Recientemente se conmemoró el 50 aniversario del asesinato del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, un 22 de noviembre de 1963 en la ciudad de Dallas, en Texas. No vamos a entrar aquí a explicar como fue perpetrado aquel magnicidio, sólo me limitaré a arrojar luz al más que hipotético papel de los Servicios […]
Recientemente se conmemoró el 50 aniversario del asesinato del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, un 22 de noviembre de 1963 en la ciudad de Dallas, en Texas. No vamos a entrar aquí a explicar como fue perpetrado aquel magnicidio, sólo me limitaré a arrojar luz al más que hipotético papel de los Servicios Secretos exteriores de Israel, el Mossad, en aquel magnicidio, que de hecho no benefició a nadie en este mundo tanto como benefició a Israel. Sin embargo, la prensa estadounidense de la época procuró ignorar estos hechos, y por consiguiente la inmensa mayoría de los medios de comunicación occidentales hicieron lo mismo.
Roza lo increíble que medio siglo después sigue sin aclararse por las autoridades estadounidenses el más importante magnicidio de su historia. Al parecer tampoco le interesó al FBI y a la CIA, ampliamente infiltrados por el Mossad, resolver este caso. Lo de la infiltración del Mossad en el FBI y la CIA ha sido reiteradas veces demostrada en los repetidos casos de espionaje israelí contra Estados Unidos descubiertos en los últimos decenios y archivados misteriosamente, sin más consecuencias, como fue el sonado caso de espionaje a favor de Israel protagonizado por el ciudadano estadounidense-israelí, Jonathan Jay Pollard, alto funcionario de la Administración americana. Numerosos oficiales y funcionarios de ambos cuerpos de Seguridad e Inteligencia estadounidenses son, además de ciudadanos estadounidenses, judíos nacionalizados israelíes y en muchos casos con años de residencia en Israel.
Teorías sobre el magnicidio
Son numerosas las teorías sobre el asesinato de Kennedy difundidas ampliamente por los medios de comunicación americanos tras el magnicidio. Una de las más importantes es la referente a la conspiración de la CIA para asesinar al presidente. Sin embargo, esta teoría conduce en realidad a acusar a Israel, pues la Agencia Central de Inteligencia está desde siempre fuertemente infiltrada por el Mossad israelí.
Esta teoría se basa en la honda enemistad hacía JFK que reinaba en la CIA en 1963 a causa de la negativa de Kennedy a apoyar militarmente a esta agencia en la invasión de la Bahía de Cochinos, que fracasó estrepitosamente, lo que reforzó sobremanera a la revolución castrista en Cuba. Kennedy estaba harto de los desmanes de la CIA y le dijo a su colaborador, Clark Cliford, al poco tiempo del fracaso en Bahía de Cochinos «quiero desmantelar en mil pedazos a la CIA y moverlos a los cuatro vientos». Israel, mediante sus hombres en la CIA, estaba al tanto de estas relaciones de máxima tensión entre Kennedy y la Agencia.
Otra teoría es la que implica el crimen organizado como responsable del asesinato de Kennedy, porque este había declarado la guerra a la mafia. Veremos más adelante cómo muchas de las principales cabezas del hampa estadounidenses eran judíos fuertemente ligados a Israel y al sionismo.
Por que asesinó Israel a Kennedy
Documentos desclasificados en los últimos años tanto en Israel como en Estados Unidos revelan con datos concretos lo que ya era conocido a grosso modo aquél fatídico día del 22 de noviembre del 1963: La fuerte tensión existente entonces entre el presidente Kennedy y el entonces primer ministro de Israel, David Ben Gurión, acerca de la insistencia de Kennedy en la necesidad de que Israel permita que científicos estadounidenses inspeccionen periódicamente la entonces recién construida planta nuclear de Dimona, en el desierto de Néguev, obra realizada por Francia.
Todo empezó cuando en 1960 la Administración del presidente saliente de Estados Unidos, Eisenhower (que en la guerra de Suez de 1956 había exigido a Gran Bretaña, Francia e Israel detener inmediatamente su ataque tripartito contra Egipto) pidió a Ben Gurión explicaciones acerca de una misteriosa construcción cerca de Dimona, en medio del desierto. Los israelíes contestaron que se trataba de una planta textil e inofensiva. Sin embargo la CIA siguió indagando y obtuvo fotografías de las instalaciones de Dimona que fueron clasificadas como «top secret» pero poco después The New York Times las publicó en portada.
