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Entrevista al académico Jose Antonio Figueroa, sobre el republicanismo negro en Cuba y Ecuador

Silenciar el pasado es rentable a la necropolítica

Fuentes: Sin Permiso

José Antonio Figueroa, actualmente profesor de la Universidad Central del Ecuador, ha escrito y publicado sobre violencia, nacionalismo, racialización y etnicidad en contextos como Colombia, Ecuador, Cuba y Cataluña.

Entre sus textos más destacados está el libro Realismo Mágico, vallenato y violencia política en el Caribe Colombiano (Icanh, Bogotá, 2009) y el artículo “Guerra privatizada, capitalismo lumpen y racismo en la frontera Ecuador-Colombia” (Urvio, Flacso-Quito, 2009). Con todo, lo que hoy nos impulsa a solicitarle, expresamente para Sin Permiso, esta entrevista es su reciente libro: Republicanos Negros: guerras por la igualdad, racismo y relativismo cultural (Planeta, Bogotá, 2022), que ha sido el resultado de una extensa investigación histórica en Cuba y el Ecuador. (Entrevista de Hiram Hernández Castro)

Hiram Hernández Castro (HHC)[1]: Es probable que al leer el título de tu libro muchos rememoren la obra clásica: Los jacobinos negros…  Publicada por primera vez en 1938, el texto de C.L. R. James sobre la Revolución haitiana es hoy referencia obligada cuando de análisis del capitalismo colonial y esclavista se trata. Lo que, además, es extensivo a la historia de las revoluciones republicanas de este lado del Atlántico. ¿Desde qué elementos, en tu estudio, se articula la relación entre republicanismo, “raza” y etnicidad? ¿Qué debemos entender por “republicanismo negro”?

José Antonio Figueroa (JAF): Efectivamente, C.L.R. James hizo la primera descripción pormenorizada del papel crucial que tuvo la Revolución haitiana en el contexto de las grandes transformaciones políticas entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El título es un reconocimiento a esa poderosa obra y a la Revolución haitiana, tristemente convertida en un fantasma que sirvió como una de las justificaciones a la ola de racismo biológico que surgió a mediados del siglo XIX y que se expresó en la masacre del Partido Independiente de Color (PIC) y en la guerra de los afroesmeraldeños que abordo en mi libro.

A partir de Los jacobinos negros, el protagonismo de los republicanos haitianos ha sido más reconocido como faro que lideró las independencias americanas, pero Haití continúa sufriendo los castigos de los poderes imperiales por su osadía de destruir la esclavitud y fundar una república negra y soberana.

Los poderes imperiales aislaron a Haití y hasta hoy la han venido desangrando, como en aquel tiempo hizo Francia cuando le impuso de manera extorsiva un astronómico costo económico a su independencia mientras les amenazaba con mantenerlo bloqueado hasta que no pagaran la suma impuesta.

Haití inauguró lo que podríamos llamar una etnicidad negativa que funcionó en las masacres del PIC (1912) y de los afroesmeraldeños (1913-1916). Y es que en vez de ser reconocidos como ciudadanos con plenos derechos, les republicanes negres fueron convertidos en les “otres” a partir de una antropología racista que les quitó su condición de seres humanos y luego una antropología culturalista que les convirtió en seres exóticos incapaces de autogobernarse.

La masacre del PIC y la guerra de los afroesmeraldeños las ubico en una matriz de republicanismo negro análoga a la de Haití. En todos estos casos les afrodescendientes propusieron construir un modelo de sociedad radicalmente igualitaria, que rompía el racismo, la sujeción económica y política e incluso atacaba frontalmente las estructuras patriarcales de la dominación. Esta búsqueda de igualdad desde abajo como expresión del republicanismo negro fue invisibilizada mediante la criminalización y mediante la exotización como expresiones de etnicidad negativa.

HHC: La tradición republicana ―tanto en su traducción oligárquica como democrática― se define por enlazar la libertad a las condiciones materiales de existencia y, en consecuencia, la ciudadanía a la propiedad. El liberalismo doctrinario, en cambio, consentiría en que se puede ser libre y ciudadano pese a la desposesión de propiedad, es decir, aunque se viva con permiso. En tu libro presentas una analogía entre dos episodios históricos: la masacre del PIC y la “Guerra Afroesmeraldeña” en el Ecuador. Esa analogía, en tu reflexión, instituye además una relación entre el republicanismo popular y el liberalismo radical. ¿Podrías presentarnos algunas de las claves desde las que argumentas esas correlaciones?

