Hay un pequeño pueblo en el sur de Italia que hace días se volvió el centro de una gran tormenta política. Su alcalde, que había sido distinguido como una de las figuras políticas más influyentes del mundo, fue arrestado en medio de una feroz disputa con el ministro del Interior, el derechista Matteo Salvini. El […]
Hay un pequeño pueblo en el sur de Italia que hace días se volvió el centro de una gran tormenta política. Su alcalde, que había sido distinguido como una de las figuras políticas más influyentes del mundo, fue arrestado en medio de una feroz disputa con el ministro del Interior, el derechista Matteo Salvini. El problema: la gestión de los migrantes. Mientras Europa dejó rugir en los últimos años su lado más xenófobo, el antiguo burgo de Riace, en Calabria, volvió a resurgir gracias al trabajo y el esmero de hombres y mujeres que llegaron a sus costas en barcazas precarias y que hoy son objeto de rechazo y desdén en todo el continente.
La historia moderna de Riace comienza en 1998. Todo lo que hubo en los 50 años anteriores, es una historia hecha de emigración y abandono. Los habitantes del pequeño poblado enroscado en las montañas de las costas calabresas migraron durante décadas hacia las ciudades industriales del norte, a otros países europeos, o a Australia y Argentina. Para mediados de los 90, Riace era una aldea despoblada, atrapada entre el olvido y la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa.
Una noche de 1998, un desembarco cambió para siempre la historia del lugar: 66 hombres, 46 mujeres y 72 niños bajaron de una embarcación precaria hacia las playas de piedra de la zona baja de Riace. Quienes tenían algún tipo de papel, mostraban sus sellos: Iraq, Siria, Turquía. Tenían documentos de diferente origen pero una raíz e historia comunes, todos eran kurdos. En esos años, los países de Medio Oriente habían desatado una feroz represión en contra del pueblo kurdo, unas 40 millones de personas que reclamaban un Estado propio desde tiempos inmemoriales, y que eran perseguidos por cinco distintos gobiernos que los acusaban de terroristas. En Turquía era -y sigue siendo- particularmente cruel su represión. Les negaban la identidad -hasta hace muy poco se les llamaba oficialmente «turcos de la montaña», para negar la existencia de un pueblo kurdo-, se les prohibió hablar su idioma y mantener sus costumbres culturales. En medio de la terrible ofensiva militar del gobierno turco contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK, en kurdo), miles de kurdos debieron emigrar de sus pueblos arrasados por la violencia. Y recalaron a las orillas de este pueblo italiano arrasado por la emigración, la pobreza y la desidia estatal.
Domenico Lucano, más conocido como Mimmo, tenía 40 años cuando esa barcaza soltó más de un centenar de personas que hablaban raro en la costa de su pueblo. Era uno de los jóvenes de Riace que había probado suerte en otras ciudades más al norte. Primero la facultad en Roma, luego algún empleo en Torino, pero las raíces fueron más fuertes y a finales de los 90 volvió a su pueblo natal. Él estaba ahí cuando parte de los 600 habitantes de Riace bajaron a llevar agua, comida y mantas a los que desembarcaban en sus playas. Había leído sobre los kurdos. Años después confesó que le fascinaba su historia, su cultura y que sentía una gran cercanía ideológica con su lucha histórica.
Comenzaron a tratar de ubicar a los recién llegados. Casas había de sobra, pero estaban abandonadas hacía décadas. Para los dueños, en ciudades del norte o en el extranjero, era más conveniente esperar que se convirtieran en ruinas, dejarlas caer y quizás un día venderlas como terreno baldío que tratar de mantenerlas en pie. Mimmo Lucano se enteró de la posibilidad de conseguir fondos de la Unión Europea (UE) para ayudar a quienes pudieran obtener el estatus de refugiado y para la puesta en valor del patrimonio arquitectónico de pueblos como Riace. Contactó uno por uno a los dueños de las casas abandonadas, quienes vivían en Milán, Roma, Munich, Sídney o Buenos Aires. Obtuvo su permiso para reestructurar las casas a cambio de un alquiler -más bien simbólico- a contratar en el futuro y consiguió los fondos para que, quienes remodelaran al pueblo, fueran esos mismos kurdos que habían llegado con necesidad de trabajar.
