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Haití

211 años de resistencia anticolonial

Fuentes: Alainet

La precariedad social y política haitiana no puede desligarse de la historia de su inserción en la geopolítica colonial. En este sentido, la MINUSTAH constituye una cobertura protectora más de los intereses de los Estados Unidos en el Caribe. No resulta fácil resumir en apretadas líneas la naturaleza de la actual situación haitiana y el […]

La precariedad social y política haitiana no puede desligarse de la historia de su inserción en la geopolítica colonial. En este sentido, la MINUSTAH constituye una cobertura protectora más de los intereses de los Estados Unidos en el Caribe. No resulta fácil resumir en apretadas líneas la naturaleza de la actual situación haitiana y el rol desempeñado por Uruguay.

I. Aniversarios amargos

1) Mucho antes del terremoto del 12 de enero de 2010 el estado haitiano había sido constreñido y debilitado. La precariedad y la crisis permanente no se debieron solo a los conflictos intestinos. Poderosos intereses económicos y militares externos fomentaron esa degradación. Los protagonistas hegemónicos han sido las potencias imperiales. Por ello hoy Haití se sitúa en la periferia de la geopolítica neoliberal.

La memoria de la revolución y las renovadas luchas desarrollan el mayor patrimonio haitiano, una inagotable tradición de revueltas populares. Esta rebeldía constituye una parte insoslayable de la identidad de este pueblo en busca su camino propio.

El presente y el futuro inmediato de Haití resultarían incomprensibles si no apeláramos a sus orígenes, la explotación extranjera y las masivas resistencias antiimperialistas. Solo así estimaremos cabalmente la pesada carga de reivindicaciones de las manifestaciones contra el actual Presidente Michel Martelly.

2) Desde la proclamación de su Independencia, el 1 de enero de 1804, Haití tuvo una intensa historia de intervenciones foráneas. Primero debió abatir a la expedición de Leclerc y Rochambeau, enviada por Napoleón Bonaparte, que se negaba a la pérdida de la colonia más rentable del mundo. Este triunfo haitiano tuvo como consecuencia nada más ni nada menos que Francia vendiera a los Estados Unidos (EUA) la gran Luisiana. Sin embargo, Haití, la primera independencia de América Latina y el Caribe, el primer país del mundo en abolir la esclavitud, la primera república negra, forjada por una revolución popular de esclavos contra amos, tardará mucho en reconocerse.

Resulta significativo que en el año 2004 el Presidente Jean Bertrand Aristide intentara celebrar de la mejor manera el Bicentenario de la Independencia de Haití. A pesar de la inestimable contribución de Haití a Francisco Miranda y a Simón Bolívar, de su trascendencia para la independencia de Nuestra América, los festejos pasaron casi desapercibidos. Como veremos más adelante la situación era complicada. EE.UU. y Francia habían aconsejado no concurrir a las ceremonias.

Hoy, luego de diez años de ocupación del país por la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), Haití está gobernada por Michel Martelly, un Presidente de legitimidad cuestionada. No nos debería extrañar que la celebración de su Independencia en enero de 2015 haya congregado amplias manifestaciones opositoras en todo el país.

3) A dos décadas de su Independencia, la armada francesa volvió a Haití amenazando con invadir y reimplantar la esclavitud. El 17 de abril de 1825, Carlos X puso precio a la Independencia. Exigió una exorbitante indemnización y otras prerrogativas económicas. En 1938 Luis-Felipe I revisó unilateralmente el saldo de la factura y aceptó la Independencia a cambio del control de las finanzas. Así Haití ingresó muy tempranamente a un pacto neo-colonial. Entre prestamistas franceses y estadounidenses tardó más de un siglo en saldar la extorsión. Lo hizo a recién a mediados del siglo XX. Para entonces el país ya contabilizaba con otras hipotecas y sufría otras sangrías.

En 2010, luego del terremoto, Nicolás Sarkozy se convirtió en el primer presidente francés en pisar Haití. Prometió ayuda. No mencionó devolver un solo franco del chantaje que había desangrado el país. ¿Cómo recordará el próximo 17 de abril?

