Las recientes elecciones en Uruguay confirman la tendencia del electorado en América Latina y el Caribe (ALC) a votar por la continuidad de los gobiernos antineoliberales, como hemos podido comprobar este año en El Salvador, Bolivia, Brasil y ahora en la patria de José Artigas. Desde 1998, año de la primera elección de Hugo Chávez, […]
Las recientes elecciones en Uruguay confirman la tendencia del electorado en América Latina y el Caribe (ALC) a votar por la continuidad de los gobiernos antineoliberales, como hemos podido comprobar este año en El Salvador, Bolivia, Brasil y ahora en la patria de José Artigas. Desde 1998, año de la primera elección de Hugo Chávez, hasta la fecha, ni uno solo de ellos ha sido removido electoralmente. Únicamente apelando al golpe de Estado las oligarquías aliadas a Estados Unidos han podido derribar a los más débiles: el de Manuel Zelaya en Honduras y el de Fernando Lugo en Paraguay; procedimiento también intentado infructuosamente en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010).
Pero la ratificación sucesiva de estos gobiernos no significa que los electores les hayan entregado un cheque en blanco para eternizarse en la función pública. Su permanencia ha dependido de la fidelidad a los programas por los que fueron votados, la eficiencia y honradez en su desempeño, su defensa de la soberanía y su vinculación con las necesidades y aspiraciones populares.
La ventaja conseguida en la contienda presidencial por el oncólogo Tabaré Vázquez sobre los candidatos de la derecha tradicional, a la vez que su formación Frente Amplio (FA) conservaba la mayoría en ambas cámaras del Congreso, ha significado en gran medida un espaldarazo popular a la obra de gobierno de la coalición que gobierna Uruguay desde 2004. Justamente fue el propio Vázquez quien ganó la presidencia entonces como su abanderado. Relevado en el cargo en 2009 por el también frenteamplista Pepe Mujica, carismático ex miembro de la dirección del guerrillero Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, que mantuvo y enfatizó las políticas sociales de su antecesor y se destacó notablemente por su política exterior, apegada a las ideas de unidad e integración de América Latina y el Caribe, jugando en equipo con Hugo Chávez, Evo Morales, Cristina Fernández, Rafael Correa, Dilma Rouseff y otros líderes de los gobiernos antineoliberales de la región.
Mujica entregará la presidencia con la tasa más baja de desempleo de la historia y habiendo sacado de la pobreza a 900 000 uruguayos, logros compartidos con Vázquez. Bajo su mandato se aprobó la ley de despenalización del aborto, de matrimonio entre personas del mismo sexo, de trabajo juvenil y de trabajo doméstico.
La contundente victoria de Vázquez fue también un plebiscito sobre la gestión de Mujica, confirmado por el hecho de que 6 de cada 10 uruguayos apoyaban su desempeño y casi esa misma proporción votó por Vázquez. Es apreciable el crecimiento del apoyo al FA en provincias y entre la juventud.
En su primer mandato el oncólogo trató de promover un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, impedido por la central de trabajadores PIT-CNT y la oposición en las bases del FA, y pidió ayuda a George W. Bush contra una totalmente improbable agresión de Argentina. Estas acciones y declaraciones como que ha percibido un «cambio» en la actitud de Washington hacia América Latina y la oportunidad de llegar a «relacionarnos de otro modo, con tolerancia, con respeto, con igualdad de condiciones a pesar de las diferencias» han provocado críticas en sectores del FA, colectividad cuyo Plan Político expresa: «nuestra convicción anti imperialista y anti oligárquica, base fundamental y sustento de la unidad política que representamos». A la cabeza de las críticas estuvo la ratificada senadora frenteamplista Constanza Morera, quien logró disputarle a Vázquez la candidatura presidencial en las elecciones internas ante el intento de que hubiese un único candidato.
El sector del que es referente Morera aboga por un giro a la izquierda a la política económica y social y una política internacional que propicie avanzar en la integración regional, la solidaridad con los gobiernos de izquierda y el rechazo a los TLCs, a la Alianza del Pacífico y a los tratados militares con el Pentágono. En definitiva, por seguir el rumbo indicado por los electores.
Ello implica también aprobar la ley de medios, ya presentada en el parlamento, para romper con los monopolios de la comunicación y avanzar en el cambio de matriz productiva dependiente de la exportación de materias primas.
«No puedo, no debo, ni quiero trabajar solo. Quiero contar con todos los uruguayos para que me acompañen», dijo Tabaré en el discurso de la victoria y pidió a las organizaciones populares que lo critiquen cuando haya que criticarlo. Alentadoras palabras.
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