Luego del merecido festejo por el triunfo electoral de nuestro Frente Amplio, como decía el Gral. Líber Seregni, “hay que pensar en la mañana siguiente” cuando asuma nuevamente el 1º de marzo el gobierno nacional.
Un capítulo de importancia fundamental será sin lugar a dudas el relacionamiento internacional en una coyuntura signada por el corrimiento de la hegemonía mundial desde occidente a oriente.
Dada la guerra de ocupación de Israel de la franja de Gaza, su extensión al Líbano, la respuesta de Irán y la guerra de Rusia y Ucrania con la posibilidad del uso de armas nucleares, pone al mundo como nunca al borde de una guerra mundial de nefastas consecuencias para toda la humanidad.
Se reflejaría en la realidad la frase que se le atribuye a Albert Einstein: “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”,
¿Qué política exterior?
Para cualquier país del mundo las relaciones internacionales son importantes. Pero para los países pequeños son vitales.
A mi juicio debería existir una relación inversamente proporcional entre el tamaño de un país y la dedicación que le dispense a los temas de política exterior; del cual el tamaño y profesionalismo de su cancillería debería ser sólo un aspecto de esa dedicación.
Deberíamos trabajar en conjunto el concepto de que las relaciones internacionales de un país exceden largamente a las tareas específicas en la materia que lleva adelante su ministerio de relaciones exteriores.
Por el contrario es un asunto que debe implicar en forma transversal a toda la sociedad: tanto a las instancias de gobierno como a la sociedad civil organizada (organizaciones políticas, empresariales, sindicales, y sociales).
Nos debemos una reflexión en la cual quede claramente establecido que la política internacional tiene incidencia directa en la vida cotidiana de todos nosotros; en este sentido no es una política “exterior” a nosotros.
En cuanto a las instancias de gobierno, sería conveniente que en cada ministerio existiera una o un responsable de relaciones internacionales y que mantuvieran reuniones periódicas de coordinación (tanto por separado como en conjunto) con las instancias de cancillería que se determinen.
En mi gestión en la Dirección General para Asuntos Culturales del MRREE, impulsé la coordinación de apoyos culturales con la Dirección Nacional de Cultura del MEC y la Intendencia de Montevideo. De esta manera aunamos fondos que hicieron posible apoyar económicamente proyectos culturales de alto costo (por ejemplo el primer viaje de la murga Agarrate Catalina a Europa).
Así se creó a principios del año 2007 el GIPUC (Grupo Interinstitucional de Promoción del Uruguay Cultural) aprobado por decreto 090/007 del 12 de marzo de dicho año e integrado por representantes de los Ministerios de Turismo y Deporte, Relaciones Exteriores y Educación y Cultura, funcionando en la órbita de éste último y bajo su coordinación; con la potestad de invitar puntualmente a otros organismos tanto estatales como privados.
Pero lamentablemente aún no se concibe la necesidad de que, por citar un ejemplo, la cultura y el comercio exterior deberían estar estrechamente coordinados.
Sería menester para ello que el Ministerio de Economía y Finanzas manejara con al menos un año de antelación la agenda de visitas al exterior proporcionada por empresarios exportadores, para así planificar la presencia al mismo tiempo de alguna expresión de nuestra cultura (música, artes visuales, teatro, artes plásticas) y con el patrocinio de nuestra embajada reunir a vendedores y posibles compradores en una velada cultural. De esa forma proyectaríamos la imagen país y seríamos algo más que “meros vendedores de carne, lana, arroz o lácteos a domicilio”.
La integración imprescindible
Si miramos nuestra historia, veremos cómo se agiganta la figura de José Artigas con su proyecto de Estado: no el del Uruguay independiente (al cual habiendo sido invitado por dos veces, nunca quiso regresar, afirmando que “ese no es mi sistema”) sino el conformado por provincias confederadas; la Liga Federal, esbozado en las llamadas Instrucciones del año XIII.
Un pacto recíproco entre las provincias: ofensivo y defensivo, en pie de igualdad, con absoluta libertad civil y religiosa y libre circulación de bienes sin gravámenes o tasa portuaria de tipo alguno.
Es imposible no sentir admiración por su sentido precursor de la integración regional y al mismo tiempo pena por lo poco que hemos avanzado más de dos siglos después.
Hoy más que nunca resulta impensable el desarrollo y la incidencia internacional de un país por sí solo.
No es posible imaginar el desarrollo del país fuera de la integración regional; en nuestro caso el MERCOSUR.
Si bien han habido avances en el llamado MERCOSUR social, tenemos sensibles retrasos en aspectos económicos decisivos para la integración: sea la complementación de nuestras cadenas para poder ofrecer productos regionales en condiciones ventajosas o la coordinación de políticas macroeconómicas.
Asimismo no han prosperado otros instrumentos de integración como el Banco del Sur o la propia UNASUR, hoy desmembrada y paralizada.
En definitiva, más allá de los discursos, seguimos manteniendo en los hechos la mentalidad de “estado nación” en lugar de la de “estado región”.
Y en un mundo en donde pesan no sólo económicamente sino políticamente los bloques por sobre los países, es de orden hacer oír nuestra voz como bloque regional.
Más que nunca debemos reivindicar el carácter de zona de paz de nuestra región y bregar por la paz mundial; sustentada en los principios del derecho internacional, la solución negociada de los conflictos y el multilateralismo.-
Carlos Flanagan. Exembajador. Exintegrante de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio.
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