La secuelas de un conflicto armado de larga duración no pueden sanarse de la noche a la mañana, a un más cuando la sociedad en su imaginario colectivo carece de la maduración necesario por pensar un país en donde la construcción de la paz provenga y sea impulsada por las comunidades desde y para los […]
La secuelas de un conflicto armado de larga duración no pueden sanarse de la noche a la mañana, a un más cuando la sociedad en su imaginario colectivo carece de la maduración necesario por pensar un país en donde la construcción de la paz provenga y sea impulsada por las comunidades desde y para los territorios.
La guerra propia o la guerra ajena vivida por las comunidades indígenas no es indiferente a esta situación tan estructural como lo implica la violencia en sus múltiples connotaciones, pareciera ser que la lógica de las élites tanto de izquierda como de derecha promovieran un ambiente marcado por la negación y la eliminación del «otro» , siendo así que parte de esta lucha por reconocer la dignidad y el respeto al ser «indígena» fue una consigna constante promulgada por el «indio» Manuel Quintín Lame en su proyecto mesiánico y liberador de los pueblos indígenas en Colombia.
En efecto, la fuerza del pensamiento de Quintín Lame conllevo a la generación de militancias, colectivos y grupos dedicados a la defensa de la raza, la vida, la tierra y el territorio en función de continuar la noción de la causa indígena en todas sus dimensiones. Un resultado concreto fue la emergencia a la esfera pública del Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL) que ha sido considerado como la primera guerrilla indígena en América Latina.
Los cincuenta años del trasegar político de Quintín Lame se pueden reconocer como un tiempo coyuntural que posibilito la discusión de nuevos temas y debates frente a la concepción de que tipo de democracia existen y se ha impuesto a lo largo de la historia por parte de los sectores hegemónicos de la sociedad colombiana. Así pues, la cuestión de la autonomía, la defensa y la resistencia paso a ser un tema polémico que desbordo todo tipo de imaginario político cada vez pareciera ser que los pueblos indígenas demostraban su postura por construir zonas o comunidades alejadas del conflicto armado o por el contrario la necesidad de buscar las herramientas necesarias para garantizar su seguridad frente a la ola de violencia politica y armada proveniente de distintos actores (gamonalismo, hacendatarios, paramilitares y guerrillas) esta serie de prácticas constituyeron una praxis que se identificaron con las necesidad de ir más allá de la disputa por el poder político y dejar en claro la postura pedagógica de paz proveniente de las comunidades en sus territorios.
Tal como sucedió con el pequeño grupo de indígenas Paez (Nasa) que en la década de los ochenta y noventa empezaron la organización de un movimiento que hiciera peso a la violencia de los terratenientes en el Cauca, y lograran impulsar la recuperación de tierras en el Norte de este departamento. Un aspecto que generó la construcción de un imaginario basado en una «guerra propia» a través de la creación de autodefensas étnicas nada extraño en la compleja historia del conflicto armado colombiano. Véase: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes/informes-2015-1/quintin-lame-la-primera-guerrilla-indigena-de-latinoamerica
El departamento del Cauca se ha caracterizado por convivir en medio de la disputa por el poder y la acumulación de la tierra de forma prolongada, esto ha contribuido a la reproducción de enfrentamientos constante por parte de las guerrillas, los grupos paramilitares y los sectores tradicionales (terratenientes y latifundistas) orientados al dominio de los territorios. Por ello, la experiencia proveniente de la primera guerrilla indígena MAQL consistió en su naturaleza politica de no buscar el poder sino garantizar la defensa de la vida, la tierra y el respeto a otros sectores sociales, es decir, otra forma de concebir el conflicto más allá de una visión guerrerista, buscando así superar el monopolio de la violencia ejercido por las élites y dar un giro hacia una resistencia pacífica y plural planificada desde los territorios étnicos.
De esta manera, este grupo armado logro convertirse en un fuerte movimiento social orientado y/o enfocado a la recuperación de la identidad negada por largos años sobre los indígenas del Cauca, una característica fundamental que contribuyó a mostrar la necesidad de la lucha por los territorios y la vitalidad que representa los procesos de movilización social al interior de diversos sectores de la sociedad civil simpatizantes de la causa indígena en el país.
En últimas, el impacto estratégico generado por el MAQL tuvo una amplia conexión con la cosmovisión indígena procedente del Norte del Cauca, un elemento de empoderamiento social y político guiado por la recuperación de la identidad, la autonomía y la cultura de los Paeces que sumaron simpatizantes de otros grupos étnicos en la región, un gran antecedente que demuestra la vigencia del pensamiento descolonial, insurrector y crítico del «indio» Manuel Quintín Lame que por más de 50 años se mantiene y asume cada vez mayor aceptación para distintos grupos, colectivos y actores que consideran necesario y posible una sociedad en paz, democráticamente justa y humanamente posible al servicio de los más necesitados de la tierra de Macondo.
José Javier Capera Figueroa. Politólogo de la Universidad del Tolima (Colombia), Analista político y columnista del Periódico el Nuevo Día (Colombia) y del portal de ciencias sociales rebelión.org (España).
Blog del autor: http://josecaperafigueroa.blogspot.mx/
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