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Pistas para una alternativa de izquierdas en Francia

Fuentes: europe-solidaire

[La autora de este artículo es militante tanto de Izquierda Anticapitalista (Gauche anticapitaliste, GA/1) como del Nuevo Partido Anticapitalista (Nouveau Parti anticapitaliste (NPA) y expone su punto de vista desde esta «doble militancia» como contribución al debate en el seno de ambas organizaciones.] Voy a partir del contexto en que nos encontramos. Se trata de […]

[La autora de este artículo es militante tanto de Izquierda Anticapitalista (Gauche anticapitaliste, GA/1) como del Nuevo Partido Anticapitalista (Nouveau Parti anticapitaliste (NPA) y expone su punto de vista desde esta «doble militancia» como contribución al debate en el seno de ambas organizaciones.]

Voy a partir del contexto en que nos encontramos. Se trata de una especie de «tercera guerra mundial», pero de naturaleza social. En ella se desatan los demonios asociados a las tres vertientes de la «gran transformación capitalista» analizada por Karl Polanyi: la mercantilización y privatización generalizadas de la moneda, la tierra y el ser humano. La inestabilidad financiera/monetaria, la crisis ecológica y la guerra social constituyen los contenidos fundamentales de esta crisis de la sociedad capitalista globalizada. No se trata de una crisis para la obtención de beneficios, que siguen encontrando la manera de ampliarse y protegerse, sino de una crisis de sociedad para las y los de abajo, para la gente dominada y desposeida. Y se despliegan todos los medios para que esta gente afectada perciba su situación como algo «inevitable» -el famoso TINA (There Is No Alternative, no hay alternativa) de Margaret Thatcher- o «natural».

I. La época de la guerra social

La temible ideología dominante culpabiliza a la gente pobre y en paro «subsidiado», criminaliza las resistancias actuales y las del pasado (las revoluciones), «esencializa», deshumaniza y diaboliza a quienes califica de «terroristas». Se trata de prohibir por todos los medios que puedan producirse nuevas resistencias contra las actuales formas de colonialismo o nuevas rupturas revolucionarias como en el siglo xx: hay que eliminar todas las protecciones nacionales, medioambientales y sociales. El desmantelamiento del «socialismo real» ha venido acompañado de su asimilación pura y dura al Gulag, o a un aberrante «paréntesis histórico» que se habría cerrado de nuevo, y para siempre, con una seudovictoria de la «economía de mercado» capitalista.

La llamada contrarrevolución social «liberal» comenzó una década antes de la unificación alemana y el fin de la URSS, en respuesta a la crisis del orden mundial capitalista y de la caída de los beneficios. Se radicalizó a partir de lo que ha venido en llamarse eufemísticamente la «caída del Muro», hecho del que nadie no puede regocijarse, mientras que la gran masa de las poblaciones de Europa del Este, y en particular de Alemania Oriental, expresan masivamente su «nostalgia» («nostalgia del este»; en los Balcanes se habla de «yugonostalgia»). Todos los medios dominantes silencian o desprecian esos sentimientos populares que por desgracia pueden dar lugar a oscuras alianzas «nacionalcomunistas» o a diversos frentes e ideologías reaccionarias rojiblancas apoyadas por la extrema derecha internacional.

