Pedro Andrés González Ruiz

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Ahora que -de vez en cuando- emerge la consigna de que a la tercera va la vencida, proponemos acercarnos comprensivamente al surgimiento de la II República, con el propósito de aprender del pasado para actuar en el presente mirando al futuro.

La difusión de El 47 (un hombre, un autobús, el destino de un barrio) ha dado lugar a debates interesantes. La película muestra a un obrero -Manolo Vital- que, a través de un acto heroico, desencadena la acción vecinal logrando mejorar las condiciones de vida de los pobladores de un suburbio, donde se concentraba parte de los trabajadores de las fábricas barcelonesas.

Mirar a Trump y sus propuestas invita a un diagnóstico que no supera la apariencia. De este modo, se nos presenta unas veces como un infatigable pacifista (guerra de Ucrania) mientras que otras es el colaborador de un genocidio (Palestina). También pretender hacer grande América a costa de fastidiar a sus vecinos (Groenlandia, Canadá, México o Panamá); traiciona a sus aliados tradicionales (Unión Europea); emprende una cruzada contra el estado profundo o se muestra bravucón y malote (muro, cúpula dorada). Todas son expresiones de su naturaleza ambigua y confusa.

Ahora que la guerra de Ucrania parece tocar a su fin, nos planteamos cómo se llegó allí. Más allá de entrar en el maniqueo ejercicio de víctimas y culpables, o peor aún, buenos y malos, nuestra propuesta es diferente. Se trata de rastrear los hechos vistos como formas concretas del movimiento de la relación social que regula la totalidad del orbe mundial. Lo cual empieza preguntándonos por la causa de los hechos que tenemos delante.

En el acto de presentación del libro Movimiento obrero de Andalucía (Historia de Comisiones Obreras de Sevilla, 1977-2008) cuya autora es Encarna Ruiz, un camarada me pide escribir sobre la deuda pública. Va por José Luis Molano.

El próximo 5 de marzo a las 18,30 horas, en la Casa de la Provincia (Plaza del Triunfo, 1) en Sevilla, se presentará esta obra indispensable

Un debate frecuente entre los estudiosos, en los activistas políticos y también entre el público en general, es la primacía del punto de vista de clase social en el tratamiento de los fenómenos sociales, aunque sea a través de la negación del tal carácter central.

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