Traducido por Gorka Larrabeiti
Se sigue discutiendo sobre el 18% de Marine Le Pen. ¿Ha sido un voto debido a la crisis, un grito de dolor o bien se trata de una adhesión a las tesis extremistas, el nacionalismo y la xenofobia? Hablamos de ello con Dominique Vidal, periodista e historiador, colaborador de Le Monde Diplomatique, quien acaba de ocuparse, junto con Bernard Badie, de la edición de 2012 de L’Etat du Monde (ed. La Découverte), donde ha publicado un artículo sobre «Extremas derechas en Europa, estrategias e identidad».
El 35% de los votos de las clases populares ha ido a parar a Marine Le Pen. ¿Cómo se explica?
Hay una serie de elementos. En primer lugar, la gravedad de la crisis. Una parte de la población se siente abandonada. Se trata sobre todo de la Francia rural, la de los adosados de los suburbios lejanos, la de los pueblos donde no hay oficina de correos, el ayuntamiento abre un par de horas, no hay bar, donde el paro es masivo, hay poco dinero y las familias tienen la cartera vacía para el 20 del mes. Luego, y en mi opinión es un elemento que es de igual importancia, está esa sensación de ser cornudo y apaleado, primero con Mitterrand en 2007, y luego, desde 2007, con Sarkozy. Añádase que este sentimiento se enmarca en un contexto de pérdida total de valores, de referencias de identidad. Hubo un tiempo en que estaba la identidad comunista, la católica, la bretona etc.; es decir que había definiciones claras de identidad. Esto vale para todas las referencias que eran válidas antes, incluida la identidad sexual, cuya crisis es positiva, pero que en este contexto acaba añadiéndose a la crisis de identidad y al sentimiento de ser los cornudos de la situación. Así, la gente se vuelve más sensible a los discursos populistas, anti Europa, anti finanza, anti Islam, anti todo.
¿Quién es el electorado frontista?
El electorado de Marine Le Pen es más joven que adulto, y más masculino que femenino. La verdadera ruptura es el Bac (la prueba de selectividad, o sea, el diploma del instituto): el 30% no lo tiene. El voto a Le Pen disminuye con el nivel de educación. Los trabajadores constituyen una parte importante de este voto no sólo porque son pobres, sino porque antes estaban orgullosos de ser trabajadores y hoy son despreciados. Hay más hombres porque tienen dudas sobre la identidad de macho, han recibido poca educación y por tanto, se les puede manipular más fácilmente. Se concentran en las zonas rurales, mientras que las grandes ciudades han votado menos a Le Pen. Para ser precisos, el porcentaje del 17.9% de Marine Le Pen es menor que el 19,2% que obtuvo la extrema derecha en el año 2002 sumando los votos de Jean-Marie Le Pen y del disidente Bruno Megret, pero el 22 de abril debido a un mayor porcentaje de participación electoral, hubo un millón de votos más al Frente Nacional que en 2002.
¿Hay adhesión a las posiciones ideológicas?
Hay una enorme responsabilidad de Sarkozy y de su ministro de Interior, Claude Guenat. La derecha ha retomado los discursos de Le Pen, ha legalizado la islamofobia, con la que Marine Le Pen ha sustituido el antisemistismo del padre. Ha habido una banalización de la xenofobia: basta con pensar en el discurso de Sarkozy contra los gitanos de 2010, o en la insistencia en la división entre el franceses nativos y franceses de origen inmigrante en un país donde un tercio de la población tiene antepasados extranjeros.
¿A qué se debe ese éxito relativo entre la clase obrera?
La socióloga Danièle Linhart ha estudiado la caída relativa del PCF y el movimiento sindical desde los años 80. Ha estudiado la transición de las grandes empresas a su parcelación, el desarrollo de la subcontratación, las deslocalizaciones. La clase obrera no ha desaparecido, pero es menos consistente y ha sufrido un cambio: ha desaparecido la conciencia de clase. Rossana Rossanda analizó en Le Monde Diplo la destrucción debida a la parcelación del trabajo, al teletrabajo. Los sindicatos no se han dado cuenta de ello. Mélenchon ha tratado de volver a dar una identidad colectiva, ha sido capaz de hablar a los más jóvenes. En la Bastilla había gente que nunca había salido a las calles. Ya se verá si consigue que nazca un partido autónomo, como hizo Mitterrand en el PS después del Congreso de Epinay. A la izquierda hay un malentendido desde hace veinte años: se ha estigmatizado a los que votan Frente Nacional desde el plano moral – era la posición de SOS Racisme- Se creyó que todos eran fascistas. A toda esta gente no se le propuso una alternativa creíble. Hoy en día tenemos que responder punto por punto a este voto de protesta, dando alternativas a quienes se sienten como cornudos, a quienes han sucumbido ante el cóctel venenoso de un discurso populista de nacionalismo xenófobo dominado por la islamofobia.
Fuente: http://www.ilmanifesto.it/area-abbonati/in-edicola/manip2n1/20120426/manip2pg/05/manip2pz/321759/