Paralelamente, desde la década de 1980, las potencias imperialistas occidentales aprovechan cada crisis para sacar adelante su programa contrarrevolucionario: haciendo saltar todos los obstáculos, sacralizandolo en las constituciones (art. 135, ndt) y en los tratados internacionales. El «neoliberalismo» está dominado ahora por el «liberalismo autoritario». La libre circulación y la protección de los capitales, la «flexibilidad» de la mano de obra y la introducción de la competencia en su seno, la privatización de todos los recursos naturales y humanos se convierten en cuestiones incontestables, indiscutibles que deben situarse «al margen de la política» y protegerse mediante instituciones fuertes, al tiempo que en el plano ideológico se presentan como cosas «naturales»: desde la unificación alemana, la «construcción europea» (la UE) avanza a marchas forzadas en esa dirección. No se trata, ni mucho menos, de una consolidación capitalista con formas neokeynesianas a raíz de una crisis real de las políticas neoliberales (la de los años 2007-2009); se trata, por el contrario, de explotar esta crisis para ir más lejos, aprovechando la relación de fuerzas desfavorable a las y los explotados, en un contexto en que (por el momento) no existe ninguna amenaza comunista interna ni externa, como ocurría tras la segunda guerra mundial: con razón dijo Keynes, explícitamente, que si el capitalismo no se reformaba, el comunismo se llevaría la palma. Por tanto, hoy hace falta consolidar las reglas del mercado capitalista de forma institucional, para no reproducir las debilidades de antaño. El ordoliberalismo combina Estados e instituciones fuertes con una radical liberalización mercantil de la sociedad y de la legislación laboral con el objetivo de proteger la propiedad privada y los beneficios, por mucho que durante estos últimos, a falta de salidas [espacios de inversión], se ecumulen en gran parte de manera improductiva.

Sin embargo, esta guerra social, política e ideológica se sitúa en el tiempo y en la historia. Se libra en un contexto no controlado de «inflexión» histórica: a saber, de crisis de la hegemonía de las grandes potencias imperialistas, de los «centros» del sistema-mundo capitalista de los siglos xix y xx. Crisis de hegemonía, sin duda, pero no desaparición y pérdida de capacidad de hacer daño. Los medios de intervención con que cuentan todavía esas antiguas potencias, que siguen siendo reales, son colosales: mediáticos, militares, económicos, las IFI (instituciones financieras internacionales) y las multinacionales, y están basadas en los tratados de supuesto «libre comercio»… Sin embargo, el adversario de clase se ha vuelto «multipolar». El nuevo imperialismo chino -y a escala distinta el ruso- o las potencias regionales «emergentes», ofrecen posibilidades de diversificación de los recursos financieros y tecnológicos que permiten ampliar los frentes de resistencia, aunque sin ofrecer alternativas progresistas. Las dictaduras caen o se disgregan, pero en la opacidad de las etiquetas y la confusión de las ideologías: la inestabilidad mundial, regional y nacional sigue canalizándose hacia opciones sin alternativas o hacia la eclosión de movimientos «antisistema» de derecha y/o de izquierda incapaces de cuestionar en la práctica el orden imperante.

Las luchas medioambientales, confrontadas con los mercados financieros y las empresas multinacionales, se combinan explícitamente con objetivos de emancipación social a escala orgánicamente planetaria, o más excactamente, del nivel local/individual al planetario, pasando por los niveles «históricos» de organización política, territorializado a diversas escalas. En estos distintos niveles se organiza un esbozo de sociedad civil mundial, concretamente en los movimientos contra la deuda o los tratados de libre comercio, en la Vía Campesina o la Marcha Mundial de las Mujeres, o en los diversos foros sociales regionales o mundiales. Sin embargo, el poder de decisión de los adversarios de clase se organiza mucho más a escalas territoriales transnacionales, apoyándose al mismo tiempo en Estados represivos.

Para ser eficaces, las resistencias deben organizarse en mayor medida en todos estos planos, bajo diversas dimensiones articuladas y en varios frentes cruzados en los que «los enemigos de nuestros enemigos» no son necesariamente nuestros amigos. En todas partes, las explosiones sociales son capaces de tumbar regímenes y alterar los equilibrios, pero son canalizadas a formas de democracia parlamentaria como respuestas deformadas a las aspiraciones populares elementales; el derecho a elegir, y por tanto a votar. Una vez suprimidos los regímenes opresores, las alternancias electorales resultan muy pronto trucadas, carentes de alternativas reales: las opciones de sociedad fundamentales se realizan fuera de las sedes parlamentarias y al margen de lo que se «vota». La competencia social y fiscal impone sus temibles imperativos, interiorizados como «fatales». Al mismo tiempo, en todas partes, se pone de manifiesto una realidad profundamente «censitaria» del acceso incluso a los derechos más elementales, conquistados y reconocidos desde el siglo xix: la riqueza, la propiedad, los privilegios culturales dominantes determinan los derechos reales.