En 1999, la ONG «Cittá Futura», que fundó con sus conciudadanos y los migrantes que habían decidido quedarse en Riace, comenzó a cambiarle la cara al vecindario. De repente, el pueblo envejecido y abandonado volvía a tener vida. Junto con los trabajos de refacción de los inmuebles, llegaron talleres de antiguos oficios de la región, restaurantes, cooperativas para la recolección de los residuos y la limpieza de las playas. Se crearon puestos de trabajo para migrantes y locales, y muchas otras familias de África y Asia se acercaron a Riace. La escuela del pueblo, que estaba a punto de cerrar por falta de matrícula, se convirtió en referencia en la región por la cantidad de idiomas que se enseñan y se hablan. Los oficios tradicionales que se iban perdiendo por la emigración volvían a florecer con nuevos nombres en árabe, francés, farsi.
De repente, el «modelo Riace de acogida» se volvió un símbolo en toda Italia y el mundo. A partir de los fondos públicos de la UE y la región Calabria destinados a la recepción de refugiados -unos 35 euros diarios por migrante inscripto en el proyecto-, Città Futura y otras cooperativas y ONG generaron emprendimientos que, además de dar trabajo y contención a los migrantes, permitían el crecimiento de un pueblo condenado al abandono y el crimen organizado. Lentamente, otros municipios cercanos comenzaron a implementar medidas similares. En las entrevistas que comenzaron a hacerse cada vez más frecuentes, Lucano explicaba que lo único que lo movía era el deseo de generar una convivencia justa, a la par, basada en lo más humano y simple que hay, la solidaridad.
En 2004 creó una lista vecinal con otros integrantes de Città Futura, que llamó «La otra Riace», y ganó cómodamente las elecciones a intendente. Desde el municipio, logró amplificar el trabajo de acogida de manera estrepitosa. Podía facilitar trámites, otorgar permisos de residencia y documentos de identidad, regular las construcciones y el trabajo de las cooperativas de servicios públicos. La construcción y el negocio de los residuos son justamente dos de los sectores más sensibles en el sur de Italia. Se trata de los ámbitos más permeables para la infiltración mafiosa, y la ‘Ndrangheta ya tenía los ojos puestos en lo que podía llegar a generar un pueblo en franco crecimiento como Riace. En 2009 fueron envenenados los perros de Mimmo Lucano, y la sede de Città Futura amaneció un día con balazos en el frente. Pero los ciudadanos de Riace reaccionaron de manera muy distinta a la clásica omertà -el «yo no sé nada» de quienes saben muy bien cómo funcionan los mecanismos mafiosos- que se respiraba, y se respira, en toda Italia Meridional. Defendieron y respaldaron a su alcalde, y hasta el crimen organizado debió renunciar a asentarse en ese pueblo.
En 2010, el cineasta alemán Wim Wenders filmó allí «Il Volo», un documental que retrata la experiencia de la aldea y sus habitantes, nuevos y antiguos. En 2016, la revista Fortune incluyó a Mimmo Lucano entre los 40 líderes más influyentes del mundo. Ese mismo año, figuras políticas de diferentes partes de Europa, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, visitaron Riace para interiorizarse de su modelo de acogida. Pero en un país donde las fuerzas más conservadoras estaban logrando un inesperado ascenso -que las llevaría luego hacia la cima del poder-, pronto comenzaron los problemas.
A principios de 2016, un inspector del Sistema de Protección para los Solicitantes de Asilo y Refugiados (Sprar, en italiano), ente encargado de distribuir los fondos europeos para la acogida de inmigrantes, elaboró un informe muy negativo sobre el modelo aplicado en Riace. Según este documento, el alcalde permitía la permanencia en el pueblo a los migrantes que habían terminado los proyectos financiados por la UE y no tenían papeles para quedarse. Además, el municipio debía una ingente cantidad de dinero en términos de impuestos por el otorgamiento de documentos que nunca se habían pagado. Como los migrantes no tenían dinero, la alcaldía se los daba gratis. Un verdadero «caos» según el informe del inspector.
