A pesar de que la recepción latinoamericana de la obra de Mike Davis es acotada, las herramientas teóricas que desarrolló desde una visión no lineal del marxismo pueden ser útiles para el pensamiento crítico latinoamericano. Necesitamos apropiarnos de su obra.
El 25 de octubre pasado falleció Mike Davis. Un escritor prolífico que combinó la rigurosidad académica con una vida de activismo político. Davis fue un pionero de los estudios urbanos desde el marxismo, de una mirada de los estudios históricos que se propuso aunar la geografía crítica, los estudios ambientales y el fenómeno imperialista y también de una versión novedosa de los estudios críticos en clave etnopolítica, lo que le permitió abrir una nueva corriente de estudios sobre los efectos de la globalización.
Sus dos libros más importantes —Late Victorian Holocausts… (2001) y City of Quarz (1990)— son una clara muestra de una diversidad creativa abrumadora. Si bien el hilo conductor de la obra de Davis puede ser trazado en los estudios urbanos y en una problematización marxista acerca del espacio como el entorno básico de la política, Davis se mantuvo —como diría Maquiavelo— como un autor en la coyuntura.
Tanto es así que es posible mapear las transformaciones epocales del capitalismo desde el fin de los «treinta gloriosos» hasta el advenimiento de la globalización en clave neoliberal a través de la cronología de sus libros. Si en Prisioners of American Dream (1990) Davis identificó las transformaciones de la clase obrera generadas por el advenimiento del neoliberalismo, sus trabajos posteriores presentaron una serie de innovaciones sustanciales en la teoría critica: desde la ampliación de los estudios del imperialismo y los efectos de la competencia colonial por el dominio de la naturaleza —Late Victorian Holocausts (2001)—, para luego dejar una marca endeble en los estudios urbanos en la era de la globalización — City of Quarz (1990), Magical Urbanism (2001) y Dead Cities, and Other Tales (2003), por mencionar algunos—. Por último, y más significativo para los tiempos que corren, en The Monster at Our Door (2005), Davis analizó la gripe aviar para mostrar los límites ya no sociales y económicos de la acumulación de capital, sino la frontera biológica del capitalismo.
Pero, a pesar de todo lo anterior, la obra de Mike Davis no ha tenido casi ninguna recepción en América Latina. Cabe decir que solo algunos de sus libros han sido traducidos al castellano, y que la gran mayoría solo se consiguen en el Estado español. Su obra más difundida en castellano, Planeta de ciudades miseria (2014) —su único libro publicado por la editorial Akal, aspecto que explica su difusión en Hispanoamérica—, le valió la invitación del Papa Francisco y de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, ambas rechazadas por Davis. Por otro lado, resulta virtualmente imposible conseguir en América Latina las ediciones traducidas de Ciudad de Cuarzo (publicado por la editorial Lengua de Trapo) o de la traducción de Los Holocaustos de la era Victoriana tardía (editada en 2006 por la UPV). A pesar de este desinterés editorial —que incluye a las editoriales académicas— por llevar la obra de Davis a América Latina, un análisis de sus textos sí nos permite encontrar dos elementos que marcan un punto de encuentro útil para poner en diálogo con el pensamiento crítico latinoamericano.
El primero reside en la análisis particular mediante el que Davis unió al capitalismo y al fenómeno imperialista con la naturaleza, donde se propuso pensar que todo desastre natural —desde las hambrunas hasta las inundaciones y sequías— son fenómenos socialmente construidos y que responden a la lógica general de la extracción y acumulación de capital, un aspecto central para repensar a las economías políticas ligadas a la economía global mediante el extractivismo y el neoextractivismo, la que es cara hegemónica del sistema capitalista en América Latina. En segundo lugar, su visión «no lineal» del marxismo permitió, mediante un análisis amplio de los efectos de la globalización en la composición étnica y demográfica de la clase obrera estadounidense, expandir la noción de clase social para incorporar sin contradicciones el rol central de la interseccionalidad de las luchas sociales para la constitución de un sujeto colectivo anticapitalista en la era del capitalismo neoliberal.
Davis señaló que la lucha por la defensa de la naturaleza del proceso de extracción de capital así como las reivindicaciones raciales y de género no son una deriva liberal del pensamiento y la práctica revolucionaria, sino que son la esencia misma de la lucha anticapitalista, ya que no hay forma de desligar la fase actual del capitalismo de las diferentes tecnologías que ordenan la vida social mediante la jerarquización plena de grupos sociales, y que se ejemplifican en la lucha por el control de los espacios y territorios, tanto entre los países como hacia dentro de ellos. Esta perspectiva teórica es central para pensar en la contemporaneidad de América Latina, cuando la clase obrera alcanza su mayor nivel de dispersión histórica en un proceso que se apalanca en la caída de toda fantasía industrialista del progresismo continental, al menos, desde la crisis de 2008.
