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Tanto el decrecimiento como el ecomodernismo comparten un compromiso con la planificación democrática, pero sus narrativas opuestas se han visto distorsionadas por una excesiva confianza en el empirismo especulativo y el atractivo de estéticas contradictorias. Para superarlo, debemos centrarnos en desarrollar una visión práctica que combine elementos de ambos campos, sustituyendo al mismo tiempo las visiones utópicas por una estrategia que parta de luchas locales concretas para democratizar la economía.