4) Otras fechas también refrescarán la memoria del pueblo haitiano este 2015. El próximo 28 de julio se cumplirá un siglo de la ocupación estadounidense, un ejemplo clásico de las guerras bananeras. La ocupación se estiró hasta 1934 determinando un peculiar entramado de dependencia, solo inteligible en la geopolítica del Caribe. La historia convencional suele eludir a Haití. Cuando lo mencionan solo aluden a la saña de su primera revolución. Pocos recuerdan las metas de la invasión estadounidense: la subordinación de los campesinos, la usurpación de las aduanas y la creación de un ejército especializado la represión interna. Los cronistas y comentaristas del imperio omiten el robo de toneladas de oro del Banco Nacional de Haití, los monstruosos mecanismos de explotación y dominación racistas gestados y ejercidos cotidianamente sobre una población sometida a trabajo forzado primero y proveedora de mano de obra barata después. Haití se convertía en la segunda economía de subcontratación de los EUA en occidente, luego de México. También dejan en el tintero los castigos ejemplarizantes perpetrados por los invasores contra la tenaz resistencia nacional.

5) A ese régimen de exclusión y marginación le siguió una cadena de dictaduras militares aberrantes. Con el apoyo financiero y militar de EUA y Francia, la familia Duvalier se sostuvo en el poder con una mezcla de bestialidad, corrupción y clientelismo entre 1957 y 1986. El terrorismo de estado practicado por los para-militares del Tonton Macoutes (Voluntarios de la Seguridad Nacional – VSN) simboliza aquellos tiempos. Jean-Claude «Baby Doc» Duvalier, dictador hereditario, siguió los pasos de su padre. Sacrificó la vida de decenas de miles de haitianos. Ante las persistentes oleadas insurreccionales contra las nuevas formas de esclavitud y luego de ganar las elecciones por el 99% de los votos, Baby Doc huyó. Su fuga no impidió el robo de una incalculable fortuna de las arcas nacionales ni que dejara al país sumido en una deuda execrable con el FMI y el Banco Mundial. De hecho la década de los 80s. sumió al país en la miseria.

El próximo 4 de octubre de 2015 se cumplirá un año de la muerte de Baby Doc en Puerto Príncipe. Había regresado a Haití con su esposa y su amante. Aún parecía gozar de una extraordinaria influencia al punto de reunirse conjuntamente con Bill Clinton y el Presidente Martelly.

Al enterarse del fallecimiento, Martelly transmitió a través de tweeter sus «sinceras condolencias a la familia y la nación entera en esta triste ocasión». Y agregó: «A pesar de nuestras disputas y nuestras diferencias, saludamos la partida de una auténtico hijo de Haití». De hecho, mucho antes de dedicarse a la política Martelly mantenía una imagen pública cercana al duvalierismo. Desde que asumió la presidencia ese fue parte de su círculo personal. Es más, había prometido amnistiar a Baby Doc en caso de que fuera alcanzado por la justicia.

Estas fechas seguramente conformarán la nutrida agenda de las manifestaciones populares de 2015 más allá de respuestas puntuales ante medidas concretas y el desempeño del gobierno. Recordemos que detrás de estas movilizaciones existen partidos, movimientos y asociaciones populares arraigadas. Otro tema del que poco o nada se dice. Pareciera que la diplomacia global cree que Haití está habitada por infrahumanos.