Globalización, migración y cambio político hemisférico
En Magical Urbanism (2000), Davis desafió el relato de la globalización como la superación histórica de los nacionalismos excluyentes, demostrando las formas múltiples de politización de las identidades nacionales introducidas desde los Estados nacionales para limitar a la única característica netamente progresista del proceso de interconexión económica de la globalización: el movimiento de las personas. Pero, además, al analizar la reconversión demográfica de la tercera economía metropolitana del planeta (la ciudad de Los Ángeles), Davis puso en primer plano un fenómeno menospreciado por los estudiosos de la globalización, mucho más atentos a analizar la declinación hegemónica de los Estados Unidos (noción criticada por Davis) y las aventuras militares de las administraciones de Bush y Obama, que por las transformaciones sociales capilares que terminaron por redefinir las relaciones de clase tanto dentro de los Estados Unidos como también en buena parte del hemisferio.
Para Davis, el auge de la migración latinoamericana en los Estados Unidos no solamente generó un nuevo clivaje de racial dentro de los sectores populares estadounidenses, desestabilizando la antigua contradicción entre la población blanca y la población afroamericana. El resultado ampliado de nuevas generaciones de estadounidenses de origen hispano será, según Davis, una desestabilización geográfica de las relaciones hemisféricas y un corrimiento de la frontera demográfica de Hispanoamérica que hará obsoleta a la división entre el norte y el sur de América y que redefinirá a los sujetos políticos dentro de los Estados Unidos y como también pondrá en jaque a las nociones que hoy compartimos acerca del carácter del capitalismo en el continente sudamericano.
La idea misma de América Latina se encuentra constituida en oposición a otra América tanto anglófona como anglofílica. De esta manera, la desestabilización del perfil sociodemográfico de los Estados Unidos tenderá también a desestabilizar la noción misma de América Latina que compartimos hoy, como también abrirá la posibilidad de generar nuevos vínculos de solidaridad de norte a sur de América. Aquí vale remarcar un acierto de Davis en reconocer la importancia de América Latina en tanto el significante de otredad predilecto en la construcción de un relato nacionalista blanco dentro de los Estados Unidos. Pero la globalización también amenaza a ese proceso.
Como señaló Davis, en los Estados Unidos ya no solo hay latinos agringados que comen hamburguesas y miran football, sino que también se expande el fenómeno de los gringos hispanizados que comen chile y guacamole y miran fútbol los domingos. Aquí es donde se ven los primeros pasos de lo que puede ser una nueva identidad panamericana que veremos desarrollarse a lo largo del siglo XXI.
Pero lo anterior no implica para nada en una visión naif que propusiera que el imperialismo estadounidense se iba a descomponer por sí solo. Davis analizó también cómo este cambio étnico-espacial del hemisferio generado por la migración latina a gran escala intentará ser contenido por los sectores medios (y blancos) que ganaron estatus durante la década de los 70 y que consolidaron su poder de clase durante la era Reagan. Davis anticipó que el proceso de resistencia terminaría por un corrimiento de los sectores republicanos hacia la ultraderecha (home–ground fascism) —aspecto que puede terminar de confirmarse en un futuro próximo con el retorno de Trump como líder indiscutido de los republicanos—.
La nueva construcción de los migrantes marrones como criminales en potencia—y que de alguna manera reemplaza al gran otro del afroamericano desempleado de las décadas anteriores— nos permite analizar el origen de la política de securitización y militarización de las fronteras con zonas de libre disparo y las jaulas para migrantes latinos en la era Trump como el último intento desesperado del establishment blanco por intentar tapar al sol con las manos. Ante la imposibilidad de detener el cambio —recordemos el tono que se debatió entre la plegaria y la amenaza de la vicepresidenta Kamala Harris cuando les dijo a los guatemaltecos «do not come» en una visita oficial— de la composición demográfica de los Estados Unidos es probable, nos señala Davis, que ocurra un espiral creciente de radicalización derechista que va a incluir una nueva dimensión étnica de la lucha política y de las identidades políticamente racializadas.
Esta situación, como relata Davis, requerirá de la conformación de un nuevo sujeto político radical que transforme la dimensión racial de la política desde una demanda democrático-liberal hacia una democrático-revolucionaria. Dada la magnitud del campo geográfico espacial impulsado por la migración latina, el reconocimiento de su agencia ciudadana implicaría una reconversión social a gran escala y que puede conducir a la constitución de un sujeto político radicalmente nuevo.
Así, las políticas de supresión del voto dirigidas contra los afroamericanos y la negativa de incluir a la población migrante de origen latino en una serie de derechos ciudadanos básicos deben ser entendidos como tecnologías de poder que buscan proteger el balance de clases actual de las relaciones capitalistas en la principal economía del planeta. Por otro lado, esto nos ayuda a actualizar las herramientas teóricas para comprender en qué reside el actual pensamiento racista que corporizan las ultraderechas: no es solo una reminiscencia del darwinismo social de la antigua elite esclavista, sino un sólido mecanismo ideológico actual que busca proteger el poder de una clase social que se encuentra étnicamente consolidada, pero también desafiada.
