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Los maoístas que empleando ideología y estrategia han construido una sólida base en las zonas rurales, consideran ahora que un amplio frente político contra el rey es una "necesidad histórica".

Nepal: Estrategia extremista

Fuentes: Frontline

Traducido para Rebelión por Margarita Vargas

La insurgencia maoísta en Nepal data de diez años solamente pero hoy se extiende por todo el país y tiene bajo su control a la mayoría de las zonas rurales. «Los maoístas se presentaron a las primeras elecciones celebradas en 1991 y obtuvieron nueve de los 205 escaños», afirma Pradeep Nepal, miembro de la

comisión permanente del Partido Comunista de Nepal, UML, [un partido social-demócrata aliado de la monarquía en el Parlamento, n. del a.] en una entrevista realizada en Katmandú el pasado mes de enero. El Jan Morcha, el partido de los maoístas en aquel momento, obtuvo también algunos cargos municipales.

«Pero el partido del gobierno y las autoridades del Estado no cooperaron con ellos y boquearon toda base de desarrollo en sus circunscripciones -ni escuelas ni carreteras ni canalizaciones de agua-«, afirma Nepal. Muchos de los diputados del Jan Morcha procedían de minorías lingüísticas y étnicas, con su propia cultura distinta de la cultura y lengua nepalíes predominantemente Newar. «Los agentes de policía que custodiaban la entrada del Parlamento llegaron incluso a impedir la entrada a estos diputados por llevar puestos sus trajes tradicionales», continúa Nepal. El Jan Morcha boicoteó las siguientes elecciones y para el año 1995 el Partido Comunista de Nepal (maoísta) había declarado la «guerra popular».

Entre los maoístas siempre hubo una facción a favor de continuar la lucha armada y el primer ataque a una comisaría de policía se remonta a 1986. Desde que 1995 se reiniciara la lucha el ejército maoísta ha ido creciendo a pasos agigantados y hoy está formado por tres divisiones, nieve brigadas con 29 batallones. Sus fuerzas pueden estar integradas por 29.000 soldados. Fuentes gubernamentales de Nepal aseguran que este ejército consta solo de 8.000 soldados y de una fuerte milicia de 20.000 miembros.

Sea como sea, una visita a Nepal fuera de Katmandú confirma que son los maoístas quienes dominan la mayoría del país.

La ciudad de Nepalgunj está a 4 kilómetros de la frontera con la India. Es el principal mercado y centro administrativo de la región central de Nepal así como el centro administrativo del distrito de Banke. Tiene una amplia guarnición de Ejército Real Nepalí (ERN), de la policía armada y de la policía regular. En cada esquina y en cada cruce hay permanentemente una barricada armada y patrullas a pie fuertemente armadas recuerdan constantemente la presencia militar.

El pasado 26 de diciembre el Partido Comunista Nepalí hizo público un comunicado pidiendo a todos los empleados del gobierno nepalí que dejaran de trabajaran y apoyaran el boicot al «antiguo régimen». Desde entonces ninguna oficina gubernamental ha funcionado normalmente. Cuando este periodista visitó la ciudad durante la tercera semana de enero el Tribunal de Apelaciones estaba completamente desierto a mediodía. Los jueces estaban en él, pero no había en él ni un solo demandante.

Igualmente en la cercana Oficina de Rentas Rurales todos los empleados estaban sentados fuera y no había una sola persona del público. El director de la oficina, visiblemente atemorizado por la llegada de un desconocido (este periodista), se negó a hablar. Otro empleado afirmó: «Teníamos miedo de los maoístas y dejamos de venir a la oficina porque el público tampoco venía ya. Pero vivieron los soldados a buscarnos a nuestras casas y nos amenazaron, a nosotros y a nuestras familias, con que nos arrestarían por maoístas si no cumplíamos no presentábamos en nuestros trabajos».

Así, los empleados del gobierno se encuentran en una cuerda floja. Van a sus oficinas y firman, pero salen inmediatamente del edificio y se sientan en el césped de fuera o en la carretera, y vuelve disparados al interior de la oficina cuando llega la patrulla del ejército a inspeccionar.

Verdaderamente, es una cuerda floja muy difícil. Los empleados del gobierno se encuentran en un aprieto – regularmente son arrestados o detenidos sin causa legal por los soldados bajo la acusación de ser maoístas. A pesar de que hay un puesto de policía a unos escasos cien metros, los maoístas volaron una sala en la Oficina de Rentas Rurales el 15 de enero a la una de la tarde para recordar a los empleados del gobierno que debían seguir su decreto.

Puesto que las armas, ya sean las de los maoístas o las del ejército, parecen gobernar las vidas de la gente, sería incorrecto pensar que el éxito de los maoístas se debe únicamente a las armas.

» En la ciudad de Nepalgunj tenemos dos poderes, el gobierno del rey y los maoístas. En las zonas rurales hay un solo gobierno, el de los maoístas», afirma un periodista de esta ciudad. La mayoría de los observadores políticos coinciden en que los maoístas dominan completamente al menos 45 de los 75 distritos de Nepal. Incluso en los demás distritos controlan los pueblos mientras que la capital del distrito es controlada por el gobierno. En un reciente reportaje de un periódico el ejército reconocía que incluso en Katmandú hay unos 300 maoístas armados, aunque sólo tiene un control limitado en la capital.

