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Uruguay y narcotráfico, entre la negación y la preocupante realidad

Fuentes: Rebelión / CLAE

El narcotráfico está cambiando y Uruguay todavía no cae en la cuenta de que su ubicación está en América Latina.

Uruguay se autopercibe -y además compró el mito impuesto desde afuera- como la “Suiza de América” por ser la excepción y un país ejemplar. Aunque ya avanzado el siglo XXI, Uruguay se parece más a Suiza en cuanto a que mucho dinero que proviene del narcotráfico se lava en estas tierras.

Los fenómenos de la violencia como consecuencia del narcotráfico no saben de fronteras y la expansión de su negocio tampoco. La pandemia jugó su papel y planteó cambios.

Según un informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en el mundo la cantidad de consumidores aumentó en un 26% en la última década y con un repunte vertiginoso en épocas de confinamiento. Con ello también aumentó la venta por internet y se comparó intergeneraciones, arrojando por resultado el aumento de consumo en jóvenes con respecto a anteriores generaciones.

En la región el consumo entre la población de 15 a 64 años aumentó un 2.6% en Argentina, un 2.4% en Chile y un 1.4% en Uruguay. Eso en términos porcentuales, porque Uruguay lidera el ranking de consumo de cocaína per cápita en la región.

La cadena y los eslabones

La estrategia cuasi que a nivel global es seguir atacando a los consumidores incluso en el continente a los campesinos productores sumamente empobrecidos, es decir a los dos últimos eslabones de una cadena que da la vuelta al mundo y alcanza todas las esferas de poder. Poco se habla de los bancos que reciben amablemente las grandes sumas de dinero que engrasan los engranajes de esta máquina capitalista que no descansa.

En un mundo vertiginoso, el mundo del narco también muta y se adapta para poder seguir generando mayores ganancias. Del clásico cartel de los patrones al estilo Pablo Escobar, hoy los carteles colombianos han bajado su perfil. Evitan la confrontación con las fuerzas de seguridad, no ostentan tanto sus fortunas y a su vez no existen grandes capos que copen la escena, sino más bien distintos grupos de mediano porte que se reparten el territorio. 

En un esquema de división internacional del trabajo, el narco ha hecho lo mismo con los suyos y hoy aquellos cárteles que controlaban todos los tramos de la cadena de producción hoy se han segmentado en una especie de fordización del narcotráfico.

Según el jefe de redacción de InSight Crime, Chirs Dalby “Si bien el puerto de Santos (Brasil) es la primera opción, Montevideo se convirtió en un pasaje secundario y útil para los narcotraficantes.” Pero antes de llegar a la actualidad, es necesario apuntar algunos datos que dan cuenta que Uruguay no es novato en temas de narcotráfico.

El Cartel de Medellín realizó operaciones entre 1982 y 1988; el de Cali 1994-1995; el de Juárez entre 1996-1997; el del Norte del Valle 2007-2014; Sinaloa 2008-2009 y 2015 y Los Cuinis 2011-2013 y 2014 – 2016. No es un bosque que apareció de un momento a otro sino una semilla que viene siendo regada y alimentada desde hace mucho tiempo. 

En 2019 se encontraron 4.600 kilos de cocaína en el puerto de Hamburgo, Alemania proveniente de Uruguay. Ese mismo año tres toneladas de cocaína fueron encontradas en un contenedor de arroz que provenía del puerto de Montevideo, había hecho una parada en el puerto de Tenerife, España para finalizar en la República de Benin, África.

A finales de ese año se encontraron seis toneladas de cocaína de una misma partida. 4.5 en Togo, África, que tenía al puerto de Montevideo como su anterior destino y las restantes 1.5 toneladas eran acopiadas en una estancia del departamento de Soriano al suroeste de Uruguay. 

En 2021 se incautó una tonelada de cocaína en el puerto de Barcelona proveniente de Montevideo. El mismo año, pero en Rotterdam, Países Bajos, la incautación fue de 4.200 kilos de cocaína en contenedores paraguayos que provenían del puerto de Montevideo. 

Al estar cerca de los países productores, tener frontera seca con Brasil y por ende con los grupos criminales de Río Grande del Sur.; frontera húmeda con Argentina y tres puntos de conexión en Río Negro, Paysandú y Salto; al formar parte de la hidrovía Paraná – Paraguay; estar cerca de la triple frontera, Uruguay es un punto clave en la entrada y salida de la mercadería.

Y, además, escasos controles en el puerto de Montevideo con un escaner que no es de última tecnología, con radares que fallan un día sí y otro también, con 900 pistas irregulares de aterrizaje denunciadas por el propio ministro de Defensa en su momento (2013) el fallecido Eleuterio Fernández Huidobro. Una geografía que permite que las avionetas siquiera precisen aterrizar sino simplemente lanzar los alijos a un vuelo bajo y seguir rumbo.

Dalby afirmó que el puerto y el aeropuerto fueron utilizados durante la pandemia como “las puertas de salida más importantes para la cocaína en Europa.”

Derrame

El derrame no se ve en la economía aunque las exportaciones crezcan mes a mes. El derrame se ve en la violencia. Uruguay ya superó los 300 homicidios en lo que va del año y supera la cifra total del año 2021 cuando restan más de dos meses y medio para que concluya el 2022. 

Con un 40% de aumento de homicidios, con disputa territorial entre las bandas delictivas, un Ministerio del Interior -a cargo de Luis Alberto Heber- de suma improvisación no hacen más que augurar un futuro poco auspicioso en materia de seguridad pública.

Si solo se pretende atacar al narcotráfico de frente como dos animales que se dan cornadas, los narcos tienen las de ganar. Si se ataca a las bocas de pasta base, de narcomenudeo como si fueran los grandes culpables de esta situación, es de ingenuos o es un hacer por hacer para no reconocer el problema de fondo.

A todo esto se suman acciones por parte del gobierno que lisa y llanamente retiran al Estado del abordaje sobre esta problemática. Primero el retiro de fuerzas policiales de la frontera de Rivera al noroeste del país con Brasil, porque las bandas criminales la superaban en armamento. Como condimento, luego se descubrió que algunos funcionarios policiales traficaban armas con las bandas criminales norteñas.

Segundo, la suspensión de la implementación del Sistema Integral de Control de Transporte de Cargas (Sictrac). Es decir, el Estado prescinde de controlar la carga terrestre. Tercero, algunos artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) que flexibilizan las operaciones realizadas con efectivo y a raíz de todo esto los Reportes de Operaciones Sospechosas (ROS) han bajado a un número que resulta cómico por no decir preocupante. 

Uruguay no tiene fiscales, jueces o periodistas asesinados por el narco, aunque sí amenazas y un atentado desactivado antes de tiempo con ayuda de la DEA al ex Jefe Nacional de Policía; y también tiene autoridades que niegan: (el presidente) “Lacalle Pou negó que el Puerto de Montevideo sea un blanco fácil para el ingreso de droga”.

Entre la negación y la realidad, ¿cuántas toneladas de cocaína o cuántas vidas perdidas hacen falta para espabilar? 

Nicolás Centurión. Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.