Imperialismo y naturaleza
Una parte muy original del trabajo de Davis se propuso explorar el impacto del imperialismo en la naturaleza. Así tanto en Late Victorian y en City of Fear construyó la idea de que todo desastre ambiental está socialmente construido. Davis buscó en el origen del actual sistema mundial constituido en la época victoria un relato alternativo de la mundialización del capitalismo. Así, al analizar las hambrunas del periodo comprendido entre 1870 y 1914 encontró que decenas de millones de personas no murieron de hambre por haberse quedado fuera del capitalismo mundial moderno, sino porque fueron violentamente incorporados a sus estructuras de reproducción. Davis demostró, contrariando al liberalismo, que los mercados no se generan por automatismo, sino que son creados mediante un conjunto de tecnologías políticas.
Todo proceso de expansión colonial, nos muestra Davis, está aparejado de un desastre ambiental. Cada desastre ambiental, a su vez, es la señal de largada para una carrera imperial por la conquista de los espacios y territorios. Esta línea de análisis es clave hoy en día, en un contexto latinoamericano signado por una carrera interimperialista por la conquista de los recursos naturales por grandes corporaciones transnacionales que buscan financiar sus proyectos futuros como la generación e autos eléctricos o sus necesidades de expansión irrestricta.
En 2005, Davis fue uno de los primeros en sostener que la fase actual del capitalismo no es solo insostenible en términos sociales sino también en términos biológicos. En su análisis de la gripe aviar mostró cómo la relación insostenible entre los nichos de producción del agrocapitalismo combinados con una concentración y expansión de la pobreza humana en el tercer mundo, como en la concentración de la producción farmacéutica en el bienestar de la población del occidente capitalista. Davis señaló que de no haber un fortalecimiento del sistema global de cuidados y atención médica y una reconversión de la producción agroganadera global, el riesgo de un colapso biológico causado por nuevas enfermedades era esperable. Cuando el COVID-19 se convirtió en una catástrofe planetaria, en una de sus últimas apariciones públicas, Davis sentenció que, imposibilitado el camino para una reforma del orden social existente que le aportara un rostro humano, el «virus es el capitalismo».
Mike Davis y «escuela californiana del marxismo»
Por último, conviene también tomar en cuenta una cuestión contextual. La obra de Mike Davis se inscribe una corriente de los estudios críticos que podríamos catalogar como la «escuela californiana del marxismo», a la que podemos pensar como la corriente de estudios críticos más influyente del marxismo occidental en el siglo XXI. Mike Davis debe ser leído en conjunto con la obra de autoras y autores como Angela Davis, Ruth Gilmore, la actual más reciente del trabajo de Douglas Kellner, Kimberlé Crenshaw, Bell Hooks y Cedric Robinson (entre varias otras personas). Este conjunto de académicos y académicas no solo debe ser reconocido por la incorporación plena de la interseccionalidad a los estudios marxistas, sino ya que como buenos teóricos críticos su posición contextual en California —que los llevó a analizar la relación entre la continuidad de gobiernos progresista con el avance irrestricto de un apartheid urbano— les permitió servirse de las herramientas del marxismo para analizar las nuevas tendencias de la explotación capitalistas en un gran laboratorio a cielo abierto.
En este sentido, Davis no dudó en señalar que de haber una nueva izquierda en los Estados Unidos, esta será una izquierda marcadamente internacionalista, cuyo destino último estará atado a su capacidad de generar nuevos lazos de solidaridad política y de combatir todo tipo de reminiscencia imperial tanto dentro como fuera de los Estados Unidos. De alguna manera, lo mismo vale para las formaciones sociales de América Latina, donde buena parte de las tareas de las izquierdas pasan por llevar al primer plano las tensiones que el imperialismo genera dentro de las propias sociedades latinoamericanas.
Con la perdida física de Mike Davis nos hemos quedado sin una referencia irremplazable del pensamiento crítico del nuevo milenio. Davis afrontó los desafíos intelectuales de su época de forma original, y no cayó ante ninguna tentación de su contexto: ni se abrazó a la ilusión progresista de Barak Obama ni cayó preso del desencanto cuando Donald Trump ganó las elecciones de 2016, retomando el llamado a la calma, pero también a la acción.
Mientras que la academia crítica estadounidense le rendirá de forma segura los honores que corresponden a su vida y obra, sería justo que el pensamiento crítico latinoamericano se encuentre con el legado intelectual de Davis para pensar sobre el futuro de la globalización y para construir un nuevo horizonte hemisférico anticapitalista.
Fuente: https://jacobinlat.com/2022/11/18/mike-davis-penso-en-america-latina/