El Almanaque de granjeros revela que el 31 de mayo de 1945 fue un bonito día en Washington. Las condiciones eran agradables: el sol brillaba y por la mañana soplaba una suave brisa desde el noroeste. Era un día esplendido para discutir el empleo de las armas nucleares que Estados Unidos estaba desarrollando. Ese día […]
El Almanaque de granjeros revela que el 31 de mayo de 1945 fue un bonito día en Washington. Las condiciones eran agradables: el sol brillaba y por la mañana soplaba una suave brisa desde el noroeste. Era un día esplendido para discutir el empleo de las armas nucleares que Estados Unidos estaba desarrollando.
Ese día se llevó a cabo en las oficinas del Departamento de Guerra una importante reunión del comité interino sobre el uso de armas nucleares. El comité era un organismo ad hoc, formado por el presidente Truman para determinar el mejor blanco para el naciente arsenal nuclear estadounidense y definir el uso de la bomba atómica en las relaciones con Rusia una vez concluida la guerra. La reunión comenzó a las 10 de la mañana (las minutas de las reuniones).
Todavía no se había detonado la primera bomba en Nuevo México, pero ya nadie dudaba de su capacidad destructiva. Sin embargo, alguien mencionó que un problema para el uso del nuevo artefacto era que no se le podría distinguir de las campañas de bombardeo convencional que ya se habían llevado a cabo. Pero Robert Oppenheimer estuvo en desacuerdo y señaló que el efecto visual de un bombardeo atómico sería decisivo: el brillo luminoso se elevaría hasta 6 mil metros y no dejaría duda en el enemigo sobre los terribles alcances del nuevo artefacto. Oppenheimer fue muy claro: la bomba funcionaría y su impacto sería terrible.
Acto seguido, el secretario Stimson, en su calidad de presidente del comité, adelantó tres conclusiones sobre temas que ya se habían discutido: no habría previo aviso para los japoneses, el uso de la bomba no se concentraría sobre un área civil y, finalmente, debería dejar una fuerte impresión sobre el mayor número de japoneses posible.
Y aquí vino el momento decisivo de la reunión. Entre los miembros del comité estaba el doctor James Conant, presidente de la Universidad de Harvard. Conant ofreció una sugerencia. En su opinión el blanco más deseable sería «una planta industrial vital que empleara un elevado número de trabajadores y rodeada de cerca por las habitaciones de trabajadores».
Stimson estuvo de acuerdo con Conant, a pesar de haber señalado que no había que usar la bomba sobre áreas civiles. Parece que para los miembros del comité los obreros no eran lo mismo que los civiles. Se cerró el tema y en la siguiente reunión se identificaron cuatro ciudades como blancos potenciales, entre ellas Hiroshima y Nagasaki. La meteorología decidiría cuáles serían los blancos definitivos.
A la gente que pregunta si las armas nucleares serán utilizadas alguna vez hay que recordarle que la primera guerra nuclear ya se llevó a cabo. Los días 6 y 9 de agosto Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas por sendas bombas nucleares. Y por si alguien lo ha olvidado, desde la primera detonación nuclear en Nuevo México, el 16 de julio de 1945, hasta el día de hoy se han realizado 2 mil 53 explosiones nucleares. Una bomba atómica ha sido detonada cada 12 días durante 70 años. Muchas de las pruebas (528) se hicieron en la atmósfera y algunas diseminaron material radiactivo por todo el planeta.
El régimen de control y reducción de armamentos nucleares, marcado por numerosos acuerdos y tratados internacionales, forma parte de un sistema de gestión de los arsenales estratégicos. Ese régimen permitió la eliminación de componentes obsoletos y la introducción de innovaciones y armamento más moderno.
Una prueba de lo anterior se relaciona con la reciente decisión de Vladimir Putin de introducir 40 nuevos misiles intercontinentales (ICBM) en los arsenales rusos. Independientemente del uso político que Putin quiera imprimirle a este anuncio, lo cierto es que la medida es acorde con el Nuevo tratado START firmado el 8 de abril de 2010. Ese instrumento obliga a Rusia a reducir el número de vehículos capaces de lanzar artefactos nucleares a 700 para el año 2018. Los nuevos misiles intercontinentales no aumentan el número de vehículos, pero sí modernizan los arsenales rusos.
Hoy existen 4.120 cargas nucleares estratégicas en los arsenales de ocho países. Están listas para usarse en cuestión de minutos. El acervo completo de cargas nucleares (en reserva militar y en distintos sistemas de almacenamiento) alcanza unas 16 mil 400. El proceso de reducción de los arsenales casi se ha frenado en Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia. China, India, Pakistán e Israel no dan señales de planear reducir sus arsenales o de que renunciarán al armamento nuclear en el futuro.
La crisis económica limita hoy los recursos disponibles para los armamentos nucleares. Pero al mismo tiempo incrementa la inestabilidad y el riesgo de una confrontación que convertiría la experiencia de Hiroshima y Nagasaki de hace siete décadas en un día de campo. En ese caso la humanidad tendrá que preguntarle al cielo, como el Segismundo de Calderón,
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos,
dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer,
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?