El profesor Víctor David Hanson es el historiador favorito de la Casa Blanca y suele buscar en la guerra del Peloponeso símiles forzados para justificar cualquier tipo de decisión bélica de W. Bush. Hay quien sospecha que si los «halcones-gallina» decidieran invadir la Patagonia, Hanson desenvainaría una inevitable cita de Pericles. Dicta cátedra en la […]
El profesor Víctor David Hanson es el historiador favorito de la Casa Blanca y suele buscar en la guerra del Peloponeso símiles forzados para justificar cualquier tipo de decisión bélica de W. Bush. Hay quien sospecha que si los «halcones-gallina» decidieran invadir la Patagonia, Hanson desenvainaría una inevitable cita de Pericles. Dicta cátedra en la Hoover Institution, entre otras, y un ex alumno relató que en una de sus clases «Hanson contó que estaba en la Oficina Oval analizando (con el presidente) la cuestión de Irán… y que Bush se comprometió a hacer algo con Irán antes de terminar su mandato» (www.lewrockwell.com/blog, 26-8-07). Pareciera que así será nomás: el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Bernard Kouchner, anuncia que «hay que prepararse para lo peor, la guerra» contra Irán, el comandante en jefe de los ocupantes, general David Petraeus, quiere que buena parte de los 5000 efectivos británicos estacionados en Basora patrulle la frontera iraquí con Irán, y John Bolton, el ex virrey de Irak, explica que el raid aéreo israelí contra Siria de principios de mes fue «una advertencia también para Irán». No por nada W. dijo a Hanson lo que dijo.
La anécdota sintetiza el contenido de un estudio que detalla los preparativos ya cumplidos del ataque norteamericano a Irán. Sus autores, Dan Plesh y Martin Butcher, son reputados especialistas británicos en diplomacia y armamentos, dos términos cada vez más intercambiables. El estudio -«Análisis de una guerra con Irán» (www.rawstory.com)- concluye que el Pentágono ha planeado no sólo la destrucción de las instalaciones nucleares iraníes: también el derrocamiento del régimen, la aniquilación de sus fuerzas armadas y de su infraestructura económica. Se trata de convertir a Irán en un «estado débil o en bancarrota» para reconstruirlo en democracia. Igualito que en Irak.
La intervención sería masiva con bombarderos y misiles que están listos «para destruir 10.000 objetivos en unas pocas horas», registran Plesh y Butcher. Hay además infantería, fuerza aérea y marines en el Golfo Pérsico. Se cuenta con armar a grupos étnicos opositores en algunas provincias iraníes para alimentar una suerte de «resistencia popular». De hecho, hay unidades de fuerzas especiales norteamericanas que ya operan clandestinamente en Irán. Están preparadas las bombas nucleares, que los autores del estudio consideran de improbable utilización. No obstante, agregan, las instalaciones nucleares iraníes de Natanz tienen tal protección «que se podría requerir el empleo de armas nucleares (antibunker) y, una vez comenzado el ataque, sería simplemente cuestión de seguir la lógica y la doctrina militares en toda su extensión, lo que demandaría la utilización de bombas nucleares si los otros medios fracasan». Más claro, imposible.
El ambiente se está calentando en Washington y bastarán tres días para cumplir los objetivos previstos, señalan diversos analistas militares. Pero Larry Johnson, ex agente de la CIA y ex subdirector de la oficina antiterrorista del Departamento de Estado a cargo de operaciones especiales, no se afilia al optimismo: «El estudio (de Plesh y Butcher) parece aceptar sin cuestionamiento alguno que la fuerza aérea y los bombarderos navales de EE.UU. pueden efectivamente destruir a Irán, y al parecer ignoran el hecho de que el poderío aéreo estadounidense no consiguió en Irak destruir todos sus medios principales en los terrenos militar, político, económico y de transporte». La Casa Blanca no quiere perder más efectivos en otra invasión, pero olvida un viejo principio de la guerra: para derrotar a un país hay que ocuparlo y la infantería es clave. Y aun así, véase Irak.
El marco local de estos planes contra Irán son las elecciones presidenciales del año próximo. Crece el repudio a la guerra de Irak de la opinión pública norteamericana, para no hablar de la soledad internacional que W. Bush ha sabido conseguirle a EE.UU., pero la pugna política por ganar al electorado es difícilmente comprendida en Europa y Medio Oriente, afirman los autores del estudio: «Es un contexto que algunos considerarían divorciado de la realidad, pero con la capacidad estadounidense de proyectar su poderío militar a todo el globo, tal vez la realidad de Wa-shington D.C. es la que importa más que cualquier otra». A continuación reconocen que, aunque Irán quede reducido a un estado rico en petróleo, pero muy debilitado, «los riesgos para la humanidad en general y para los estados de Medio Oriente en particular son verdaderamente graves». En esto no se equivocan: W. ya amenazó a Teherán con «un holocausto nuclear».
La Casa Blanca está segura de que atacar a Irán contará con el consenso de demócratas y republicanos, que no querrán quedar en falta con el rubro patriotismo. Y es verdad que Hillary Clinton, que lleva la delantera en la interna demócrata por la candidatura presidencial y tal vez llegue a la Casa Blanca nuevamente, de otro modo esta vez, criticó con dureza a su conmilitón y contrincante Barack Obama porque éste afirmó que sería muy peligroso utilizar armas nucleares en Pakistán y Afganistán para terminar con Osama bin Laden. «Creo que ningún presidente -contestó Hillary a Obama- debe hacer declaraciones terminantes con respecto al uso o no uso de armas nucleares». Tampoco a esto le falta claridad.