II. Las nuevas cadenas de la historia reciente

6) Tras la huida de Baby Doc las luchas populares continuaron contra los militares del régimen que intentaban reconstruir un duvalierismo sin Duvalier. En 1990 en las primeras elecciones libres, Jean Bertrand Aristide alcanzó la Presidencia con el 67,7 % de los votos. Era un sacerdote proveniente de la Teología de la Liberación, separado de la orden de los salesianos. Su discurso proponía un programa reformista de desarrollo que atendía las demandas de trabajo, reforma agraria, vivienda, educación, seguridad y lucha contra la corrupción y el narcotráfico. Tras su elección debió abandonar el sacerdocio a pedido del Vaticano. Fue proclamado el 7 de febrero de 1991 y muy pronto fue percibido como una amenaza para los intereses del ejército y los EUA. Entre otras políticas intentó perseguir la corrupción y elevar el salario mínimo. Ocho meses después de asumir fue derrocado por las fuerzas armadas al mando del Gral. Raoul Cédras y exilado a Estados Unidos con el beneplácito de las empresas norteamericanas, la USAID, la CIA y el Presidente George H. W. Bush.

Durante los tres años siguientes volvió a reinar la corrupción y el terror en un Haití gobernado por el Ejército y el FRAPH (Frente Revolucionario para el Avance y el Progreso de Haití) al mando de viejos empleados de la CIA. Las persecuciones, ejecuciones y desapariciones de miembros de la oposición provocaron otro brutal baño de sangre perpetrado por escuadrones de la muerte. Mientras la gran prensa recogía los casos de los balseros cubanos evitaba destacar los miles de balseros haitianos que huían de la carnicería y que los EUA deportaban a sus aliados de la nueva dictadura en Haití.

En septiembre de 1994, la Misión de las Naciones Unidas en Haití (UNMIH) desembarcó en Haití. Los mandos de la dictadura huyeron robando lo que tenían a mano: los fondos de retiro de los militares. La UNMIH se prorrogó hasta junio de 1996.

Ante las presiones internacionales y luego de un acuerdo con el Presidente Bill Clinton, Aristide recuperó la Presidencia en 1994. Un nuevo desembarco de tropas de EUA concretó su restauración. El proyecto de Aristide conservó la retórica pero su política estaba condicionada. Su acción parecía limitada, rota o desviada. Aristide regresó para amnistiar a los militares, dar participación a la oposición y terminar su mandato. Pero antes, destituyó al Estado Mayor y disolvió el Ejército, una sugestiva contribución a la democratización del país.

7) El 7 de febrero de 1996 asumió el nuevo Presidente de Haití, René Préval, ex primer ministro de Aristide.

Entre julio de 1996 y julio de 1997 la ONU estableció la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Haití (UNSMIH); de agosto a noviembre de 1997, la Misión de Transición de la Naciones Unidas en Haití (UNTMIH); de diciembre de 1997 a marzo de 2000, la Misión de Policía Civil de las Naciones Unidas en Haití (MIPONUH); y de marzo de 2000 a febrero de 2001, la Misión Civil Internacional de Apoyo a Haití (MICAH). Todas a pedido o con la complacencia del Presidente Préval.

Préval comenzó reformas acordes a la línea del FMI y el Banco Mundial. Aplicó el programa de ajuste estructural del Consenso de Washington: pago de la deuda externa, privatizaciones y apertura económica. Una de las consecuencias funestas fue la ruina de la agricultura haitiana con la introducción del arroz subsidiado norteamericano. Haití vivió una crisis económica y política y hasta un fallido golpe de estado.

8) En el 2000 Aristide volvió a ganar las elecciones, esta vez con el 91% de los votos y una importante abstención, producto de un intento de boicot electoral. Contó con amplias mayorías en el Legislativo y en los Municipios. Continuó con un discurso popular que no terminaba de concretarse en acciones por la complicada correlación de fuerzas. Tampoco cumplía a rajatabla con la agenda neoliberal. Por este motivo EUA, Canadá, la Unión Europea, el BID y el Banco Mundial cortaron la ayuda y los créditos. La economía entró en crisis. Aristide perdía la confianza de parte de las masas y también la confianza del imperio.