Cuando el presidente Kennedy tomó posesión de su cargo, el 20 de enero 1961, la cuestión de Dimona se había convertido en una auténtica bomba de relojería en las relaciones entre Tel Aviv y Washington. La Administración Kennedy mantenía sus exigencias en torno a Dimona, lo que Israel rehuía alegando entonces que lo de Dimona es una planta nuclear pero que tenía fines pacíficos. Washington, como forma de presionar a Israel, se negó a invitar a Ben Gurión a visitar la Casa Blanca.
Para rebajar algo la tensión y poder obtener una entrevista con Kennedy, Ben Gurión aceptó permitir una visita de inspección de científicos americanos a la planta de Dimona, visita que se realizó el 20 de mayo 1961. Las autoridades americanas seleccionaron para esa misión a dos científicos, Ulysses Staebler y Jess Croach quienes llegaron a Israel tres días antes de visitar Dimona. Ambos certificaron en Washington, en un informe, que la planta nuclear israelí tenía fines pacíficos.
Ese informe hizo posible la celebración de una entrevista entre Kennedy y Ben Gurion el día 30 de mayo 1961, en el hotel Waldorf Astoria, de Nueva York, que fue dominada por el «affaire» Dimona pero transcurriendo en un ambiente tranquilo. La confrontación se había dejado para más adelante.
Ben Gurion, consciente de que Israel era entonces un estado débil y económicamente dependiente de las donaciones de poderosas familias judías y organizaciones sionistas en el exterior, especialmente en Estados Unidos, temía las posibles sanciones económicas estadounidenses contra Israel, que hubieran supuesto una catástrofe para el estado recientemente implantado. Así las cosas, el mandatario israelí se limitaba a dar largas a las nuevas demandas de Kennedy de establecer visitas de inspección periódica de científicos americanos a Dimona, con lo que el zorro israelí estuvo «mareando la perdiz» a lo largo de los dos años transcurridos desde aquella entrevista.
Finalmente Kennedy se hartó y dirigió una carta personal a Ben Gurion, el 18 de mayo de 1963, que contenía claras amenazas de aislar internacionalmente a Israel en el caso de que no le sea permitido a un equipo de científicos americanos inspeccionar Dimona. En vez de contestar a aquella carta, lo que hizo Ben Gurión fue dimitir súbitamente de su cargo.
«Algunas cartas intercambiadas entre JFK y Ben Gurión siguen siendo clasificadas. Ni siquiera altos cargos de la Inteligencia estadounidense, dotados de especiales facultades en materia de seguridad, les es permitido el acceso a estos documentos potencialmente explosivos». (Final Judgment, The Missing Link in the JFK Assassination Controversy, Michael Collins Piper)
Una nueva carta de Kennedy fue entregada a Levi Eshkol a los 10 días de haber tomado posesión de su cargo como primer ministro de Israel, el 5 de julio 1961. Desde aquel mensaje contundente enviado por el presidente Eisenhower a Ben Gurión en plena guerra de Suez (1956), Israel no había vuelto a recibir una carta tan desafiante procedente de Washington como aquella carta de Kennedy a Eshkol. El presidente americano advertía a Israel que el compromiso estadounidense a favor de Israel podría verse seriamente dañado si Tel Aviv no deja que Estados Unidos tenga «información fiable» sobre la actividad nuclear israelí. En la carta, Kennedy especificaba con detalle cómo debían llevarse a cabo las inspecciones periódicas estadounidenses en la planta nuclear de Dimona. En realidad Levi Eshkol veía en aquella carta un claro utlimátum.
¿Cinco primeros ministros de Israel implicados?
No se sabe a ciencia cierta cual de aquellos dos primeros ministros, Ben Gurión o Eshkol, el que había tomado la decisión de asesinar a Kennedy, pues ambos tenían un pasado de terroristas consumados. Ben Gurión era el promotor y fundador del grupo judío armado Hashomer, en Palestina en 1909, además de haber sido miembro de la Legión Judía del Ejército británico en la Primera Guerra Mundial. Eshkol no era menos, pues fue uno de los cabecillas de la organización terrorista Haganah, cuyo origen era precisamente Hashomer. Cualquiera de estos dos criminales, reclamados en los años 30 y 40 por sus múltiples asesinatos y atentados por la policía británica en Palestina y en el resto del mundo, y elevados posteriormente al cargo de primeros ministros, podía haber sido el que ideó el asesinato de Kennedy, aunque el que lo puso en práctica fuera Eshkol.
