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El Salvador

Farabundo, de las botas a los votos

Fuentes: Rebelión

El pueblo de El Salvador está a punto de romper la historia de gobiernos conservadores y de derecha. La izquierda tiene grandes posibilidades de ganar la presidencia del pulgarcito de América como tanto lo soñó Farabundo Martí. En los recientes comicios donde se eligió congreso y autoridades locales hubo un incremento considerable de los sectores […]

El pueblo de El Salvador está a punto de romper la historia de gobiernos conservadores y de derecha. La izquierda tiene grandes posibilidades de ganar la presidencia del pulgarcito de América como tanto lo soñó Farabundo Martí. En los recientes comicios donde se eligió congreso y autoridades locales hubo un incremento considerable de los sectores progresistas agrupados en el Frente Farabundo Martí para la liberación nacional, FMLN, y se está en condiciones de quebrantar la hegemonía del derechista Alianza Republicaba Nacionalista, ARENA, de 20 años, con cuatro periodos consecutivos en el poder.

El FMLN pasó de tener 35 alcaldías a 95 de 262 en disputa, 21 de ellas en coalición. Un avance espectacular, aunque trastabilló en la capital, San Salvador, por un margen elemental y en dónde jugó el trasteo de votantes por parte de ARENA desde la periferia de la ciudad y de países vecinos. ARENA, mientras tanto, retrocedió al perder 27 municipalidades, tenía 148 y quedó con 121. En el legislativo el Frente obtuvo 35 de 84 asientos, ganó 3 más respecto del periodo que termina y es el partido más votado; ARENA perdió dos sillas, quedó con 32. Sin embargo el FMLN tiene a su alrededor a organizaciones políticas de clara inclinación de derecha como el Partido de Conciliación Nacional, PCN, que obtuvo 11 diputados y 33 alcaldías y puede ser el fiel de la balanza; la Democracia Cristiana, PDC, arañó 5 puestos en la asamblea (Congreso) y Cambio Democrático, CD, socialdemócrata, se resignó con un diputado.

En El Salvador se puede ser presidente en primera vuelta si hay una fórmula que obtenga mayoría simple (la mitad más un voto). El Frente logró en las regionales y legislativas cerca del 50 por ciento de los sufragios (ARENA suma cerca del 40 por ciento), pero si nos apoyamos en la historia reciente, a la izquierda frentista le cuesta incrementar ese guarismo por la existencia de partidos de corte de centro y derecha en el espectro salvadoreño. Por ello los areneros (así se los conoce popularmente a los del partido de gobierno) buscarán forzar la segunda vuelta para, por afinidad, recoger los votos de los partidos minoritarios y lograr aislar al Frente. Esa fórmula ha sido utilizada de manera reiterada y es claro que esta vez intentarán la misma suerte.

ARENA más que pasado tiene prontuario. Su origen hay que buscarlo en la larga noche de la guerra fría y la manera como EE UU ha interpretado su papel en Centroamérica. Es la expresión del establecimiento salvadoreño representado en el empresariado, las iglesias, los medios de información, los terratenientes, las fuerzas armadas, las transnacionales y los lazos con la potencia del norte. Carga con su estela de violación de derechos humanos, uso de escuadrones de la muerte y una abierta actitud anticomunista. Todavía en plena campaña para las regionales en su propaganda de radio y televisión hacía uso de la letra de su himno de partido que incluye un párrafo que dice: «El Salvador será la tumba donde los rojos terminaran». Lo cual nos releva de caracterizar su talante fraterno. No hay duda de que el macartismo que le ha funcionado en el pasado será el caballito de batalla promocional en lo que queda para las presidenciales del 15 de marzo próximo.

En nuestro criterio, es toda una proeza que el Frente logre hacer valer el buen desempeño que ha tenido en las encuestas o preferencias presidenciales. Apoyándose en la experiencia ha procurado corregir errores, tanto que escogió un excelente candidato como aspirante presidencial. Se trata del talentoso y carismático comunicador Mauricio Funes. En el pasado el Frente presentó a hombres de su propia cosecha, esta vez busca sumar otros sectores, tentando electorado nuevo y por ello apeló al prestigioso periodista. ARENA va con el exdirector de la policía, Rodrigo Ávila, manteniéndose en su línea habitual.

Los 10 puntos porcentuales que el Frente le saca a ARENA en las regionales podría anticipar cómo están las fuerzas de cara a las presidenciales. Sin embargo el Frente ha acusado en su estado anímico la pérdida de la alcaldía de San Salvador, capital que se había convertido en un fortín rojo, como quiera que llevara la exguerrilla 3 periodos sucesivos y las encuestas daban como ganadora a la titular Violeta Menjívar. ARENA, con gran despliegue en sus medios masivos ha sobredimensionado el triunfo en la capita y tomado un segundo aire, aunque el Frente ganó el área metropolitana y 10 de las 14 entidades territoriales más importantes del país.

La estrategia por parte de ARENA será la de evitar los debates públicos entre los candidatos presidenciales en dónde Funes tiene un desempeño profesional brillante y sus argumentos son de mucho más fondo que el candidato derechista; insistir en el pasado guerrillero del Frente; invocar las consabidas manipulaciones respecto de la propiedad, libertad e incluso temores sobre posibles reducciones de las remesas desde los Estados Unidos -El Salvador depende en buena parte de esas divisas- como elementos para persuadir a los votantes de derecha a que se unan contra el «monstruo comunista». El otro elemento no desdeñable es la cobertura de gastos por los dineros que ingresan a las arcas proselitistas de ARENA. En ese campo el Frente solo posee ideas y la gestión de sus líderes ya probados. Le corresponde al pueblo separar la ceniza de la brasa.

Grosso modo ese es el panorama político que escalda a El Salvador por estos días. Nótese que ese mismo balance podría hacerse de toda América Latina con algunas diferencias y particularidades importantes. Pero en el fondo ese es el panorama que presenta la región. La pulverización de los partidos históricos (liberales y conservadores o democristianos y nacionalistas) que ha cedido el espacio electoral a la polarización derecha-izquierda con amplio margen para los sectores sociales. En este periodo de transición tienen algún juego los partidos o movimientos de centro que en el pasado gravitaron en la social democracia, pero en la medida en que se intensifique la práctica política de la coyuntura, éstos tenderán a la marginalidad total. Es mucho lo que ha cambiado el continente en materia electoral. Hace tan solo una década era impensable anticipar el avance exponencial de la izquierda. Y en medio de todo esto, es insostenible no reconocer que una de las razones de los logros progresistas es el desmonte del mito armado como único camino para acceder al control del Estado. La sospecha que la izquierda siempre asumió de la tarjeta electoral y de las reglas de juego de la democracia de occidente, le consumieron varias décadas maceradas en heroísmo pero desperdiciadas al calor de consignas lejanas al sentir popular. Sigue pesando en ésta otros paradigmas como el ateismo en medio de una sociedad con una cultura mística que no admite discusión, o el dogmatismo ideológico, muy de los 60s, que no permite fortalecer el discurso con sinceros apegos a la libertad, el humanismo, el disenso, el pluralismo, la democracia, y resolver preocupaciones de amplio impacto popular como la propiedad, la seguridad, el consumo, el mercado, el entretenimiento y la cultura en general. Con todo, el avance socialista ha sido monumental.

América Latina debiera de rodear con sentido solidario y respeto a los herederos de Farabundo que se baten por levantar su brazo. A los luchadores salvadoreños la derecha siempre les asignó una tumba anónima, ellos hoy quieren el poder mediante la razón para mirarles los ojos a los asesinos de Oscar Arnulfo Romero.