JAF: Desde la cercanía con el liberalismo radical tanto el PIC como la guerrilla afroesmeraldeña exigieron la creación de condiciones que permitieran que la igualdad fuera algo más que una consigna. Este punto me parece crucial ya que marca una diferencia entre el republicanismo popular o republicanismo negro, con otras formas de republicanismo elitista que en el mismo contexto de la guerra de independencia no plantearon la construcción de un horizonte de igualdad como guía de construcción de la república.

Es interesante ver cómo ciertos sectores republicanos hicieron un manejo oportunista del principio de igualdad racial durante la guerra de independencia, con el objetivo de mantener la unidad en el ejército, pero a medida que el triunfo se fue consolidando, empezó nuevamente a surgir el racismo que terminaría institucionalizándose luego de la fundación de la república.

Creo que los casos de Cuba y Esmeraldas nos enseñan que hay una diferencia entre formas de republicanismo de elites y el republicanismo negro o popular, y que el punto de quiebre está en que el segundo exigía la creación de condiciones que permitieran que la igualdad fuera el principio rector de la república, tal y como fue prometido en la guerra, y no una mera frase como lo fue para los sectores de las elites que terminarían imponiéndose.

El periódico Previsión, del PIC, constituye una vigorosa fuente para conocer la profundidad de los reclamos igualitarios planteados por el republicanismo negro, elemento que en el caso esmeraldeño se encuentra más fragmentado porque no contaron con un órgano de difusión similar. Las peticiones formuladas en el programa del PIC ―y que se encuentran más dispersas en el caso de Esmeraldas― exigían la intervención institucional para eliminar las trabas que evitaban construir la igualdad racial, jurídica, económica y política entre los denominados blancos y los afrodescendientes. Igualmente, importante eran las disputas que hacían al racismo en la esfera cultural, tanto en el ámbito académico como en el campo de los prejuicios cotidianos.

En términos de las discusiones republicanas, el PIC y las guerrillas afroesmeraldeñas comprendían la libertad en el sentido positivo ya que mientras controvertían el racismo y la etnicidad negativa que en el caso de Cuba fue construida por la antropología, la medicina, el derecho, la prensa y las instituciones policiales y militares; al mismo tiempo exigían una intervención institucional que permitiera crear un sustrato real a la igualdad.

HHC: La historiografía cubana ―a raíz de los debates sobre el racismo histórico y actuante en la Isla― ha revisitado el levantamiento del PIC. Una posición historiográfica reconoce el levantamiento de 1912 legítimo en sus causas (el racismo, la desigualdad, la política corrupta y oligárquica), pero equívoco en sus derivaciones por contrapuesto a los imperativos martianos: “con todos y para el bien de todos” e igualdad de razas. ¿Cuál sería tu interpretación al respecto de estos repertorios en disputa?

JAF: La idea del “error” del levantamiento por contradecir el principio martiano de “una patria con todos y para bien de todos” no tiene un origen académico, sino político. Este supuesto surge junto al racismo institucional de la república temprana y a la teoría de la guerra de razas también supuestamente promovida por los afrodescendientes que no hacían más que exigir el cumplimiento de las promesas de igualdad hechas durante la guerra.

Luego, más bien lo que hizo cierta historiografía fue silenciar e invisibilizar evidencias históricas que mostraban que el PIC colocó en la esfera pública las terribles condiciones en que vivía la población afrodescendiente. El PIC denunció cómo los estereotipos racistas funcionaban para mantener la sujeción de la población negra. En Previsión, el PIC expuso su carácter interracial y, a la vez, ofrecía soluciones para superar la discriminación a partir de un programa político que incluía el bienestar de toda la nación.

La capacidad de incorporar las demandas específicas de una población que había padecido la esclavitud y el racismo junto a los requerimientos de la nación la he denominado universalismo situado, concepto que valdría explorar en sus consecuencias en un contexto de racismo como el instaurado en Cuba tras la independencia.

La noción de universalismo situado ―en un contexto de abierto racismo contra la población cubana afrodescendiente― me permitió analizar las demandas y reclamos de los sectores afrodescendientes en un marco distinto al que proponía tanto la antropología racista como la culturalista al promover la imagen de los afrodescendientes como excepciones y particularidades ante la nación.

Cuando se analizan las propuestas y reflexiones de ese grupo de intelectuales, militares, profesionales y militantes del PIC es posible ver que mientras estos luchaban por crear una verdadera república con todos y para todos, el sistema racializado les empujaba a mantener su estatus de excepcionalidad racial o cultural.

