Recomiendo:
0

Honduras

Zelaya y la historia de un puntillazo

Fuentes: Rebelión

En el momento que redacto esta nota, aún no se tiene conocimiento del contenido completo del acuerdo entre Manuel Zelaya y Micheletti, que según las informaciones trasmitidas a través de los medios, espera por la aprobación del Congreso. No se conoce el contenido completo del acuerdo, pero si nos atenemos al curso que han venido […]

En el momento que redacto esta nota, aún no se tiene conocimiento del contenido completo del acuerdo entre Manuel Zelaya y Micheletti, que según las informaciones trasmitidas a través de los medios, espera por la aprobación del Congreso. No se conoce el contenido completo del acuerdo, pero si nos atenemos al curso que han venido tomando los acontecimientos desde el día del golpe de Estado, no es muy aventurado asomar una conclusión respecto a los sacrificios del consenso.

Antes de iniciar una aproximación o especulación en torno al desenlace de esta nueva aparición de gorilas por estas zonas, valdría la pena incorporar a la reflexión, una consideración al delicado tema del PODER. Nada suena en estos momentos tan complejo y difícil, como el término y las realidades que se configuran a través del ejercicio y uso del PODER. Es siempre un término difícil de concebir y definir, pero ahora enmarcándolo dentro del proceso que vive el mundo y muy particularmente el Pueblo de Honduras, el fenómeno «poder» se hace ciertamente complejo, pero se capta ahora con este consenso, su esencia y ubicación.

Hace algo más de tres meses, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobaron sendas resoluciones exigiendo la inmediata restitución de Manuel Zelaya en sus funciones de presidente de Honduras. El mundo se alzó contra ese golpe que aparentemente se le dio a Zelaya para sacarlo del gobierno y no del poder, porque efectivamente no tenía ninguno. El golpe hizo de Zelaya un símbolo y su probable restitución, abre magistralmente el esquema de esta nueva formula de dar un golpe de Estado, porque el poder real colocara a Manuel Zelaya en la responsabilidad de ser el factor clave para dar efectivamente el golpe que los Estados Unidos se propusieron.

Honduras ofrece ahora muchas lecturas. En primer lugar, facilita observar como la OEA y la ONU carecen de sentido, contenido y autoridad. Están prácticamente desnudas sin nada que les permita cubrir sus huesudos y cadavéricos cuerpos, porque el mundo de la diplomacia que dice representar la democracia guardó un silencio cómplice frente a ese poder real que impuso la orden de hacerse indiferente frente a este y otros atropellos de evidente violación de los derechos humanos. El término «inmediato» se transformó en una orden para darles a los gorilas el tiempo y el hombre que necesitaban para acomodar su proyecto .

El consenso no está muy lejos de las resoluciones aprobadas por la OEA y la ONU. Logrado el objetivo, el conductor efectivo del Golpe decidió enviar a un emisario para asegurarse que en el texto del acuerdo hayan quedado registradas todas las exigencias de los Estados Unidos y la cuarta urna saliera del juego.

El símbolo y la esperanza «Mel», sufrió una metamorfosis y el plan real del golpe lo coloca ahora como golpista. El «Mel» golpista se fue paulatinamente construyendo y comienza a verse con la primera reunión de «coqueteó sostenida con la Secretaria de Estado Hillary Clinton. Este coqueteo se prolongó posteriormente con los servicios fundamentales de Arias y ahí se cocinaba el verdadero golpe. Hace aproximadamente un mes, se tuvo información de una declaración aparecidas en medios escritos en la cual se afirmaba que Zelaya estaba «Listo para negociar y olvidarse de la constituyente»

El miércoles (14/10/09) se conoció que uno de los miembros que conformaba la delegación de Manuel Zelaya, se había retirado de las negociaciones y argumentaba, que su retiro se justificaba porque estaban sacrificando temas y problemas fundamentales para los hondureños e insinúo lo de la cuarta urna. Este «olvidarse de la constituyente «, nos conduce entonces a una reflexión, que toma sentido en la siguiente pregunta: ¿El problema es el regreso de Zelaya o la eliminación de la opción de una cuarta urna para que los hondureños decidieran sobre una constituyente?

Si la cuarta urna es el sacrificio que el pueblo hondureño debe pagar para que la «democracia» hondureña se restablezca; lastimosamente hay que meterse en la cabeza que el problema no era ni es Zelaya, pues no tiene PODER; el problema (y ahí si están claro los gorilas de Honduras, los de Estados Unidos, la OEA y la ONU) es el pueblo de Honduras que busca la forma de acumular PODER para darse una democracia participativa y protagónica

Espero que esta reflexión esté totalmente fuera de escenario y Zelaya regrese con PODER con la posibilidad de abrir la democracia en Honduras. Espero que al equivocarme, Zelaya no aparezca como un golpista, pero observar los movimientos y ruegos de Manuel Zelaya, no puedo evitar recordarme ese viejo bolero que nos decía: Que la rondas no son buenas/que hacen daño/que dan penas y acaban por llorar.

[email protected]

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.