Un tercer terrorista y «futuro» primer ministro de Israel, Yitzhak Shamir, tomó parte en la conspiración para asesinar a Kennedy. Durante el mandato británico en Palestina, Shamir era miembro del grupo terrorista judío, Irgun, ingresando más tarde en Lehi, otra organización terrorista judía en Palestina.
Cuando Eshkol tomó posesión de su cargo de primer ministro, Shamir era jefe del comando de asesinatos del Mossad, donde sirvió desde 1955 a 1965, período en el que residía la mayor parte del tiempo en París, donde se ubicaba la oficina europea del Mossad. Shamir se dedicaba en el Mossad, entre otras cosas, a ejecutar la llamada Operación Damocles, en la que fueron asesinados varios científicos alemanes que se habían trasladado a Egipto tras la revolución de los Oficiales Libres en Egipto, en 1952, y la llegada al poder de Nasser.
Un ex-alto oficial de los Servicios Secretos franceses acusó a Shamir de haber contactado en persona con los futuros organizadores y ejecutores del asesinato de Kennedy.
Un cuarto terrorista y «futuro» primer ministro de Israel, Menachem Begin, reclamado a su vez por la justicia británica durante el mandato británico en Palestina, participó también, en 1963, en la conspiración para asesinar a Kennedy. Begin había militado en la organización terrorista Irgun hasta convertirse, en 1943, en su líder. Ha sido él quien ordenó la matanza del hotel Rey David, en Jerusalén, en 1946, en la que fueron asesinadas 91 personas. Dos años más tarde 132 terroristas de Irgun, comandados por el propio Begin, perpetraron la famosa matanza de Deir Yasin, en la que fueron asesinados dos centenares de aldeanos palestinos, incluidos mujeres y niños.
Quedó probado, gracias a declaraciones de testigos y documentos desclasificados, que semanas antes del magnicidio en Dallas, Begin mantuvo conversaciones con Micky Cohen, el hombre de confianza en la Costa Oeste de EEUU de la figura más importante del crimen organizado de Estados Unidos, el judío Meyer Lansky, personaje central en la conspiración contra la vida de Kennedy, como veremos más adelante. Cohen, fue quien reclutó al judío Jack Ruby -perteneciente a su vez al sindicato del crimen de Lansky- para que asesine a Lee Harvey Oswald, acusado de ser el autor material del asesinato de Kennedy. Según el libro de Collins Piper, Miky Cohen colaboró estrechamente con Menachem Begin en las semanas anteriores al magnicidio.
Un quinto futuro primero ministro de Israel, Yitzhak Rabin, se encontraba en Dallas el día del asesinato de Kennedy, tal como reconoce la viuda de Rabin, Leah Rabin, en la biografía que escribió sobre su marido tras su asesinato. ¿Se trataría de una gigantesca casualidad? No sería tal casualidad si tomamos en cuenta que Rabin trabajaba entonces precisamente en el Mossad.
No sólo esto, sino que Rabin puede haber sido uno de los «periodistas israelíes» que entrevistaron a Jack Ruby, el asesino de Lee Harvey Oswald, 2 días después de que este hubiera sido detenido y acusado de matar a Kennedy. ¿Qué hacían unos periodistas israelíes entrevistando a Ruby en el cuartel general de la policía de Dalllas el día anterior al asesinato de Oswald? ¿Eran aquellos periodistas de verdad y por qué se entrevistaban con Ruby en el cuartel de la policía y no en otro sitio? (Final Judgment, The Missing Link in the JFK Assassination Controversy, Michael Collins Piper)
Vanunu y Collins Piper, entre otros
En realidad, la teoría de que Israel estaba detrás del asesinato de JFK, ni es nueva ni es extraña, pero nunca fue tomada en serio ni por las autoridades de Washington ni por los medios de comunicación americanos, dos ámbitos estos controlados por el sionismo y por Israel mediante un formidable lobby político-financiero judío que los tiene sometidos.