Frente a la barbarie de este orden social y de sus destrucciones planetarias, son insuficientes las tradiuconales formas de lucha y de expresión de las protestas. Hay que encontrar «palabras» y formas de expresión y de acción que se orienten de forma sistemática, radical, a construir un «bloque histórico», una contrahegemonía a la ideología neoliberal dominante, desde el nivel local al planetario, pasando por el nacional/regional. Hay que reunir a las personas dominadas, a las divididas por todos los medios del orden dominante, desde el racismo hasta la organización del orden económico y social.

Hay que rechazar tanto los planes como los términos de los debates impuestos: no situándonos de forma ideológica y abstracta en el «anti», sino en el «por» concreto, de la vida cotidiana, de las aspiraciones de base, de los derechos fundamentales del siglo xxi. Esto solo es posible en la lucha contra todas las relaciones de dominación, respetando la dignidad de todas las personas en el seno mismo de la organización de las resistencias y en la elaboración del modelo de sociedad alternativa, concreto, basado en una democracia que no se detenga a la puerta de las ciudades, de las empresas y de los barrios populares. Hace falta poner de manifiesto lo que reivindican los «sin»: un trabajo y un estatuto humano digno de este nombre y por tanto con la corresponsabilidad de la gestión de lo que se produce; un techo entendido como un derecho; sanidad y educación para todo el mundo sin discriminación; la tierra para quienes la trabajan y protegen el medio ambiente; el agua, la cultura y la educación y los medicamentos entendidos como bienes comunes; una organización del espacio, de la producción y de la vida que permita la copropiedad y la gestión colectiva de los recursos naturales y humanos.

Conclusión: Nos hallamos por tanto en una fase de profunda inestabilidad orgánica, en la que «los de arriba» controlan las palancas de poder fundamentales (militares, económicas e ideológicas). Desde este punto de vista, no están «en crisis», ni mucho menos: están a la ofensiva y aprovechan la debilidad de clase, política e ideológica, de las resistencias para consolidar un orden cada vez más directamente represivo. Sin embargo, en los países centrales más desarrollados, el capitalismo ya no está en condiciones de cumplir sus «promesas» liberales y de libertad y bienestar: impone un proyecto de austeridad y de disciplina «orgánica», reglas de oro en las constituciones… Visto así, ha agotado no tanto su capacidad de renovarse y perdurar, sino de pretender encarnar una «civilización» de progreso.

Es en este plano político-moral y global donde hay que atacarlo. El nivel europeo es, en este sentido, particularmente esencial. Es en él donde históricamente se han acumulado las grandes conquistas sociales y democráticas de los siglos precedentes, donde han tenido lugar las primeras revoluciones socialistas y donde hoy aparecen nuevas generaciones que comienzan (especialmente en los Balcanes) a «arrogarse el derecho» de definir por sí mismas las lecciones y fuentes de inspiración, sin «nostalgia» ni aceptación de las humillaciones denigrantes e imperialistas; es ahí, también, donde cobra sentido la reconversión ecológica de los transportes. Asimismo, es en el continente euroasiático donde hace falta oponerse a la aberrante «elección» entre la UE y Rusia impuesta a los países limítrofes (como es el caso de Ucrania), obligándoles a optar por una potencia u otra. Y es en todos los países europeos -al margen de la moneda utilizada, pero con un vínculo con la UE- donde se intenta imponer las peores normas de competencia fiscal y de dúmping social entre las poblaciones.

En este proceso se saca provecho del desmantelamiento social de la URSS y la periferización de los países de Europa del Este: claro que la UE no es el NAFTA. La moneda y los Tratados europeos están destinados a todas luces a imponers el desmantelamiento definitivo de los derechos sociales «pasando por encima» de los pueblos. Sin embargo, la UE pretende ser democrática, organiza elecciones, se dota de un presupuesto y tiene un parlamento: hay que explotar sus flaquezas políticas. Para ello es preciso romper con sus Tratados cada vez que sea posible, restándoles legitimidad, pero no en nombre de la «nación», sino en el de los derechos sociales y democráticos que reivindicamos como base de otra Unión posible, incluido el derecho de autodeterminación, la soberanía popular, así como los derechos solidarios a servicios públicos y a un salario mínimo; otra Unión que mantenga asimismo relaciones distintas con los demás pueblos del mundo (tanto en el área mediterránea como en las Américas, África o Asia).

