Soy un ciudadano español y me siento angustiado. Resulta que el Jefe de Estado de mi país nunca se ha presentado a ninguna elección, ya que es Rey, justo ese tipo de gente que como bien es sabido no tienen por costumbre presentarse a ninguna elección o referéndum para ocupar el puesto más alto en […]
Soy un ciudadano español y me siento angustiado. Resulta que el Jefe de Estado de mi país nunca se ha presentado a ninguna elección, ya que es Rey, justo ese tipo de gente que como bien es sabido no tienen por costumbre presentarse a ninguna elección o referéndum para ocupar el puesto más alto en la dirigencia de un país. Pero supuestamente, mi Rey, me representa como ciudadano (súbdito) del Reino de España, allende los mares. Si no me gusta su política no puedo votar por otro. Aún así, no cesan de repetirme por TV que vivo en un país democrático en el que somos envidiablemente libres. Debo tener algún problema de entendimiento grave porque yo pensaba que la democracia era el poder del pueblo y que con este sistema era él mismo quien decidía su futuro. Ahora mi Rey nos ha metido en un lío con otro país hermano, la República Bolivariana de Venezuela, hablándole a otro jefe de estado, a Hugo Rafael Chávez Frías del mismo modo que un padre autoritario a su hijo pequeño, diciéndole con tono enojado e imperativo: «¿Por qué no te callas?». Este gobernante, por cierto, sí democráticamente elegido por tres ocasiones. Llegados a este punto, ¿qué puedo hacer como ciudadano si no me siento representado por mi Rey? Pues poca cosa y verán porqué.
Desde 1939 a 1975 el pueblo español sufrió la atroz Dictadura de Franco, genocida de extrema derecha, amigo entre otros de personajes tan insignes como Mussolini o Hitler. En 1975 el tirano murió en la cama sin pagar por sus crímenes. En ese momento y ante las múltiples huelgas obreras y manifestaciones estudiantiles, la dirigencia reformista del régimen franquista entendió que para acceder al mercado europeo y llevarse parte del pastel capitalista debía reformar el sistema ya que la Unión Europea jamás admitiría una dictadura como país miembro. Así las cosas y como dice el historiador Bernat Buniesa, la dirigencia reformista capitalista española eligió seguir un camino de reformas en «que todo cambiará para que todo siguiera igual». De esta manera y con la ayuda del capitalismo internacional, la CIA, el Club Bilderberg, el Club de Roma y demás élite de la «Internacional Capitalista», consiguieron comprar de una forma más o menos disimulada a los líderes de los partidos de izquierda de este país y desmovilizar consiguientemente a las masas que pedían cambios mucho más profundos en el sistema político y económico. A todo esto, mi Rey, elegido por Franco como su sucesor, fue presentado por arte de magia como paladín de la democracia y apasionado reformista constitucionalista (él mismo que había jurado los principios del movimiento y su adhesión a Franco).
Así las cosas, la oligarquía española tuvo la «delicadeza» de redactar una nueva Constitución con la ayuda de los líderes de izquierda más reconducidos y permitir al pueblo español elegir entre aprobarla en referéndum o no. O sea, le dio la posibilidad de continuar con todo el sistema franquista de siempre o cambiar hacia una monarquía parlamentaria capitalista. Dos opciones. Sólo dos. Era como si la oligarquía española a modo de padre autoritario le dijese al niño pueblo, ¿qué prefieres, que te siga pegando con la correa o que ahora lo haga con la mano? Evidentemente el pueblo español prefirió con la mano. Prefirió elegir la nueva Constitución que aún siendo bastante conservadora garantizaba un marco jurídico mínimo de libertades ciudadanas y derechos políticos, derechos inauditos en este país europeo desde que ganara la Guerra Civil Franco en 1939. La Constitución de 1978 vigente actualmente fue aprobada con una abstención del 32,89% y de los votos emitidos con un 87,87% de afirmativos. En Catalunya la abstención casi llegó a la mitad de la población y en Euskadi (País Vasco) la superó con el 55,50%. Y por cierto, el referéndum fue en bloque a diferencia del que se hará en diciembre en Venezuela. A los españoles de entonces se les permitió o seguir con el franquismo sin Franco o aceptar todo el paquete de la nueva Constitución de 1978 con Monarca incluido.