Un ejemplo de ello es el disidente israelí, Mordechai Vanunu, que durante 10 años trabajó como técnico en la planta nuclear de Dimona y que en 1986 reveló al londinense The Sunday Times el programa secreto israelí de producción de armas atómicas. Vanunu desveló entonces que Israel tenía ya en su poder unos 200 artefactos nucleares, además de un indeterminado número de bombas de hidrógeno y otras de neutrones. Acusado de desvelar secretos que afectan a la seguridad nacional, Vanunu fue encarcelado en Israel a lo largo de 18 años, 11 de los cuales pasó en una celda de aislamiento.
Pues bien, Vanunu aseguró, en una entrevista con Al Wasat, suplemento semanal del diario Al Hayat, que se edita en Londres, publicada el 25 de julio 2004, que había «indicios casi ciertos» de que Israel estuvo envuelto en el asesinato de Kennedy, con el objetivo de poner fin a las presiones que Kennedy ejercía para lograr que EEUU inspeccione periódicamente la planta nuclear de Dimona. Sus declaraciones dieron la vuelta al mundo, siendo noticia de primera página y de amplios comentarios y artículos, salvo en Estados Unidos, donde el silencio mediático acerca del papel israelí en este magnicidio seguía siendo sepulcral.
En este contexto hay que señalar, entre otros, al libro del afamado periodista e investigador estadounidense, Michael Collins Piper, titulado «Final Judgment, The Missing Link in the JFK Assassination Controversy» editado en 1995 por Wolfe Press. Se trata de un libro que fue denunciado y criticado de modo histérico por parte de los defensores de la siempre falsa imagen de Israel en Occidente, acusando a su autor de ser antisemita, una acusación esta con la que Israel y el sionismo internacional pretende acallar a cualquier voz que denuncia en Occidente sus incontables crímenes perpetrados por los cinco continentes.
Collins Piper dice, refriéndose a como se le ocurrió escribir esta obra, que leyendo el libro «Coup d´Etat in America» de A.J. Weberman y Michael Canfield, editado en 1975, que versa sobre el asesinato de Kennedy, le llamó la atención poderosamente un párrafo, en la página 41 de ese libro, que dice así: «tras el asesinato de Kennedy, un informante de los Servicios Secretos y del FBI, quien se había infiltrado en un grupo de exiliados cubanos anticastristas, a quienes intentaba vender metralletas, informó de que el 21 de noviembre 1963 (un día antes del magnicidio) que personas de ese grupo le dijeron: «ahora tenemos mucho dinero, nuestros nuevos aliados serán los judíos, en cuanto hayan despachado a JFK». Este informante había administrado fiables informaciones en el pasado».
Algunos defensores de Israel en la prensa estadounidense de entonces intentaron desviar la atención para que no sea salpicado por esta referencia a «los judíos» en el mencionado párrafo de Coup d´Etat in América, alegando que a quien se refiere en realidad es a mafiosos judíos como el gángster Meyer Lansky quien antes del triunfo de la revolución castrista dominaban el negocio del juego y de los casinos en Cuba. El diario israelí Maariv publicó un artículo sobre Lansky en abril de 2013 en el que le describía a Lansky como «el gángster judío más grande de la historia» (Elder of Ziyon, 18 abril 2013). Según Maariv, Lansky pagó millones de dólares en apoyo a la creación del Estado de Israel.
Collins Piper siguió investigando en esta dirección llegando a la conclusión, mediante numerosos datos hallados en libros sobre la vida de Lansky y otros documentos, que ese gángster era en realidad el rey del hampa en la Cuba precastrista y en California. Por otro lado, numerosos libros, documentos e investigaciones periodísticas aparecidos sobre el magnicidio señalaban a mafiosos destacados como presuntos implicados en la conspiración para asesinar a Kennedy. Todos aquellos nombres no eran más que hombres de Lansky. Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación seguían ignorando el papel angular de Lansky en la conspiración.
Otra conclusión crucial a la que llegó Collins Piper en sus investigaciones es la existencia de estrechas relaciones de Lansky con Israel. De hecho este mafioso huyó a Israel cuando el ambiente estaba muy caldeado en Estados Unidos tras el magnicidio. En la década de los 70 Lansky solicitó refugio en Israel amparándose, en su condición de judío, en la ley israelí llamada Ley del Retorno, pero la gran presión ejercida por Washington impidió que Israel le acoja llegando a extraditarle a Estados Unidos donde tenía que comparecer ante los tribunales por varios delitos, ninguno de ellos era relacionado con su implicación en el asesinato de Kennedy. ¿Hubo entonces un pacto entre las autoridades israelíes y estadounidenses para que Lansky sea devuelto a Estados Unidos a cambio de ignorar su papel en el magnicidio? Semejante acuerdo es más que probable si tomamos en cuenta que las relaciones entre Tel Aviv y Washington eran excelentes en los años 70 y que el lobby judío-sionista en Washington era ya poderoso.