El 31 de enero y el 1º de febrero de 2003, el Secretario del Estado y Ministro para La Francofonía de Canadá, Denis Paradis convocó a la «Iniciativa Ottawa sobre Haití». Allí junto a Roger Noriega y Otto Reich se discutió la posibilidad de intervenir en el «estado fallido» con el aval de la ONU, derrocar a Aristide y restaurar el ejército. Dicha reunión provocó un debate en el Consejo Permanente de la OEA el 12 de marzo. La pequeña parte de los documentos de Ottawa desclasificada hasta hoy demuestra la planificación del golpe militar. Ese mismo año el FMI promovió una espiral inflacionaria induciendo el descontento popular.

La hora de una nueva desestabilización había llegado. Se montó una oposición «democrática» interna asociada a los halcones del Partido Republicano, la USAID y el Fondo Nacional para la Democracia (NED es su sigla en inglés). Paralelamente la CIA financió y capacitó a una oposición armada con el clásico M-16. El terror volvió a invadir Haití a través de las fronteras con la República Dominicana. Como es usual los medios de comunicación comenzaron a demonizar a Lavalas y, a la vez, a ocultar las acciones terroristas que segaban las vidas de decenas de policías y más de un millar de militantes de Aristide.

Ya nos referimos al fracaso del Bicentenario en enero de 2004. A partir de ese momento la revuelta civil y rebelión armada atenazaban al Presidente. 200 años después Francia volvió a invadir a Haití, esta vez acompañando a los EUA.

El 29 de febrero de 2004 Fuerzas Armadas Especiales aterrizaron en Puerto Príncipe, irrumpieron el Palacio Presidencial, secuestraron a Aristide y lo enviaron a la República Centroafricana bajo custodia de agentes franceses. Se cumplía una orden de la administración de George W. Bush. Inmediatamente el Consejo de Seguridad avaló la nueva injerencia estadounidense, tomó nota de la «dimisión» de Aristide y autorizó el despliegue de la Fuerza Multinacional Provisional en Haití que se transformaría en la MINUSTAH el 30 de abril. Recién en 2011, después de un largo exilio en la República Sudafricana, le fue permitido regresar al depuesto Aristide.

Inmediatamente surgieron críticas haitianas por los vicios de origen de la Misión: era un intento de legitimar una intervención externa, contravenía la Carta de la ONU y violaba el artículo 139 de la Constitución de Haití.

La Comunidad del Caribe (CARICOM) integrada por quince países y la Unión Africana (UA), cincuenta y cuatro países, criticaron la confusa acción y advirtieron el menoscabo que significaba para las Naciones Unidas.

Los objetivos de la MINUSTAH se introducían en una amplia problemática relativa a la seguridad, la estabilidad de la transición política, el apoyo del Gobierno de transición, la asistencia al Estado de Derecho, la protección de los civiles, el fomento de los principios del Gobierno democrático y a la cooperación en Derechos Humanos. Hoy podemos corroborar la gravedad de estas promesas y la enorme impostura mundial.

El gobierno provisional impuesto fue integrado por viejos violadores de los DD.HH. y tecnócratas globales exiliados, dando como resultado la unión de políticas represivas y medidas neoliberales sobre la población.

9) Luego de un gobierno interino y otro controvertido proceso electoral, el 14 de mayo de 2006 Préval asumió su segundo mandato de la mano de un nuevo grupo político, Fwon Lespwa.

Préval intentó seguir los dictados del FMI y un mayor acercamiento comercial a los EUA. De hecho estaba profundizando un proceso de décadas de sustitución del sector agrícola por inversión extranjera en maquilas e industria agropecuaria de exportación. Entre 2006 y 2008, por ejemplo, se duplicó el número de empresas textiles.

III. Terremoto, cólera y después

10) Entre el 12 y el 20 de enero de 2010 se produjeron una serie de terremotos y réplicas de magnitud entre 7,3 y 6,1 en la escala de Richter, a menos de 10 kilómetros de profundidad. Un país con pobreza masiva, que no había podido recuperarse de las tormentas de 2008, fue literalmente demolido.

Si bien se trató de una catástrofe natural, las dimensiones extraordinarias de la tragedia no fueron naturales sino la consecuencia de una incapacidad estructural y la fragilidad institucional producto de su inserción en el sistema imperial. Obviamente, el terremoto agravó los problemas sociales, económicos y políticos.

