«En la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.» Eduardo Galeano. La famosa frase del título, enunciado del presidente ecuatoriano Rafael Correa, hoy en día, ya no es algo profético, sino una realidad invariable. Estaba pensando en eso mientras miraba John Kerry […]
La famosa frase del título, enunciado del presidente ecuatoriano Rafael Correa, hoy en día, ya no es algo profético, sino una realidad invariable.
Estaba pensando en eso mientras miraba John Kerry hablando en el cortil de la nueva embajada estadunidense en La Habana. El mismo no tuvo más remedio que admitir: «Antes de cerrar quiero, sinceramente, dar las gracias a los líderes de las Américas que durante mucho tiempo han instado a Estados Unidos y a Cuba para que restablezcan lazos normales».
Esta declaración admite que el pueblo cubano derrotó al vecino del Norte.
Desde el triunfo de la Revolución en el 1959 Cuba representó un rayo de luz en el continente: sin embargo, tuvo que pagar muy cara su rebeldía. Su enemigo, a solo 90 millas, que intentó aislarla de América Latina (en el 1962 la OEA- Organización de Estados Americanos- rompió las relaciones diplomáticas con la isla), la condenó a un bloqueo genocida, todavía vigente.
Después de la expulsión de la OEA, el pueblo de Cuba emitió la «Segunda Declaración de La Habana», un llamamiento a todos los pueblos de América Latina y del mundo donde reivindica el legado martiano y señala al principal enemigo de la independencia y de la soberanía del continente: el poder imperialista de Washington.
Este escrito constituye un llamado a la insumisión y a la rebeldía de todas las naciones contra un poder hegemónico que quiere aplastar las aspiraciones de libertad, igualdad y justicia social de los humildes y de los «pobres de la tierra» americana.
Pienso que este texto, pilar de los distintos procesos de integración y resistencia a los apetitos imperiales de los EE. UU., sea una de la fuente de inspiración de los nuevos líderes progresistas de América Latina. Chávez, Correa, Morales llegaron al poder en el momento que ya América Latina no era un fuego insurgente, las armas no resultaron la solución para vencer el «Norte revuelto y brutal»; el socialismo del siglo XXI es la evolución del proyecto emancipador del siglo XIX de José Martí y Simón Bolívar, y los pueblos latinoamericanos aprendieron que tenían que crear una federación de todas las fuerzas progresistas con un plan de integración regional basado en la solidaridad, la reciprocidad, la justicia social y la preservación de la cultura para vencer, en la unidad.
Otra vez, Cuba, con su Comandante en jefe Fidel Castro, fue el faro que, con Hugo Chávez, creó en el 2004 la Alternativa Bolivariana para las Américas, ahora Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, y que quiso realizar una «integración basada en la cooperación, la solidaridad y la voluntad común» para «satisfacer las necesidades y los anhelos de los países latinoamericanos y caribeños y, a la par, preservar su independencia, soberanía e identidad». Surgieron después proyectos como Petrocaribe, hasta la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), organización regional intergubernamental que reúne a los países de América Latina y el Caribe, sin la injerencia de Estados Unidos y Canadá.
Su cumbre fundacional fue el 2 y 3 de diciembre de 2011 en Caracas con la presencia de los Presidentes y Jefes de Gobierno de 33 países latinoamericanos y caribeños, presidida por nuestro desaparecido Comandante Eterno, Hugo Chávez.
Entre los gobiernos progresistas del siglo XXI, la Revolución Ciudadana de Rafael Correa preside este año la estratégica organización y el mismo presidente afirmó que la CELAC debería sustituir a la OEA, la cual ha sido un instrumento de dominación del Gobierno estadounidense. «Nuestra agenda de trabajo tendrá 4 ejes: la planificación de la integración para desaparecer la pobreza extrema; la nueva arquitectura financiera regional; la regulación del capital transnacional y, de manera fundamental, la garantía de los derechos humanos».
Y como comprobación de que para Correa la solidaridad no es solo una palabra, podemos recordar su apoyo incondicional a Cuba desde su llegada al poder en el 2006: siempre contribuyó con apoyo material después de las afectaciones de los huracanes que azotaron la Isla y en el 2012 instituyó la Misión de Apoyo a la Rehabilitación y Construcción Ecuador-Cuba Eloy Alfaro, que edificó 1600 soluciones habitacionales en Santiago de Cuba; en la lucha política fue el primer presidente que tuvo el coraje de pedir a EE. UU. la liberación de los Cinco cubanos en la Cumbre de la OEA de Trinidad y Tobago con Obama físicamente presente en el fórum; en el campo diplomático fue el primer presidente que planteó desertar a las Cumbres de las Américas hasta que Cuba no fuera admitida de nuevo. Y en todos estos desafíos, quien ganó fue Rafael Correa con el apoyo de Nuestra América.
Ecuador es ahora quien necesita de solidaridad ya que es amenazado de un tentativo «golpe blando» como parte de la «restauración conservadora» de sectores que perdieron poder. Cuba está lista para brindar su apoyo incondicional. Se han emitido declaraciones de la Asamblea Nacional cubana y hasta el mismo pueblo envió su aliento de Resistencia a Rafael Correa y la Revolución Ciudadana ecuatoriana.
Una vez más y para concluir, encuentro palabras de Fidel Castro que pueden servir para reflexionar, sea Cuba que Ecuador, dos países que enfrentan momentos determinantes. A su entrada a La Habana en Ciudad Libertad el 8 de enero de 1959 expresó: «Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil».
Ida Garberi es corresponsal de Cubainformacion en Cuba.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.