Un activista de los derechos humanos que trabaja como intermediario en conflictos rurales afirma que en las zonas rurales del distrito de Banke y en el vecino distrito de Bardiya los maoístas han tomado el control de cientos de acres de tierra agrícola y se la han dado a los agricultores sin tierra. El periodista explica este proceso: «Los maoístas han dejado bien claro que sea cual sea la cantidad de tierra que posee un propietario, ésta tiene que ser cultivada por su familia. No se permiten los jornaleros». Y afirma que quienes poseen cientos de bighas de tierra han abandonado los pueblos por la relativa seguridad de ciudades como Nepalgunj y Katmandú, y han dejado en manos de los maoístas la propiedad de sus tierras. «Hoy en día, los maoístas se han convertido en los mayores propietarios de tierras de Nepal», afirma. Antes la mayoría de la tierra se encontraba sujeta al reparto de 50:50, con aparceros pertenecientes a comunidades de castas inferiores como Tharus y Kamaiyas. «Con su consigna jiski jot, uski pot (la cosecha pertenece a quien la trabaja) han abolido en la práctica este sistema», afirma el periodista.

Parece que los maoístas han puesto en pie toda una estructura de gobierno alternativa a la del gobierno real. Tiene su propio sistema judicial y al parecer han «arrestado» y castigado a unos mil propietarios de tierras, empleados del gobierno, comerciantes y contratistas por violar sus edictos. Según afirman los activistas de derechos humanos, su forma favorita de castigo es condenar a los prisioneros a trabajar. Los llaman shram kadis (prisioneros de trabajo).

Los maoístas también cobran impuestos que van del 5% para la gente común al 40% para los contratistas y hombres de negocios. Tienen una emisora de radio propia -la emisora de FM Jana Ganatantrik-cuyos componentes se transportan en cestas y se instalan en las cimas para poder transmitir.

Los maoístas están emprendiendo ahora «obras de desarrollo». En el distrito de Rolpa, en la región central de Nepal, están construyendo un carretera de montaña de 92 kilómetros de longitud en la que trabaja cada día 10.000 personas, incluidos los shram kadis. Después de tres meses de trabajo ya se pueden utilizar unos treinta kilómetros de esta carretera. También han puesto en marcha un banco-cooperativa, una facultad de medicina y otros trabajos. En el distrito de Rukum los maoístas han construido una mini central eléctrica en el lago Sisne para suministrar electricidad al pueblo vecino donde viven varios centenares de personas.

Además, los maoístas han demostrado ser unos maestros de la estrategia al construir ellos mismos unas bases sociales en las zonas rurales.

En torno al 25% de la población rural sufre distintas formas de discriminación social. Mientras algunos de ellos son considerados «intocables», otros se enfrentan a distintos grados de discriminación y de exclusión social. Los maoístas lo han prohibido y se ha sabido que aquellos que han sido sorprendidos en estas prácticas han sido castigados severamente o incluso condenados a muerte. Al parecer esto ha creado una corriente de simpatía hacia los maoístas entre la población de las castas inferiores de las áreas rurales, y más teniendo en cuenta que desde que en 1991 los partidos políticos democráticos formaran gobierno, no han afrontado los problemas de opresión social en

las zonas rurales.

En una jugada maestra de sentido común, los maoístas también han empezado a repartir tierras a las familias de los soldados del ejército real nepalí y al personal de la policía que hayan muerto combatiendo con ellos. Su argumento es que son «pobres campesinos» que se han unido a las fuerzas reales no por razones ideológicas sino para sobrevivir. Por consiguiente, consideran que su deber es velar por sus familias como velan por las familias de sus propios cuadros caídos en combate.

En un contexto en el que la mayoría de las familias de los soldados muertos en combate contra los maoístas todavía no han recibido ni una sola rupia de las compensaciones anunciadas por el gobierno real nepalí, ésta es una estrategia que no solo refuerza el apoyo a los maoístas en las zonas rurales sino que también les proporciona un gran número de reclutas.

«La familia de cada soldado muerto es una fuente potencial de reclutas para los maoístas», afirma el periodista.

Estrategias como ésta han convertido a los maoístas en el principal poder en las áreas rurales de Nepal y ha proporcionado a su relativamente pequeño ejército una fuerza mucho mayor. El alcance y la habilidad del ejército maoísta se puso dos veces de relieve cuando bloquearon Katamdú y, a pesar de su superioridad numérica y su mayor poder, el ejército real nepalí no pudo hacer nada para impedirlo.

La mayoría de los observadores en Nepal, tanto los simpatizantes de los maoístas como sus críticos, están de acuerdo en que a pesar del espectacular éxito de los pasados años, los maoístas no están en disposición de obtener el poder en Katmandú solamente con las armas. «La situación internacional es tal que una simple toma de poder es imposible «, afirma Govinda Sharama Bandi, abogado del Tribunal Supremo nepalí.

No solo India, Estados Unidos, Gran Bretaña y China se oponen firmemente a los maoístas; estos no han logrado romper el control de los partidos democráticos, como el Partido Comunista de Nepal y el Congreso Nepalí.

Parece que los maoístas también son conscientes de sus limitaciones. En una reciente declaración pública entregada a la prensa tras del golpe del rey Gyanendra, Prachandra apelaba a los «partidos parlamentarios» a formar un frente unido con los maoístas en contra de este «rey fraticida y artificial» y para ello prometía hacer los «sacrificios y tener la flexibilidad necesarios». Los maoístas declararon que un frente unido con partidos democráticos en contra de la monarquía y del ejército real nepalí era una «necesidad histórica». Al mismo tiempo, anunciaron un bloqueo nacional indefinido y una huelga de tráfico para el 13 de febrero, décimo aniversario de su lucha armada.

Según parece, hoy en día, con un rey que parece volver a la monarquía autocrática de la era anterior a 1990, la demanda maoísta de un gobierno republicano está ganando terreno….

Aniket Alam es periodista indio.

Texto original:
http://www.frontlineonnet.com/fl2204/stories/20050225005813200.htm