En suma, frente al capitalismo globalizado y bárbaro, y contra él, es preciso defender y ampliar la Declaración Universal de Derechos Humanos con una nueva estructuración de los derechos (poniendo en valor a las organizaciones de las Naciones Unidas que deben defenderlos, como la OMS, la UNESCO, la OIT, etc. contra el «derecho de competencia» que defienden las instituciones financieras internacionales). Esto se desarrolla en primer lugar a escala del continenbte europeo.

II. Traducir los análisis en objetivos políticos y estratégicos

1° – Construir lazos internacionales y europeos estables en defensa «de los bienes comunes universales» frente al capitalismo: por una plataforma de resistencia europea/internacional; apoyarnos en las redes existentes y extenderlas; por unas jornadas europeas que asocien a los partidos y movimientos sociales y sindicales que lo deseen, de acuerdo con una arquitectura y unas formas democráticas nuevas: el Partido de la Izquierda Europea (PIE), Podemos, la Cuarta Internacional, las organizaciones altermundialistas… Impulsar una nueva Declaración Universal de Derechos Humanos, actualizada como un «programa de transición» anticapitalista con concreciones continentales y temáticas.

2° – Intentar establecer estructuras solidarias en Francia con todas las organizaciones políticas y asociaciones (nacionales y locales o de barrio, sindicatos, fundación Copernic, Attac…) en base a este planteamiento: organizando «talleres» temáticos; tratando de concretarlos en actividades de autoorganización y «marchas» del tipo de las mareas blancas, verdes, etc., como en el Estado español, con la idea de generalizarlas en Europa. Esta propuesta debería dirigirse (y poder concernir) a todas las organizaciones cuyo horizonte de ideas y de acción rompa con los límites del capitalismo: Front de Gauche (Frente de Izquierda, FdG), si así lo deciden todos sus componentes, pero sin que ninguno se deje paralizar por el «Frente»; el NPA, los anarquistas, Lutte Ouvrière, las organizaciones sindicales y asociaciones que buscan una alternativa democrática y estratégica que articule el cuestionamiento del orden existente en Francia, en Europa y más allá.

3° – Salir del limitado horizonte del FdG, haciendo un balance crítico y realista del mismo. Retomo aquí algunas observaciones que formulé en vísperas del Comisión Nacional de septiembre de Ensemble!.

¿Por qué el FdG no ha «logrado convencer»? Tenemos que debatirlo y expresarlo abiertamente. Ha fracasado en los tres planos que tenían «sentido» en la batalla emprendida:

1- que el FdG representase una alternativa coherente creíble a la izquierda del Partido Socialista (PS) y en ruptura clara con sus orientaciones;

2- que el FdG lograse superar su carácter de alianza electoral entre diversos partidos y se conviertiera en una fuerza organizadora de luchas sociales y de agrupaciones más amplias en torno a las orientaciones que preconiza;

3- que los componentes del FdG fueran capaces de transformarlo en un marco democrático susceptible de acoger a nuevas fuerzas, mucho más allá de los «encuadrados».

Las causas del fracaso son, por su «naturaleza», indisociables de las de sus principales componentes:

− la «persistencia» de los proyectos propios del Partido Comunista (PCF), contradictorios con una ruptura clara con el PS;

− el peso de los intereses materiales y políticos, para el PCF, asociados al control del Partido de Izquierda Europeo (PIE);

− la naturaleza extremadamente «personal» del proyecto de Mélenchon, contradictoria con el cuestionamiento de su papel de portavoz del FdG y del bloqueo de cualquier función en la dirección del PIE;

− la incapacidad de los componentes menores, incluso agrupados en Ensemble!, para resultar atractivos «dentro» del FdG y ofrecer en él un modo de funcionamiento distinto, insistiendo en la apreciación errónea sobre el efecto de la campaña presidencial de Mélenchon en el provenir del FdG y de sus componentes.

