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El discreto mutis de George W. Bush

Fuentes: IPS

Cuando sólo le quedan tres meses para finalizar su presidencia, George W. Bush parece decidido a calmar las aguas internacionales que él mismo agitó vigorosamente, en especial durante su primer período al frente del gobierno estadounidense (2001-2005). En los últimos días, rehabilitó a uno de los integrantes del «eje del mal», Corea del Norte, quitándolo […]

Cuando sólo le quedan tres meses para finalizar su presidencia, George W. Bush parece decidido a calmar las aguas internacionales que él mismo agitó vigorosamente, en especial durante su primer período al frente del gobierno estadounidense (2001-2005).

En los últimos días, rehabilitó a uno de los integrantes del «eje del mal», Corea del Norte, quitándolo de la lista de países que fomentan el terrorismo, elaborada por el Departamento de Estado (cancillería).

Lo hizo a cambio del compromiso de Pyongyang de reanudar el desmantelamiento de una instalación nuclear y de cooperar con los inspectores estadounidenses e internacionales.

Por otra parte, información filtrada en los últimos días por el Departamento de Estado y otras fuentes sugiere que Bush anunciará la intención de abrir una sección de intereses en Irán poco después de las elecciones presidenciales del 4 de noviembre, lo que implicaría, de hecho, reanudar el vínculo diplomático, interrumpido hace 29 años.

Ambas iniciativas estaban en consideración desde hace meses, pero neoconservadores y otros sectores de línea dura del gobierno que se oponen a un acercamiento con esos dos países están furiosos.

«Es el fin de lo que fue un inspirador esfuerzo global para enfrentar y revertir la proliferación nuclear, protegiendo a Estados Unidos y a sus amigos», escribió, en referencia al acuerdo con Corea del Norte, el ex embajador de Estados Unidos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), John Bolton, en una columna para el diario The Wall Street Journal.

Tras «inclinarse ante Corea del Norte», la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice, «parece estar lista a hacer lo mismo con Irán, a pesar de los lazos de ese régimen con el terrorismo y la aceleración de su programa nuclear», agregó. Se estima que Bolton expresa con frecuencia el pensamiento del vicepresidente Dick Cheney.

Lo que más indigna a los «halcones» es que el acercamiento con Corea del Norte e Irán golpea la tambaleante campaña del candidato presidencial del gobernante Partido Republicano, John McCain, en las únicas áreas –seguridad nacional y «guerra contra el terrorismo»– en las que, según las encuestas, se lo percibe más sólido y experimentado que su rival del Partido Demócrata, Barack Obama.

McCain se opuso hasta hace poco a los contactos diplomáticos con Irán si ese país no suspendía su programa nuclear, y se abstuvo de expresar su apoyo al acuerdo con Corea del Norte.

«Espero que el gobierno explique exactamente cómo ese nuevo acuerdo promueve los intereses de Estados Unidos y sus aliados», dijo cuando se anunció que se retiraba a Corea del Norte de la lista de países que apoyan el terrorismo. Obama, por su parte, calificó la medida de «modesto paso adelante».

De hecho, Bush parece ahora más cercano al candidato demócrata que al de su propio partido en varios temas de política exterior, como Afganistán, Pakistán, Rusia, luego de su invasión de Georgia, las negociaciones entre israelíes y palestinos e incluso Taiwán.

McCain apoya la venta de armas a ese país asiático, al que China considera una provincia renegada. Tanto el gobierno como Obama se oponen.

Muchos asesores de McCain son neoconservadores que tuvieron un peso decisivo en el diseño de la llamada «Doctrina Bush», que admite los ataques militares preventivos ante sospecha de una agresión futura, e inspiraron la invasión de Iraq en 2003.

Las últimas decisiones de Bush coinciden con la pérdida de influencia de los «halcones» y con el retorno al empleo de la diplomacia y el multilateralismo, especialmente en coordinación con los aliados occidentales, como opción preferida para resolver los problemas internacionales.

Este proceso fue encabezado por Rice y altos funcionarios de carrera del Departamento de Estado y, desde fines de 2006, por el secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, y los jefes militares del Pentágono, para quienes Estados Unidos no está en condiciones de involucrarse en otra guerra, ya sea en la península coreana, Medio Oriente o el Cáucaso.

La crisis financiera seguramente hizo tomar más conciencia a la Casa Blanca sobre el grado en el que Washington depende de otras potencias, no necesariamente amistosas, y de su cooperación. Así se fortalecieron los exponentes de la llamada escuela «realista» en materia de política exterior.

Sus esfuerzos, y ahora también los de Bush, apuntan ahora a reparar el daño ocasionado al poder mundial de Estados Unidos por los «halcones», no sólo durante su período de mayor influencia en el primer período presidencial, sino como consecuencia de sus acciones para sabotear el acercamiento con Corea del Norte e Irán.

Corea del Norte congeló su programa nuclear tras llegar a una serie de acuerdos con el gobierno del ex presidente Bill Clinton (1993-2001), pero la negativa de Bush a continuar por ese camino llevó al régimen de Kim Jong Il a retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear y a detonar un arma atómica en octubre de 2006.

Bush finalmente aceptó el punto de vista de Rice de negociar directamente con Pyongyang, pero la posición de Washington estaba tan debilitada que debió aceptar un acuerdo de desnuclearización muy lejano de su promesa de lograr un acuerdo que incluyera un control más estricto, que permitiría a los inspectores visitar cualquier área del país asiático en cualquier momento.

El acuerdo anunciado la semana pasada confirmó que una vez más Bush debió abandonar sus demandas de máxima…

Asimismo, los «realistas», incluyendo a los miembros del Grupo de Estudio sobre Iraq creado en 2006 por el Congreso legislativo, han urgido por mucho tiempo a Bush a dejar de lado las precondiciones para un diálogo directo con Irán.

En junio, el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Michael Mullen, pidió un «amplio diálogo» con ese país.

Casi un mes después, Bush envió a un alto funcionario del Departamento de Estado para participar por primera vez en conversaciones con representantes del gobierno de Mahmoud Ahmadineyad, junto con delegados de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania.

También aceptó en principio la idea de Rice de abrir una oficina de intereses en Teherán, aunque el anuncio se postergó cuando Cheney argumentó que tal cosa dañaría las posibilidades de triunfo de McCain.

El 12 de octubre, el periodista David Ignatius informó, desde su columna del diario The Washington Post, que el anuncio sobre la reanudación del vínculo diplomático con Irán se haría a mediados de noviembre, luego de las elecciones presidenciales estadounidenses.