Inmediatamente los EUA, a través del Comando Sur, tomaron unilateralmente el control del aeropuerto de Puerto Príncipe. Esta administración militar del tráfico aéreo y marítimo de Haití se convirtió en un verdadero estorbo al transporte de ayuda humanitaria. Hasta los socios de los EUA presentaron formalmente su disgusto.

11) El 21 de octubre fue descubierta una epidemia de cólera. El origen fue el vertido de materias fecales en el suministro de agua potable por parte del contingente nepalés de la MINUSTAH. Por esta infección han muerto alrededor de nueve mil personas y enfermado más de setecientos mil. La ONU se lava las manos ante la negligencia de su Misión tras el paraguas de la Convención de los Privilegios e Inmunidades de Naciones Unidas. El repudio del pueblo haitiano hoy sigue mostrándose en las calles.

12) Luego del sismo la pobreza estructural preexistente alcanzó límites intolerables de indigencia. La crisis humanitaria convirtió al territorio haitiano en coto de caza de todo tipo de ONGs. En la base de la pirámide del sistema de dependencia la solidaridad también funcionó como mecanismo de despojo. Ni la prometida asistencia externa ni el proceso de reconstrucción estuvieron bajo control haitiano. Las prácticas neoliberales en un territorio devastado y caótico, sin infraestructura estatal y sin gobierno autónomo, hicieron de la ayuda un pingüe negocio. El 60% de la «ayuda» fue embolsado por las ONGs. Hasta la colonización económica de Monsanto por vía de donación de semillas híbridas se disfrazó de beneficencia.

IV. Haití ahora. Por la soberanía y contra la precarización

13) Michel Martelly, un caricaturesco y duvalierista cantante de Kompa, asumió la Presidencia en mayo de 2011, luego de una elección con muy escasa participación ciudadana y sobre todo irregular, caótica, fraudulenta y manipulada por agentes extranjeros. La visita de Hilary Clinton a Haití fue determinante. Intervino directamente para sustituir al candidato oficialista Jude Celestin, segundo en la primera vuelta, por Martelly, el tercero en el recuento inicial. René Préval le entregó el gobierno a un candidato opositor más por mandato de Washington, París y Ottawa que por una elección soberana.

Poco antes de abandonar el cargo, Préval manifestó al Consejo de Seguridad: «Mi país necesita bulldozers e ingenieros y no tanques y soldados». También reclamó una transformación del carácter militar de la MINUSTAH a uno civil.

Hace tres años que Martelly pospone las elecciones legislativas. Esta postergación converge con las recomendaciones de la Embajada Norteamericana. En mayo de 2013, entrevistada por la «Voz de América» la Embajadora de los EUA en Haití, Pamela A. White, llamó la atención sobre el costo del sistema electoral haitiano y alentó una racionalización de los plazos electorales. Ante las críticas haitianas rápidamente emitió un comunicado intentando enmendar diplomáticamente la gravedad de sus dichos. Según parece, aquella «racionalización» se realiza de hecho.

14) Hoy la escalada de manifestaciones populares responde a una larga serie de decisiones ilegales o inconstitucionales de Martelly. El Presidente electo por el Pentágono siempre estuvo lejos de obtener mayorías en el Congreso. Sus apoyos y asesores son neo-duvalieristas. Las luchas unieron objetivos como la liberación de los presos políticos, la crítica a la política económica neoliberal, la defensa de la soberanía y la dimisión de Martelly.

La oposición no ha podido ser acallada a pesar de los excesos represivos de la Policía y la MINUSTAH. Hoy Martelly intenta descomprimir la situación y apuntalar su gobierno con nuevas acciones: primero, sustituyó al Primer Ministro Laurent Salvador Lamothe, un empresario, por Evans Paul, un político opositor; segundo, pidió la renuncia al presidente del Consejo Superior del Poder Judicial y titular de la Corte Suprema haitiana, Anel Alexis Josep; tercero, repartiendo algunas secretarías de estado a la oposición. Sin embargo la crisis persiste. Con el aval de Washington Martelly disolvió el parlamento. Gobierna por decreto cumpliendo las predicciones de la Embajadora White.

