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Rusia, ¿país irrelevante?

Fuentes: Público

Hace escasos días, la secretaria de Estado, Condolezza Rice, declaró que Rusia «es cada vez más autoritaria en su propia casa y más agresiva en el exterior», conducta que la llevaría «al aislamiento internacional» y a la «irrelevancia política». Si estas declaraciones las hubiera hecho el representante de algún país periférico serían una anécdota. Si […]

Hace escasos días, la secretaria de Estado, Condolezza Rice, declaró que Rusia «es cada vez más autoritaria en su propia casa y más agresiva en el exterior», conducta que la llevaría «al aislamiento internacional» y a la «irrelevancia política». Si estas declaraciones las hubiera hecho el representante de algún país periférico serían una anécdota. Si la señora Rice se hubiera referido a un Estado suburbial podrían entenderse. Pero que lo diga la ministra de Exteriores de EEUU refiriéndose a Rusia genera heterogéneos sentimientos y pensamientos, por razones que saltan a la vista.

Respecto a políticas agresivas, desde el fin de la mal llamada Guerra Fría, EEUU ha agredido a tres países: la reducida Yugoslavia de Serbia y Montenegro en 1999, Afganistán desde 2001 e Iraq desde 2005. En 1993 invadió Somalia. En 1994, con Bill Clinton, ocupó Haití y, en 1998, bombardeó una supuesta fábrica de armas químicas en Sudán, que resultó ser una empresa farmacéutica. Su presupuesto militar significa el 50% del gasto militar mundial, destinado a mantener, además de dos guerras, las 737 bases militares que EEUU tiene distribuidas en 130 países, con 250.000 soldados y funcionarios. Con esas cifras no hay base moral y política para hablar de pacifismo, menos todavía para afirmar que las conductas agresivas llevan al aislamiento y a la irrelevancia internacional. Si así fuera, EEUU debería estar aislado y excluido de todo.

Sobre modos autoritarios y derechos humanos, baste recordar que EEUU mantiene cárceles secretas en decenas de países, incluyendo europeos, que ha institucionalizado la tortura y que un preso en Guantánamo puede ser condenado a muerte por un tribunal militar, sin derecho a apelación y sin conocer el expediente. No es, por tanto, el país más indicado para dar lecciones morales al resto del planeta.

En lo que al aislamiento se refiere, Rusia no es Malawi o Nicaragua. Posee 17 millones de kilómetros cuadrados, que se extienden desde Polonia y Finlandia a las islas Aleutianas, en Alaska. Sus aguas van del Báltico a Japón y puede terminar siendo dueña de la mayor parte del tristemente en deshielo continente ártico. Es el país más extenso del mundo, poseedor, además, de riquezas naturales y energéticas casi infinitas, con más de 200 millones de habitantes (dentro y fuera de Rusia) y el mayor arsenal nuclear del mundo. Su desarrollo científico-técnico es notorio en la producción de sistemas bélicos y su capacidad aeroespacial es competitiva y poderosa. Su recuperación como gran potencia es evidente y recursos no le faltarán para mantenerla y fortalecerla. Pretender que un Estado de esas características caerá en la «irrelevancia política» es mostrar un atroz desconocimiento de las realidades de nuestro planeta.

Pero Condolezza Rice pasa por mujer instruida y conocedora de esas realidades. Sus palabras, por tanto, no habrían obedecido al hecho de demostrar menosprecio hacia las potencialidades de Rusia, como gran Estado, sino a otras razones. Más parecerían responder a un sentimiento creciente de impotencia, provocado por el convencimiento íntimo (dejemos las amenazas de la candidata republicana Sara Palin, de guerra con Rusia, como anécdota) de que EEUU poco puede hacer, hoy por hoy, para enfrentar a Moscú. O que lo que puede hacer sería infinitamente peor que renunciar a hacer algo.

Ha expresado recientemente John Gray, profesor de la Escuela de Ciencias Económicas de Londres, que EEUU «con las instituciones hipotecarias en bancarrota y nacionalizadas, y la inmensa maquina de guerra financiada, en la práctica, mediante préstamos exteriores- está en un profundo declive». Cualquier observador neutral se da cuenta de esta realidad. Conoce, así mismo, que Rusia, China, India y otro puñado de países han creado o están volviendo a crear su propia zona de influencia e intereses, ocupando los espacios que EEUU (y también Occidente) se ve obligado a abandonar. Por tal motivo, el mundo de hoy poco tiene que ver con el que se cerró con la caída del muro de Berlín. La única región del planeta donde siguen considerando a EEUU como potencia total mundial es Europa, como si sus gobiernos y politólogos -con las excepciones de rigor- hubieran quedado en estado político catatónico y fueran incapaces de superar los reflejos condicionados generados durante la Guerra Fría.

Este es el punto central que llama la atención y que debería preocupar. ¿A qué razones, intereses o compromisos obedece el casi ciego seguimiento europeo de las políticas mundiales de una potencia en franco declive, cuando ese declive aconseja, por el contrario, marcar distancia? ¿Qué mecanismos psicológicos operan de forma tan aguda que le impiden a Europa adaptarse a los nuevos tiempos y elaborar su propia política, hacia Rusia y otras zonas, sin la tutela de EEUU? ¿Por qué empeñarse, no sólo en mantener a un fósil de la Guerra Fría como la OTAN, sino en insistir en su expansión hasta las costillas profundas de Rusia? ¿Piensa alguien en Europa, con dos dedos de frente, que Rusia permanecerá impávida, mientras EEUU le coloca misiles y ejércitos hostiles en el borde mismo de sus fronteras?

¿O se trata de algo más profundo, subterráneo, que ancla sus orígenes en las guerras entre occidentales y eslavos? Esclavo es un término que proviene de eslavo, porque eslavos fueron mayoritariamente los esclavos de godos y latinos. A pesar de su creciente poder, Rusia era vista, en los siglos XVII y XVIII, como un país bárbaro. Napoleón quiso acabar con ella y Churchill hizo cuanto estuvo de su mano para que la Alemania de Hitler descargara contra la URSS, no contra Francia, toda su furia militar. Ambos fracasaron estrepitosamente y el país agredido emergió más poderoso y fuerte.

El suicidio de la Unión Soviética fue visto como una ocasión de oro para poner a Rusia definitivamente de rodillas. EEUU avanzó sobre Asia Central y, como OTAN, sobre el Báltico y los Balcanes. Ahora quiere el Cáucaso y Ucrania. Como carreta tirada por caballos ciegos, Europa, de la mano de EEUU, está sentando las bases de nuevas guerras. ¿Hay alguien por ahí que se dé cuenta de eso? ¿Compensará EEUU su declive mundial absorbiendo a Europa y usándola como gallo de pelea? ¿Vamos hacia la batalla final entre los civilizados occidentales y los bárbaros eslavos del norte que rehúsan someterse a EEUU como han hecho los eslavos del sur (salvo Serbia y así le ha ido)?…

* Profesor de Derecho Internacional y RRII en la Universidad Autónoma de Madrid, autor de Ensayo sobre el subdesarrollo. Latinoamérica, 200 años después, Foca, Madrid, 2008