había crecido, aunque dispersamente. No obstante, se resistió al retroceso del proceso y entró en acción con movilizaciones sindicales y regionales, fortaleciéndose con el gran paro nacional del 19 de julio de 1977. La izquierda era combativa porque las condiciones eran favorables.
Al retirarse el gobierno militar y convocarse a elecciones para la Asamblea Constituyente en 1978, participaron 5 agrupaciones de izquierda, incluyendo dos frentes, UDP y FOCEP, alcanzando el 30% del electorado y 26 de los 100 escaños, a pesar del divisionismo y la fragmentación. El sector fanático de la izquierda no participó, pese al llamado de unidad.
En 1983 surgió el liderazgo de Alfonso Barrantes como candidato de la izquierda a la alcaldía provincial de Lima, que la ganó largamente. Su buena gestión popular elevó el caudal electoral de la izquierda en 1985 en que, participó como candidato presidencial obteniendo el 21% de los votos, pasando a segunda vuelta, de la que desistió. Pero, se obtuvo 63 escaños, 15 senadores y 48 diputados. La más alta representación hasta la fecha.
Pero, cuando la Unión Soviética y el bloque de países socialistas dejaron de lado la lucha contra el imperialismo optando por la doctrina de coexistencia pacífica, hubo una frontal discrepancia con la revolución china, que ocasionó un gran divisionismo en el partido comunista peruano, entre pro soviéticos y pro chinos. Esta división fue fatal para la izquierda peruana porque el fanatismo maoísta, tergiversando las enseñanzas de Mao, derivó en violencia armada coaccionando al pueblo y a toda la izquierda, que quedó bajo dos fuegos: Terrorismo maoísta y terrorismo de estado, impidiendo el trabajo ideológico de campo.
La disolución de la Unión Soviética en 1991 y, el desvío del bloque socialista europeo hacia el sistema capitalista, causó descalabro en todas sus dependencias, incluyendo la de nuestro país. Pero luego después, la revolución china también cambió de rumbo. Mando sus consignas al tacho, cambió su estrategia y se incorporó al sistema desde el inicio del presente siglo.
Esto, desconcertó al sector maoísta de la izquierda peruana, quedando sin piso político. El desaliento mermó sus filas hasta decaer totalmente. La desaparición del socialismo mundial, dejó en desamparo a la izquierda peruana que, fue decayendo en sus expectativas de lucha. Solo quedaba la alternativa electorera y las cúpulas se dedicaron por entero a ella. La izquierda peruana entones, cambió de lenguaje y metodología de trabajo político.
Mientras tanto, el sistema capitalista, con el campo libre, por abandono del bloque socialista, se expandió, surgiendo el neoliberalismo como nueva corriente, propugnando la eliminación de barreras controlistas a la “libre competencia” de las empresas privadas. Nuestro país fue penetrado por el neoliberalismo que, cambió todas las reglas constitucionales y, condicionó el sistema electoral para bloquear la representación popular izquierdista.
Con la vigencia del neoliberalismo sin escrúpulos, prendió la corrupción en todos los ámbitos del país, penetrando la izquierda. Varios líderes electos de izquierda, terminaron en prisión. El deterioro de la izquierda peruana, abrió el camino para las malas prácticas políticas. La inmoralidad ganó terreno. El desprestigio fue aumentando y para nuestro pueblo, los partidos de izquierda son tan repudiables como los de derecha, a tal punto que prescinde de ellos para sus movilizaciones. Si estos, se suben al carro, los rechazan.
Con esta apretada síntesis, lo que intento es demostrar que lo que sucede con la izquierda actualmente, es producto del proceso histórico que estamos viviendo. Su rehabilitación también dependerá de este. Nos ha tocado vivir esta tragedia, pero la validez del socialismo sigue incólume por su dialéctica ideológica. Por ahora, la moral está por los suelos. Estamos en un momento de incertidumbre. El pueblo ha perdido la fe en la izquierda, pero dependerá de nuestra actitud recuperarla.
Desde hace 45 años, se piensa que la unidad de la izquierda es la solución para empoderarla. Se ha hecho el esfuerzo, pero siempre ha terminado en fracaso, porque las condiciones no eran apropiadas. Está demostrado que, la unidad de cúpulas que conservan sus sectas religiosas, solo es un frente frágil. La unidad viene por sí sola, cuando hay una fuerza mayor que atrae a otras, como los sistemas siderales gravitacionales.
Ahora mismo hay voluntad unitaria. En el 2022, unas 13 organizaciones de izquierda emitían pronunciamientos unitarios acertadamente críticos y propuestas de medidas gubernamentales respaldando a los sectores populares. Pero de lo declarativo no pasaron y, no tuvieron eficacia alguna en los hechos. Allí se mantienen hasta ahora, en la esterilidad unitaria.
Aunque el poder electoral reside en el pueblo; el sistema eleccionario del neoliberalismo, lo desvía a sus opresores que, son los que gobiernan. Esta paradoja impide el empoderamiento de la izquierda, pero esta, tampoco hace nada por cambiarla. De nada sirve pedir asamblea constituyente si, antes no se elimina el bloqueo electoral que impide la representación popular.
La izquierda está agotada y caduca. Para rejuvenecerla es imprescindible una poda para que los rebrotes emerjan sanos y frondosos. Volver a empezar revolucionando procedimientos es quizá la alternativa más propicia. Estamos en la era de la digitación. No deberíamos seguir luchando con instrumentos arcaicos y desfasados. Hagamos la revolución desde adentro.
Salvo mejor parecer.
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