15) Después de las frustradas y escandalosas experiencias electorales, después de las condiciones impuestas por los EUA, al pueblo haitiano solo puede expresarse en las calles. Este hecho descubre el verdadero problema. Este pueblo vivió y vive bajo un estado de excepción permanente. Más que «fallido» se trata de un estado continuamente desestabilizado, comprometido, frustrado y precarizado por intervenciones extranjeras. Sus gobernantes, ya dictadores, ya electos en condiciones más o menos enrarecidas y condicionadas, no pueden liberarse de los visibles hilos de los EUA. Los empujes democráticos autónomos se han estrellado contra el poder del imperio, el soberano fáctico de Haití.

16) Hace décadas que el modo de dependencia intenta perpetuarse cambiando de formas en Haití. No es casual que Zbigniew Brzezinski haya planteado transformar Haití en un fideicomiso o un protectorado. Republicanos, Demócratas y jerarcas de la MINUSTAH ensayan extensos documentos recomendando esta salida.

Si bien formalmente no se ha llegado a ese extremo, en la actual correlación de fuerzas, la supervisión internacional tiende a profundizar la injerencia directa de EUA en las decisiones estrictamente nacionales, a permitir la explotación inconsulta de recursos como el oro entre otros minerales y a usurpar la soberanía en función de intereses transnacionales.

Por todo esto la crisis se manifiesta una y otra vez en las luchas del pueblo haitiano en busca de su autodeterminación. La democracia exige acción colectiva, reconocimiento de la identidad, auténtico protagonismo haitiano y manifestaciones soberanas libres. ¿Qué tipo de «democracia» existe en un país ocupado militarmente y con la amenaza siempre latente de una nueva intervención unilateral norteamericana?

V. La MINUSTAH y la catástrofe neoliberal

17) EUA es el principal actor externo. Pero no el único, también influyen otros como Francia, Canadá, Unión Europea, BID, FMI y el Banco Mundial. La MINUSTAH complementa al Comando Sur, la DEA y la USAID.

El pueblo haitiano continúa expresando su descontento con la MINUSTAH. Sobran argumentos para ello: imposición de un gobierno neoliberal, persecuciones, redadas masivas, excesos en la represión, miles de muertos y afectados por la introducción del cólera, prostitución infantil, abusos sexuales, violaciones, más un largo y macabro etcétera. No es casual que en septiembre de 2011 y mayo de 2013, el Senado de Haití aprobara resoluciones exigiendo el final de la MINUSTAH.

Quizás el mayor avance se dio en el proceso de reconstrucción de la Policía Nacional Haitiana. Aún así, esto parece muy poco tras diez años de ocupación. Cinco años después del terremoto las estructuras básicas siguen desplomadas.

De hecho, la MINUSTAH contribuyó a realizar una agenda económica y social funcional a los intereses geopolíticos imperiales. Nuevamente le ha sido negado el derecho de tener su propia agenda de desarrollo al país más pobre del continente. La superposición de la injerencia estadounidense, la ocupación negligente de las tropas de la MINUSTAH, el caótico y fraudulento negocio humanitario, las políticas neoliberales y la corrupción institucionalizada han desembocado en otra dictadura neo-duvalierista. Martelly gobierna inconstitucionalmente, sin parlamento, por decreto, y con un Poder Judicial avasallado.

Los resultados de esta economía de enclave son funestos: pérdida de la autosuficiencia alimentaria, destrucción de la economía rural, desforestación, desempleo, empobrecimiento, superpoblación urbana y desaparición del patrimonio histórico y cultural.

