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Haití: apertura de mercado y fraude electoral

Fuentes: Rebelión

La gran mayoría de los medios de comunicación se horrorizan ante el panorama social y político que vive Haití, luego del derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide. Denuncian un aumento de la violencia, de los secuestros y del narcotráfico, pero muy pocos informan sobre la manipulación a la que está siendo sometida la población, los negocios […]

La gran mayoría de los medios de comunicación se horrorizan ante el panorama social y político que vive Haití, luego del derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide. Denuncian un aumento de la violencia, de los secuestros y del narcotráfico, pero muy pocos informan sobre la manipulación a la que está siendo sometida la población, los negocios que hay detrás de la realización de los próximos comicios de enero y las segundas intenciones que tiene el actual gobierno impuesto por la invasión franco-norteamericana.

A un mes de que se celebren las – tres veces postergadas – elecciones presidenciales haitianas, las tropas de la ONU, que una vez más legitimó una invasión concretada por Washington, el 29 de febrero de 2004, no pueden contener a las guerrillas urbanas.

Varios analistas describen a los hombres armados, que luchan contra las tropas de la coalición liderada por EE.UU. y Francia, como secuestradores y narcotraficantes que sólo buscan imponer sus reglas.

Sin embargo, dentro de la disconformidad armada, hay varios partidarios del presidente derrocado, Aristide, hoy exiliado en Sudáfrica.

Los grandes medios de comunicación no imforman la verdad acerca de la resistencia del partido Lavalas a esta nueva invasión norteamricana, no todos los opositores son terroristas o secuestradores, es más, hay analistas como James Petras y Naomi Klein que afirman que muchos de los  narcotraficantes que actuaban en la clandestinidad durante el gobierno de Aristide, ahora lo hacen desde la legalidad del gobierno interino.

Fraude y negocio electoral

De acuerdo con el presidente Gerard Latortue, las elecciones se realizarán el 8 de enero de 2006. Para poder votar es obligatorio disponer de un nuevo y costoso documento que sustituirá a todos los anteriores.

El nuevo carnet contará con un chip que además de la identidad del dueño estarán detallados otros datos, como un historial de salud, afiliación a partidos políticos y patrimonio personal.

Este nuevo juguete tecnológico ha sido denunciado por defensores del consumidor y de los Derechos Humanos, como violatorio de la privacidad, y como estafa al estado haitiano, ya que gran parte de esos documentos – sobre todo los de la población indigente – serían pagados por el gobierno de Haití a una empresa privada extranjera.

Además, esta medida favorecería el fraude electoral, ya que el nuevo carnet indentificatorio se ha distribuido sólo en una pequeña fracción de la población rural, que conforma el 70 % del total, y lo que es más significativo es que la gran mayoría apoya al partido Lavalas de Aristide.

De todas maneras, los dos posibles sucesores del presidente derrocado y posibles candidatos presidenciales de Lavalas – por su gran carisma -, están encarcelados, por su participación en el anterior gobierno, e imposibilitados de ejercer cargos públicos.

¿Era mejor el gobierno de Aristide?

Por supuesto, no hay que idealizar el gobierno anterior, Aristide no es precisamente el ideal de la paz y de la justicia social. Su fluctuosa relación con EE.UU. produjo que Washingtonm interviniera en su primer derrocamiento, en 1991, y que lo devolviera al poder el 1994.

Hay que reconocer los grandes esfuerzos de Aristide en reducir la extrema pobreza, su minucioso plan de alfabetización y la lucha conra el narcotráfico y la corrupción. Por otra parte, el gobierno tenía las manos atadas, porque Haití ya no tenía recursos naturales para ser explotados y la enorme deuda externa no le daba margen de autonomía a su gobierno ni a ningún otro.

Quizás por estas razones o por su ambición personal firmó pactos humillantes – para Haití – con el gobierno de Bill Clinton para volver al poder en 1994:

– Acordó pagar sin cuestionar un centavo de las deudas contraídas por los gobiernos de los Duvalier. Muchas de las obligaciones a pagar eran dudosas debido al altísimo grado de corrupción de los gobiernos que lo precedieron.

– Firmó la reducción de las tarifas de importación de maíz y arroz. Esto iba en contra de la debilitadísima industria nacional.

– Reducir el gasto público y despedir miles de empleados nacionales.

– Permitir la apertura de Haití al libre comercio. Este es el punto más ambiguo, que luego lo eyectaría del poder.

La invasión

Naomi Klein describe detalladamente, en su artículo del diario The Nation del 1 de agosto, cuáles fueron los pasos para derrocar a Aristide.

De acuerdo con Aristide, cuando Clinton lo llevó de nuevo al poder, las presiones para que se realizara una masiva y acelerada privatización del único patrimonio que le quedaba a Haití, es decir, de las empresas públicas, fueron creciendo en diez años.

El ex presidente debía presentar el proyecto de privatización al Parlamento. Corrían los días y los meses en largos debates, que Washington no estuvo dispuesto a esperar, por lo tanto, según Aristide, EE.UU planeó ahogar económicamente a Haití: retuvieron más de 500 millones de dólares en préstamos y ayuda, además USAID fue acusada por Puerto Príncipe de financiamientos millonarios a grupos opositores, muchos de los cuáles tenían su base de operaciones en la vecina República Dominicana.

Conclusión

Tanto Francia, como EE.UU. tienen intención de participar en las ventas del patrimonio público haitiano, por eso fueron los máximos promotores de la invasión, legitimada por la ONU y apoyada por otros países latinoamericanos, que han enviado tropas al país, como Brasil y Argentina.

Mientras que lo único que le quedaba a Haití, luego de más de 200 años de saqueo, está siendo repartido por las compañías de servicios franco-norteamericanas, la prensa, en general, minimiza el problema haitiano resaltando sólo los secuestros y el narcotráfico, y oculta el verdadero orígen y las consecuencias de la operación militar.

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