No se puede decir (como hace la resolución de Ensemble! presentada para la última Comisión Nacional) que «lo que está en juego» en este periodo es «recuperar la confianza en el proyecto del Front de Gauche«. Lo que está en juego tiene una dimensión muy distinta. Hay que cambiar de chip: el horizonte no es, ni puede ser, una organización, cualquiera que sea, y menos aún el FdG, que es un frente electoral muy desequilibrado y que no puede constituir nuestro «horizonte». Otra cosa es no renunciar a los debates y batallas políticas con el PCF y el Parti de Gauche (Partido de Izquierda, PG), pero siempre con el horizonte de construir una resistencia sociopolítica en defensa de los bienes comunes, a diferentes escalas, sobre la base de un replanteamiento del patrimonio de las luchas y experiencias pasadas y presentes. El tipo de organización «político-social» que hay que construir, acorde con estos objetivos, aún está por determinar. Sin embargo, esto no se contrapone a los proyectos de «Estados Generales»/2 o «Congreso» para la transformación social y ecológica que Ensemble! se propone defender y que como tal no puede depender del futuro incierto del FdG.

Hay que romper con un falso dilema (un callejón sin salida):

− o bien someternos al modo de funcionamiento y a los objetivos del PCF y del PG en un Frente profundamente desequilibrado y orgánicamente no igualitario. La apertura a adhesiones directas no es nada atractiva y en modo alguno permitirá superar la lógica perversa de un individuo = un voto, pero sobre la base de organizaciones constituidas (PCF, PG) cuya razón de ser es su autoconstrucción;

− o bien considerarlas organizaciones que tienen un futuro y un proyecto «cierto» que no guarda relación con nuestros propios objetivos de transformación social radical.

El PCF está sometido a varias dinámicas o «sorpassos»históricos: ¿camina hacia una izquierda institucional de la socialdemocracia social-liberalizada? La dependencia para obtener representación institucional del PCF con respecto al PS [en el sistema electoral francés a dos vueltas, en el que para la segunda vuelta sólo compiten las dos primeras fuerzas y el PCF sólo obtiene representación si se alía con el Partido Socialista. Ndt] bloquea la evolución de su orientación práctica. No podemos hacer como si el problema estuviera ya superado (¿tras las elecciones municipales y hasta las siguientes?/3). Sin embargo, al mismo tiempo, en sus relaciones internacionales, el propio PCF se ve atrapado entre tres orientaciones: la adaptación «de izquierda» al capitalismo (con cada vez menos margen); hacia un neoestalinismo sectario; o hacia una nueva izquierda que se reivindique de un proyecto socialista/comunista democrático. Le afecta profundamente la necesidad de hacer balance del fracaso de la URSS y del «socialismo realmente existente», así como de la restauración capitalista en la URSS y en Europa del Este. Quienes en la «izquierda radical» reducen (como los anticomunistas «liberales») ese pasado al Gulag y al «estalinismo» pasan por alto, en aras de un debate semántico y dogmático anquilosado, las posibles lecciones sobre los logros y los fracasos de esas experiencias que les/nos afectan. Más allá de los conceptos, esta experiencia es un patrimonio común para quienes se reivindican de un proyecto emancipador. La adaptación «realista» al capitalismo o el embellecimiento del pasado estalinista no son las únicas opciones posibles. Ahora bien, el balance del pasado tiene consecuencias para el lugar que se otorga a la democracia en las luchas de hoy en lo que tiene que ver con la manera de «hacer política», las relaciones entre autoorganización y luchas electorales. Todo ello tienen que ver con el proyecto de futuro. Dejemos esto claro, al igual que hace la necesidad de discutir sobre el orden mundial «postsoviético» y ruso.