Algunos datos actuales definen la situación social: más de ciento cuarenta mil personas todavía habitan bajo carpas en campos de desplazados; el 80% de la población está sumido en la pobreza; 6.7 millones de personas no satisfacen los niveles básicos de nutrición; 1.5 millones de personas pasan hambre; la desnutrición infantil ha tomado el 20% de los niños. El programa político neoliberal nacido mucho antes del terremoto, se aprovechó de él y se profundizó después de él. ¿Qué intenta «estabilizar» la MINUSTAH?

Hemos sintetizado los antecedentes, los vicios de nacimiento, la enorme lista de promesas incumplidas y los impactos sociales negativos que provocó la MINUSTAH. Otro cantar lo constituyen los modelos de ayuda de Venezuela y Cuba, ejemplos paradigmáticos de solidaridad, internacionalismo y respeto al pueblo haitiano. También importa destacar los esfuerzos de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) y la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR).

VI. Los deberes de Uruguay y Nuestra América para con Haití

18) Dada la importante participación uruguaya en la MINUSTAH merece que nos refiramos a ella un poco más. ¿Por qué Uruguay permanece en la MINUSTAH, una misión fallida, y uno de los obstáculos a la expresión soberana del pueblo haitiano? El compromiso uruguayo con la MINUSTAH se refiere a las articulaciones de nuestra política exterior y cuestiones atinentes a la situación política y presupuestal de las Fuerzas Armadas. En otras palabras, Uruguay contribuye objetivamente a la ocupación de Haití por encargo de otros actores globales y en provecho propio. Esta situación es común en los ejércitos del Tercer Mundo, en los que las Misiones significan excelentes ingresos para las Fuerzas Armadas y el personal afectado. No es casual el grado de participación de Jordania y Nepal en la MINUSTAH. Simplemente el neocolonialismo, hoy transnacional, ha terciarizado sus instrumentos.

Las Fuerzas Armadas uruguayas encontraron en las Misiones de Paz una fuente de financiamiento y recursos extraordinarios para mejorar los ingresos de buena parte de su personal. A la vez, significaron una amortiguación a las políticas de ajuste del presupuesto de defensa. Esto explica la sorprendente participación uruguaya en relación a su población y territorio.

Cuando se analiza el contingente uruguayo desde este punto de vista, el discurso de autosatisfacción deja de ser obvio. No fueron las tropas uruguayas las que propagaron el cólera. No se puede imputar a soldados uruguayos por disparar a la multitud. Tampoco la muerte de un bebé por la inhalación de gases lacrimógenos. Miembros uruguayos sí participaron en escándalos indignos para cualquier uniformado. Por supuesto cumplieron tareas humanitarias concretas. Pero no se trata de un balance ingenuo. Como sostuvieron el Gral. Víctor Licandro y el ex diputado Guillermo Chifflet, la MINUSTAH constituye una fuerza de ocupación y control militar de la población. Esta es la misión que Uruguay nunca debió asumir.

Como dijo Hugo Cores refiriéndose a Haití y el Congo: «a pesar de la obra benéfica de los contingentes de paz uruguayos, unas multinacionales, amparadas por ‘la paz’, depredan naciones con sus pueblos divididos, cada vez más enfermos y hambrientos». Los «benefactores» han sabido sacar interesantes beneficios también.

19) Un enfoque alternativo regional, fundado en genuinos términos de integración y cooperación Sur-Sur, rechina con la estrategia de los demás actores globales. ¿Hasta qué punto resultaría contradictorio con las actuales pautas subordinadas manejadas por la MINUSTAH y el Consejo de Seguridad de la ONU?

El desarrollo de Haití está ligado al destino de Nuestra América. Los países de América Latina y el Caribe tienen una deuda con protagonistas definitivos del Bicentenario como Toussaint Lavertoure, Dessalines y Petion. El pueblo haitiano ha resistido dos siglos de ocupaciones extranjeras y dictaduras. Hoy, continúa arriesgando la vida en lucha por su reconocimiento y su libertad. La izquierda continental debe entender que las búsquedas libertarias del pueblo haitiano forman parte de las luchas de Nuestra América.

Fuente: http://alainet.org/active/80827