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Un día corriente para un trabajador chino en una fábrica de propiedad extranjera

Fuentes: China Labor Watch

Li Qian escribió la siguiente descripción de su experiencia personal mientras trabajaba en Xin Qiao Electronics, una fábrica de Shenzhen que hace abrelatas para la compañía Faberware, con sede en EE.UU. Li trabajó en la fábrica en 1999 y 2000. Traducido para Rebelión por Pablo Ramos Alba

La alarma suena a las 7 en punto. Todavía estoy muy dormido y quiero dormir un poco más. Cinco minutos más. Tengo que levantarme. Voy de prisa al váter. Está ocupado. Hay otra persona en el baño. Dieciséis personas vivimos en un cuarto pequeño, luchando por el turno, uno tras otro intentando entrar. Acabo de peinarme con esmero y voy a la planta de producción. Los trabajadores se saltan el desayuno casi siempre para ahorrar tiempo y dormir un poco más. No me importa mucho el dinero, pero quiero descansar un poco más, ya que los turnos de noche se prolongan hasta muy tarde. Los 10 minutos del desayuno significan mucho para mi.

Se tardan ocho minutos en cubrir la distancia entre los dormitorios y la planta de producción. Los trabajadores recorren el camino a paso muy ligero. Tenemos que estar en la planta a las 7.30am. Un minuto de retraso nos costaría 20RMB [€2], casi la paga de un día de trabajo. Mi sección está en la cuarta planta del edificio y en ella hay 400 trabajadores. Cuando entro, casi todos los compañeros de trabajo ya están preparados. Todavía quedan dos o tres minutos. Encuentro un lugar para sentarme un momento, ya que una vez que empieza la producción, no tenemos tiempo para sentarnos.

La campana suena a las 7.30. La producción empieza. El capataz del equipo nos grita «¡Más rápido, más rápido!». Producimos abrelatas Faberware. Hay 23 personas en mi equipo. Yo ayudo en el embalaje, que es el último paso, poniendo el producto final en el paquete.

Desde el primer momento, mis manos no paran de trabajar . En otros tiempos, se permitía a los trabajadores estar sentados. Sin embargo, la dirección se dio cuenta que los trabajadores eran más productivos de pie. Quitaron las sillas. Tenemos que estar de pie todo el día.

Ya llevo tiempo en este trabajo y todavía mis pies se resienten después de dos horas. Tengo una pequeña pieza de madera, en la que apoyo los pies. Ayuda un poco a descansarlos. La muchacha al lado mía lo cogió porque llegué tarde. Después de un rato me empiezo a sentir fatal y le suplico que me devuelva el trozo de madera. Le ruego pero se niega en redondo. El capataz se da cuenta de la situación pronto y nos increpa: «¡¿Qué estáis hablando? Cerrad la boca!». Un reglamento de la fábrica es que no se puede hablar durante la producción o se nos impone una multa.

El capataz ha estado ayudando al inicio de la línea. Así presiona más al resto, ya que trabaja más deprisa y todos tienen que seguir su ritmo.

Sin el trozo de madera, tengo que buscar alguna forma de descansar los pies. La única manera de hacerlo es yendo al baño. Solicité permiso al capataz hace cuatro días. No estoy seguro. Vacilo. A lo mejor a la tarde. Ya son las 11 en punto. El almuerzo es en una hora. Lo llevo esperando toda la mañana. Cada minuto parece un siglo. Las doce. Ya está sonando la ansiada campana.

Corro hacia la cantina. Todo el mundo está corriendo. Hay mucha gente antes que yo. Me uno a la larga cola. Es una cantina muy pequeña, incapaz de proveer comida para una fábrica con 3,500 trabajadores. Alrededor de 1,000 obtendrán su almuerzo. Los otros dos tercios más rezagados tienen que andar 20 minutos para comer algo. Nuestros salarios son bajos y la comida es cara. Un plato de comida sale por 2RMB [€0.2]. No hay mucho que comer en el plato. No hay mucho arroz. Los que necesitan comer más tienen que repetir. Hay un poco de aceite con algunos vegetales. La carne es escasa. Solo se ven las grasas. Los trabajadores no se las pueden comer. Algunas veces hay arena en el arroz. Si no tienes cuidado, la arena te daña los dientes y la lengua. Solo hay un poco de col en el almuerzo de hoy. Me alimento con eso y ya son las 12.40. Para ahorrar tiempo me tiendo en el césped cerca de la cantina a tomar la siesta.

Por la tarde, la producción empieza a las 1:30pm. Voy a mi sección a las 1:15 pensando en el trozo de madera. Resulta que la muchacha ha llegado antes y ha reclamado el trozo de madera como suyo.

Desde que empieza el turno de tarde, no dejo de calcular cuánto tiempo queda para terminar el día. A cada minuto me digo a mi mismo que debo aguantar. Las tres y media parecen indicar el fin de mi empeño. Necesito ir al baño para descansar un poco. Pido permiso. El capataz me mira atravesado y me da cinco minutos. Él ocupa mi posición cuando me voy, porque de otra forma la línea de producción tiene que pararse. El baño está en la misma planta. Hay solo dos baños para 400 personas. Hay otros antes que yo con el mismo deseo de descansar un poco. Doy vueltas durante cinco minutos. No quiero usar el baño, solo quiero descansar un poco. Lo más importante son mis pies. Vuelvo a mi posición.

El turno de tarde finaliza a las cinco y media. Voy de prisa a la cantina. La misma comida. Me la llevo al cuarto y como tendido en la cama. Mis compañeros de habitación también están de vuelta, demasiado cansados para hablar.

El turno de noche empieza a las seis y media. La cuota diaria para nuestro equipo es de 1,400 abrelatas. Yo he contado más de 900 hoy. Todavía quedan más. Después de tres horas, cuando ya se va poniendo el día, me siento con más ánimos. Miro el reloj constantemente. Las 10:30 señalan el final. Espero que no me toque limpiar durante otra penosa hora. Bueno, les ha tocado a otros cinco compañeros de trabajo. Algunas veces, cuando hay mucho trabajo, las horas extras rebasan la medianoche y el capataz le grita a todo el mundo, pero no hoy. Ha sido un buen día.

Me voy de vuelta a mi cuarto. Soy el primero. Tomo una ducha. Hay 8 literas para 16 personas. Entre ambas líneas de literas solo hay un estrecho pasillo que solo permite andar a una persona. Este es el único sitio para reposar y dormir. Me voy a la cama. Estoy muerto de cansancio. Pero aun así, ha sido un buen día. Rezo en silencio. Le doy las gracias a Él por este día. Caigo dormido en un minuto.