La Masacre de Panzós de hace 45 años, desnudó la relación que había y sigue habiendo entre el Estado guatemalteco y los pueblos indígenas.
La masacre no solo retrata la acción violenta y desproporcionada del Estado en contra de los pueblos indígenas, en este caso la población Q’eqchi’, sino que, nos lleva a comprender el “nexo ancestral de la población Q’eqchi’ con la tierra, y cómo, desde la colonia, la relación entre el poder y la población indígena ha tenido un componente fundamental de violencia directa y despojo agrario”[1], como nos lo describe Sergio Tischler, en el Prólogo del libro, “La Masacre de Panzós: Etnicidad, Tierra y violencia en Guatemala”,
En este sentido, la participación de miembros del Ejército, como: Arturo Guillermo De la Cruz Gelpcke (Comandante de la Zona Militar de Cobán), Otto Guillermo Spiegeler Noriega (Ministro de la Defensa); Valerio Cienfuegos (comandante de la tropa); de descendientes de terratenientes alemanes como la familia Overdick García, Flavio Monzón y de otros personajes, que cedieron sus casas para que se apostaran quienes iban a disparar en contra de los y las indígenas, que eran dirigidos por Adela Maquin, conocida como “Mamá Maquin”, es la prueba fundamental, para comprender cómo el Estado y los grupos de poder, ven a los indígenas como enemigos del proyecto de destrucción capitalista en el país.
Estos hechos violentos del Estado en contra de población indígena, es la ilustración real, de cómo el Estado colonial-oligárquico-burgués y ahora narcotraficante, actúa en contra de una población que ha sido sometida a servidumbre, colonato y exclusión, desde la invasión española hasta nuestros días.
La masacre de Panzós; también ilustra el “miedo” de la burguesía-terrateniente de Guatemala, ante la “posibilidad de un levantamiento indígena”[2], miedo que sigue presente hoy, sobre todo, cuando se experimenta, a pesar de los niveles de colonización en muchos sectores indígenas y no indígena, de una fuerte resistencia de comunidades y territorios en contra del capitalismo, del desarrollo y del extractivismo neoliberal.
Después de 45 años que sucedió la masacre Panzós, no solo tenemos prohibido olvidar y no solo debemos conmemorar o rememorar el hecho, sino de tomar acciones posibles, para seguir el camino que trazaron las víctimas de este genocidio, para instaurar nuevas relaciones sociales y políticas, que nos lleven a construir un país con justicia social, donde se respeten los derechos sobre todo de las mayorías empobrecidas del país.
La masacre de Panzós y las subsiguientes que llevaron a cabo los mismos criminales en la región y en todo el país, nos exigir a no olvidar que los opresores, represores, criminales y terroristas de antes, siguen siendo los mismos de hoy, sobre todo, cuando siguen pensando que los pueblos originarios, somos comunidades manipuladas e ignorantes, que no sabemos lo que queremos[3] y que el Estado criminal, debe ser el instrumento para someter a los pueblos al servicio de las élites depredadores guatemaltecas.
RENDIRNOS JAMAS, RESISTENCIA Y REBELDIA SI
VICTIMAS DE LA MASACRE DE PANZOS Y ADELA MAQUIN
VIVEN EN NUESTRA LUCHA
Notas:
1 Tischler Visquera, Sergio, Prólogo del libro, “La Masacre de Panzós: Etnicidad, Tierra y violencia en Guatemala”, de Victoria Sanford, F&G Editores, Guatemala, 2019.
2 Ibidem
3 Ríos Sosa, Zury Maité, Tesis: Análisis Geopolítico del Surgimiento de la Insurgencia en Guatemala. Particularizado en el caso de Totonicapán, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala, 1998
Kajkoj Máximo Ba Tiul. Maya Poqomchi, antropólogo, filósofo, teólogo, investigador.
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