Han transcurrido casi dos semanas después del gran circo electoral montado por la dictadura en complicidad y co autoría con el gobierno de los Estados Unidos. En el libreto no apareció nada nuevo: El imperio completó la bitácora del golpe, reconociendo los resultados; la oligarquía mantuvo el régimen bipartidista que le sostiene, y la abstención […]
Han transcurrido casi dos semanas después del gran circo electoral montado por la dictadura en complicidad y co autoría con el gobierno de los Estados Unidos. En el libreto no apareció nada nuevo: El imperio completó la bitácora del golpe, reconociendo los resultados; la oligarquía mantuvo el régimen bipartidista que le sostiene, y la abstención fue el gran actor involuntario de todo el montaje.
El proceso también sirvió para demostrar la lucha entre la hegemonía imperial y las fuerzas que buscan un mundo multipolar. Al final, la OEA demostró su complicidad, al principio pasiva y al final activa, con los grupos golpistas. Este adefesio político-diplomático sirvió de nuevo para violentar la soberanía popular de un pueblo de nuestra América. Queda como primera lección para nuestro pueblo el cinismo de una comunidad internacional en la que no se puede confiar, y en virtud de la cual nunca seremos libres.
Los amigos de la democracia dieron, y siguen dando lo mejor de si en apoyo de la patria hondureña. Los países bolivarianos, Brasil, Argentina y otros más han luchado sin descanso para una salida legítima a la crisis generada por el golpe. Nos queda de lección la perfidia en las acciones de Washington. Nunca más podemos creer los embustes de esta nación decadente que trata de apuntalarse frente a su inevitable colapso destruyendo los sueños de libertad de los pueblos que consideran inferiores.
El día que apareció por primera vez Oscar Arias en la escena, estaba claro que el golpe se había ejecutado para destruir el camino de refundación de la Honduras morazánica. Luego apareció Insulza con cara de demócrata anti golpista y comenzó a ganar tiempo para sus amos. Varios viajes no hicieron sino desnudar la vileza de algunos miembros de la aristocracia política latinoamericana. Arias dijo: «…fracasé en mi intento por el dialogo, ahora reconoceremos las elecciones…»; Insulza le dijo al comité permanente de la OEA: «…seamos realistas, el 27 de enero de 2010 habrá cambio de presidente en Honduras…». ¡Que par de cobardes traidores!
Ningún pueblo merece que lo cambien como mercancía; esto es lo que le hicieron al pueblo hondureño muchos de estos amigos de los banquetes diplomáticos que acostumbran someter naciones enteras en reuniones oscuras, donde toman finos licores y reciben las instrucciones precisas del amo. Estos que no importa si son de derecha o «izquierda» porque lo único que hacen bien es doblar las rodillas frente al dios dinero.
Mucha gente que conozco en la derecha de mi país argumenta que mis posiciones muestran mi resentimiento con la sociedad maravillosa que nos da este sistema. Todos estos afirman que las actitudes de este o aquel bravo soldado aventurero, como Montaner y compañía, representan los ideales más altos de aquellos a quienes les sonríe la fortuna. Es en ese momento en que nos damos cuenta que la dignidad de un pueblo es algo inflexible y la moral de los que nos dirigen sigue valiendo menos que una mula.
Ahora nos toca aprender a caminar con la mirada al frente; firmes como un puño; decididos a todo a cambio de la libertad. Muchas fueron nuestras carencias en estos días de lucha. Nos falto lucidez, tranquilidad, objetividad, habilidad, análisis; lo único que nos sobró siempre fue coraje y dignidad. Eso no lo pudieron entender nunca los personajes más ilustres del golpe, siempre creyeron que nos pagaban; quizá lo siguen creyendo.
Se equivocaron de medio a medio los que estaban convencidos que esto tendría un final feliz para los victimarios de nuestra tierra. No se percataron de que estaban fertilizando con sangre trabajadora la semilla de libertad que había sembrado en nuestra consciencia la tenaz lucha de muchos líderes de antes y de ahora.