Permindex Connection
El autor de (The Final Judgment) dice: «Comprender las fuerzas que hay detrás de Permindex es comprender la respuesta al misterio más grande del sglo XX: la pregunta de quién asesinó a John F. Kennedy.»
Permindex, también conocida por Permanent Industrial Exposition, es una organización comercial internacional con cuartel general en la ciudad suiza de Basilea, cuna del Movimiento Sionista Internacional que celebró su conferencia fundacional en aquella ciudad en 1898. Permindex, según muchos especialistas en Servicios Secretos, no es más que una organización pantalla de la CIA estadounidense, que ha sido señalada con el dedo acusador de más de un investigador del asesinato de JFK. Esta organización fachada está fuertemente infiltrada, como veremos más adelante, por el Mossad israelí y es el «eslabón perdido» que conecta a Israel directamente no sólo con el magnicidio perpetrado aquel 22 de noviembre de 1963 en Kansas City sino también con procurar mantener indefinidamente en el misterio al más importante asesinato del pasado siglo.
Los personajes centrales de Permindex en 1963 y años inmediatamente anteriores tenían fuertes lazos no sólo con Meyer Lansky sino con el propio Mossad.
Ejemplo de ello allí estaba Clay Shaw, director de The International Trade Mart, en Nueva Orleans. El 1 de marzo de 1967 fue arrestado por orden del Fiscal General de esa ciudad, Jim Garrison. Garrison le acusó formalmente de conspirar para asesinar a Kennedy. Las investigaciones posteriores condujeron a descubrir fuertes lazos entre Shaw y Lee Harvy Oswald (único acusado de haber disparado contra Kennedy), el Mossad israelí, Permindex y el Sindicato del Crimen de Meyer Lansky. Declaraciones de testigos, ex-agentes y ex-directores de la CIA confirmaron, junto a pruebas contundentes, la participación de Shaw en la conspiración de matar a Kennedy. Misteriosamente, el jurado tardó tan sólo una hora en declarar inocente a Shaw, el 1 de marzo de 1969.
Otro de los personajes de la trama Kennedy ha sido uno de los jefazos de Permindex, el judío Louis M. Bloomfield, con base en Montreal (Canadá) quien había trabajado para la CIA durante años y representaba los intereses de la poderosa familia judía estadounidense, Bronfman. Esta familia no funcionaba entonces sólo como uno de los principales avales internacionales del estado de Israel sino que también era a lo largo de mucho tiempo una de los principales componentes del Sindicato del Crimen de Lansky. Además, Bloomfield era el líder de la Histadrut israelí en Canadá a lo largo de más de 20 años, según señaló The Canadian Jewish Chronicle, el 16 de julio de 1965 y el 16 de febrero de 2013. El gigantesco sindicato obrero israelí Histadrut llegó a ser uno de los pilares fundamentales del sionismo no sólo dentro de Israel sino también en el exterior. Bloomfield, a la sazón líder del lobby israelí y de la Comunidad judía en Canadá, falleció en Jerusalén en julio de 1984.
En Permindex también se encontraba otro millonario judío, Tibor Rosenbaum. Uno de los padrinos del estado de Israel y el primer director financiero y de suministros del Mossad. Israelí de nacionalidad, Rosenbaum fue además uno de los principales financiadores de Permindex. Como presidente del Banque de Credit Internacitional también sirvió como el principal responsable en Europa del lavado de dinero del sindicato del crimen de Meyer Lanskey.
Hay otros muchos nombres de implicados en la conspiración israelí para asesinar a Kennedy, muchos de ellos son judíos fuertemente ligados a Israel. Se trata, además de los ya mencionados, de otros pertenecientes a Permindex, de personalidades israelíes y de otras pertenecientes a la CIA, al sindicato del crimen de Lansky, a grupos de disidentes cubanos anticastristas, a influyentes sectores de los medios de comunicación de Estados Unidos que se encargaron de crear y difundir ampliamente la «carcasa» de un Lee Harvey Oswald «agitador pro-castrista y procomunista» con lo que se distrajo totalmente la atención de la opinión pública estadounidense de los verdaderos asesinos de Kennedy. Estos medios de comunicación sionistas ligados a Israel se dedicaron a difundir mil historias acerca de otras muchas hipotéticas teorías sobre el asesinato de Kennedy en una gigantesca operación de desinformación que dejaba enterrada para siempre la verdad de lo sucedido.
