A pesar del hecho de que más de un millón de personas permanecen sin techo en Haití un mes después del terremoto, el embajador de los EEUU en Haití, Ken Merten, es citado en una nota de prensa del 12 de febrero del Departamento de Estado diciendo: «en términos de entrega de la ayuda humanitaria… […]
A pesar del hecho de que más de un millón de personas permanecen sin techo en Haití un mes después del terremoto, el embajador de los EEUU en Haití, Ken Merten, es citado en una nota de prensa del 12 de febrero del Departamento de Estado diciendo: «en términos de entrega de la ayuda humanitaria… francamente, está yendo muy bien, y creo que será algo que la gente podrá mirar atrás en el futuro como un modelo de cómo hemos sido capaces de afrontar esto nosotros mismos como donantes en el terreno y respondiendo a un terremoto».
¿Qué? ¿Haití es un modelo de cómo la gobernanza internacional y la comunidad donante deben responder a un terremoto? El embajador debe estar agotado por el trabajo y necesita algo de reposo. Veamos los hechos.
La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) informaba el 11 de febrero de que hay todavía 1,2 millones de personas viviendo en «asentamientos espontáneos» en y alrededor de Puerto Príncipe como resultado del terremoto del 12 de enero. Estos asentamientos espontáneos son campos en expansión descontrolada de personas, niños y familias haitianas sin techo viviendo en campo abierto bajo sábanas.
Más de 300.000 están en campos en Carrefour, casi 200.000 en puerto Príncipe, y más de 100.000 entre Delmas Petitionville y Leogane según Naciones Unidas.
Unas 25.000 personas están acampadas en un campo de golf en Petitionville. Cientos de miles viven en campos de fútbol, patios de iglesias, laderas de colinas, en barrancos, e incluso en franjas de tierra en medio de la calle. La ONU ha identificado unos 300 asentamientos espontáneos. Según la Cruz Roja hay más de 700.
La ONU informaba de que apenas una de cada cinco personas en los campos había recibido tiendas o lonas a 11 de febrero. El 80% de los cientos de miles de niños y familias todavía viven a campo abierto bajo sábanas.
Muchos de estos campos son enormes. Diecinueve de estos campos de sin techo en el área de Puerto Príncipe acogen en conjunto a 180.000 personas. Más de la mitad de estos campos son tan espontáneos que no hay una organización en el campo que al menos informe globalmente de sus necesidades.
Otro medio millón de personas ha dejado Puerto Príncipe, la mayoría se ha dirigido hacia el campo. Como resultado hay problemas importantes de alimentos en el campo. Unas 168.000 personas desplazadas por el interior del país están viviendo a lo largo de la frontera con la República Dominicana, muchos con sus familias. Otros están en asentamientos «espontáneos» de hasta mil personas.
A la gente viviendo en estos campos densamente poblados se le requerirá que se traslade a asentamientos más organizados fuera de la ciudad. La relocalización, dice la ONU, será bajo criterios voluntarios.
El embajador estadounidense sabe perfectamente que hay unas 900 agencias de ayuda sobre el terreno en Haití. La coordinación y comunicación entre esas agencias y entre ellas y el gobierno de Haití continúa siendo un serio desafío.
Aunque mucha gente está intentando afrontar las necesidades de supervivencia de Haití, nadie además del embajador se atreve a decir que este es un modelo de respuesta. El director de «Partners in Health», el Dr. Louise Ivers, informaba el mismo día de que «hay más y más miseria» en Puerto Príncipe, así como también de los temores que amenazan los campos de la fiebre tifoidea y la disentería además de la temporada de lluvias.
Pero todavía prevalece el espíritu de Haití. Todo el que ha estado en Haití tras el terremoto habla de historias inspiradoras de haitianos ayudando a haitianos a pesar de la trágicamente inadecuada respuesta del gobierno de Haití y de la comunidad internacional. Ese espíritu es algo que la gente debe admirar. Permítanme acabar con una historia que lo ilustra:
A un orfanato a las afueras de Puerto Príncipe que alojaba a 57 niños se le prometió una gran tienda de manera que los pequeños no tuvieran que dormir más tiempo bajo las estrellas. La tienda llegó pero sin postes para sostenerla. Al mismo grupo se le prometió comida de UNICEF. Doce días después no había llegado la comida. Improvisaron y fabricaron andamios para crear un toldo sobre los colchones tirados en el suelo. Encuentran comida allá donde pueden. «Resistimos», dice Etienne Bruny el director haitiano del orfanato, «estamos acostumbrados a tiempos difíciles».
Los haitianos resisten pese a la inadecuada respuesta humanitaria. Ellos son el modelo.
Bill Quigley es abogado especialista en derechos humanos y profesor de derecho en la Universidad de Loyola de Nueva Orleans. Es un superviviente del Katrina y ha trabajado por los derechos humanos durante años para el Instituto por la Justicia y la Democracia en Haití.
Fuente: http://www.counterpunch.org/quigley02152010.html
Traducción para www.sinpermiso.info: Txomin Martino