El presidente Zelaya, ha cumplido una encomiable faena histórica. No podemos reducir nuestro pensamiento a buscar defectos y bajezas en alguien que se ha sacrificado al extremo por mostrarnos el camino. El origen de clase de Manuel Zelaya no lo convierte automáticamente en amigo o enemigo de nadie; por eso es tan importante olvidar el dogmatismo y entender la dinámica de la sociedad. Tampoco es el presidente un Cristo redimiendo a nadie; si fuera así de poco nos serviría, porque los que necesitan redención son otros.
La resistencia es el resultado más fuerte, noble y notable de esta lucha. En ella se han gestado muchas ideas y acciones. La muestra más clara que somos un pueblo de primera, en un país de primera con una oligarquía de quinta. Y es de quinta porque antepone los intereses del imperio a los propios.
Se cometieron muchos errores, como es natural en todos los procesos de cambio. Falló la Unificación Democrática al no entender el grave error que significaba participar solitaria en el amañado proceso; pero también fallamos terriblemente los que despotricamos contra estos compañeros que compartieron las palizas de la dictadura con nosotros. Que miopes hemos sido al no entender la importancia de la unidad.
Ahora nos llega el momento de rectificar; tenemos otra oportunidad de buscar el mejor camino para luchar. Este camino debe pasar forzosamente por la unidad de todos los actores. Anteponer los anhelos del pueblo a los vicios partidarios es imperativo, un mandato de la historia. La nueva etapa de la lucha debe ser inclusiva, abierta. No debemos confundir a compatriotas que han militado en partidos tradicionales con los dirigentes que han hecho de la política un modus vivendi: el pueblo no tiene color político, si tiene una condición de clase.
Ha llegado el momento en que reinventamos la manera de dirigir nuestro discurso; abandonamos la actitud, esquiva y sumisa cuando nos acusan de ser izquierdistas. ¡Existen fascistas tan torpes que piensan que llamarnos comunistas es un insulto!! Pero también existimos aquellos que no sabemos portar con orgullo nuestras ideas. Hacia delante fundaremos un partido del pueblo; tal vez sea un Frente Amplio, o la Unidad Popular Hondureña, sea cual sea la forma, se trata de un organismo popular de izquierda por definición.
Tenemos por delante, días, horas, meses y años de lucha en todos los frentes; debemos asumir el trabajo y la responsabilidad de transmitir nuestras ideas, de comulgar con los pensamientos de todos; de adoptar posiciones profundamente democráticas, inflexiblemente socialistas. No podemos seguir permitiendo que al pueblo lo engañen diciéndole que democracia es el mejor sinónimo de bienestar de unos pocos y la maldita pobreza para las grandes mayorías.
El trabajo político debe integrarse a la producción intelectual. Debemos dejar a un lado las discusiones estériles y las descalificaciones personales; eso solo sirve de alimento a nuestras debilidades, y de apoyo a la oligarquía asesina.
Debemos incorporarnos con fuerza a la lucha; sin más pretensiones que la conquista de un mundo mejor. Sin diferenciar entre obreros y profesionales; sin discriminar las ideas de nadie. La dirigencia debe reflexionar mucho sobre la necesidad de escuchar; muchos nos hemos quedado al margen porque no hay espacio; al mismo tiempo los demás debemos entender que no podemos ser todos dirigentes.
Entendamos que el liderazgo se forma en la lucha; que debemos ser disciplinados y saber proponer nuestros conceptos. Aceptemos que una posición dirigente es un honor pero también una responsabilidad; pero nunca debe ser el móvil para nuestra militancia. No debemos aspirar a ganar condecoraciones ni influencias, esos vicios ya nos causaron mucho daño.
La unidad debe entenderse, aceptarse, trabajarse, lo único que no es posible es obviarla. Esta es la lección que nos queda a nosotros.
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