El PG también se halla en la encrucijada de varios caminos: entre la esperanza de Mélenchon de llegar a ser ministro «de izquierda» con un PS recompuesto cuyo horizonte político siga siendo la adaptación al sistema, o el FdG, o entre el Partido de la Izquierda Europea y Podemos tal como lo concibe Pablo Iglesias. Su enfoque es radicalmente antagónico con cualquier proyecto de democratización del FdG (sin hablar ya del propio PG). Además, las concepciones Estatalistas del poder que mantiene Mélenchon y su ensalzamiento del ejército francés y de sus hazañas (o sus modelos internacionales dirigistas) no deben quedar al margen de los debates en aras de la búsqueda, a toda costa, de un «frente de izquierda» que no existe.

En resumen, hay que romper con los límites impuestos por el FdG como «horizonte» de pensamiento y de acción, que en la práctica no es viable y, además, no se respeta: cada componente ha acabado votando sus propias orientaciones, impulsando sus propias campañas, estableciendo sus propias alianzas ad hoc según las campañas, etc. No existe una realidad política del FdG. No debemos encerrarnos en la continuación de un mito. Y depositar las esperanzas en la Asamblea del 6 de septiembre/4 es bastante ridículo. ¿Debe ser el FdG «el ala combativa de la unión de todas las fuerzas de izquierda opuestas a la política de Valls y Hollande»? Tampoco podemos pensar que el FdG «estará unido» en las próximas convocatorias electorales y que «debe formar parte de las movilizaciones». ¿Acaso se han superado las causas de la desunión? ¿Acaso se han analizado los motivos por los que el FdG como tal no ha participado en las movilizaciones de Notre-Dame des Landes (NDDL)/5, ni en el impulso de luchas sociales/sindicales? ¿Ni en las movilizaciones necesarias contra las intervenciones guerreras «civilizadoras» de «nuestro ejército»?

Las Jornadas contra la austeridad y por la transformación social y ecológica podrían ser un buen horizonte de pensamiento y de acción si se internacionaliza y sobre todo si se destaca la segunda parte de la fórmula -en el sentido de la lucha en defensa de los «bienes comunes» universales- con un planteamiento que estimule la autoorganización plural y democrática (con o sin los componentes del FdG, en función de las decisiones que tomen sus componentes y que no deben condicionarnos.

4° – En torno a la GA

Teniendo en cuenta su repercusión en las elecciones presidenciales, era correcto querer influir en el FdG desde su interior, subrayando las ambigüedades estratégicas de sus componentes en una nueva etapa. Era legítimo (aunque en gran parte haya sido un error) ser optimistas sobre el impacto de la campaña de Mélenchon en los cambios del FdG y rechazar la estigmatización (que existía en el NPA) sobre cualquier orientación hacia el FdG como «capitulación» reformista. Pero no fue correcto:

− equiparar el FdG a Syriza;

− considerar que toda reticencia hacia el FdG y, en particular, todo pesimismo en relación a la posible evolución del PCF, era fruto de una ceguera sectaria;

− estimar, por consiguiente, que el NPA se había vuelto «orgánicamente» sectario y que la «prueba histórica» estaba ahí… y pretender, cómo no, que la GA se llevaba consigo el bagaje de la antigua LCR;

− no considerar correcta más que una orientación «dentro» del FdG.

En realidad, esta última posición se vio superada muy pronto, afortunadamente, por las orientaciones prácticas de nuestros socios en el FdG. Tampoco quedó demostrado que la mejor manera, o la única, de influir en el FdG y sus componentes pasase por integrarse en el mismo. Sea como fuere, Ensemble! No debería renunciar a incorporar/trabajar orgánicamente con los y las camaradas de Les Alternatives que optaron por no ingresar en el FdG y los y las camaradas del NPA que no demonizan al FdG y comparten en la práctica lo esencial de las orientaciones de Ensemble!

