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Francia

¡Atrevámonos a decir que Sarkozy y sus políticas son incompatibles con la legitimidad republicana!

Fuentes: Sin Permiso

De manera cobarde, algunos responsables de la oposición «republicana» aconsejan al pueblo francés «esperar a 2012» para poner fin al actual régimen fascistizante; un régimen brutalmente oligárquico que salpica a Francia y a la República, que halaga y mima a los millonarios, mientras pisotea a las clases populares y a las capas medias [1], que […]

De manera cobarde, algunos responsables de la oposición «republicana» aconsejan al pueblo francés «esperar a 2012» para poner fin al actual régimen fascistizante; un régimen brutalmente oligárquico que salpica a Francia y a la República, que halaga y mima a los millonarios, mientras pisotea a las clases populares y a las capas medias [1], que se ceba en las conquistas de la Resistencia y la Liberación, que deforma cínicamente la Constitución [2], que ignora la separación laica entre el Estado y las iglesias [3], que atiza la xenofobia de Estado persiguiendo a los trabajadores extranjeros y estigmatizando a los franceses naturalizados, que arma un Estado policíaco capaz de realizar cerca de 900.000 grabaciones de vigilancia anuales, que desmonta la educación nacional, que reniega del principio mismo de la defensa nacional [4], que contribuye abiertamente a la norteamericanización galopante de nuestra lengua, de nuestra universidad y de nuestra cultura [5] y que viola el No popular a la Constitución europea fomentando la adopción parlamentaria del Tratado de Lisboa: tal es el significado antisocial, antinacional y fascistizante de una «ruptura», cuya línea estratégica busca disolver a Francia en una «construcción europea» sometida de la A a la Z a una oligarquía capitalista monstruosamente egoísta.

Sin embargo, a pesar de hallarse cínicamente censurada en el parlamento, la «oposición» establecida finge todavía «dialogar» con este régimen peligroso, el más reaccionario que ha conocido Francia en los últimos 70 años. ¿Habrá que sorprenderse? Hace tiempo que la señora Aubry, digna heredera del eurócrata Jacques Delors, se entusiasma más por la Europa supranacional bastarda del care compasivo que por la supervivencia de la nación laica y republicana: como la UMP [el partido de Sarkozy; T.], y aun con la UMP, ¿acaso el Partido Socialista no ha apadrinado Mastricht, la euroconstitución y el Tratado de Lisboa? Jospin y su «izquierda plural», ¿no suscribieron fríamente los Acuerdos europeos de Barcelona (2002), en los que se recomendaba retrasar 5 años la edad de jubilación en los países de la UE? La desintegración euroliberal de las conquistas sociales y de las naciones libres de Europa, ¿no es acaso el programa común implícito de la derecha y de la socialeurocracia? [6] Por lo demás, ¿cómo esperar que los «socialistas» franceses Strauss-Kahn -colocado por Sarkozy a la cabeza del FMI- y Lamy -que orquestra la «libre concurrencia no falseada» en nombre de la OMC- puedan poner seriamente en cuestión a este régimen indigno del pueblo que dio a luz a la Ilustración, a Valmy y a la Comuna? La realidad es que la «oposición» establecida prefiere hipócritamente que Sarkozy lleve ahora a cabo el desmontaje social y nacional, para que luego, aupado por los medios de comunicación estadounidenses, acceda al Palacio del Elíseo un Dominique Strauss-Kahn dispuesto a validar «por la izquierda» las contrarreformas, y aun a doblar la apuesta cuando lo exija Bruselas en nombre del euro y de los «mercados financieros»… Y no hablemos del Frente «nacional»: relegitimada por la actual xenofobia de Estado, la extrema derecha espera su momento para dar la estocada a la República y al indómito movimiento popular de nuestro país…

Más preocupante es aún que la «izquierda de la izquierda» y tantos republicanos patentados sigan hurtándose al deber patriótico de cuestionar frontalmente la legitimidad del anti-De Gaulle, del anti-Jean Moulin, del anti-Jaurès y del anti-Guy Mocquet que ocupa actualmente el Elíseo. Resulta estupefaciente que las direcciones confederales de los sindicatos, orientadas por la Confederación Europea de Sindicatos y desgajadas de buena parte de su base obrera, persistan en «negociar» las regresiones, en vez de organizar nacionalmente una resistencia encarnizada contra la totalidad de una política que bloquea al país y lo paraliza. Para reaccionar vivamente al nivel político requerido por las circunstancias, ¿habrá que esperar a la caída del último baluarte republicano, a la destrucción de la última conquista social, a la extinción del último servicio público, al parón irreversible de la producción, de la investigación, de la creación y de la capacidad de decidir en este país, a la substitución total de la lengua de Víctor Hugo por el globish del Tío Sam? Sarkozy nos prometió la «Francia del después»; lo que el actual régimen mortífero está en realidad preparando es un «después de Francia».

