En nombre de las cacareadas “libertad” y “democracia” occidentales existen hoy en el mundo innumerables esperpentos, entre ellos muros antiemigrantes y escudos antimisiles, pero como si eso fuera poco recientemente fue creado el llamado Escudo Europeo de la Democracia (EDS, por sus siglas en inglés).
Según el parlamento de la Unión Europea (UE), la EDS es una comisión especial de esa institución legislativa, con sede en Bruselas, cuyo fin es velar por “la integridad y la justicia” en las elecciones de sus Estados miembros.
Tal entidad fue conformada en diciembre pasado y es considerada un “organismo supranacional” que permitirá a las autoridades del Grupo de los 27 castigar a las naciones que lo integran en caso de que vulneren los “estándares democráticos”.
Dicho en lenguaje claro, constituye otro adefesio evidentemente injerencista con el objetivo de impedir que candidatos y partidos políticos que no respondan a los intereses de Occidente lleguen al poder en los países del viejo continente.
La EDS puede aplicar sanciones, entre ellas, reducir los fondos europeos a los castigados, y suspenderles sus derechos de votos.
Esa susodicha comisión tiene entre sus tareas “detectar, analizar y combatir los ataques internos y externos a la democracia, la manipulación informativa y amenazas como los ciberataques”.
La práctica injerencista de la UE para nada es novedosa porque ha sido aplicada en reiteradas ocasiones en naciones del Oriente Europeo, del Oriente Medio y de Latinoamérica, en las cuales se ha implicado el Grupo de los 27 para derrocar gobiernos con las nombradas revoluciones de colores y los denominados golpes blandos, además de cambiar eventuales resultados electorales a favor de sus intereses y los de su ahora menos aliado EE.UU.
Uno de los ejemplos más connotados es Venezuela, donde el viejo continente ha financiado y apoyado, junto a Washington, a opositores delincuentes y terroristas, e incluso los ha reconocido como presidentes a pesar de ser derrotados en las urnas por el Chavismo.
La UE parece transitar por un sendero tortuoso y peligroso que puede tornarse letal para ese bloque y sus integrantes, en medio de la crisis que padecen por sus posiciones políticas incoherentes y errores de cálculo.
Precisamente su postura injerencista, como la adoptada con sus sanciones a Rusia y a favor de la continuación de la guerra en Ucrania, puede fracturarla y llevarla definitivamente al abismo.
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