Esta investigación me mostró que el universalismo situado vale para reconocer usos oportunistas del principio “con todos y para todos” y revelar la infamia que se escondió tras el reproche a los afrodescendientes de promover una guerra de razas.  

HHC: En Ecuador, colindante a las luchas alfaristas de 1895, estalló en la provincia de Esmeraldas la denominada “Guerra o Revolución de Concha”; en referencia a uno de los caudillos de la revolución liberal. ¿Por qué nos presentas este episodio como “Guerra Afroesmeraldeña”? ¿Qué disputa discursiva se desenvuelve en torno a la identidad, protagonismo y causas de este conflicto armado?

JAF: Me interesa romper el mito de que esta guerra de guerrillas nutrida por un contingente de mayoría afrodescendiente fue el resultado de la manipulación del caudillo blanco Carlos Concha. Una idea que ha sido sostenida en los textos que circulan en torno a este conflicto armado.

Ciertamente, al denominar este enfrentamiento como “Guerra de Concha” se trascriben las narrativas en las que los afroesmeraldeños son criminalizados, invisibilizados o retratados como una masa rústica y manipulada. Una preocupación similar ha venido proponiendo el intelectual esmeraldeño Juan Montaño.

Por otra parte, la guerra afroesmeraldeña ha tenido influencia en la literatura de Esmeraldas, lo que me ha permitido rastrear los modos en que esta ha sido leída por intelectuales como Adalberto Ortiz y Nelson Estupiñán Bass. La novela Juyungo, por ejemplo, mediante un formato evocativo del republicanismo negro se encarga de rescatar la figura de Federico Lastra, ese gran comandante negro, estereotipado u olvidado por la historia nacional.

Por todo eso, en esta investigación indago en las referencias sobre los afrodescendientes y confronto una serie de fuentes empeñadas en, como diría Michel-Rolph Trouillot, silenciar la memoria histórica y que hoy, en términos de Achille Mbembe, resulta tan útil a la necropolítica neoliberal.

HHC: Precisamente, en Las tesis de filosofía de la historia, Walter Benjamin afirmaba: “articular históricamente lo pasado no significa conocerlo tal y como verdaderamente ha sido. Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro”. ¿Qué peligros se ciñen hoy sobre el sujeto histórico protagonista de tu libro?

JAF: Una de las motivaciones principales de esta investigación fue mostrar que los afrodescendientes han cumplido un rol protagónico en la construcción de la nación y en la formulación de ideas de igualdad. He querido demostrar que ese protagonismo ha sido silenciado por un racismo biológico y un culturalismo que los convierte en los “otros” en la nación.

Los peligros son actuales cuando el racismo biológico se reproduce en una necropolítica ejercida contra las poblaciones racializadas y empobrecidas del sur global y en las narrativas posmodernas que reafirman la condición de otredad de la población afrodescendiente. Silenciar el pasado es rentable a la necropolítica que decide quién debe vivir y quién debe morir según los criterios del mercado.

Con todo, en términos políticos, retengo la confianza en que los legados de los republicanos negros acompañen nuestras luchas por la igualdad y, en términos académicos, nos impulsen a emprender estudios no mistificados de la cultura.

Confío en que el republicanismo popular nos muestre que la cultura no es una camisa de fuerza para mantener a determinados grupos humanos en su particularidad, sino que, por el contrario, es la expresión de la vida con todas sus contradicciones, riquezas y miserias. La cultura es el sustrato experiencial que aporta contenidos concretos a nuestras aspiraciones emancipadoras universales.

Nota:

[1] Hiram Hernández Castro. Politólogo cubano, profesor de la Universidad Técnica “Luis Vargas Torres” de Esmeraldas-Ecuador.

Jose Antonio Figueroa es profesor de la Universidad Central del Ecuador, ha escrito y publicado sobre violencia, nacionalismo, racialización y etnicidad en contextos como Colombia, Ecuador, Cuba y Cataluña. Entre sus textos más destacados está el libro Realismo Mágico, vallenato y violencia política en el Caribe Colombiano (Icanh, Bogotá, 2009) y el artículo “Guerra privatizada, capitalismo lumpen y racismo en la frontera Ecuador-Colombia” (Urvio, Flacso-Quito, 2009).

Fuente: https://sinpermiso.info/textos/silenciar-el-pasado-es-rentable-a-la-necropolitica-sobre-el-republicanismo-negro-en-cuba-y-ecuador