Ello es que nuestro país, amenazado de desjarretamiento, no puede esperar: salus populi suprema lex[7]. Despojada de sus fábricas, de sus servicios públicos y de su cabaña lechera, privada de su diplomacia independiente, de su estructura republicana heredada de la Revolución [8], de su soberanía política [9], de su modelo social nacido de la Resistencia, de su lengua metódicamente arrasada por el «todo-en-inglés» de los ejecutivos, de sus libertades democráticas, de su fraternidad republicana, la «dulce» Francia cantada por Du Bellay no tardará en parecerse al célebre cuchillo sin mango al que se le ha quitado la hoja… Y a cada día que pasa, gobernantes y pseudo-oposición se hacen un poco más corresponsables de esta muerte anunciada.

¿Cuál es entonces el deber imprescriptible de los verdaderos republicanos, de los militantes obreros y progresistas?

Por lo pronto, tener el valor personal y colectivo para recordar que Sarkozy no es una persona sagrada: al contrario, es quien ha degradado la función presidencial acaparando todos los poderes en detrimento del parlamento, burlándose de la independencia de los jueces, acosando a los medios de comunicación y favoreciendo escandalosamente a la gran patronal.

Hay que recordar que ninguna elección confiere al elegido el «derecho» a destruir su país, a atizar el espíritu de guerra civil (a «cribar», en lenguaje politiqués) y a humillar sin desmayo a quienes no piensan igual: en el Contrato social, Rousseau demostró ya que el acto por el que se constituye un pueblo jamás es un acto de subordinación a un jefe, tampoco a un jefe electo, sino contrato de asociación: tanto en relación con los Estados extranjeros como en relación a sus «jefes», la soberanía del pueblo es inalienable y sólo el elegido está vinculado por la elección [10]. En una palabra: lo que legitima la elección es el respecto del contrato social por parte del elegido: la elección no da por sí misma al «jefe» del estado el privilegio exorbitante de desmontar el Contrato social, en este caso, el principio de una construcción republicana inspirada por la Ilustración, por la Revolución y por la Resistencia. El deber cívico consiste entonces en recordar, cueste lo que cueste, y como hacía la primera Constitución republicana de Francia, que «cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo y para cualquier parte del pueblo el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes»… Así, la movilización popular de masas del pueblo argentino permitió hace poco obtener cívica, pacífica y democráticamente la huida precipitada de los herederos políticos del fascistizante Carlos Menem.

La alternativa progresista al enlodado régimen actual no nacerá de conciliábulos ni de «primarias» entre presidenciables previamente puestos de acuerdo en lo esencial: el euro-estrangulamiento de la nación en beneficio del capital financiero. La alternativa nacerá de la irrupción gozosa del pueblo, señaladamente del mundo del trabajo y de la juventud, en la escena política, cultural y social. Que el pueblo francés, ese gigante que bruñe su revuelta desde el 29 de mayo de 2005, se levante pacíficamente para decir [con la Marsellesa]: «el sangriento estandarte de la tiranía está levantado contra nosotros». Y que en el campo de batalla, los políticos que han permitido la indecencia actual respondan a ese grito o se vayan definitivamente con quienes durante demasiado han contemporizado.

NOTAS: [1] Pensiones, seguridad social, servicios públicos, derecho laboral, estatutos, negociación colectiva, «producir en Francia», en la industria y en la agricultura… ¡nada queda sin hollar! [2] Alardeos indecentes de ser el «presidente de todos los franceses» jugando un papel de jefe de clan y de partido, violación permanente de la separaciónin de poderes, injerencia constante en la vida de los medios de comunicación y en las decisiones judiciales. [3] Discurso de Latran y de Riyad [contra el laicismo republicano], acuerdos Vaticano/Kouchner sobre diplomas universitarios… [4] Desertando de las fronteras del terriotorio, las fuerzas armadas francesas pasan a ser fuerzas suplementariuas de la OTAN en lejanas guerras estadounidenses que violan el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. [5] Por iniciativa de los Pécresse, Kouchner, Chatel, Lagarde y otros ministros sarkozyanos que favorecen escandalosamente el inglés en sus respectivos ámbitos. [6] Basta ver con qué celo los señores Zapatero, Papandreu y Sócrates ejecutan en sus respectivos países el megaplan de austeridad cocinado en Bruselas. [7] La salud del pueblo es la ley suprema, principio constitucional capital de la república romana antigua. [8] El tríptico republicano Estado nacional / Departamentos / Comunas municipales ha sido reemplazado por la eurotríada antidemocrática Europa supranacional / Eurorregiones / Comunidades de aglomeración. [9] El presupuesto de la nación quedará sistemáticamente sometido a partir de 2011 a Bruselas, ¡antes de ser presentado a la Asamblea Nacional! [10] Por ejemplo: ¿cuándo recibió Sarkozy un mandato para privatizar la EDF [Compañía Eléctrica de Francia] o para liquidar la jubilación a los 60 años?

Entre los primeros firmantes : Florence Gauthier , profesora de historia moderna en la Universidad de París VII y miembro del Consejo Editorial de SinPermiso. Annie Lacroix-Riz, profesora emérita de historia contemporánea en la Universidad de París VII. Roger Silvain, sindicalista de la CGT, animador de la huelga de mayo de 1968 en la fábrica de Renault-Billancourt. Léon Landini, Oficial de la Legión de Honor por la Resistencia, Gran Mutilado de Guerra. John Groleau, republicano robiespierrista, director de la página web Le Canard Républicain.

Traducción para www.sinpermiso.info : Ventureta Vinyavella

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