Ejemplo de estos últimos han sido dos judíos estadounidenses, los hermanos Edgar y Edith Stern, íntimos amigos de Clay Shaw y propietarios del imperio mediático WDSU, que se encargó de tergiversar la verdad sobre el papel de Shaw en el magnicidio hasta que este fue declarado inocente por un jurado fuertemente influenciado por esa vasta campaña mediática a favor del acusado.
La Comisión Warren
Lyndon B. Johnson, vicepresidente de Kennedy, tampoco se liberó de las acusaciones de haber estado implicado en la conspiración. A la semana de haber estrenado su cargo de presidente de Estados Unidos, una vez asesinado el presidente, Johnson ordenó la formación de una comisión para investigar el magnicidio, presidida por Earl Warren, entonces presidente de la Corte Suprema, por lo que fue conocida como Comisión Warren.
El informe final de la Comisión Warren, de 889 páginas, incluía testimonios de 552 testigos, miles de documentos y unas cuantas conclusiones. Estas venían a simplificar escandalosamente los acontecimientos acaecidos en Dallas aquel 22 de noviembre de 1963 y el posterior asesinato de Lee Harvey Oswald, reduciéndolo a que Oswald actuó por «motu proprio», lo mismo que el judío estadounidense Jack Ruby al asesinar a Oswald dos días más tarde. Según esta conclusión surrealista, nadie conspiró para matar al presidente de Estados Unidos y que todo fue obra de un individuo desequilibrado y pro-Castrista, y que Ruby, al asesinarle lo hacía porque sí, por iniciativa propia.
Algunos autores desmontaron las conclusiones de la Comisión Warren, como el propio Collins Piper.
Otro autor, Mark Lane, en su libro Rush to Judgment, 1966, llega a la conclusión de que hubo una conspiración múltiple para asesinar a Kennedy. Este libro, que recoge documentos y entrevistas con numerosos testigos, fue convertido en un documental de 122 minutos producido por la televisión de la BBC.
Lee Harvey Oswald y Jack Ruby (Jack Rubenstein)
Numerosos investigadores independientes del magnicidio de Dallas ponen en serias dudas que Oswald hubiera tenido nada que ver con este crimen, pues se trataba de un pésimo tirador muy lejos de acertar con sus disparos un blanco en movimiento y a mucha distancia, como era el caso del presidente Kennedy, montado en un coche que circulaba por la plaza Dealey, en Dallas. De hecho, Oswald, como cualquier otro infante de Marina, fue entrenado y examinado en tiro, anotando 212 puntos en diciembre de 1956, ligeramente por encima del mínimo para su calificación como un tirador. En mayo de 1959 su marca cayó a 191. ¿Quién iba a confiar un disparo tan «histórico» a un mal tirador? ¿Y a que tirador mediocre se le podía pasar por la cabeza intentar asesinar a un Kennedy en movimiento disparándole desde una larga distancia? Kennedy fue asesinado de tres tiros, que tuvieron que ser disparados por más de un tirador o por un tirador profesional y de mucha sangre fría.
Oswald, detenido minutos después del tiroteo e interrogado, negó en todo momento haber matado a Kennedy y afirmó en público que él era «un chivo expiatorio».
Pero suponiendo que Oswald fuera el verdadero y único autor de los disparos que mataron a Kennedy, eso no alejaría un ápice el hipotético hecho de que Israel es quien decidió y planificó el magnicidio. Las ya mencionadas investigaciones del Fiscal General de Nueva Orleans, Jim Garrison, dejaron probado -como hemos señalado anteriormente- que el acusado principal de organizar el crimen de Dallas, Clay Shaw, tenía fuertes lazos con Oswald, el Mossad israelí, Permindex y el Sindicato del Crimen del judío sionista Meyer Lansky.