Desde entonces pan y agua, y también mucho circo por supuesto. Nadie ha preguntado al pueblo español si quiere o no Monarquía y es muy posible que esto siga así, porque los dos partidos principales, el PSOE (desde el centro-izquierda siendo muy bien pensados hasta el centro derecha) y el PP (desde la extrema derecha al centro-derecha, en todo caso ultraliberales), son partidarios de este sistema propio del feudalismo. Esto forma parte del consenso que se llamó Transición pero que los socialistas honestos debiéramos llamar Restauración Borbónica como correctamente ya han apuntado algunos historiadores.
Desde estas humildes líneas quiero hacer un llamado al pueblo venezolano y al español advirtiéndole de diferentes peligros.
Al pueblo hermano de Venezuela le quiero decir (como ya supongo que una gran parte de él sabrá) que este acto ocurrido con «mi Rey» no es más que parte de la gran obra teatral que verán representada a lo largo de la campaña electoral hasta el día del referéndum. Obra de teatro patrocinado por la Oligarquía capitalista internacional que a diferencia de los trabajadores, tienen un nivel de internacionalismo de clase envidiable. No es más por tanto, que uno más de los intentos desestabilizadores que están orquestando contra la Revolución Venezolana y la Reforma Constitucional que sin ser verdaderamente socialista, camina con decisión rumbo al socialismo. Así que animo al valiente pueblo revolucionario venezolano que no de su brazo a torcer porque somos muchos los que en el mundo estamos a favor del proceso y por supuesto, entre ellos, muchos españoles. Ciudadanos (o vasallos en nuestro caso) que no tenemos voz por estar los medios masivos de comunicación de nuestro país, todos, en manos de capitalistas que obedecen sus internacionales intereses. Del mismo modo, alerto al pueblo venezolano que no pierda de vista una de las dimensiones más importantes del socialismo, el Internacionalismo, la hermandad activa, la solidaridad y el entendimiento real con el pueblo trabajador de cualquier parte del mundo. Que no se deje llevar por el fácil chovinismo anti-europeo, anti-español y piense que aquí todos estamos a favor de «nuestro Rey», ya que como he dicho NINGÚN español votó por él y si algún día se hiciera aquí un referéndum al respecto, seguro habría más de una sorpresa, porque si no créanme ya lo hubieran realizado para legitimarlo. Que los venezolanos no piensen siguiendo el paradigma nacionalista burgués, que todos apoyamos al genocida Cristóbal Colón y su llamado «Descubrimiento de las Américas». Al igual que no apoyamos el exterminio indígena que cometió, el saqueo permanente de las riquezas americanas con la colonización y el robo que aún hacen las multinacionales españoles, que por cierto, no olviden son propiedad de unos pocos oligarcas de aquí y que jamás representarán al conjunto del pueblo español.
Así mismo, en la medida en que el pueblo español me esté leyendo, le exhorto a que se prepare ante la campaña reaccionaria que se nos avecina en contra de la Revolución Socialista Bolivariana. Defiendan este proceso mientras merezca ser defendido (actualmente lo merece y mucho), defiéndalo por el futuro del Planeta, por la posibilidad de construir un mundo mejor, diferente, alejado de los patrones criminales desarrollistas del Capitalismo Global. Abran bien los ojos y no se dejen confundir, busquen diferentes enfoques a favor y en contra y ¡por favor!, no crean en absoluto a los medios del Capital. Contrasten la información desde diversos medios, saquen sus propias conclusiones y a ser posible ( más si son socialistas) háganse más de un amigo venezolano que además de relatarles cosas que jamás leerán en ningún sitio, les brindarán una maravillosa amistad. Avancemos en el internacionalismo proletario y en la hermandad de este gran pueblo compartido que es la humanidad.
* Jon Juanma es el seudónimo artístico/revolucionario de Jon E. Illescas Martínez, licenciado en Bellas Artes, artista plástico, analista político y teórico del arte socialista.
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