Los países latinoamericanos, principalmente de Suramérica, vienen manifestando un creciente interés por reforzar la cooperación con Haití y, así, reanudar los lazos históricos con el país caribeño. Del mismo modo, la nueva administración haitiana ha expresado su deseo de que su país sea parte integral de los diversos espacios regionales. Las relaciones entre Haití y […]
Los países latinoamericanos, principalmente de Suramérica, vienen manifestando un creciente interés por reforzar la cooperación con Haití y, así, reanudar los lazos históricos con el país caribeño.
Del mismo modo, la nueva administración haitiana ha expresado su deseo de que su país sea parte integral de los diversos espacios regionales.
Las relaciones entre Haití y América Latina: una historia por reescribir
De hecho, en la XXI Cumbre Iberoamericana que se celebró los pasados días 28 y 29 de octubre en Asunción (Paraguay), el canciller haitiano Laurent Lamothe expresó: «Siempre nos habíamos sentido cerca de los países iberoamericanos».
«El idioma francés nos separa un poco del resto de América Latina, pero somos un país con muchas cosas en común con el resto de la región», añadió el alto funcionario.
Las relaciones entre América Latina y Haití son de muy vieja data. Por ejemplo, Simón Bolívar consideró Haití «su nación amada» [1], según el filósofo mexicano Leopoldo Zea.
Luego de recibir hospitalidad y ayuda por parte del jefe de Estado haitiano Alexandre Pétion para continuar la lucha por la independencia sudamericana, el libertador escribió al presidente de la primera República negra en 1816: «Mi reconocimiento no tiene límites por el honor que V.E acaba de hacerme (…) ¡En el fondo de mi corazón, digo que V.E es el primero de los bienhechores de la tierra! Un día la América proclamará a V.E su libertador, sobre todos los que gimen todavía, incluso bajo el yugo republicano. ¡Acepte por anticipado, señor Presidente, el voto de mi patria! (…)[2]»
Sin embargo, el libertador no invitó a Haití al primer Congreso Panamericano que tuvo lugar en Panamá el 22 de junio de 1826. Esta «exclusión» de Haití marcó una primera grieta en la relación haitiano-latinoamericana, a pesar de los esfuerzos del libertador por explicar que quería unir primero a la América colonizada por España y, luego, a los demás países del continente.
A pesar de la oposición de Bolívar[3] a la participación de los Estados Unidos de América a la reunión de Panamá, el gran vecino del Norte logró asistir al Congreso donde pidió, a través de su secretario de Estado Henry Clay, a todas las naciones latinoamericanas no reconocer la independencia de Haití.
Haití existe como un fantasma
La historia de Haití en América Latina, incluso en el mundo, ha sido marcada a sangre y fuego por la negación sistemática de su historia (que podríamos llamar historicidio) por parte del vecino del Norte y otras potencias colonialistas.
Con respecto a la historia de Haití, América Latina ha oscilado entre dos fuerzas opuestas: por un lado, la imposición estadunidense de excluir Haití y de negar su existencia y su historia; por el otro, su reconocimiento para con el primer país libre de la región (la hermana mayor) que supo ser solidaria con ella, y contra las potencias colonialistas de la época.
Como resultado de esta contradicción en América Latina, Haití ha sido cada vez más vista como un fantasma que atraviesa y sobrevuela la historia latinoamericana pero sin ocupar un lugar determinado en ella. Esta existencia «fantasmal» de Haití en la historia latinoamericana explica en parte porque «sabemos poco o nada», tal como lo planteó el escritor uruguayo Eduardo Galeano[4], que Haití es el primer país libre de América (y no Estados Unidos) y la primera república que abolió la esclavitud (y no Inglaterra).
En el imaginario latinoamericano, Haití existe, está presente, pero como un fantasma. De hecho, varios ciudadanos latinoamericanos no saben en qué continente se sitúa Haití. Algunos medios de la región hablan de Haití como un país moribundo, que agoniza…
Reescribir la historia para construir mejor el futuro
Por eso, el reconocimiento que han expresado varios jefes de Estado de países sudamericanos (principalmente, Venezuela y Ecuador) a Haití por su contribución a su independencia es un esfuerzo que hay que aplaudir, ya que intenta recordar y restablecer esta relación, esta memoria histórica.
Sin embargo, la voluntad de los países latinoamericanos de reforzar su cooperación con Haití, en este momento difícil que atraviesa el país caribeño desde el terremoto del 12 de enero de 2010, podría limitarse simplemente a intentar «invocar a un fantasma», si no se acompaña de acciones concretas para hacer justicia a esta «gran pequeña nación» por su contribución -por modesta que fuera- a la historia sudamericana.
Antes que todo, habría que restablecer Haití en el concierto de las naciones latinoamericanas, dándole el lugar que merece. Se trata de reivindicar la historia de Haití como parte integral de la historia latinoamericana: terminar con el historidio de Haití en el plano internacional y en la historia de la región.
La integración de Haití en América Latina pasa por la rehabilitación del país caribeño en la historia de la región. De esta rehabilitación podría surgir una inmensa solidaridad fraternal que es «la ternura de los pueblos».
La cooperación que nace de la solidaridad entre países hermanos es muy diferente a la que surge del deseo hegemonista de dominación, violencia, violación de los derechos humanos, arrogancia, irrespeto… De hecho, se han aplicado los dos modelos de cooperación con Haití.
Ahora el reto es reescribir la historia de las relaciones haitiano-latinoamericanas, reconstruir el pasado para construir mejor el futuro: un futuro de solidaridad, de hermandad, de otro modelo de cooperación.
Notas:
[1] Leopoldo Zea, Filosofía de la historia americana, Fondo de Cultura Económica, México, 1978, p.195.
[2] «Carta de Simon Bolívar a Alexandre Petión del 29 de enero de 1816» Compilado por Verna ,op cit, pgs 478,479.
[3] Ver: Simón Bolívar, «Carta al general F. de P. Santander», Arequipa, 30 de mayo de 1825.
[4] Eduardo Galeano, Texto leído el 27 de septiembre de 2011 por el escritor uruguayo en la Biblioteca Nacional en Montevideo en el marco de la mesa-debate «Haití y la respuesta latinoamericana».
Fuente: http://alainet.org/active/50742