Si algo tenemos que agradecerles a los nuevos funcionarios -y también a los viejos políticos- es haber despertado, con sus prejuicios y desatinos, el debate siempre acallado sobre la sexualidad. Hoy, como pocas veces se ha visto, los medios y las redes abundan en certeras reflexiones tendentes a desvelar los conceptos y quitar telarañas allí […]
Si algo tenemos que agradecerles a los nuevos funcionarios -y también a los viejos políticos- es haber despertado, con sus prejuicios y desatinos, el debate siempre acallado sobre la sexualidad. Hoy, como pocas veces se ha visto, los medios y las redes abundan en certeras reflexiones tendentes a desvelar los conceptos y quitar telarañas allí en donde se han acumulado por los siglos de los siglos.
La mirada paternalista hacia una juventud y una niñez carentes de oportunidades de desarrollo, debe sustituirse por la definición correcta de políticas públicas destinadas a reducir las desigualdades y las inconsistencias de los programas emanados desde las instituciones del Estado, los cuales se elaboran a partir de una visión sesgada sobre los derechos de esos sectores vulnerables.
Cuando un funcionario de Gobierno sugiere en su discurso la validez de la autoridad del hombre por sobre la vida de la mujer, automáticamente plantea una posición de Estado, como hizo hace algunos días el viceministro de Diseño y Verificación de la Calidad Educativa (¡nada menos!) en un acto de graduación, en donde dejó bien sentadas sus ideas sobre los (no)derechos de la mujer, entre otras perlas de una alocución que ha corrido por las redes y puede encontrarse en YouTube.
Pero eso, al final de cuentas, refleja un estereotipo social sólidamente asentado en el imaginario colectivo, el cual se replica con fuerza en todas las capas sociales como parte de los discutibles valores que la sustentan. Un marco cuya prevalencia ha provocado, además de horrorosos crímenes de lesa humanidad y un ambiente de extrema violencia, muchos de los problemas que actualmente frenan el desarrollo de la niñez, la juventud y el gran sector de mujeres, cuyo estatus de marginación se mantiene in crescendo.
La actitud y las palabras del viceministro están mal, muy mal. Y aunque el funcionario pretenda desmentirlas, ahí están las grabaciones para sostenerlas. Pero no es el único que resbala fuertemente en su propio caldo de prejuicios, ahí están los diputados tránsfugas y otros nada transparentes, elaborando discursos sobre valores como si la ciudadanía a la cual afectan con sus manipulaciones hubiera perdido la memoria.
Pero la cereza sobre el pastel en esta tierra de Nunca Jamás, es la publicación de la Brigada Fuerzas Especiales Kaibil en Facebook, en donde aparece un soldado impartiendo una conferencia sobre prevención de embarazos ante una audiencia de niñas, niños y adolescentes, en una escuela de Poptún, Petén. Este hecho no tendría mayor importancia ¡todo lo contrario! si las clases sobre el tema de la sexualidad fueran parte de la currícula escolar y todos los maestros contaran con abundante material y la posibilidad de compartirlo con sus alumnos.
Sin embargo, las políticas públicas de educación sexual y reproductiva han sido engavetadas administración tras administración, con el consiguiente abandono de la iniciativa y del mandato derivado de los acuerdos internacionales sobre el tema. Guatemala, como muchos otros países, pero aún con mayor incidencia, presenta grados ascendentes de embarazos en niñas y adolescentes, violaciones sexuales desde el seno familiar y el entorno cercano, trata de personas -especialmente niñas y niños- y una multiplicidad de formas de violencia sexual que convierten al país en uno de los más riesgosos para el desarrollo de la infancia. Y considerando su sistema democrático, es una total contradicción que la enseñanza de un tema tan sensible provenga de uno de los cuerpos más represivos del Ejército.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.