El mito del «orden mundial basado en reglas», tan pregonado por la administración Biden, se tambalea ante el delirium tremens arancelario de Trump y la fiebre belicista de Ursula Von der Leyen; dos nazis disfrazados de lagarterana, parafraseando a Miguel Gila. En realidad, el orden mundial desde la segunda gran guerra siempre ha consistido en hacer sin rechistar lo que EE. UU. ordena y manda, de manera que tampoco puede decirse que la situación haya cambiado demasiado. Solo que las normas son nuevas y las dicta un chalado que ha dejado desconcertados a todos sus exsocios.
Especialmente caótica es la situación de la Unión Europea, descolocada ante las agresivas políticas económicas del actual presidente yanqui y por su radical cambio de postura respecto al conflicto en Ucrania. La UE se comporta como una mascota abandonada en medio de un descampado, ladrando amenazante para superar su propio miedo y desesperación. Ochenta años obedeciendo incondicionalmente la voz de su amo y comiendo de su mano, sin más preocupación que ofrecerle eterno cariño y agitar de vez en cuando la colita para, de repente, no saber cómo desenvolverse por sí misma.
Por lo de pronto, la antipolítica de Trump ha conseguido unificar el mensaje de los tradicionales adláteres de EE. UU., hasta el punto de hacerles parecer antiimperialistas. Para muestra, algunos botones. Joaquín Almunia, exsecretario general del PSOE, exministro, exvicepresidente de la UE, excomisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios (2004-2010) y de Competencia (2010-2014), ha sentenciado: «EE. UU. es ahora nuestro enemigo». Su padre espiritual, el expresidente Felipe González, ha dicho del presidente estadounidense: «Este imbécil que nos acosa en este momento no sabe que no sabe». Y Alberto Núñez Feijóo ha afirmado que «ningún patriota puede respaldar a Trump«, además de exigir «una respuesta proporcional e igual de contundente» a los aranceles de EE. UU.
Los asesores económicos de la Casa Blanca están obsesionados con rebajar el déficit comercial de su país, que en 2024 alcanzó una cifra récord de 1,2 billones de dólares. Y son tan irracionales las medidas tomadas por el sheriff mundial para conseguirlo que su política arancelaria ha brindado a la UE un aliado inesperado en este tema. Elon Musk declaró que era partidario de terminar con todos los aranceles y crear una zona de libre comercio entre los EE. UU. y la Unión Europea. Aún fue más allá y atacó a Peter Navarro, el asesor económico de Trump e ideólogo de la guerra arancelaria, llamándole «Peter Retardo», «auténtico imbécil» y «más tonto que un saco de ladrillos». Como dice un dicho gallego: «Amigos sí, pero a vaquiña polo que vale». El enfado de Musk con el gobierno del cual forma parte tiene mucho que ver con las pérdidas millonarias que le han causado las medidas arancelarias y la existencia de una fábrica de Tesla en Berlín.
Dos días después de la propuesta de Musk, Von der Leyen ofrecía a la Casa Blanca aranceles «cero por cero» para los bienes industriales, y más tarde anunciaba un gravamen del 25% a los productos estadounidenses a aplicar a partir del 15 de abril. Sin embargo, antes de la fecha anunciada la UE congelaba la respuesta que acababa de aprobar para intentar establecer negociaciones. Más tarde, Trump decretaba una tregua parcial de noventa días, no sin antes burlarse de aquellos países que le critican pero tragan incondicionalmente: «Os digo que estos países nos están llamando, besándome el culo. Se mueren por hacer un trato».
La UE ha gastado miles de millones en financiar la guerra de Ucrania, ha hecho la vista gorda ante sucesos tan graves como la voladura de la red de gaseoductos NordStream, ha asumido el cierre de empresas y negocios en el jugoso mercado ruso, e incluso se ha resignado a la recesión económica y sus consecuencias. En resumidas cuentas, la UE ha jugado el papel de mamporrero en una guerra delegada donde EE. UU. tenía el claro objetivo de debilitar a Rusia y hundir su economía. Y ahora corre peligro de perder, incluso, el buen bocado que esperaba obtener con la reconstrucción de Ucrania y la explotación de sus recursos. Es decir, que también puede puede quedarse sin el hueso prometido por su amo. En este mundo que avanza inevitablemente hacia la multipolaridad, la soledad de la UE le mantiene al margen de aquellos países que ya hace años renunciaron a mantener un papel subordinado y servil respecto a EE. UU. La mascota sigue ladrando en su inopia y Trump está feliz por tenerla entre quienes le «besan el culo».
—Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
—Y luego, ¿por qué me lo preguntas?
Fuente: https://mundoobrero.es/2025/06/15/la-servil-europa-triste-y-compungida/
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