Por otra parte, y según varias fuentes, el judío sionista A.L.Botnick, de quien The New York Times dijo el 9 de octubre de 1995 (poco después de su muerte) que fue director regional de la oficina de Nueva Orleans de la Liga anti-Difamación de B´nai B´rith (muy conocida entidad de propaganda israelí ligada al Mossad) a lo largo de tres décadas, tenía fuertes lazos con el responsable de operaciones de la CIA en esa ciudad, Guy Banister. Banister era quien labró, durante el período anterior al asesinato de Kennedy, el perfil de procastrista de Oswald, perfil que una vez perpetrado el crimen fue muy aireado por los medios de comunicación de EEUU en una gigantesca operación de desinformación. Múltiples evidencias e indicios señalan que la manipulación de Oswald hasta el día del asesinato de Kennedy se desarrollaba bajo la supervisión de la Liga Anti-Difamación.
En cuanto al judío Jack Rubenstein, conocido como Jack Ruby, no era ningún desconocido y no era un ciudadano cualquiera, como lo pintaron los medios de comunicación estadounidenses: un ciudadano simple que quiso vengarse el asesinato de Kennedy asesinando a su vez a Oswald a los dos días de la detención de este último, el 24 de noviembre 1963. El asesinato de Oswald se consumó mientras la policía le sacaba del cuartel de la policía en Dallas para trasladarle a la cárcel del condado. Había una multitud de fotógrafos, camarógrafos y periodistas siguiendo a Oswald que iba caminando junto a sus custodios por el aparcamiento subterráneo del cuartel de la policía. Jack Ruby se abrió paso en medio de aquel grupo de profesionales de la prensa y disparó contra Oswald, hiriéndole de muerte.
En el informe de la comisión Warren se afirma que Ruby, muerto misteriosamente el 3 de enero de 1967 en la cárcel (se dijo que murió de cáncer), actuó por iniciativa propia, sin formar parte de ninguna conspiración. Sin embargo, Ruby, que fue arrestado inmediatamente tras disparar a Oswald, declaró a gritos, ante numerosos testigos, que «los judíos tenemos agallas» reconociendo así que cometió su crimen en su condición de judío.
El autor de Rush to Judgment, Mark Lane, -que era abogado de la madre de Oswald en el juicio de Ruby- se pregunta en la página 18: «¿Cómo pudo Ruby acceder a Oswald y estar tan cerca de él cuando se encontraba fuertemente custodiado por la policía dentro de su cuartel?». Lane no descarta que hubiera connivencia por parte de la Policía para dejar que Ruby tenga acceso a Oswald, y además, en su condición de abogado que jugó un papel central en el juicio, presenta en su libro numerosos testimonios y pruebas de que el asesinato de Oswald fue premeditado como parte de una conspiración y de que la policía de Dallas tenía una larga y corrupta relación con Ruby, anterior al asesinato de Kennedy.
Ruby era un conocido gángster de Texas, donde regentaba cabarets y negocios de licores, y pertenecía, según Collins Piper, al sindicato del crimen de Meyer Lansky. En resumidas cuentas, Ruby era el hombre de Lansky en Dallas, con lo cual queda cerrado el círculo de implicación del Mossad israelí en el magnicidio de Dallas.
Si a todo esto añadimos que el entonces agente del Mossad -y muchos años después primer ministro de Israel- Yitzhak Rabin, se encontraba en Dallas, el mismo día del asesinato de Kennedy, como hemos explicado antes, quedan disipadas las últimas dudas de la implicación directa de Israel en el asesinato de Kennedy, con la connivencia de la CIA, el lobby judío estadounidense, el sindicato del crimen de Lansky, y los grupos mediáticos judíos de aquel país, ciegamente leales entonces, como lo son hoy, al sionismo y a Israel.
Fuentes:
-United States National Archives, Central Foreign Policy Files.
-Israel and the Bomb, Avner Cohen.
-www.rense.com: Israel’s Central Role In JFK Assassination.
-www2.gwu.edu/~nsarchiv /Israel
-Israel State Archive, Jerusalén.
-http://es.wikipedia.org: La Enciclopedia Libre.
-global.britannica.com: Encyclopedia Britannica.
-en.Wikipedia.org: The Free Encyclopedia.
-The Jerusalem Post, 19 enero 2014
-AmericanFreePress.net, Christopher Bollyn, 31 julio 2004.
-Rush to Judgment, Mark Lane, 1966.
-Little Man: Meyer Lansky and the Gangster Life. Robert Lacey
-ElderOfZiyon. Blogspot.ae
-The New York Times
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