La proximidad de hecho de las orientaciones y de los debates en la GA y en el NPA sobre las previsiones y campañas políticas ha venido acompañada de un debilitamiento notable del trabajo que debería realizarse en común, particularmente en las organizaciones sindicales y en las campañas. Sería aberrante seguir proponiendo al NPA que se adhiera al FdG o incluso proponerle una orientación de que se dirija al «FdG» como tal, cuando este no tiene ninguna coherencia política, ni en las elecciones, ni en las diversas campañas. Tampoco es razonable pensar que hoy se puede defender un frente estable con el FdG como tal cuando el propio futuro del FdG está en el alero… (por no hablar de los importantes desacuerdos con sus componentes). Defender esta orientación en el NPA carecería de sentido cuando está claro que choca con la experiencia práctica de lo que fue la orientación del PCF en las municipales y las no menos problemáticas de Mélenchon (en particular sus loas al ejército francés, aunque también su tropismo con respecto a Iglesias), haciendo como si no supusieran ningún problema.

En cambio, es coherente y correcto que tanto el NPA como la GA/Ensemble! no solo apliquen un planteamiento de frente único con todos los componentes del FdG en las luchas (cosa que no supone ningún problema en el NPA), sino también les tomen la palabra en sus posicionamientos anticapitalistas. Está justificado un trabajo específico «a la izquierda de la izquierda» y anticapitalista con respecto a ellos, sin condicionarlo a la certeza de que cual será su posicionamiento en el futuro. Pero hay que ser conscientes de que las incertitumbres generales del periodo multiplican las condiciones de alineamiento «realistas» sobre la base de la aceptación de fruslerías que no cambian nada esencial; es más, la crisis del PS y el ascenso del Front National (FN) abren la puerta -con los críticos del PS y los posicionamientos en Europe Écologie Les Verts (EELV)- a una nueva «unión de la izquierda»/5 supuestamente crítica con Valls y Hollande, sin tratar de movilizar a los sindicatos y movimientos sociales en una lógica de enfrentamiento acorde con los ataques sufridos.

De ahí que formulaciones como «gobierno antiausteridad» se han vuelto muy vagas o abiertas a dinámicas diversas. No es «sectario» cuestionar esta realidad y en vano se creerá que podemos protegernos de futuras «traiciones» mediante un vocabulario. En cambio, encontrar terrenos de lucha «por» (en positivo) y de autoorganización que modifiquen la relación de fuerzas y cambien las conciencias es lo que realmente importa, «en defensa de los bienes comunes», contra la austeridad capitalista.

Notas del editor

1/La GA es miembro de Ensemble!, un agrupamiento en el seno del Front de Gauche en Francia en el que están: Convergences et Alternatives, una parte de la Gauche Unitarie -la otra funciona autónomamente en el FdG-, la FASE, y una parte de Les Alternatives (otra parte no quiso entrar en el FdG)

2/ Los «Estados Generales» en Francia se denominan a las reuniones que se organizan invitando a todos los sectores sociales, una especie de Asamblea Extraordinaria de los Sectores Sociales, que toma su referencia de los Estados Generales de 1789 (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Estado…)

3/ En las pasadas elecciones municipales el PCF, en ciudades importantes -como Paris- rompió el compromiso con el resto de fuerzas del FdG y acudió en coalición con el Partido Socialista. Por eso nadie espera que se pueda recomponer la dinámica en el período entre distintas elecciones; más aún cuando las miradas del PCF están más orientadas a los críticos del Partido Socialista (entre ellos ministros de Hollande recién dimitidos) y los Verdes, que a las fuerzas del FdG.

4/ El 6 de septiembre el FdG reunió una Asamblea larga de coordinación de las distintas fuerzas que lo componen, que no hizo sino certificar la ausencia de acuerdo para caminar hacia delante, aunque tampoco concluyó en ruptura.

5/ «Unión de izquierdas»: hace referencia a la alianza de los partidos de izquierda francesa (PCF, PS, Partido Radical de Izquierda, Movimiento Ciudadano, Los Verdes y otros) desde 1997 a 2002 bajo el gobierno de Lionel Jospin que dio continuidad a las políticas neoliberales de los años 1980.


Catherine Samary es militante de Ensemble! y del NPA en el distrito 18 de Paris. Participa en en la Comisión Internacional, Europa, Igualdad, Autogestión de Ensemble! y en la Comisión Europa, Internacional del NPA, GTE.

Fuente original: http://www.europe-solidaire.org/spi…=

Traducción: VIENTO SUR

Tomado de http://www.vientosur.info/spip.php?article9615