La forma predilecta de «debate» en la izquierda tradicional fue siempre, ante adversarios provenientes de otras corrientes, la misma: hacer una caricatura del argumento que no se comparte; tender al razonamiento por el absurdo, que tanto complace al auditorio desprevenido, educado a pensar en blanco y negro y, por ultimo, etiquetar el punto de vista […]
La forma predilecta de «debate» en la izquierda tradicional fue siempre, ante adversarios provenientes de otras corrientes, la misma: hacer una caricatura del argumento que no se comparte; tender al razonamiento por el absurdo, que tanto complace al auditorio desprevenido, educado a pensar en blanco y negro y, por ultimo, etiquetar el punto de vista en cuestión, como el fruto de concepciones provenientes de «la pequeña burguesía radicalizada». De esto se queja amargamente, de manera reiterada y con razón, Eleuterio Fernández Huidobro, en su larga y por cierto aburrida «Historia de los Tupamaros». Pero por esas cuestiones del destino, que recuerdan aquello de que «de esta agua no has de beber», el compañero Senador de la República, da la sensación de estar ingresando en un período de amnesia. En un breve reportaje, reproducido en el portal electrónico Rebelión, 18/3/2005 [http://www.rebelion.org/noticia.php?id=12806], en el que, a decir verdad, se realizan una serie de afirmaciones enteramente compartibles, el Ñato Eleuterio pone en evidencia que, bajo determinadas circunstancias, nadie esta libre de asumir conductas o por lo menos ciertos tics, que otrora deploró.
Preguntado sobre la forma de compatibilizar emergencia social y cumplimiento estricto de las obligaciones con los organismos de crédito, afirmación ultra remachada por las principales figuras del gobierno entrante, no encuentra nada mejor que descolgarse con una tontería sobre actos de guerra, la ausencia de responsabilidad sobre las consecuencias de la misma, mezclado con el grito argentino, el ronquido de las tripas brasileñas y no sé que otra reacción biológica del gobierno venezolano. Para colmo, no puede evitar deslizarse hacia el mas deplorable de los paternalismos: «tenemos que ubicarnos, compañeras y compañeros» etc…
Por cierto, si se analizan las opiniones del encomísta argentino Claudio Katz y del teólogo y escritor brasileño Leonardo Boff, la dirección, el curso del proceso, parecería orientarse, en los países hermanos, en un sentido inversamente proporcional al anhelado por la izquierda consecuente, de la que creo forma parte el compañero Eleuterio. Por ello, apelar al recurso de hilaridad es poco responsable. Y, fundamentalmente, es desleal.
«La gravedad y la extensión de la crisis socio-económica rompe los ojos: casi un millón de pobres (32% de la población total); 14% de desocupación; 35% de la fuerza de trabajo en situación de «precariedad»; decenas de miles de personas viviendo en asentamientos precarios; el 54% de los niños que nacen y crecen en los hogares «desafiliados socialmente». En este cuadro, el Plan de Emergencia Social (Plan de Atención Nacional a la Emergencia Social – PANES), asume el carácter de «buque insignia» del gobierno. Alcanzará a 200 mil personas y tendrá una duración de dos años. Incluye un «ingreso ciudadano» (cuyo monto monetario no está resuelto) y varias prestaciones en términos de alimentación, salud, educación, vivienda y transporte.
En un principio, consumirá solamente US$ 100 millones, el 0,7% del PIB anual (una cifra irrisoria si tenemos en cuenta que al pago de los intereses de la deuda externa se dedicará casi un 4% del PIB) y en etapas siguientes contará con la «ayuda» del Banco Mundial, el BID y algunos países de la Unión Europea. Según la ministra responsable del área (Marina Arismendi, Partido Comunista), el éxito de la propuesta depende de «una amplia participación popular» y de la interacción del aparato del Estado, los municipios, las ONGs, los pequeños comercios, y los voluntarios (ver más adelante). El objetivo es que en dos años se puedan «erradicar los merenderos y comedores» donde hoy se concentran los «indigentes».
Obviamente, la cuestión de la deuda externa pública estará en el centro de las negociaciones. El gobierno progresista ha sido enfático: cumplirá religiosamente con los «compromisos contraídos» por el país. Veamos. En 1999 la deuda bruta era de US$ 8.500 millones y en 2004 US$ 13.500 millones…el PIB era en 1999 de US$ 21.000 millones y a finales de 2004, US$ 13.000 millones. El FMI requiere un «superávit primario» del 4% (en 2004 fue del 3,8%) para garantizar el pago de los intereses y «obtener credibilidad frente a los mercados» e inversores privados, actores esenciales en la «sustentabilidad» del programa del nuevo gobierno (Uruguay cuenta con una de las menores tasas de inversión de América del Sur respecto al PIB: alrededor de 14%). El calendario de pagos a los «acreedores» es insostenible: el país deberá transferir a las instituciones financieras internacionales US$ 3.000 millones en los próximos dos años. Si como todo parece indicarlo, el gobierno claudica ante los condicionamientos del FMI y los «mercados», su propuesta de «cambio», «país productivo» y «reactivación del mercado interno», serán una ilusión óptica.»(La hipnosis progresista. Ernesto Herrera, 15-03-2005)
¿Inquietante, verdad? Ante este diagnostico u otros semejantes, realizado por alguien que se define integrante de la izquierda radical, lo que cabe, si es que se discrepa con él (¡desdichadamente y a mi pesar, reconozco que no es mi caso!) es un análisis serio, una respuesta constructiva, una alternativa creíble. Y en el peor y mas trágico de los escenarios, un acto de sincera resignación. Pero no un chiste.
Valencia, 23/03/05