El Sprar entonces suspendió el envío de nuevos fondos, algo a lo que, en realidad, en Riace estaban acostumbrados. Cada tanto, por razones burocráticas, el dinero de la UE y la región quedaba bloqueado, inclusive por un año o dos, y luego llegaba todo junto. Para sobrevivir a estas suspensiones, Lucano y su gente llegaron a crear una moneda propia. Bonos en forma de billetes, con las caras del Che, Gandhi y otros personajes que representaran el ideal de una sociedad nueva, que sustituían al dinero corriente y que, una vez llegados los fondos europeos, se podían cambiar por dinero en el municipio. Pero esta vez fue diferente. La Fiscalía abrió una indagatoria contra Mimmo Lucano por fraude fiscal y mal desempeño de funcionario público y supeditó la entrega de los fondos al esclarecimiento de esas causas. Una condición que, teniendo en cuenta los tiempos de la Justicia italiana, iban a hacer imposible el clásico reemplazo de los euros del pueblo por los bonos municipales.
Además, las condiciones en Italia y Europa habían cambiado. La «crisis de refugiados» se había convertido ya en la principal preocupación de la política nacional e internacional. El «problema» de la inmigración y sus posibles «soluciones» eran el gran tema de un debate adonde Lucano y el modelo de Riace eran vistos como una excepción no deseable. Figuras políticas de gravitación nacional comenzaron a cuestionar y hostigar el trabajo de Lucano. Matteo Salvini, líder de La Lega, partido xenófobo que desde mediados de 2018 cogobierna Italia, lo mostró como el ejemplo del «business de la inmigración». Según esta teoría, existen asociaciones y grupos -irremediablemente ligados a la izquierda política- que reciben dinero público, europeo e italiano, para mantener a miles de inmigrantes sin trabajar y enriquecerse, mientras el común de los italianos debe trabajar y muy duro para llegar a fin de mes. Un pensamiento que, en realidad, siempre estuvo en buena parte de la población -inclusive en algunos pequeños grupos de Riace y alrededores-, pero que nunca había logrado tener una expresión orgánica con vocación de disputar los más altos cargos de la administración pública. Salvini lo logró, y desde hace meses es el nuevo ministro del interior.
El desarrollo reciente de los acontecimientos tuvo un desenlace inesperado. Mientras todos en Riace esperaban que se resolviera el conflicto judicial del intendente para que se destrabara el envío de nuevos fondos, el ministerio del Interior decidió avanzar hacia otros horizontes. El 2 de octubre pasado, Mimmo Lucano fue arrestado. Lo acusan de «favorecimiento de la inmigración ilegal» y de irregularidades en la concesión del servicio de recolección de residuos -que en Riace realizan dos migrantes en carretas tiradas por burros y que es el gran negocio al que apunta la criminalidad organizada de toda la región-. Se lo acusa de violar las normas de permanencia de migrantes y de organizar matrimonios arreglados para el otorgamiento de la ciudadanía italiana. Junto con su arresto, su compañera de vida, Tesfahum Lemlem, fue notificada de un acta de prohibición de permanencia en Italia en su contra.
La experiencia de Riace, que cautivó la atención y la admiración del mundo entero en los últimos 20 años, es así gestionada por la «nueva Italia» del gobierno de La Lega y el Movimiento Cinco Estrellas. Una decisión que suena a advertencia para los sectores sociales que anhelan nuevas formas de enfrentar lo que para el actual gobierno es un «problema». Pero lo que preocupa aún más es el silencio de cierto progresismo institucionalista, ausente en las manifestaciones que denunciaban la persecución de Lucano. Si quienes quieren una realidad diferente son encarcelados, y quienes pregonan un cambio no reaccionan, ¿quiénes construirán una alternativa a Salvini y los 5 Estrellas?
Fuente: https://ombelico.com.
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