Introducción y traducción para Rebelión por Gorka Larrabeiti
Lampedusa, pequeña isla al sur de Sicilia, está más cerca de África que de Italia, pues sólo dista 113 km de las costas africanas. Hoy, Lampedusa es una de las puertas al sur de la Fortaleza Europa: muchas pateras que detecta Frontex –Agencia Europea para la gestión de la cooperación operativa en las fronteras exteriores– en el Canal de Sicilia son conducidas hasta esta isla.
El 8 de agosto de 2007 siete pescadores tunecinos que habían salvado la vida a 44 migrantes náufragos fueron acusados de contrabando de migrantes. El 15 de diciembre próximo se espera la vista final del proceso. Éste y otros sucesos similares habían creado precedentes inquietantes contra los convenios marítimos internacionales, que imponen el rescate de todo náufrago. Sin embargo, el pasado 27 de noviembre, la ley del mar volvió a reinar en el mar. Dos pateras abarrotadas de migrantes a punto de naufragar. Autoridades competentes que asumieron su responsabilidad. Marineros intrépidos. 650 personas salvadas.
Aun a riesgo de perder la vida se zambulleron en una mar arbolada con ráfagas de viento de hasta treinta nudos y olas de diez metros con tal de salvar la de otras 650 personas. Los hombres de la Capitanía del puerto de Lampedusa y la tripulación de los cuatro pesqueros de Mazara del Vallo dieron un ejemplo extraordinario de valor y solidaridad. Sólo gracias a ellos dos pateras llenas de migrantes no se fueron a pique; sólo gracias a ellos se evitó la que podía haber sido la mayor tragedia de la inmigración en el Mediterráneo.
Todo comenzó el 27 de noviembre por la tarde, cuando las dos barcazas que surcaban el Canal de Sicilia lanzaron el SOS con un teléfono satelital. «Socorro: hay muy mala mar y estamos a punto de naufragar», claman desesperados los inmigrantes por teléfono a sus familiares en Italia. Las operaciones de socorro se ponen en marcha inmediatamente bajo la coordinación de la central operativa de la Capitanía del puerto de Palermo.
Avistan la primera barcaza al atardecer desde un helicóptero de la Guardia di Finanza, a 15 millas de Lampedusa. A bordo 300 personas agitan los brazos para llamar la atención. Sin embargo, la segunda «patera» está aún más lejos, en aguas territoriales maltesas. Se transmite su posición a las autoridades de La Valleta, pero no reaccionan.
Entre tanto en Lampedusa se viven horas de actividad febril. Las condiciones del mar no permiten que las lanchas rápidas de la Capitanía abandonen los muelles. Sólo los grandes barcos pesqueros de Mazara del Vallo, que también están amarrados por las malas condiciones meteorológicas, pueden hacerse a la mar. El responsable de la Capitanía de puerto, teniente Achille Selleri, comandante de la séptima escuadrilla, convoca en su despacho a los pescadores de la flota de Mazara: «Señores: no tengo medios adecuados para el salvamento. Les necesito con sus barcos. ¿Los socorremos?». Los patrones de los pesqueros no dudan ni un segundo: «Estamos listos».
Cinco embarcaciones – Ariete , Monastir, Ghibli, Twenty Two y Giulia P.G.– se hacen a la mar. A bordo, junto a los pescadores, están los hombres de la Guardia Costera. Cuando consiguen dar con la patera ya es noche cerrada, pero las condiciones del mar no permiten operar: escoltan la patera hasta cala Grecale, al otro lado de la isla, donde azota menos la mar y se puede llevar a cabo el trasbordo a la embarcación más grande, la Twenty Two.
Los pescadores sólo al amanecer consiguen agarrar el puerto con su «carga» humana: 303 personas, entre las cuales se cuentan 21 mujeres y algunos menores de edad. Están deshechos. A sus compatriotas que se hallan en el centro de acogida les cuentan su odisea: «Zarpamos hace dos días de Libia. Cuatro de nosotros se cayeron al mar, pero no conseguimos recogerlos».
No hay tiempo para el dolor. La Guardia Costera lanza una nueva alarma: un avión militar Atlantic ha avistado la segunda patera a nueve millas de la costa, en medio de las olas. Los pescadores vuelven a salir a socorrer a los inmigrantes: son más de 350, hacinados en una vieja chalupa. Los salvan con la misma técnica; esta vez en el Ghibli. También ellos pasan la noche en el abrigo de la cala Grecale, a la espera de llegar finalmente a puerto.
Lo importante es que están todos vivos: más de 650 personas salvadas en pocas horas por los «ángeles del mar», como han llamado a los marineros de la flota mazaresa y a los hombres de la Capitanía de Puerto de Lampedusa. Los recibieron con un aplauso en el muelle.
Fuente: http://www.repubblica.it/2008/11/sezioni/cronaca/clandestini/clandestini/clandestini.html