El 17 de marzo de 1975 la sangre del joven periodista y militante comunista Orlando Martínez fue derramada en una calle de la Zona Universitaria de la ciudad de Santo Domingo. Cuarenta y siete años después, en los medios de comunicación de República Dominicana el pluralismo sigue siendo un mito.
Las corporaciones exigen en forma descarada la defensa del esquema de privilegios. Salvo honrosas excepciones, cronistas y analistas (seudoanalistas casi todos, hay que decirlo) apañan el saqueo y el abuso y presentan como marca de una persona o de un grupo la corrupción que es consustancial al sistema en su conjunto.
Predomina en la actual coyuntura la coincidencia con las posiciones de las potencias participantes en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la predecible condena a Rusia sin tomar en cuenta que la OTAN es una amenaza permanente para la paz y la intención de expandirse por Europa del Este (sumando miembros y convirtiendo territorios en asientos de laboratorios de armas biológicas y químicas) amenaza la existencia de la humanidad como especie.
El coro para la reproducción de esta idea lo integran las mismas voces que han colocado en los últimos años los peores calificativos a los gobiernos progresistas de América Latina, negándose a reconocer el alcance de la agresión imperialista y los efectos de la aplicación de la estrategia del golpe suave.
No causa sorpresa que estas voces apoyen las posiciones internacionales del gobierno encabezado por Luis Abinader, muchas de las cuales son continuidad de las asumidas por Danilo Medina.
El apoyo a medidas contra Venezuela y contra Cuba y a la toma de posición a favor de la OTAN es casi unánime. Los cuestionamientos son escasos y débiles, porque el compromiso con el atraso político impide darles consistencia.
El poder mediático ha silenciado el cuestionamiento a medidas como la construcción (con un gasto reconocido en casi dos mil millones de pesos) en una verja perimetral en la frontera con Haití, que es un muro del siglo XXI.
Publican, a lo sumo, falsas críticas cuyos autores afirman que el Estado puede y debe seleccionar a los migrantes, dicen que Haití es una carga para República Dominicana, y tratan la migración como tema de seguridad nacional. ¡Contienen estas crónicas la posición de la derecha y de la ultraderecha!
En otro aspecto, hay que señalar la sumisión a las corporaciones. En varias emisoras y portales digitales los comentaristas de la mañana inician la jornada dando las gracias a los propietarios. En otras, cada 5 de abril (Día Nacional del Periodista), en cada aniversario que interese a la empresa y en cualquier acto de recepción o de despedida de un periodista, se elogia a los dueños del medio y se destaca la libertad de expresión existente en el mismo.
Es asquerosa la adulación y retrata a los aduladores como mentirosos. Los dueños de medios censuran e inducen a la autocensura, pues ejercen control directo sobre la información y el análisis.
Para garantizar esa forma de control, otorgan protagonismo a periodistas que han acumulado fortuna a través de la venta de la palabra y del silencio y ejerciendo el chantaje en asociación con delincuentes de toda laya.
Acogen también a exizquierdistas que renunciaron, a cambio de dinero y prebendas, a la opción por las mayorías.
Han formado, en resumen, un coro de intelectuales e intelectualoides dispuestos a acumular riqueza.
CASTIGARON LA FIRMEZA
El 17 de marzo de 1975, esbirros al servicio del gobierno de Balaguer cumplieron el encargo de disparar contra quien sustentaba posiciones firmes y era intransigente en materia de principios.
Pero la acción de la clase dominante contra el derecho a la información ha continuado. No cesa, porque el poder mediático es parte importante del esquema de dominación.
La clase dominante ejerce su poder no solo mediante la coacción sino también imponiendo su visión del mundo. Para la labor ideológica utiliza sobre todo la escuela y los medios de comunicación, advirtió Antonio Gramsci. La certeza de esta afirmación se comprueba en el quehacer de los medios de comunicación en República Dominicana.
ORLANDO COMO EJEMPLO
Orlando Martínez fue militante comunista sin ignorar que con ello arriesgaba la vida. Como periodista, convirtió en la voz de los desposeídos su columna Microscopio, denunciando la represión y condenando el saqueo y el despojo que sirvieron como base al proyecto político cuya coordinación Joaquín Balaguer asumió por encargo del poder estadounidense.
Orlando Martínez es un símbolo del compromiso con la lucha por la justicia, la soberanía y la igualdad.
Los esbirros que le dispararon obedecieron a altos oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
Fue un crimen de Estado. Los oficiales asesinos dirigían el brazo armado de la caverna política cobijada en el mal llamado Partido Reformista (aunque se agregó la etiqueta de social cristiano, se despedazó sin convertirse en partido) y en los grupos formados para dar apariencia legal a la permanencia de Balaguer en la presidencia de la República.
La asimilación del PRSC en el sistema de partidos y el protagonismo en los medios de impenitentes vendedores de lo no vendible, son aspectos de una podredumbre que es imposible disfrazar.
La clase dominante apuesta al descaro porque teme a la toma de conciencia por las mayorías (tenía razón Rosa Luxemburgo). En al pasado reconoció a Balaguer como Padre de la Democracia y hoy convierte de facto en Padres de la Patria a acaudalados empresarios como Pepín Corripio y Bienvenido Rodríguez.
Este despropósito es abonado por los elogios de quienes buscan conservar empleos privilegiados y garantizar el financiamiento de sus proyectos económicos. ¿Perdieron la capacidad de sentir asco o han encontrado en el dinero un antídoto para la náusea?
Para contribuir a la toma de conciencia, es preciso enfrentar a los sectores que sustentan la desinformación y prostituyen el oficio que Gabriel García Márquez definió, con sobrada razón, como el más apasionante de todos.
No es tardío el llamado a construir una muralla contra la degeneración del periodismo y por el rescate de la ética de la intelectualidad.
Es el mejor homenaje a ese símbolo del compromiso con la vida que es Orlando Martínez, y se torna urgente si se pretende escribir, sin faltar a la verdad, la palabra futuro.
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