El activismo contra Venezuela de Luis Abinader no se limita a declaraciones, se manifiesta en acciones concretas en el fortalecimiento del compromiso gubernamental con el atraso político en general y en particular con la aplicación de la política imperialista hacia América Latina.
El 6 de septiembre del año 2024 deberá ser registrado como el día en que el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, visitó República Dominicana, pero más que eso, como la fecha en que Luis Abinader reconoció ante el mundo que está comprometido a impulsar, junto a las agencias estadounidenses y la Organización de Estados Americanos (se menciona su nombre en específico, aunque puede incluirse en la lista de las agencias yanquis) la desestabilización en Venezuela.
Blinken se presentó en Haití como portador de fondos para el pago a los agentes de la mal llamada misión de estabilización, encabezada en términos formales por el gobierno de Kenia, y en República Dominicana destacó el liderazgo de Luis Abinader.
¿Se adquiere la condición de líder utilizando los foros internacionales para solicitar la ocupación de un país vecino? ¿Se adquiere, acaso, esa condición calculando los costos de la inmigración haitiana a partir de la ocupación de las aulas por niños haitianos y de los partos de haitianas en las condiciones en que paren las dominicanas pobres? Entre la definición de un líder y la de un lacayo que, por su actitud clasista, solo a los privilegiados reconoce como seres humanos, la diferencia es enorme.
Como presidente de la República, como expresidente y en cualquier condición, Luis Abinader es y será un politiquero entreguista y un acaudalado protegido por el poder imperialista en la medida esté dispuesto a servirle y pueda hacer efectiva su colaboración. En esa medida serán desconocidos por los halcones su compromiso con el uso de recursos no limpios y su condición de usuario de paraísos fiscales.
El gobierno de Danilo Medina le hizo el coro al poder hegemónico en la política hacia Venezuela. En la actual coyuntura el requerimiento es mayor. Es la pauta que sigue Luis Abinader.
La secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, persona vinculada a varias corporaciones internacionales, visitó República Dominicana recientemente. También lo hizo Samantha Power, administradora de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Ambas visitas fueron mencionadas por Blinken en la conferencia de prensa que realizó junto a Abinader.
No hicieron mención sobre lo conversado en materia de las tierras raras del país cuyo contenido en minerales con valor estratégico conoce bien el Comando Sur. Tampoco de la intención de dar continuidad a la tarea de convertir en sentido común la tolerancia al entreguismo, disfrazar de colaboración el saqueo y llamar evolución cultural a la enajenación promovida desde la USAID.
Y hay que hacer mención de la visión martiana en torno a lo que se ve y a lo que no se ve, siendo esto último siempre mucho más importante cuando de asuntos políticos se trata.
La respuesta a la gestión de Blinken, desde los sectores conscientes, es insistir en la necesidad de ver la migración como un fenómeno social y no como un tema de seguridad nacional.
No es un ejercicio de soberanía favorecer la sobreexplotación de migrantes haitianos y violar sus derechos en forma descarada, abusiva y grosera. Abinader dirige el abuso mientras al poder hegemónico le permite disponer de lo que considere favorable a sus intereses dañando de ese modo el patrimonio nacional y regional.
El compromiso con el atraso político es un elemento que define como ilegítimo al actual gobierno de República Dominicana.
Con la visita de Blinken, se manifestó de nuevo el servilismo de Luis Abinader y su equipo y, más importante aún, se evidenció en mayor medida la ilegitimidad de un ejercicio de poder abusivo, autoritario, clasista y esencialmente saqueador y criminal.
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